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Indignación

Carolina Castellanos
19 de junio, 2020

Esta ha sido una semana sumamente dura para Guatemala, y como consecuencia, para todos nosotros, o por lo menos para la gran mayoría. Habrá algunos que permanecen al margen de todo, metidos en una cueva en la que pueden beber y divertirse desobedeciendo un mandato presidencial.  Nos guste o no, es de cumplimiento obligatorio.

Igual sucede con toda la legislación nacional. Pocas leyes nos gustan; la gran mayoría nos disgustan al tope.  El exceso de éstas también nos desagrada pues el gobierno se mete en muchas cosas que no le corresponden. Pero el imperio de la ley tiene que prevalecer ante todo. Es precisamente por la falta de respeto y cumplimiento de la ley que hay muchísimos problemas arraigados en Guatemala. Uno de ellos es la corrupción. Si tuviéramos un sistema de justicia pronta y cumplida, eficiente e imparcial, habría un buen número de ex funcionarios y de mercantilistas en la cárcel. No serían miles pues la certeza del castigo haría que muchos se frenen de cometer actos ilegales.

Lamento que las difíciles circunstancias actuales hayan cegado y conducido a cometer delitos y a comportarse de manera incorrecta. Tampoco se puede bloquear el libre derecho a la circulación que la misma Constitución nos garantiza. Debo incluir aquí las agresiones físicas y verbales hacia una agente de la policía de parte de una persona que se dice llamar periodista. Cuántas veces hemos renegado y nos hemos quejado de quienes violan la ley y abusan como CODECA, CUC y otros. No podemos caer a ese nivel. 

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Vivmos en un país libre. Se vale manifestar física y verbalmente siempre que sea sin violar la ley ni coartar las libertades de los demás pues hacerlo es abusar de esa libertad y convertirla en libertinaje.

Si bien ninguno de nosotros estamos libres de cometer errores, la lucha diaria es mantener los principios y valores a pesar de las adversidades. Pido a Dios constantemente que me ayude con esto pues todos somos vulnerables a perder los estribos en cualquier momento y a actuar impulsivamente. Vivimos una época sumamente difícil. Eso hace que sea un reto diario mantenernos “dentro de nuestras casillas”, y dejar tirado todo lo que hemos construido a lo largo de nuestras vidas. 

Los comentarios en redes sociales han subido de tono. Es sumamente desagradable leer tantos ataques y acusaciones sin fundamento. Viendo con el “retroscopio” nos podemos sentar y discutir sobre qué se debió haber hecho. De pronto la cuarentena inició muy pronto y eso ha hecho que se extienda por más de cien días. Podemos lamentarnos de cosas que se debieron haber hecho o renegar de por qué se hizo o se dejó de hacer tal o cual acción, todo de acuerdo al criterio de cada quien.  

Nos enfrentamos a algo totalmente desconocido y encima de todo con un sistema de salud ineficiente y ya colapsado antes de la pandemia. También a una corrupción enraizada, a una burocracia que impide agilidad en las compras y adquisiciones y a un legado de CICIG con la politización de la justicia y una corte de constitucionalidad ideologizada al extremo, haciendo que muchos funcionarios no quieran firmar órdenes de compra por temor a terminar en la cárcel. 

Lamentablemente, no tuvimos, ni tendremos nunca, un “futuroscopio” que nos permita saber de antemano cuáles hubieran sido las mejores deciones para Guatemala.

Después de una de las semanas en cuarentena más conflictivas a nivel de redes sociales y de la calle, me pregunto dónde quedó la solidaridad, la empatía y el deseo de salir adelante que vivimos al inicio de todo esto. No basta con manifestarse públicamente y de rasgarse las vestiduras a favor de aquellos que la están pasando muy mal.  Ojalá esas energías que se han utilizado para insultar, atacar, manifestar, agredir, violar la ley y destruir se dirigieran a colaborar, ayudar a quienes lo necesitan, a dar ideas de cómo pueden reinventarse los diferentes giros de negocios, a comprar alguna cosa a los pequeños empresarios y a covivir en paz. Si todos nos volcáramos hacia esto, aunque sea un poquito, Guatemala sería la gran victoriosa y, consecuentemente, todos los guatemaltecos. 

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Carolina Castellanos
19 de junio, 2020

Esta ha sido una semana sumamente dura para Guatemala, y como consecuencia, para todos nosotros, o por lo menos para la gran mayoría. Habrá algunos que permanecen al margen de todo, metidos en una cueva en la que pueden beber y divertirse desobedeciendo un mandato presidencial.  Nos guste o no, es de cumplimiento obligatorio.

Igual sucede con toda la legislación nacional. Pocas leyes nos gustan; la gran mayoría nos disgustan al tope.  El exceso de éstas también nos desagrada pues el gobierno se mete en muchas cosas que no le corresponden. Pero el imperio de la ley tiene que prevalecer ante todo. Es precisamente por la falta de respeto y cumplimiento de la ley que hay muchísimos problemas arraigados en Guatemala. Uno de ellos es la corrupción. Si tuviéramos un sistema de justicia pronta y cumplida, eficiente e imparcial, habría un buen número de ex funcionarios y de mercantilistas en la cárcel. No serían miles pues la certeza del castigo haría que muchos se frenen de cometer actos ilegales.

Lamento que las difíciles circunstancias actuales hayan cegado y conducido a cometer delitos y a comportarse de manera incorrecta. Tampoco se puede bloquear el libre derecho a la circulación que la misma Constitución nos garantiza. Debo incluir aquí las agresiones físicas y verbales hacia una agente de la policía de parte de una persona que se dice llamar periodista. Cuántas veces hemos renegado y nos hemos quejado de quienes violan la ley y abusan como CODECA, CUC y otros. No podemos caer a ese nivel. 

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Vivmos en un país libre. Se vale manifestar física y verbalmente siempre que sea sin violar la ley ni coartar las libertades de los demás pues hacerlo es abusar de esa libertad y convertirla en libertinaje.

Si bien ninguno de nosotros estamos libres de cometer errores, la lucha diaria es mantener los principios y valores a pesar de las adversidades. Pido a Dios constantemente que me ayude con esto pues todos somos vulnerables a perder los estribos en cualquier momento y a actuar impulsivamente. Vivimos una época sumamente difícil. Eso hace que sea un reto diario mantenernos “dentro de nuestras casillas”, y dejar tirado todo lo que hemos construido a lo largo de nuestras vidas. 

Los comentarios en redes sociales han subido de tono. Es sumamente desagradable leer tantos ataques y acusaciones sin fundamento. Viendo con el “retroscopio” nos podemos sentar y discutir sobre qué se debió haber hecho. De pronto la cuarentena inició muy pronto y eso ha hecho que se extienda por más de cien días. Podemos lamentarnos de cosas que se debieron haber hecho o renegar de por qué se hizo o se dejó de hacer tal o cual acción, todo de acuerdo al criterio de cada quien.  

Nos enfrentamos a algo totalmente desconocido y encima de todo con un sistema de salud ineficiente y ya colapsado antes de la pandemia. También a una corrupción enraizada, a una burocracia que impide agilidad en las compras y adquisiciones y a un legado de CICIG con la politización de la justicia y una corte de constitucionalidad ideologizada al extremo, haciendo que muchos funcionarios no quieran firmar órdenes de compra por temor a terminar en la cárcel. 

Lamentablemente, no tuvimos, ni tendremos nunca, un “futuroscopio” que nos permita saber de antemano cuáles hubieran sido las mejores deciones para Guatemala.

Después de una de las semanas en cuarentena más conflictivas a nivel de redes sociales y de la calle, me pregunto dónde quedó la solidaridad, la empatía y el deseo de salir adelante que vivimos al inicio de todo esto. No basta con manifestarse públicamente y de rasgarse las vestiduras a favor de aquellos que la están pasando muy mal.  Ojalá esas energías que se han utilizado para insultar, atacar, manifestar, agredir, violar la ley y destruir se dirigieran a colaborar, ayudar a quienes lo necesitan, a dar ideas de cómo pueden reinventarse los diferentes giros de negocios, a comprar alguna cosa a los pequeños empresarios y a covivir en paz. Si todos nos volcáramos hacia esto, aunque sea un poquito, Guatemala sería la gran victoriosa y, consecuentemente, todos los guatemaltecos. 

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