Tomar decisiones a todo nivel siempre traerá consecuencias no intencionadas. Son aquellas que surgieron una vez se implementaron las acciones derivadas de las decisiones tomadas y que no fueron consideradas en el proceso pues no hubo capacidad de preverlas. Y si la hubo, no había forma de evitarlas. Con esto no pretendo justificar ni defender posiciones sino solamente resaltar lo obvio, o no tan obvio.
Quiero creer que las consecuencias negativas, desastrosas y sin solución a corto plazo que estamos viviendo ahora no fueron intencionadas. No puedo creer que el objetivo de la cuarentena, aquí y en el mundo entero, haya sido empobrecer más a la gente, dejarla sin empleo y cerrar empresas.
Hay una consecuencia que estoy segura sí fue con premeditación: la enorme deuda que adquirió el gobierno para hacerle frente a la crisis. Sin pretender asignar porcentajes a los diferentes actores involucrados, sí considero que la mayor carga es responsabilidad del congreso (uso minúscula a falta de tener alguna otra forma de hacerlo ver más pequeño, infame, politiquero y traidor). Con el afán de pagar favores, obtener “amigos”, sacar una tajada del baile de millones y quién sabe qué más, la asignación presupuestaria de casi Q20,000 millones será mayormente utilizada en “otra cosas”. Y digo “será” pues ha circulado información respecto a la muy baja ejecución presupuestaria, en parte debido a que los funcionarios no quieren firmar nada por temor tener que trasladarse al Mariscal Zavala.
El cierre de empresas por quiebra es una tragedia. La pérdida del capital que invirtieron los emprendedores para crear y construir sus negocios es un golpe muy duro. Muchas han sido consecuencias no intencionadas del virus, pues el temor e imposibilidad de viajar ha hecho que el sector turismo sea el más afectado a nivel mundial. Otras han cerrado derivado de la cuarentena, que no se implantó con ese objetivo pero que sí lo ocasionó.
Los diputados y el gobierno central adquirieron deuda. Solo hay dos formas de pagarla: con más deuda, lo que es una aberración financiera, y con los ingresos que provienen de los impuestos (directos, indirectos, aranceles, tributos o como quiera llamarlos y clasificarlos). Resulta que, con el cierre de empresas y con la baja producción de la mayoría de las que aún permanecen abiertas, los ingresos fiscales son, y seguirán siendo por un buen tiempo, significativamente menores. Los supermercados y otras ventas de alimentos han sido los grandes ganadores, así como los restaurantes con servicio a domicilio y las empresas de reparto, pero todas sumadas nunca cubrirán los ingresos tributarios que se habían planificado para este año.
Seguimos esperando a que los funcionarios hagan su parte. Los diputados podrían bajarse el sueldo, por ejemplo y así resarcir, aunque sea mínimamente, el gran daño que han causado a Guatemala. También podrían eliminar, de una vez por todas, el ISO, que grava anticipadamente las utilidades aún no generadas. ¡Inaudito! Y ya que estamos en esas, que reduzcan el ISR empezando por quitarle lo progresivo de los porcentajes a pagar y dejarlo fijo en un 15%. Gritarán “¡No porque no habrá ingresos suficientes!” No los habrá en el corto plazo, pero permitiría a las empresas retener empleados, invertir para producir y salir del hoyo.
La baja en remesas es otra consecuencia no intencionada. Seguramente el Presidente Trump no decidió cerrar el país para que ya no se generaran remesas. Sin embargo, así sucedió, lo que conducirá a muchísima pobreza de las miles de familias que viven gracias a esos casi $12,000 millones anuales que ingresan a Guatemala y se distribuyen en pequeñas porciones a lo largo y ancho del país.
A nivel individual, la pobreza está viendo a los ojos a Guatemala, directamente a los más vulnerables, aquellos que viven de la economía informal, los desempleados de antes y de ahora, los que no pudieron vender sus cosechas, los que prestaron dinero para un pequeño emprendimiento y ahora no tienen cómo pagarlo. Es una consecuencia no intencionada, pero es la peor de todas pues estamos hablando de seres humanos que ahora están con sus banderas blancas pidiendo ayuda (aunque nunca faltan los aprovechados pero serán la minoría). A nivel nacional, el gobierno ha transferido millones de quetzales a familias, en forma directa, en montos de Q1,000 a cada una. Definitivamente no es suficiente pero puede ser la diferencia entre la pobreza y la miseria. Pero, el dinero es finito. La única forma de “estirarlo” un poco es generando ingresos complementarios. Para ello, es necesario activar la economía del país lo antes que sea posible.
¿Cuándo será posible? Es “la” pregunta del millón. Todos hemos opinado al respecto pero ninguno de nosotros tiene la película completa. Lo vemos desde nuestra propia perspectiva. Las posiciones van desde permanecer totalmente cerrados hasta abrir todo de forma inmediata. El gobierno ya presentó un plan, bueno o malo, pero ya hay una ruta. De pronto nos toca construir sobre ésta, evitar más consecuencias no intencionadas y trabajar con un solo objetivo: levantar a Guatemala de los escombros y convertirla en el gran país que puede y debe ser.
Tomar decisiones a todo nivel siempre traerá consecuencias no intencionadas. Son aquellas que surgieron una vez se implementaron las acciones derivadas de las decisiones tomadas y que no fueron consideradas en el proceso pues no hubo capacidad de preverlas. Y si la hubo, no había forma de evitarlas. Con esto no pretendo justificar ni defender posiciones sino solamente resaltar lo obvio, o no tan obvio.
Quiero creer que las consecuencias negativas, desastrosas y sin solución a corto plazo que estamos viviendo ahora no fueron intencionadas. No puedo creer que el objetivo de la cuarentena, aquí y en el mundo entero, haya sido empobrecer más a la gente, dejarla sin empleo y cerrar empresas.
Hay una consecuencia que estoy segura sí fue con premeditación: la enorme deuda que adquirió el gobierno para hacerle frente a la crisis. Sin pretender asignar porcentajes a los diferentes actores involucrados, sí considero que la mayor carga es responsabilidad del congreso (uso minúscula a falta de tener alguna otra forma de hacerlo ver más pequeño, infame, politiquero y traidor). Con el afán de pagar favores, obtener “amigos”, sacar una tajada del baile de millones y quién sabe qué más, la asignación presupuestaria de casi Q20,000 millones será mayormente utilizada en “otra cosas”. Y digo “será” pues ha circulado información respecto a la muy baja ejecución presupuestaria, en parte debido a que los funcionarios no quieren firmar nada por temor tener que trasladarse al Mariscal Zavala.
El cierre de empresas por quiebra es una tragedia. La pérdida del capital que invirtieron los emprendedores para crear y construir sus negocios es un golpe muy duro. Muchas han sido consecuencias no intencionadas del virus, pues el temor e imposibilidad de viajar ha hecho que el sector turismo sea el más afectado a nivel mundial. Otras han cerrado derivado de la cuarentena, que no se implantó con ese objetivo pero que sí lo ocasionó.
Los diputados y el gobierno central adquirieron deuda. Solo hay dos formas de pagarla: con más deuda, lo que es una aberración financiera, y con los ingresos que provienen de los impuestos (directos, indirectos, aranceles, tributos o como quiera llamarlos y clasificarlos). Resulta que, con el cierre de empresas y con la baja producción de la mayoría de las que aún permanecen abiertas, los ingresos fiscales son, y seguirán siendo por un buen tiempo, significativamente menores. Los supermercados y otras ventas de alimentos han sido los grandes ganadores, así como los restaurantes con servicio a domicilio y las empresas de reparto, pero todas sumadas nunca cubrirán los ingresos tributarios que se habían planificado para este año.
Seguimos esperando a que los funcionarios hagan su parte. Los diputados podrían bajarse el sueldo, por ejemplo y así resarcir, aunque sea mínimamente, el gran daño que han causado a Guatemala. También podrían eliminar, de una vez por todas, el ISO, que grava anticipadamente las utilidades aún no generadas. ¡Inaudito! Y ya que estamos en esas, que reduzcan el ISR empezando por quitarle lo progresivo de los porcentajes a pagar y dejarlo fijo en un 15%. Gritarán “¡No porque no habrá ingresos suficientes!” No los habrá en el corto plazo, pero permitiría a las empresas retener empleados, invertir para producir y salir del hoyo.
La baja en remesas es otra consecuencia no intencionada. Seguramente el Presidente Trump no decidió cerrar el país para que ya no se generaran remesas. Sin embargo, así sucedió, lo que conducirá a muchísima pobreza de las miles de familias que viven gracias a esos casi $12,000 millones anuales que ingresan a Guatemala y se distribuyen en pequeñas porciones a lo largo y ancho del país.
A nivel individual, la pobreza está viendo a los ojos a Guatemala, directamente a los más vulnerables, aquellos que viven de la economía informal, los desempleados de antes y de ahora, los que no pudieron vender sus cosechas, los que prestaron dinero para un pequeño emprendimiento y ahora no tienen cómo pagarlo. Es una consecuencia no intencionada, pero es la peor de todas pues estamos hablando de seres humanos que ahora están con sus banderas blancas pidiendo ayuda (aunque nunca faltan los aprovechados pero serán la minoría). A nivel nacional, el gobierno ha transferido millones de quetzales a familias, en forma directa, en montos de Q1,000 a cada una. Definitivamente no es suficiente pero puede ser la diferencia entre la pobreza y la miseria. Pero, el dinero es finito. La única forma de “estirarlo” un poco es generando ingresos complementarios. Para ello, es necesario activar la economía del país lo antes que sea posible.
¿Cuándo será posible? Es “la” pregunta del millón. Todos hemos opinado al respecto pero ninguno de nosotros tiene la película completa. Lo vemos desde nuestra propia perspectiva. Las posiciones van desde permanecer totalmente cerrados hasta abrir todo de forma inmediata. El gobierno ya presentó un plan, bueno o malo, pero ya hay una ruta. De pronto nos toca construir sobre ésta, evitar más consecuencias no intencionadas y trabajar con un solo objetivo: levantar a Guatemala de los escombros y convertirla en el gran país que puede y debe ser.