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Privilegios pandémicos

Carolina Castellanos
02 de octubre, 2020

Como suelo hacer para evitar escribir incongruencias, empiezo por la definición.  La RAE define pandemia como “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”.  Privilegio lo define como “exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia”.  

La palabra viene del latín privi, que significa privado y legos, que significa ley. O sea, una ley privada, que aplica a unos y no a otros. Es una gran injusticia que se ha vuelto pandémica.

Siendo así las cosas, tal parece que los privilegios son más pandémicos que el coronavirus. Han existido desde el principio de los tiempos y seguramente permanecerán hasta el final, pues quienes los imponen o los adquieren continuarán esforzándose por mantener esa continuidad en el tiempo, hasta el infinito.

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Los hay de todo tipo: legales, sociales, por discapacidad, por género, por edad, etc. No todos son dañinos pues ninguno de nosotros se opondrá a que una persona con discapacidad (cualquiera que ésta sea), tenga un ubicación especial en actividades públicas, o se le reciba de forma diferente en cualquier oficina pública o privada.

En estos tiempos han habido algunos privilegios para las personas de la tercera edad, aunque muchos lo han tomado como discriminación. Sin embargo, no es así.  Algunos supermercados y otros negocios abrieron horarios especiales para este segmento de la población para reducirles el riesgo de contagio. Ninguna persona, con un ápice de conciencia, se opondrá a esto.

El gran problema deviene del resto de privilegios: monopolios, proteccionismo, subsidios, entre otros, dados a personas particulares pero no a otros con iguales circunstancias. Estos sí son una enfermedad epidémica de un país que afecta a todos, sin importar que esto reduzca o impida que otros se desarrollen y gocen de libertad para vivir, trabajar, producir, relacionarse, etc.

¿Qué genera un privilegio? Inmunidad. En la pandemia actual, esto se adquiere una vez se ha contraído la enfermedad. Al parecer es temporal pues hay indicios de mutación del virus, pero no lo puedo asegurar. Los privilegios “legales” brindan inmunidad a quien los adquiere por ejercer un cargo público, por tener demasiado dinero que le permite comprar esa inmunidad o, el peor de todos, por el poder que ostenta.

Llevamos ya casi siete meses de sobrevivir a este virus, estamos retomando nuestras vidas lo más normalmente posible, ya no hay limitaciones a la movilidad y la mayoría de empresas, formales e informales, están operando. El enfoque está en construir o reconstruir el negocio, conseguir trabajo y, ojalá, recordarse que el virus no se ha ido y que debemos seguir tomando las mismas, o más, medidas de higiene y seguridad para no ser víctima de esta infame enfermedad.

Esto nos distrae de esta pandemia de privilegios que dificulta y hasta impide que esas tareas sean “cuesta arriba”. Debemos continuar navegando en ese mar de privilegios acarreando los destrozos ocasionados por el coronavirus.

Es ahora cuando se deberían terminar, de una vez por todas. Por ejemplo, la inmunidad que tienen los funcionarios públicos a ser fiscalizados. Han(al parecer temporalmente pero no lo puedo asegurar), habido innumerables ataques de corrupción y de robo a manos llenas. Ni uno solo ha ido acompañado de pruebas. Hay formas de obtenerlas pero sí hay dificultad en cuanto a que, una vez obtenidas, se pueda actuar legalmente en contra del funcionario porque goza del derecho de antejuicio.

El poder corrupto en los tribunales de justicia es enorme. Si desea acelerar su caso, paga. Si desea que el dictamen del juez sea a su favor, paga. Si desea retardar ad eternum su caso, paga. La contraparte se ve imposibilitada de actuar pues los jueces (con las excepciones que sí las hay)  están inmunes “pandémicamente”.

Hay tantos privilegios que se hace casi imposible enumerarlos todos. Los ciudadanos estamos a merced de éstos cuando se trata de políticos. Los “derechos” de parqueos cercanos a la puerta, de obviar trámites para obtener un permiso o licencia, y de cualquier otro que el dinero o el poder puedan comprar, quedan rezagados a un segundo plano. Esta pandemia de privilegios debe terminar.

Privilegios pandémicos

Carolina Castellanos
02 de octubre, 2020

Como suelo hacer para evitar escribir incongruencias, empiezo por la definición.  La RAE define pandemia como “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”.  Privilegio lo define como “exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia”.  

La palabra viene del latín privi, que significa privado y legos, que significa ley. O sea, una ley privada, que aplica a unos y no a otros. Es una gran injusticia que se ha vuelto pandémica.

Siendo así las cosas, tal parece que los privilegios son más pandémicos que el coronavirus. Han existido desde el principio de los tiempos y seguramente permanecerán hasta el final, pues quienes los imponen o los adquieren continuarán esforzándose por mantener esa continuidad en el tiempo, hasta el infinito.

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Los hay de todo tipo: legales, sociales, por discapacidad, por género, por edad, etc. No todos son dañinos pues ninguno de nosotros se opondrá a que una persona con discapacidad (cualquiera que ésta sea), tenga un ubicación especial en actividades públicas, o se le reciba de forma diferente en cualquier oficina pública o privada.

En estos tiempos han habido algunos privilegios para las personas de la tercera edad, aunque muchos lo han tomado como discriminación. Sin embargo, no es así.  Algunos supermercados y otros negocios abrieron horarios especiales para este segmento de la población para reducirles el riesgo de contagio. Ninguna persona, con un ápice de conciencia, se opondrá a esto.

El gran problema deviene del resto de privilegios: monopolios, proteccionismo, subsidios, entre otros, dados a personas particulares pero no a otros con iguales circunstancias. Estos sí son una enfermedad epidémica de un país que afecta a todos, sin importar que esto reduzca o impida que otros se desarrollen y gocen de libertad para vivir, trabajar, producir, relacionarse, etc.

¿Qué genera un privilegio? Inmunidad. En la pandemia actual, esto se adquiere una vez se ha contraído la enfermedad. Al parecer es temporal pues hay indicios de mutación del virus, pero no lo puedo asegurar. Los privilegios “legales” brindan inmunidad a quien los adquiere por ejercer un cargo público, por tener demasiado dinero que le permite comprar esa inmunidad o, el peor de todos, por el poder que ostenta.

Llevamos ya casi siete meses de sobrevivir a este virus, estamos retomando nuestras vidas lo más normalmente posible, ya no hay limitaciones a la movilidad y la mayoría de empresas, formales e informales, están operando. El enfoque está en construir o reconstruir el negocio, conseguir trabajo y, ojalá, recordarse que el virus no se ha ido y que debemos seguir tomando las mismas, o más, medidas de higiene y seguridad para no ser víctima de esta infame enfermedad.

Esto nos distrae de esta pandemia de privilegios que dificulta y hasta impide que esas tareas sean “cuesta arriba”. Debemos continuar navegando en ese mar de privilegios acarreando los destrozos ocasionados por el coronavirus.

Es ahora cuando se deberían terminar, de una vez por todas. Por ejemplo, la inmunidad que tienen los funcionarios públicos a ser fiscalizados. Han(al parecer temporalmente pero no lo puedo asegurar), habido innumerables ataques de corrupción y de robo a manos llenas. Ni uno solo ha ido acompañado de pruebas. Hay formas de obtenerlas pero sí hay dificultad en cuanto a que, una vez obtenidas, se pueda actuar legalmente en contra del funcionario porque goza del derecho de antejuicio.

El poder corrupto en los tribunales de justicia es enorme. Si desea acelerar su caso, paga. Si desea que el dictamen del juez sea a su favor, paga. Si desea retardar ad eternum su caso, paga. La contraparte se ve imposibilitada de actuar pues los jueces (con las excepciones que sí las hay)  están inmunes “pandémicamente”.

Hay tantos privilegios que se hace casi imposible enumerarlos todos. Los ciudadanos estamos a merced de éstos cuando se trata de políticos. Los “derechos” de parqueos cercanos a la puerta, de obviar trámites para obtener un permiso o licencia, y de cualquier otro que el dinero o el poder puedan comprar, quedan rezagados a un segundo plano. Esta pandemia de privilegios debe terminar.

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