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Prueba y error

Carolina Castellanos
26 de junio, 2020

Pensando en cómo describir todo lo que hemos vivido a partir del primer brote de coronavirus, considero que probar, fallar, probar otra cosa, fallar y acertar, y así sucesivamente, es la más cercana a la realidad.

Ante un fenómeno nuevo en el mundo, cada país ha adoptado las medidas sugeridas por OMS (corrupta y socialista), por los ministros de salud, presidentes, consejeros y hasta chamanes y brujos. Por supuesto que las fallas han sido enormes, pero también han habido aciertos.

Las fallas, inevitables o no, se relacionan principalmente con la situación económica. ¿Era inevitable? No lo creo. La otra sugerencia era permanecer abiertos, que el contagio se expandiera ilimitadamente en todo el país para que los sobrevivientes adquirieran inmunidad y poco a poco quedara libre de coronavirus.  Esto era una locura considerando el desastroso sistema de salud en Guatemala, además de la abrumadora cantidad de fallecidos que hubiéramos tenido. Vimos cómo, en otros países, los incineraban por grupos, los enterraban en fosas comunes o los dejaban tirados en las calles tapados con un plástico pues no había suficientes funerarias ni morgues.

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La opción que pareció más sensata en su momento fue la de cerrar por completo todo. Esto tardó un poco más de un mes pues era prácticamente imposible tener encerrados a todos por tanto tiempo. Ahora estamos en un sistema a “mitad del camino”. ¿Está funcionando? Lo sabremos en los próximos meses. Por ahora estamos recibiendo la ola de contagios de hace 15-20 días cuando el país ya estaba “medio abierto”.

Como vemos, todo ha sido una prueba y error. Justificable o no, podemos discutirlo.  El hecho es que al día de hoy los guatemaltecos estamos viviendo en “modo supervivencia” principalmente en la parte económica. El miedo al contagio es permanente y seguirá así por muchos meses más, aún cuando el país esté abierto de par en par.

En toda esta experiencia, lo que definitivamente no se perdonará jamás es la pésima actuación del Ministerio de Salud Pública y “Asistencia Social”. Aquí no se justifica ni se perdona la “prueba y error”. Ha ejecutado un escaso 4%,aproximadamente, de los miles de millones que ya tenía más los nuevos que le fueron asignados para la pandemia.  Rompe el corazón ver a pacientes sentados en sillas plásticas y en bancas de madera, con su mascarilla conectada al tanque de oxígeno. Seguramente por esa incapacidad el Presidente removió a toda la cúpula de ese inútil ministerio (con minúsculas).  Este era, y sigue siendo, el momento de “sacar la casta” y cumplir con su función. Ojalá las nuevas autoridades resuelvan pues hay demasiadas vidas en riesgo, incluyendo las de médicos y enfermeras.

¿Cuánto tiempo más debemos continuar “medio abiertos”? Yo no tengo la respuesta. Seguramente el Presidente tampoco por lo que confía en sus asesores, que incluye infectólogos de primer nivel, el costoso (¿y necesario?) comisionado pero con excelente reputación en su campo, Ministros y quién sabe quiénes más.  Tomar esas decisiones debe ser sumamente difícil. En medio de todo, deben escuchar el clamor popular que pide de todo.  

No queda de otra que seguir en “prueba y error”. ¿Funcionó el “pico y placa”? ¿Cuánto más se puede restringir la actividad económica que aún no ha podido trabajar? Son preguntas con una diversidad de respuestas. Ninguno en el mundo tendrá la mejor respuesta.  

Los únicos que sí tenemos algunas respuestas somos cada uno de nosotros.  Transcurridos más de tres meses desde el inicio de la restricción a nuestras libertades, la gran mayoría de nosotros ya nos hemos adaptado, hemos aprendido a sobrevivir económicamente en mayor o menor grado, nos hemos reinventado, etc.

Quienes no pueden vivir con “prueba y error” son los menos favorecidos.  Gracias a la solidaridad de muchos que hemos apoyado a organizaciones no lucrativas, a personas en lo individual y a grupos de amigos que se organizaron para colaborar, se ha logrado dar algún sustento a tantos que lo necesitan.  

Hay muchas lecciones aprendidas y por aprender pero este es tema para muchas columnas de opinión, debates y discusiones que deben darse desde ya, con respeto y visión de futuro.

Prueba y error

Carolina Castellanos
26 de junio, 2020

Pensando en cómo describir todo lo que hemos vivido a partir del primer brote de coronavirus, considero que probar, fallar, probar otra cosa, fallar y acertar, y así sucesivamente, es la más cercana a la realidad.

Ante un fenómeno nuevo en el mundo, cada país ha adoptado las medidas sugeridas por OMS (corrupta y socialista), por los ministros de salud, presidentes, consejeros y hasta chamanes y brujos. Por supuesto que las fallas han sido enormes, pero también han habido aciertos.

Las fallas, inevitables o no, se relacionan principalmente con la situación económica. ¿Era inevitable? No lo creo. La otra sugerencia era permanecer abiertos, que el contagio se expandiera ilimitadamente en todo el país para que los sobrevivientes adquirieran inmunidad y poco a poco quedara libre de coronavirus.  Esto era una locura considerando el desastroso sistema de salud en Guatemala, además de la abrumadora cantidad de fallecidos que hubiéramos tenido. Vimos cómo, en otros países, los incineraban por grupos, los enterraban en fosas comunes o los dejaban tirados en las calles tapados con un plástico pues no había suficientes funerarias ni morgues.

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Como vemos, todo ha sido una prueba y error. Justificable o no, podemos discutirlo.  El hecho es que al día de hoy los guatemaltecos estamos viviendo en “modo supervivencia” principalmente en la parte económica. El miedo al contagio es permanente y seguirá así por muchos meses más, aún cuando el país esté abierto de par en par.

En toda esta experiencia, lo que definitivamente no se perdonará jamás es la pésima actuación del Ministerio de Salud Pública y “Asistencia Social”. Aquí no se justifica ni se perdona la “prueba y error”. Ha ejecutado un escaso 4%,aproximadamente, de los miles de millones que ya tenía más los nuevos que le fueron asignados para la pandemia.  Rompe el corazón ver a pacientes sentados en sillas plásticas y en bancas de madera, con su mascarilla conectada al tanque de oxígeno. Seguramente por esa incapacidad el Presidente removió a toda la cúpula de ese inútil ministerio (con minúsculas).  Este era, y sigue siendo, el momento de “sacar la casta” y cumplir con su función. Ojalá las nuevas autoridades resuelvan pues hay demasiadas vidas en riesgo, incluyendo las de médicos y enfermeras.

¿Cuánto tiempo más debemos continuar “medio abiertos”? Yo no tengo la respuesta. Seguramente el Presidente tampoco por lo que confía en sus asesores, que incluye infectólogos de primer nivel, el costoso (¿y necesario?) comisionado pero con excelente reputación en su campo, Ministros y quién sabe quiénes más.  Tomar esas decisiones debe ser sumamente difícil. En medio de todo, deben escuchar el clamor popular que pide de todo.  

No queda de otra que seguir en “prueba y error”. ¿Funcionó el “pico y placa”? ¿Cuánto más se puede restringir la actividad económica que aún no ha podido trabajar? Son preguntas con una diversidad de respuestas. Ninguno en el mundo tendrá la mejor respuesta.  

Los únicos que sí tenemos algunas respuestas somos cada uno de nosotros.  Transcurridos más de tres meses desde el inicio de la restricción a nuestras libertades, la gran mayoría de nosotros ya nos hemos adaptado, hemos aprendido a sobrevivir económicamente en mayor o menor grado, nos hemos reinventado, etc.

Quienes no pueden vivir con “prueba y error” son los menos favorecidos.  Gracias a la solidaridad de muchos que hemos apoyado a organizaciones no lucrativas, a personas en lo individual y a grupos de amigos que se organizaron para colaborar, se ha logrado dar algún sustento a tantos que lo necesitan.  

Hay muchas lecciones aprendidas y por aprender pero este es tema para muchas columnas de opinión, debates y discusiones que deben darse desde ya, con respeto y visión de futuro.

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