El tema del momento se llama Diego Armando Maradona. Falleció y, como suele suceder, los medios de comunicación y cronistas deportivos resaltaron las grandes habilidades que tuvo como futbolista. Reza el dicho “no hay muerto malo” pero los memes en las redes sociales fueron acerca de su drogadicción. La famosa “mano de Dios”, una clara falta a una de las reglas más básicas del fútbol, fue “perdonada”, dándole la victoria a Argentina sobre Inglaterra. Se dijo que era para reivindicar la guerra de las Malvinas, lo que no hace ningún sentido.
Más adelante en su vida, Maradona se tatuó la imagen del Ché Guevara, participó en marchas pro socialismo, apoyando a los dirigentes que promueven esa destructiva ideología. Demostró ser un chairo más, pues obtuvo millones de dólares gracias a su habilidad en el fútbol unido con el capitalismo. En Cuba o Venezuela, no hubiera obtenido nada más que la utilización de su imagen para promover “el régimen”.
Sin duda, un legado lleno de contradicciones, admiradores y opositores. Por lo que a mí respecta, no puedo admirar a alguien que promueve la ideología del odio y la destrucción de vidas.
Todo esto me ha puesto a pensar en el legado que dejan tantos políticos. Hay un diputado que lleva más de 30 años de ostentar dicho cargo y lo vemos dando golpes, gritando e insultando a viva voz a quienes se oponen a sus ideas o planes. ¿Cuál es el legado que le deja a su familia y a Guatemala, que lo ha mantenido económicamente sin contribuir a su crecimiento y desarrollo?
Hay demasiados funcionarios que han pasado por las dependencias del gobierno, sin dejar huella. Pondrán en su currículo que ejercieron tal o cual cargo pero no habrá acciones ni logros que complementen esa hoja de vida. Por el contrario, me atrevo a decir que una gran mayoría habrá “salido de pobre”, como decimos en buen chapín, y su legado será un montón de propiedades y cuentas bancarias que, si bien habrán mejorado la calidad de vida de su familia, son de origen corrupto y vergonzoso.
Reiteradamente hablo acerca del sistema de justicia, que debería ser un pilar inquebrantable para que haya paz y convivencia pacífica, menos corrupción y menos crímenes pues habría certeza de castigo. Por el contrario, vemos el desfile de jueces que emiten resoluciones apegadas a sus deseos, conveniencia, criterios e ideología, aún si esa sentencia es contraria a la ley. Cada fallo judicial alejado de la ley es un paso más hacia la ingobernabilidad, la violencia y los abusos de todo tipo.
Vimos cómo un grupo de vándalos prendió fuego al edificio del Congreso de la República, vapuleó a policías que trataban de poner orden, se burlaron del sistema y atentaron contra la seguridad física y la vida de quienes, pacíficamente, fueron a protestar en contra de un presupuesto enorme e irracional. ¿Se sentirán orgullosos de sus actos? Seguramente no pensaron en el legado que dejarán a sus hijos, si o cuando los tengan, a la juventud, al sistema de justicia y a la anhelada paz. Al final del día, se trata de tener principios y valores sólidos y fuertes los que, obviamente, no están presentes en estos delincuentes.
Es muy difícil planificar en un país como el nuestro. El legado que dejan los funcionarios para quienes los sucederán en el puesto, es fatal. Puede llegar un santo caído del cielo y no podrá hacer mucho pues el sistema está diseñado para corromper y robar y, por mucho que quisiera cambiar algo, hay tanto acumulado de años que es prácticamente imposible.
Necesitamos personas fuertes y comprometidas que tengan la valentía de atreverse a desafiar ese sistema y hacer reformas profundas y a prueba de fuego. Pero, “una golondrina no hace verano”. ¿Dónde conseguimos a suficientes guatemaltecos que, de verdad, generen cambios de raíz y cambien el legado de los anteriores hacia uno más constructivo y honesto?
El tema del momento se llama Diego Armando Maradona. Falleció y, como suele suceder, los medios de comunicación y cronistas deportivos resaltaron las grandes habilidades que tuvo como futbolista. Reza el dicho “no hay muerto malo” pero los memes en las redes sociales fueron acerca de su drogadicción. La famosa “mano de Dios”, una clara falta a una de las reglas más básicas del fútbol, fue “perdonada”, dándole la victoria a Argentina sobre Inglaterra. Se dijo que era para reivindicar la guerra de las Malvinas, lo que no hace ningún sentido.
Más adelante en su vida, Maradona se tatuó la imagen del Ché Guevara, participó en marchas pro socialismo, apoyando a los dirigentes que promueven esa destructiva ideología. Demostró ser un chairo más, pues obtuvo millones de dólares gracias a su habilidad en el fútbol unido con el capitalismo. En Cuba o Venezuela, no hubiera obtenido nada más que la utilización de su imagen para promover “el régimen”.
Sin duda, un legado lleno de contradicciones, admiradores y opositores. Por lo que a mí respecta, no puedo admirar a alguien que promueve la ideología del odio y la destrucción de vidas.
Todo esto me ha puesto a pensar en el legado que dejan tantos políticos. Hay un diputado que lleva más de 30 años de ostentar dicho cargo y lo vemos dando golpes, gritando e insultando a viva voz a quienes se oponen a sus ideas o planes. ¿Cuál es el legado que le deja a su familia y a Guatemala, que lo ha mantenido económicamente sin contribuir a su crecimiento y desarrollo?
Hay demasiados funcionarios que han pasado por las dependencias del gobierno, sin dejar huella. Pondrán en su currículo que ejercieron tal o cual cargo pero no habrá acciones ni logros que complementen esa hoja de vida. Por el contrario, me atrevo a decir que una gran mayoría habrá “salido de pobre”, como decimos en buen chapín, y su legado será un montón de propiedades y cuentas bancarias que, si bien habrán mejorado la calidad de vida de su familia, son de origen corrupto y vergonzoso.
Reiteradamente hablo acerca del sistema de justicia, que debería ser un pilar inquebrantable para que haya paz y convivencia pacífica, menos corrupción y menos crímenes pues habría certeza de castigo. Por el contrario, vemos el desfile de jueces que emiten resoluciones apegadas a sus deseos, conveniencia, criterios e ideología, aún si esa sentencia es contraria a la ley. Cada fallo judicial alejado de la ley es un paso más hacia la ingobernabilidad, la violencia y los abusos de todo tipo.
Vimos cómo un grupo de vándalos prendió fuego al edificio del Congreso de la República, vapuleó a policías que trataban de poner orden, se burlaron del sistema y atentaron contra la seguridad física y la vida de quienes, pacíficamente, fueron a protestar en contra de un presupuesto enorme e irracional. ¿Se sentirán orgullosos de sus actos? Seguramente no pensaron en el legado que dejarán a sus hijos, si o cuando los tengan, a la juventud, al sistema de justicia y a la anhelada paz. Al final del día, se trata de tener principios y valores sólidos y fuertes los que, obviamente, no están presentes en estos delincuentes.
Es muy difícil planificar en un país como el nuestro. El legado que dejan los funcionarios para quienes los sucederán en el puesto, es fatal. Puede llegar un santo caído del cielo y no podrá hacer mucho pues el sistema está diseñado para corromper y robar y, por mucho que quisiera cambiar algo, hay tanto acumulado de años que es prácticamente imposible.
Necesitamos personas fuertes y comprometidas que tengan la valentía de atreverse a desafiar ese sistema y hacer reformas profundas y a prueba de fuego. Pero, “una golondrina no hace verano”. ¿Dónde conseguimos a suficientes guatemaltecos que, de verdad, generen cambios de raíz y cambien el legado de los anteriores hacia uno más constructivo y honesto?