Me temo que hemos confundido el poder con la grandeza
Stewart Udall
Udall fue un congresista estadounidense que, aunque demócrata, tuvo alguna trayectoria en el gobierno como Secretario del Interior en la administración de JFK. Bueno o malo, no lo sé, pero me llamó la atención esta frase que, a mi criterio nos viene bien en estos momentos.
En medio de tanta incertidumbre han querido surgir líderes pero que, lamentablemente, no llegan ni a influencers. Cuando urgen liderazgos fuertes y decididos, vemos como la población actúa como borregos sin pastor, en desorden y buscando el alimento diario que no es el que nutrirá nuestro cuerpo sino la mente ávida de dirigir una crisis sin precedentes.
Empezando por el gobierno, regresó a Guatemala, a cambio de protagonismo y un lujoso salario, un afamado infectólogo que prometía liderar el manejo de la cuarentena, orientar hacia los mejores tratamientos y contribuir de forma positiva la conducción del país hasta salir lo menos dañado posible. Muy por el contrario, recientemente tuvo la osadía de decir que los médicos que han fallecido por COVID-19 se infectaron en otro lado y no en los hospitales donde han estado trabajando veinte horas diarias, sin insumos, muchos sin salario y enfrentándose a este monstruo invisible que nos tiene a todos de rodillas. Nada nos debería sorprender pues viene de un declarado socialista que promete el paraíso pero que conduce al infierno en vida.
¿Se le olvidó lo “grande” que es en su especialidad y se embriagó de poder? Seguramente, pues es lo mismo que le ha sucedido a muchísimos que atacan a todo y a todos en las redes sociales. Señalan con el dedo olvidando que en ese acto hay tres dedos más que los señalan a ellos mismos.
Se buscan líderes. Se necesitan a lo largo y ancho del país, en pequeñas comunidades, en las grandes ciudades, dentro de las empresas, en los mercados cantonales y hasta dentro de las familias.
¿Queremos tener poder y sentirnos grandes? ¿Es ese el objetivo de esta cuarentena? Pensé que era para reducir la cantidad de contagios y de fallecidos. Tal parece que eso quedó en segundo plano. Nos han dado instrucciones desde el primer día pero como somos “grandes” tomamos el poder, efímero y reducido, que dan las redes sociales y nos oponemos con todo por estar en desacuerdo. Se vale estarlo; no se vale arriesgar el derecho a la salud de los demás.
¿Queremos grandeza? ¿Y si usamos ese efímero poder de las redes y vemos cómo resolvemos la ineficiencia desastrosa del Ministerio de Salud Pública y obligamos a que paguen salarios, brinden insumos y medicinas a todos los hospitales nacionales? Dejaríamos de buscar poder para lograr lo que queremos y nos volveríamos grandes al empujar con todo en beneficio del personal de salud que está poniendo su vida en riesgo a cambio de cuidar de los demás.
¿Han sido adecuadas las medidas que se tomaron desde el 17 de marzo? ¿Son justas? ¿Son correctas? Las respuestas dependerán de la historia de cada quien. He leído comentarios de quienes han perdido un familiar víctima del coronavirus y sus mensajes apelan a la responsabilidad individual, a cuidarse, a cumplir con los protocolos.
La última medida tomada por el gobierno hace precisamente eso: poner la responsabilidad en cada uno de nosotros. Nos empuja a reducir contagios al mínimo a cambio de obtener el anhelado premio: luz verde. ¿Estoy de acuerdo con esto? Parcialmente, pues son los centros urbanos grandes, como en Guatemala, Escuintla, Xela y otros son quienes tienen, por la densidad poblacional y el ritmo de negocios, el mayor índice de contagios. Para lograr luz verde tendríamos que volver al primer mes de cuarentena, con un cierre total. Eso sería el fin de lo que queda de pequeños y medianos negocios y de la economía informal (que es el 70% del total).
Lo que sí es fundamental es asumir esa responsabilidad individual. Tenemos el poder de hacerlo y todos nos haremos grandes.
Me temo que hemos confundido el poder con la grandeza
Stewart Udall
Udall fue un congresista estadounidense que, aunque demócrata, tuvo alguna trayectoria en el gobierno como Secretario del Interior en la administración de JFK. Bueno o malo, no lo sé, pero me llamó la atención esta frase que, a mi criterio nos viene bien en estos momentos.
En medio de tanta incertidumbre han querido surgir líderes pero que, lamentablemente, no llegan ni a influencers. Cuando urgen liderazgos fuertes y decididos, vemos como la población actúa como borregos sin pastor, en desorden y buscando el alimento diario que no es el que nutrirá nuestro cuerpo sino la mente ávida de dirigir una crisis sin precedentes.
Empezando por el gobierno, regresó a Guatemala, a cambio de protagonismo y un lujoso salario, un afamado infectólogo que prometía liderar el manejo de la cuarentena, orientar hacia los mejores tratamientos y contribuir de forma positiva la conducción del país hasta salir lo menos dañado posible. Muy por el contrario, recientemente tuvo la osadía de decir que los médicos que han fallecido por COVID-19 se infectaron en otro lado y no en los hospitales donde han estado trabajando veinte horas diarias, sin insumos, muchos sin salario y enfrentándose a este monstruo invisible que nos tiene a todos de rodillas. Nada nos debería sorprender pues viene de un declarado socialista que promete el paraíso pero que conduce al infierno en vida.
¿Se le olvidó lo “grande” que es en su especialidad y se embriagó de poder? Seguramente, pues es lo mismo que le ha sucedido a muchísimos que atacan a todo y a todos en las redes sociales. Señalan con el dedo olvidando que en ese acto hay tres dedos más que los señalan a ellos mismos.
Se buscan líderes. Se necesitan a lo largo y ancho del país, en pequeñas comunidades, en las grandes ciudades, dentro de las empresas, en los mercados cantonales y hasta dentro de las familias.
¿Queremos tener poder y sentirnos grandes? ¿Es ese el objetivo de esta cuarentena? Pensé que era para reducir la cantidad de contagios y de fallecidos. Tal parece que eso quedó en segundo plano. Nos han dado instrucciones desde el primer día pero como somos “grandes” tomamos el poder, efímero y reducido, que dan las redes sociales y nos oponemos con todo por estar en desacuerdo. Se vale estarlo; no se vale arriesgar el derecho a la salud de los demás.
¿Queremos grandeza? ¿Y si usamos ese efímero poder de las redes y vemos cómo resolvemos la ineficiencia desastrosa del Ministerio de Salud Pública y obligamos a que paguen salarios, brinden insumos y medicinas a todos los hospitales nacionales? Dejaríamos de buscar poder para lograr lo que queremos y nos volveríamos grandes al empujar con todo en beneficio del personal de salud que está poniendo su vida en riesgo a cambio de cuidar de los demás.
¿Han sido adecuadas las medidas que se tomaron desde el 17 de marzo? ¿Son justas? ¿Son correctas? Las respuestas dependerán de la historia de cada quien. He leído comentarios de quienes han perdido un familiar víctima del coronavirus y sus mensajes apelan a la responsabilidad individual, a cuidarse, a cumplir con los protocolos.
La última medida tomada por el gobierno hace precisamente eso: poner la responsabilidad en cada uno de nosotros. Nos empuja a reducir contagios al mínimo a cambio de obtener el anhelado premio: luz verde. ¿Estoy de acuerdo con esto? Parcialmente, pues son los centros urbanos grandes, como en Guatemala, Escuintla, Xela y otros son quienes tienen, por la densidad poblacional y el ritmo de negocios, el mayor índice de contagios. Para lograr luz verde tendríamos que volver al primer mes de cuarentena, con un cierre total. Eso sería el fin de lo que queda de pequeños y medianos negocios y de la economía informal (que es el 70% del total).
Lo que sí es fundamental es asumir esa responsabilidad individual. Tenemos el poder de hacerlo y todos nos haremos grandes.