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Carolina Castellanos
01 de mayo, 2020

“La libertad es la expresión  más alta de la dignidad humana.”

Fritz Thomas

La Real Academia Española define libertad como “la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”.  Define dignidad como “excelencia, realce”.  La Revista Jurídica de la Universidad Latina de Américaagrega a esta definición que “también denota un merecimiento a un cierto tipo de trato”.

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Hago esta introducción pues, a medida que pasan las semanas con tantas limitaciones a nuestra libertad, se ha arreciado la discusión en cuanto a si es correcto, es justo, si debemos continuar así, si el Presidente tiene el derecho de quitárnosla o limitarla, etc.  Lamentablemente, estas discusiones, en vez de enfocarse hacia la construcción de un mejor país o de soluciones  y propuestas para salir del confinamiento, se han vuelto un equivocado desahogo pues los insultos, las críticas y los rechazos hacia pensamientos diferentes, se han vuelto la norma. Las redes sociales se convirtieron en medios para denigrar a todo aquel que tenga la osadía de disentir, o sea, un ataque a la dignidad de quien se expresa libremente.

El tema central es si debemos o no continuar con las medidas restrictivas establecidas por el gobierno. La razón de hacerlo es reducir lo más posible un contagio masivo por el simple hecho que el sistema de salud de Guatemala es demasiado precario e ineficiente. Hemos visto cómo en lugares como Nueva York y Ecuador se han apilado los cadáveres metidos en bolsas negras y con una etiqueta, siendo ésta lo único que queda de la dignidad de los fallecidos. En Italia se llegó al extremo de decidir sacrificar a los mayores en “beneficio” de salvar la vida de los más jóvenes.  

Absolutamente todas las decisiones que tomamos en la vida tienen consecuencias y la libertad que tenemos para tomarlas implica, necesariamente, la responsabilidad de asumirlas.  El costo del confinamiento para salvaguardar la salud de los guatemaltecos es una debacle económica sin precedentes y esa es una consecuencia que debemos asumirla todos.

Dice Dennis Prager, un connotado académico y líder de opinión, que “hasta que sea seguro significa nunca”.Agrega que “no debemos tomar riesgos innecesarios”. Una de las propuestas que circula en redes es que el gobierno nos libere del confinamiento bajo la responsabilidad de cada uno en cuanto a tomar todas las precauciones y así evitar el contagio. Es una propuesta seria y responsable. Sin embargo, volvemos al argumento anterior respecto a la salud. El gobierno tuvo que imponer una multa de Q1,500 para que cumplamos con ponernos mascarilla. No sé si liberar el confinamiento en este momento evitará un caos en salud con crecimiento exponencial de fallecidos en aras de poder trabajar y generar el sustento diario para nosotros y nuestras familias.

Son decisiones imposibles que se deben tomar. La responsabilidad de cada uno también es grande pues no solo es la salud propia sino la de todas las personas con las que nos relacionamos. La capacidad de contagio es muy grande. Estoy segura que ninguno de nosotros querrá contagiar a un ser querido con riesgo a que fallezca, aunque sabemos que el porcentaje de que esto es muy bajo. ¿Y si ese bajo porcentaje incluye a nuestra madre o a un hijo? Cuando lo vemos a nivel individual, se reinicia la discusión interna y nos deja de importar la economía.

Yo no tengo la solución por lo que mi capacidad de rebatir cualquier idea es limitada.  En Guatemala estamos siguiendo lo que los “grandes científicos” y líderes mundiales han decidido y el gobierno ha adaptado estas decisiones a nuestra realdad nacional.  ¿Es el camino correcto? En el corto plazo se ha mantenido a un mínimo la cantidad de personas contagiadas y fallecidas y, a la vez,los despidos y el cierre de empresas se ha acrecentado.

¿Qué podemos hacer? Hay que reconstruir a Guatemala. Esto va más allá de regresar a trabajar. El Congreso aprobó una ampliación presupuestaria monumental y no todo el dinero se está usando para la emergencia. Los efectos económicos de esto ya están siendo devastadores. Los negocios deben reinventarse, en especial los que funcionan con muchas personas, sean trabajadores o clientes. El transporte público, los mercados, los centros comerciales y tantos otros lugares tendrán que cambiar.

“El virus vino para quedarse” dijo el Presidente Giammattei y lo han dicho también muchos otros a nivel mundial. Sentirnos “seguros” nuevamente no sucederá pronto por lo que el uso de la mascarilla, lavarse las manos constantemente y tantas otras medidas, son ya nuestra nueva forma de vida, hasta que haya una vacuna y podamos inmunizarnos.  

Henos estado impotentes ante este virus.  Pero no somos impotentes en cuanto a generar ideas mediante discusiones constructivas y utilizar las redes sociales para transmitirlas. Considero que es la mejor forma en que podemos utilizar nuestra limitada libertad, con respeto. La mente no está prisionera. Dejémosla volar.

Carolina Castellanos
01 de mayo, 2020

“La libertad es la expresión  más alta de la dignidad humana.”

Fritz Thomas

La Real Academia Española define libertad como “la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”.  Define dignidad como “excelencia, realce”.  La Revista Jurídica de la Universidad Latina de Américaagrega a esta definición que “también denota un merecimiento a un cierto tipo de trato”.

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Hago esta introducción pues, a medida que pasan las semanas con tantas limitaciones a nuestra libertad, se ha arreciado la discusión en cuanto a si es correcto, es justo, si debemos continuar así, si el Presidente tiene el derecho de quitárnosla o limitarla, etc.  Lamentablemente, estas discusiones, en vez de enfocarse hacia la construcción de un mejor país o de soluciones  y propuestas para salir del confinamiento, se han vuelto un equivocado desahogo pues los insultos, las críticas y los rechazos hacia pensamientos diferentes, se han vuelto la norma. Las redes sociales se convirtieron en medios para denigrar a todo aquel que tenga la osadía de disentir, o sea, un ataque a la dignidad de quien se expresa libremente.

El tema central es si debemos o no continuar con las medidas restrictivas establecidas por el gobierno. La razón de hacerlo es reducir lo más posible un contagio masivo por el simple hecho que el sistema de salud de Guatemala es demasiado precario e ineficiente. Hemos visto cómo en lugares como Nueva York y Ecuador se han apilado los cadáveres metidos en bolsas negras y con una etiqueta, siendo ésta lo único que queda de la dignidad de los fallecidos. En Italia se llegó al extremo de decidir sacrificar a los mayores en “beneficio” de salvar la vida de los más jóvenes.  

Absolutamente todas las decisiones que tomamos en la vida tienen consecuencias y la libertad que tenemos para tomarlas implica, necesariamente, la responsabilidad de asumirlas.  El costo del confinamiento para salvaguardar la salud de los guatemaltecos es una debacle económica sin precedentes y esa es una consecuencia que debemos asumirla todos.

Dice Dennis Prager, un connotado académico y líder de opinión, que “hasta que sea seguro significa nunca”.Agrega que “no debemos tomar riesgos innecesarios”. Una de las propuestas que circula en redes es que el gobierno nos libere del confinamiento bajo la responsabilidad de cada uno en cuanto a tomar todas las precauciones y así evitar el contagio. Es una propuesta seria y responsable. Sin embargo, volvemos al argumento anterior respecto a la salud. El gobierno tuvo que imponer una multa de Q1,500 para que cumplamos con ponernos mascarilla. No sé si liberar el confinamiento en este momento evitará un caos en salud con crecimiento exponencial de fallecidos en aras de poder trabajar y generar el sustento diario para nosotros y nuestras familias.

Son decisiones imposibles que se deben tomar. La responsabilidad de cada uno también es grande pues no solo es la salud propia sino la de todas las personas con las que nos relacionamos. La capacidad de contagio es muy grande. Estoy segura que ninguno de nosotros querrá contagiar a un ser querido con riesgo a que fallezca, aunque sabemos que el porcentaje de que esto es muy bajo. ¿Y si ese bajo porcentaje incluye a nuestra madre o a un hijo? Cuando lo vemos a nivel individual, se reinicia la discusión interna y nos deja de importar la economía.

Yo no tengo la solución por lo que mi capacidad de rebatir cualquier idea es limitada.  En Guatemala estamos siguiendo lo que los “grandes científicos” y líderes mundiales han decidido y el gobierno ha adaptado estas decisiones a nuestra realdad nacional.  ¿Es el camino correcto? En el corto plazo se ha mantenido a un mínimo la cantidad de personas contagiadas y fallecidas y, a la vez,los despidos y el cierre de empresas se ha acrecentado.

¿Qué podemos hacer? Hay que reconstruir a Guatemala. Esto va más allá de regresar a trabajar. El Congreso aprobó una ampliación presupuestaria monumental y no todo el dinero se está usando para la emergencia. Los efectos económicos de esto ya están siendo devastadores. Los negocios deben reinventarse, en especial los que funcionan con muchas personas, sean trabajadores o clientes. El transporte público, los mercados, los centros comerciales y tantos otros lugares tendrán que cambiar.

“El virus vino para quedarse” dijo el Presidente Giammattei y lo han dicho también muchos otros a nivel mundial. Sentirnos “seguros” nuevamente no sucederá pronto por lo que el uso de la mascarilla, lavarse las manos constantemente y tantas otras medidas, son ya nuestra nueva forma de vida, hasta que haya una vacuna y podamos inmunizarnos.  

Henos estado impotentes ante este virus.  Pero no somos impotentes en cuanto a generar ideas mediante discusiones constructivas y utilizar las redes sociales para transmitirlas. Considero que es la mejor forma en que podemos utilizar nuestra limitada libertad, con respeto. La mente no está prisionera. Dejémosla volar.

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