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“La comodidad de la envidia”

Carolina Castellanos
16 de octubre, 2020

Psicólogo clínico y psicoterapeuta, el autor de la frase que encabeza este artículo llamó mi atención con su columna de opinión en Panampost titulada “La humildad olvidada del empresario”, publicada el pasado 11 de octubre.

No estoy del todo de acuerdo con esa descripción del empresario pues considero que no aplica a todos. A mi criterio, caer en la generalización es “meter a todos en el mismo canasto” cuando hay muchos, de pronto la mayoría, que no merecen estar allí adentro.

Sin embargo, cuando leí “la comodidad de la envidia” no pude más que estar de acuerdo. Esto aplica al cien por cien a todos aquellos que han sido incapaces de producir un huevo revuelto teniendo el video con instrucciones detalladas, mucho menos iniciar un emprendimiento y, aún menos, hacerlo crecer.

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Muchos caben en esta categoría, principalmente los fracasados, no necesariamente por falta de dinero sino por un resentimiento tan grande por su fracaso que les impide ver que hay miles de oportunidades que no requieren de grandes fortunas para iniciarlas.

Sin embargo, considero que la gran mayoría que padece de esa “cómoda envidia” son todos aquellos que atacan al empresario y lo acusan de explotador, de pagar salarios de hambre, de no brindar condiciones adecuadas para realizar los trabajos requeridos, de enriquecerse a costa de la explotación de los trabajadores, de evadir impuestos y de corromper a los funcionarios para “salirse con la suya”. 

Definitivamente hay malos empresarios que caen en esas prácticas pero son una minoría. ¿Quiénes son empresarios? También se les llama comerciantes y, cuando vemos este nombre, nos damos cuenta que el señor que vende fruta en una carreta, la señora que tiene un puesto en el mercado, el propietario de la tienda de la cuadra, el carpintero, el herrero, el consultor en todo tipo de ámbitos de negocios como, ventas, bienes raíces, productividad, recursos humanos, etc., son empresarios.

Cada uno de los mencionados anteriormente, si bien tienen un nivel diferente de educación, todos han iniciado  un negocio con el afán de obtener utilidades, hacerlo crecer y lograr ese anhelado éxito que se refleja en un mejor nivel de vida.

Quienes se esconden detrás de una red social que inundan con sus ataques, lo hacen cómodamente. Esconden su envidia atrás de nombres inventados y se dedican a destruir. Usan “la bandera del momento” como el medio ambiente por ejemplo, para decir que las empresas son las principales causantes de la contaminación de los afluentes. Basta con ver la basura que se acumula en un río para darse cuenta que las botellas, pedazos de ropa, detergente, empaques de alimentos, heces fecales y hasta animales muertos, provienen de los habitantes que deciden tirar su basura allí.

Otra bandera es que las empresas no pagan impuestos. Definitivamente hay evasión, sin duda alguna, pero los más de Q62,000 millones que ingresaron a las arcas nacionales en 2019 no provinieron de los que cómodamente critican; seguramente, ni un solo centavo.

Banderas como el racismo, la discriminación, el feminismo, el homosexualismo, el aborto y tantos otros, solo suman al crecimiento de esa envidia ante la imposibilidad de generar recursos por medio del trabajo honrado. Sin negar que estos temas existen, los toman como fuente de financiamiento para “sus luchas”, logrando generar ingresos sin haber contrarrestado alguno de estos temas. Se trata de perpetuarlos para seguir viviendo de ellos.

Con un teléfono celular y un plan de internet logran desestabilizar a todo un país. El problema no está en los cómodamente envidiosos; vivimos en un país libre y pueden pensar y actuar mientras no violen la ley. Está en el convencimiento a muchos, incluyendo empresarios, que se suman a estas agendas sin darse cuenta que es la incapacidad la que los mueve, la envidia la que los nutre y la destrucción de valores el combustible para continuar.

La forma de detenerlos es no caer en la trampa, educarse y hacer lo propio con la familia y los trabajadores, fortaleciendo los valores que sí construyen paz y armonía. Solo así podremos tener una Guatemala que crezca gracias al esfuerzo de todos, con reducción de la pobreza y creación de más empleos y emprendimientos.

“La comodidad de la envidia”

Carolina Castellanos
16 de octubre, 2020

Psicólogo clínico y psicoterapeuta, el autor de la frase que encabeza este artículo llamó mi atención con su columna de opinión en Panampost titulada “La humildad olvidada del empresario”, publicada el pasado 11 de octubre.

No estoy del todo de acuerdo con esa descripción del empresario pues considero que no aplica a todos. A mi criterio, caer en la generalización es “meter a todos en el mismo canasto” cuando hay muchos, de pronto la mayoría, que no merecen estar allí adentro.

Sin embargo, cuando leí “la comodidad de la envidia” no pude más que estar de acuerdo. Esto aplica al cien por cien a todos aquellos que han sido incapaces de producir un huevo revuelto teniendo el video con instrucciones detalladas, mucho menos iniciar un emprendimiento y, aún menos, hacerlo crecer.

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Muchos caben en esta categoría, principalmente los fracasados, no necesariamente por falta de dinero sino por un resentimiento tan grande por su fracaso que les impide ver que hay miles de oportunidades que no requieren de grandes fortunas para iniciarlas.

Sin embargo, considero que la gran mayoría que padece de esa “cómoda envidia” son todos aquellos que atacan al empresario y lo acusan de explotador, de pagar salarios de hambre, de no brindar condiciones adecuadas para realizar los trabajos requeridos, de enriquecerse a costa de la explotación de los trabajadores, de evadir impuestos y de corromper a los funcionarios para “salirse con la suya”. 

Definitivamente hay malos empresarios que caen en esas prácticas pero son una minoría. ¿Quiénes son empresarios? También se les llama comerciantes y, cuando vemos este nombre, nos damos cuenta que el señor que vende fruta en una carreta, la señora que tiene un puesto en el mercado, el propietario de la tienda de la cuadra, el carpintero, el herrero, el consultor en todo tipo de ámbitos de negocios como, ventas, bienes raíces, productividad, recursos humanos, etc., son empresarios.

Cada uno de los mencionados anteriormente, si bien tienen un nivel diferente de educación, todos han iniciado  un negocio con el afán de obtener utilidades, hacerlo crecer y lograr ese anhelado éxito que se refleja en un mejor nivel de vida.

Quienes se esconden detrás de una red social que inundan con sus ataques, lo hacen cómodamente. Esconden su envidia atrás de nombres inventados y se dedican a destruir. Usan “la bandera del momento” como el medio ambiente por ejemplo, para decir que las empresas son las principales causantes de la contaminación de los afluentes. Basta con ver la basura que se acumula en un río para darse cuenta que las botellas, pedazos de ropa, detergente, empaques de alimentos, heces fecales y hasta animales muertos, provienen de los habitantes que deciden tirar su basura allí.

Otra bandera es que las empresas no pagan impuestos. Definitivamente hay evasión, sin duda alguna, pero los más de Q62,000 millones que ingresaron a las arcas nacionales en 2019 no provinieron de los que cómodamente critican; seguramente, ni un solo centavo.

Banderas como el racismo, la discriminación, el feminismo, el homosexualismo, el aborto y tantos otros, solo suman al crecimiento de esa envidia ante la imposibilidad de generar recursos por medio del trabajo honrado. Sin negar que estos temas existen, los toman como fuente de financiamiento para “sus luchas”, logrando generar ingresos sin haber contrarrestado alguno de estos temas. Se trata de perpetuarlos para seguir viviendo de ellos.

Con un teléfono celular y un plan de internet logran desestabilizar a todo un país. El problema no está en los cómodamente envidiosos; vivimos en un país libre y pueden pensar y actuar mientras no violen la ley. Está en el convencimiento a muchos, incluyendo empresarios, que se suman a estas agendas sin darse cuenta que es la incapacidad la que los mueve, la envidia la que los nutre y la destrucción de valores el combustible para continuar.

La forma de detenerlos es no caer en la trampa, educarse y hacer lo propio con la familia y los trabajadores, fortaleciendo los valores que sí construyen paz y armonía. Solo así podremos tener una Guatemala que crezca gracias al esfuerzo de todos, con reducción de la pobreza y creación de más empleos y emprendimientos.

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