Habiendo transcurrido ya cuatro meses desde que inició la cuarentena y las restricciones a nuestras libertades, de pronto vale la pena hacer un recuento de algunas cosas positivas y negativas, con el propósito de fomentar las primeras y buscar soluciones para las segundas.
La “nueva normalidad”, ya no es tan nueva y, como escribí hace algunas semanas, ya llegó y está como el coronavirus: no se va a ir. La primera gran realidad es darnos cuenta que cualquiera que sea el negocio, trabajo, profesión, etc. que tengamos o hagamos, ya no va a ser igual. Desde el uso de la mascarilla, ya no estrecharse la mano y menos “dar besito”, el teletrabajo y compras en línea, hasta tener que adaptarnos a nuevos protocolos de salud e higiene en la casa y en el lugar de trabajo.
De alguna forma ha estado el sentimiento en el ambiente de que “cuando todo pase” volveremos a esas prácticas y costumbres. Bueno, pues hasta que haya una vacuna, no podremos hacerlo. Ciertamente la curva de contagio eventualmente irá bajando pero siempre permanecerá el riesgo. Pero, después cuatro meses de este proceso de adaptación a los cambios, ya aprendimos. Nos toca aceptar que seguirá así por mucho tiempo.
Esperemos que el gobierno ya nos permita trabajar con mucha más libertad de la que hemos tenido. Sin embargo, una gran mayoría de empresas está trabajando ya, de una forma u otra, excepto aquellas como restaurantes, hoteles, centro comerciales y otros que sí siguen con una fuerte restricción. Éstas han estado planificando los nuevos protocolos para que sus trabajadores no se contagien en el lugar de trabajo y también para dar confianza a los clientes. Esta es la base fundamental de todo ahora. Si queremos clientes, debemos hacer lo posible para que se sientan seguros en nuestra empresa.
Las tendencias de cambio han estado en el uso intensivo de tecnología. Para las empresas que usaban lo mínimo, les tocará aprender cómo integrarlo de forma intensiva y a todo nivel de la organización. Espero que ya hayan iniciado en este proceso, con las limitantes de menos ingresos pero con creatividad y empeño para lograrlo. Estas son características de la mayoría de chapines.
La educación virtual es una realidad, no solo para instituciones educativas sino para capacitaciones a lo interno de las empresas. Ahora estará cada uno en su escritorio con su computadora para evitar un salón donde haya aglomeración. Esto ya lo notaron los hoteles cuya fuente de ingresos importante ha sido la renta de salones con la alimentación respectiva. Tendrán que colocar las sillas distanciadas, servir los alimentos por turnos y no en buffet, etc.
El tráfico podría disminuir dependiendo de la cantidad de teletrabajo que se haya implementado en esta época y que se va a quedar así. Esto sería algo positivo. Es horrible ver a personas que tardan dos o tres horas en traslados desde y hacia sus hogares. Sin embargo, una característica de los ambientes de trabajo es el compañerismo, desde el saludo por la mañana hasta celebraciones de cumpleaños. Es difícil mantener esto a la distancia por lo que ahora será un reto lograrlo tanto para los de recursos humanos como para los gerentes y para cada persona en lo individual.
La educación escolar a nivel del interior de la república no cambiará pues el acceso a tecnología es irreal. Considerando que casi el 60% del presupuesto se va en pagar salarios y bonos para el sindicato, será imposible integrar tecnología. Podremos esperar, entonces, mayor contagio en esas áreas pues los niños regresarán a clases, “apuñuzcados” y con poca ventilación.
La pérdida de empleos es altísima. Es una consecuencia “no intencionada” de haber cerrado la economía. Esto ha generado más pobreza de la que ya teníamos. Sumado a la baja calidad educativa que no incluye tecnología, el futuro no se ve tan promisorio. Como siempre, seremos las empresas formales y personas individuales las que seguiremos sosteniendo al enorme aparato estatal para que un gran porcentaje se vaya en salarios y bonificaciones sindicales, corrupción e ineficiencia enraizadas desde que existen los gobiernos.
El ambiente solidario, si bien lo he visto disminuir en este tiempo, considero que continuará a un mayor nivel que antes de la pandemia. Ahora hay más valoración del esfuerzo de médicos, enfermeras, agentes de la PMT, recolectores de basura y muchos otros que pasaban desapercibidos antes.
Espero que también continúe el reconocimiento al sector empresarial, desde los vendedores del mercado que han arriesgado su salud por la necesidad de salir a vender, hasta todas las empresas que han logrado pagar sueldos teniendo menos ingresos y que se han visto obligados a despedir a algunos con el afán de mantener a la mayoría. Es importante el reconocimiento al empresario, al emprendedor que ha logrado mantener a flote su negocio, grande o pequeño, preservando empleos y hasta pagando impuestos, en medio de esta pandemia.
Estamos acostumbrados a mitigar riesgos de todo tipo. Ahora nos toca asumir la responsabilidad individual de cuidarnos y protegernos para no contagiarnos ni contagiar a nadie más. Es nuestra obligación como individuos que vivimos en sociedad.
Habiendo transcurrido ya cuatro meses desde que inició la cuarentena y las restricciones a nuestras libertades, de pronto vale la pena hacer un recuento de algunas cosas positivas y negativas, con el propósito de fomentar las primeras y buscar soluciones para las segundas.
La “nueva normalidad”, ya no es tan nueva y, como escribí hace algunas semanas, ya llegó y está como el coronavirus: no se va a ir. La primera gran realidad es darnos cuenta que cualquiera que sea el negocio, trabajo, profesión, etc. que tengamos o hagamos, ya no va a ser igual. Desde el uso de la mascarilla, ya no estrecharse la mano y menos “dar besito”, el teletrabajo y compras en línea, hasta tener que adaptarnos a nuevos protocolos de salud e higiene en la casa y en el lugar de trabajo.
De alguna forma ha estado el sentimiento en el ambiente de que “cuando todo pase” volveremos a esas prácticas y costumbres. Bueno, pues hasta que haya una vacuna, no podremos hacerlo. Ciertamente la curva de contagio eventualmente irá bajando pero siempre permanecerá el riesgo. Pero, después cuatro meses de este proceso de adaptación a los cambios, ya aprendimos. Nos toca aceptar que seguirá así por mucho tiempo.
Esperemos que el gobierno ya nos permita trabajar con mucha más libertad de la que hemos tenido. Sin embargo, una gran mayoría de empresas está trabajando ya, de una forma u otra, excepto aquellas como restaurantes, hoteles, centro comerciales y otros que sí siguen con una fuerte restricción. Éstas han estado planificando los nuevos protocolos para que sus trabajadores no se contagien en el lugar de trabajo y también para dar confianza a los clientes. Esta es la base fundamental de todo ahora. Si queremos clientes, debemos hacer lo posible para que se sientan seguros en nuestra empresa.
Las tendencias de cambio han estado en el uso intensivo de tecnología. Para las empresas que usaban lo mínimo, les tocará aprender cómo integrarlo de forma intensiva y a todo nivel de la organización. Espero que ya hayan iniciado en este proceso, con las limitantes de menos ingresos pero con creatividad y empeño para lograrlo. Estas son características de la mayoría de chapines.
La educación virtual es una realidad, no solo para instituciones educativas sino para capacitaciones a lo interno de las empresas. Ahora estará cada uno en su escritorio con su computadora para evitar un salón donde haya aglomeración. Esto ya lo notaron los hoteles cuya fuente de ingresos importante ha sido la renta de salones con la alimentación respectiva. Tendrán que colocar las sillas distanciadas, servir los alimentos por turnos y no en buffet, etc.
El tráfico podría disminuir dependiendo de la cantidad de teletrabajo que se haya implementado en esta época y que se va a quedar así. Esto sería algo positivo. Es horrible ver a personas que tardan dos o tres horas en traslados desde y hacia sus hogares. Sin embargo, una característica de los ambientes de trabajo es el compañerismo, desde el saludo por la mañana hasta celebraciones de cumpleaños. Es difícil mantener esto a la distancia por lo que ahora será un reto lograrlo tanto para los de recursos humanos como para los gerentes y para cada persona en lo individual.
La educación escolar a nivel del interior de la república no cambiará pues el acceso a tecnología es irreal. Considerando que casi el 60% del presupuesto se va en pagar salarios y bonos para el sindicato, será imposible integrar tecnología. Podremos esperar, entonces, mayor contagio en esas áreas pues los niños regresarán a clases, “apuñuzcados” y con poca ventilación.
La pérdida de empleos es altísima. Es una consecuencia “no intencionada” de haber cerrado la economía. Esto ha generado más pobreza de la que ya teníamos. Sumado a la baja calidad educativa que no incluye tecnología, el futuro no se ve tan promisorio. Como siempre, seremos las empresas formales y personas individuales las que seguiremos sosteniendo al enorme aparato estatal para que un gran porcentaje se vaya en salarios y bonificaciones sindicales, corrupción e ineficiencia enraizadas desde que existen los gobiernos.
El ambiente solidario, si bien lo he visto disminuir en este tiempo, considero que continuará a un mayor nivel que antes de la pandemia. Ahora hay más valoración del esfuerzo de médicos, enfermeras, agentes de la PMT, recolectores de basura y muchos otros que pasaban desapercibidos antes.
Espero que también continúe el reconocimiento al sector empresarial, desde los vendedores del mercado que han arriesgado su salud por la necesidad de salir a vender, hasta todas las empresas que han logrado pagar sueldos teniendo menos ingresos y que se han visto obligados a despedir a algunos con el afán de mantener a la mayoría. Es importante el reconocimiento al empresario, al emprendedor que ha logrado mantener a flote su negocio, grande o pequeño, preservando empleos y hasta pagando impuestos, en medio de esta pandemia.
Estamos acostumbrados a mitigar riesgos de todo tipo. Ahora nos toca asumir la responsabilidad individual de cuidarnos y protegernos para no contagiarnos ni contagiar a nadie más. Es nuestra obligación como individuos que vivimos en sociedad.