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Izquierdas y derechas

Carolina Castellanos
29 de enero, 2021

Desde tiempo inmemorial ha existido una lucha entre izquierda y derecha a nivel mundial. Seguramente no siempre se identificó así por nombre pero sí por sus acciones. El imperio romano cayó y una de las causas fue el exceso de “pan  y circo” parra los habitantes. No hay dinero que alcance para regalarle de todo a todos. Además, el distraer la atención con espectáculos (en aquellos tiempos eran peleas) no es sostenible no solo por lo limitado de recursos económicos sino porque, como dijo Abraham Lincoln, “…no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Los Castro y sus secuaces han mantenido vigente esa “lucha de clases”, como la bautizaron y, debo reconocer, con una astucia, estrategia, dinero despojado a los cubanos y multimillonarias “donaciones” de países aliados, han logrado extender sus tentáculos fuera de la isla por más de 50 años. 

Sin embargo, a raíz del  proceso electoral en Estados Unidos, país que aún ostenta la hegemonía mundial, se ha encendido esta lucha a niveles que no habíamos vivido recientemente. El ex Presidente Donald Trump mantuvo una férrea lucha en contra de la izquierda, dentro y fuera de sus fronteras. A lo interno, luchó contra el uso de lenguaje inclusivo, el aborto, la degradación de la identidad de género que ahora hasta exige baños neutrales y el uso de adjetivos “correctos” para no ofender a los más de 70 géneros que han creado, entre muchas otras cosas.  A lo externo, su principal lucha fue contra China, quien busca convertirse en el hegemón pero mantiene a la población sumida en un régimen de privaciones y prohibiciones.

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La ideología destructiva de la izquierda ha logrado penetrar con “pan y circo” generando un sin fin de oenegésque “rotulan” a sectores de la población en indígenas desplazados, pobres marginados, mujeres discriminadas, defensores del ambiente, comunicad LGBTI, abortistas, feminismo, etc. Habiendo firmado “los acuerdos de paz”, aún existen demandas por resarcimiento y oposición a la minería bloqueando el convenio OIT 169 (requisito que exigió la guerrilla para continuar con las negociaciones).

¿Hay personas discriminadas, rechazadas y marginadas? Lamentablemente sí las hay y alrededor del mundo. Pero violar la ley bloqueando carreteras, corrompiendo el sistema de justicia, sobornando funcionarios, etc., no es la forma de resolver absolutamente nada. El nombre de ese juego es dinero. Esos recursos les genera poder, que a su vez les dará más recursos para mantener vigentes “sus luchas”.

Guatemala depende mucho de Estados Unidos en ayuda económica, intercambio comercial, asimilación de aspectos de su cultura, etc. El resultado electoral “alborotó el hormiguero” y esos grupúsculos se sienten empoderados y con la esperanza de recibir más recursos para continuar con el libertinaje que practican en todos sus actos.

Ante un panorama poco alentador, los que trabajamos y producimos para tener un nivel de vida digno para nosotros y nuestras familias, nos vemos atrapados en un torbellino de información, mucha de la cual es manipulada para desestabilizar y causar temor, como sucede constantemente en las redes sociales. Ahora estas mismas redes nos ponen en jaque ante la amenaza de comerciar con nuestra información personal. 

Esto es peor que la pandemia. Pronto tendremos una vacuna que nos inmunice contra el coronavirus pero no tendremos protección ante el poder de grandes consorciosmarcadamente de izquierda que, por haber creado un método eficiente, fácil y útil de comunicación, hoy nos quiere controlar. No hay una vacuna contra esto.

¿Hay algo que podamos hacer? ¡Sí, definitivamente! Es fácil: no caer en la trampa. Lo primero y que más nos está afectando es el ataque a nuestros valores culturales y religiosos, como el uso del lenguaje inclusivo de “ellos, ellas, ellxs”. Simplemente, ¡No lo usamos! Mantendremos así nuestra identidad cultural. También podemos oponernos férreamente a la exigencia de leyes con privilegios para esos grupos que se sienten discriminados y rechazados, que mencioné anteriormente. 

Algo más: no rechazar ni discriminar a nadie por su identidad sexual. Cada uno de nosotros es libre de creer y vivir como quiera, siempre que no haga daño a alguien más. Los privilegios y exigencias de dinero y tratos especiales sí nos hacen daño a quienes estamos fuera de ellos. Pero la interacción entre seres humanos debe fomentar la paz, contrario a lo que estos grupos pretenden. Seamos ejemplo.

Izquierdas y derechas

Carolina Castellanos
29 de enero, 2021

Desde tiempo inmemorial ha existido una lucha entre izquierda y derecha a nivel mundial. Seguramente no siempre se identificó así por nombre pero sí por sus acciones. El imperio romano cayó y una de las causas fue el exceso de “pan  y circo” parra los habitantes. No hay dinero que alcance para regalarle de todo a todos. Además, el distraer la atención con espectáculos (en aquellos tiempos eran peleas) no es sostenible no solo por lo limitado de recursos económicos sino porque, como dijo Abraham Lincoln, “…no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Los Castro y sus secuaces han mantenido vigente esa “lucha de clases”, como la bautizaron y, debo reconocer, con una astucia, estrategia, dinero despojado a los cubanos y multimillonarias “donaciones” de países aliados, han logrado extender sus tentáculos fuera de la isla por más de 50 años. 

Sin embargo, a raíz del  proceso electoral en Estados Unidos, país que aún ostenta la hegemonía mundial, se ha encendido esta lucha a niveles que no habíamos vivido recientemente. El ex Presidente Donald Trump mantuvo una férrea lucha en contra de la izquierda, dentro y fuera de sus fronteras. A lo interno, luchó contra el uso de lenguaje inclusivo, el aborto, la degradación de la identidad de género que ahora hasta exige baños neutrales y el uso de adjetivos “correctos” para no ofender a los más de 70 géneros que han creado, entre muchas otras cosas.  A lo externo, su principal lucha fue contra China, quien busca convertirse en el hegemón pero mantiene a la población sumida en un régimen de privaciones y prohibiciones.

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La ideología destructiva de la izquierda ha logrado penetrar con “pan y circo” generando un sin fin de oenegésque “rotulan” a sectores de la población en indígenas desplazados, pobres marginados, mujeres discriminadas, defensores del ambiente, comunicad LGBTI, abortistas, feminismo, etc. Habiendo firmado “los acuerdos de paz”, aún existen demandas por resarcimiento y oposición a la minería bloqueando el convenio OIT 169 (requisito que exigió la guerrilla para continuar con las negociaciones).

¿Hay personas discriminadas, rechazadas y marginadas? Lamentablemente sí las hay y alrededor del mundo. Pero violar la ley bloqueando carreteras, corrompiendo el sistema de justicia, sobornando funcionarios, etc., no es la forma de resolver absolutamente nada. El nombre de ese juego es dinero. Esos recursos les genera poder, que a su vez les dará más recursos para mantener vigentes “sus luchas”.

Guatemala depende mucho de Estados Unidos en ayuda económica, intercambio comercial, asimilación de aspectos de su cultura, etc. El resultado electoral “alborotó el hormiguero” y esos grupúsculos se sienten empoderados y con la esperanza de recibir más recursos para continuar con el libertinaje que practican en todos sus actos.

Ante un panorama poco alentador, los que trabajamos y producimos para tener un nivel de vida digno para nosotros y nuestras familias, nos vemos atrapados en un torbellino de información, mucha de la cual es manipulada para desestabilizar y causar temor, como sucede constantemente en las redes sociales. Ahora estas mismas redes nos ponen en jaque ante la amenaza de comerciar con nuestra información personal. 

Esto es peor que la pandemia. Pronto tendremos una vacuna que nos inmunice contra el coronavirus pero no tendremos protección ante el poder de grandes consorciosmarcadamente de izquierda que, por haber creado un método eficiente, fácil y útil de comunicación, hoy nos quiere controlar. No hay una vacuna contra esto.

¿Hay algo que podamos hacer? ¡Sí, definitivamente! Es fácil: no caer en la trampa. Lo primero y que más nos está afectando es el ataque a nuestros valores culturales y religiosos, como el uso del lenguaje inclusivo de “ellos, ellas, ellxs”. Simplemente, ¡No lo usamos! Mantendremos así nuestra identidad cultural. También podemos oponernos férreamente a la exigencia de leyes con privilegios para esos grupos que se sienten discriminados y rechazados, que mencioné anteriormente. 

Algo más: no rechazar ni discriminar a nadie por su identidad sexual. Cada uno de nosotros es libre de creer y vivir como quiera, siempre que no haga daño a alguien más. Los privilegios y exigencias de dinero y tratos especiales sí nos hacen daño a quienes estamos fuera de ellos. Pero la interacción entre seres humanos debe fomentar la paz, contrario a lo que estos grupos pretenden. Seamos ejemplo.

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