No creo que exista esa palabra pero la defino como la ausencia total de respeto a la ley máxima de Guatemala, llamada Constitución.
Mientras hemos estado ocupados, preocupados y hasta entretenidos con esto de la pandemia, el mal personificado en un buen grupo de gente ha hecho de las suyas en nuestraquerida y atormentada Guate.
Las ilegalidades que han cometido los “desmagistrados” (para seguir con la tónica del título), no son sorpresa pero sí son demasiados. La última jugada de la dirigente de ese reducto (no se le puede llamar presidenta, ni siquiera con mayúsculas) es de campeonato. Ella solita emite una orden ilegal, nombrando a alguien para que proceda con actuaciones también ilegales. No soy abogada así que no intentaré explicar algo tan legalista. Sin embargo, no hace falta tener esa profesión para darse cuenta de la ruta torcidaque ha seguido ella y su banda de delincuentes desde hace muchos años.
Lo que me he preguntado infinidad de veces es por qué, siendo los dictámenes manifiestamente ilegales, el resto de funcionarios, incluyendo diputados, le hacen caso. No podemos olvidar que el Congreso le dio posesión a dos diputados que no contaban con uno de los requisitos, el finiquito. La “descorte” de constitucionalidad dijo que sí había que hacerlo a pesar de que la ley es clara y dice que sin finiquito no podían ser juramentados. Lo único que se requiere es saber leer y plantarse ante órdenes ilegales.
El sitio www.libertarianism.org define “constitucionalidad” como el esfuerzo de imponer un orden de alto nivel en las acciones del gobierno de manera que los funcionarios no son los jueces de los límites de su propia autoridad. Así como una ley limita acciones, la constitución limita las acciones del gobierno y es, como consecuencia, “ley para leyes”. En ausencia de la constitución, el poder de gobernar por parte del Estado es arbitrario (traducción libre).
En la “desconstitucionalidad” que vivimos, es imposible pretender que Guatemala progrese aunque trabajemos intensamente y logremos los objetivos que nos hemos planteado en nuestras empresas, trabajos, oficios, lo que sea. Sin embargo, continuamos día con día pues mantenemos un optimismo y una fe casi inquebrantables, con la esperanza de un futuro mejor.
Los “desmagistrados” no se han detenido. La mayoría de nosotros sí tuvo que hacerlo por un tiempo. El enfoque en preservar nuestra vida, salud y forma de llevar el sustento a nuestras familias, nos distrajo de la destrucción implacable de un pequeño grupo de personajes. Uno falleció, lo cual lamentamos, pero es tanta la “desconstitucionalidad” que hubo serias dudas de si era cierto y luego, de si había firmas post mortem.
Sigo optimista pues la recuperación económica de Guate va muy bien, el ingreso de remesas de igual forma y esto es muestra del empeño y voluntad fuertes que tenemos los chapines. Sin embargo, todos tenemos que involucrarnos pronunciándonos en las redes, informándonos de lo que sucede, comentarlo con familiares y amigos y presionar para que esto no continúe. Si seguimos esperando o deseando que alguien más nos resuelva, basta con recordar CICIG para no permitirlo. Le toca a usted y me toca a mí. ¡Démosle!
No creo que exista esa palabra pero la defino como la ausencia total de respeto a la ley máxima de Guatemala, llamada Constitución.
Mientras hemos estado ocupados, preocupados y hasta entretenidos con esto de la pandemia, el mal personificado en un buen grupo de gente ha hecho de las suyas en nuestraquerida y atormentada Guate.
Las ilegalidades que han cometido los “desmagistrados” (para seguir con la tónica del título), no son sorpresa pero sí son demasiados. La última jugada de la dirigente de ese reducto (no se le puede llamar presidenta, ni siquiera con mayúsculas) es de campeonato. Ella solita emite una orden ilegal, nombrando a alguien para que proceda con actuaciones también ilegales. No soy abogada así que no intentaré explicar algo tan legalista. Sin embargo, no hace falta tener esa profesión para darse cuenta de la ruta torcidaque ha seguido ella y su banda de delincuentes desde hace muchos años.
Lo que me he preguntado infinidad de veces es por qué, siendo los dictámenes manifiestamente ilegales, el resto de funcionarios, incluyendo diputados, le hacen caso. No podemos olvidar que el Congreso le dio posesión a dos diputados que no contaban con uno de los requisitos, el finiquito. La “descorte” de constitucionalidad dijo que sí había que hacerlo a pesar de que la ley es clara y dice que sin finiquito no podían ser juramentados. Lo único que se requiere es saber leer y plantarse ante órdenes ilegales.
El sitio www.libertarianism.org define “constitucionalidad” como el esfuerzo de imponer un orden de alto nivel en las acciones del gobierno de manera que los funcionarios no son los jueces de los límites de su propia autoridad. Así como una ley limita acciones, la constitución limita las acciones del gobierno y es, como consecuencia, “ley para leyes”. En ausencia de la constitución, el poder de gobernar por parte del Estado es arbitrario (traducción libre).
En la “desconstitucionalidad” que vivimos, es imposible pretender que Guatemala progrese aunque trabajemos intensamente y logremos los objetivos que nos hemos planteado en nuestras empresas, trabajos, oficios, lo que sea. Sin embargo, continuamos día con día pues mantenemos un optimismo y una fe casi inquebrantables, con la esperanza de un futuro mejor.
Los “desmagistrados” no se han detenido. La mayoría de nosotros sí tuvo que hacerlo por un tiempo. El enfoque en preservar nuestra vida, salud y forma de llevar el sustento a nuestras familias, nos distrajo de la destrucción implacable de un pequeño grupo de personajes. Uno falleció, lo cual lamentamos, pero es tanta la “desconstitucionalidad” que hubo serias dudas de si era cierto y luego, de si había firmas post mortem.
Sigo optimista pues la recuperación económica de Guate va muy bien, el ingreso de remesas de igual forma y esto es muestra del empeño y voluntad fuertes que tenemos los chapines. Sin embargo, todos tenemos que involucrarnos pronunciándonos en las redes, informándonos de lo que sucede, comentarlo con familiares y amigos y presionar para que esto no continúe. Si seguimos esperando o deseando que alguien más nos resuelva, basta con recordar CICIG para no permitirlo. Le toca a usted y me toca a mí. ¡Démosle!