No es nuevo que en cada proceso electoral haya algún “circo”. Con esto no quiero implicar que es gracioso. Simplemente, no ha habido uno solo que no tenga su dosis de “entretenimiento”. Estamos ya en plena campaña electoral y esto es, nuevamente, un relajo.
El problema es que distrae la atención sobre los verdaderos problemas de nuestro país. Ahora más que nunca debemos poner atención a ellos pues los candidatos hablarán sobre sus propuestas para resolver algunos. Si alguien dice que resolverá todo, sepamos de antemano que está mintiendo. Es imposible resolver tanto en solamente cuatro años. Y como no hay continuidad de un gobierno al siguiente, el plazo para iniciar el cambio de cualquier tema, es solamente de cuatro años.
En medio de las batallas legales que tienen varios candidatos a la presidencia para ser inscritos, no hemos escuchado propuestas. El enfoque de los medios de comunicación ha estado en esto, así como del resto de candidatos, pues la participación de quienes están en la batalla será incidente en los resultados electorales.
Otro relajo se produjo gracias a la poca visión de los diputados y el insaciable deseo de control por parte del gobierno. Las acusaciones de financiamiento electoral ilícito, las drásticas diferencias entre el monto utilizado para las campañas electorales de los diferentes candidatos y un ego ilimitado por parte de las autoridades electorales de creer que son capaces de controlar todo y que, es más, tienen el derecho y la obligación de hacerlo, han convertido la fiesta cívica en una cárcel.
Un año electoral nunca es atractivo para hacer inversiones pues la incertidumbre respecto a quién va a ganar y qué planes tiene, es demasiado grande. En este relajo que estamos viviendo, la situación es mucho peor. Mientras continúan las batallas legales, hay cientos de miles de guatemaltecos sin empleo, muchos más con desnutrición y quien sabe cuántos proyectos estancados.
De lo que no queda ninguna duda es de la maraña de argucias legales que se han utilizado en este proceso. Por un lado, se han tenido herramientas para defenderse de los tropiezos pero, por otro lado, nuestra legislación es interpretativa al extremo. Queda en manos de los jueces el decidir qué es lo que dice la ley. Como dijo alguien en un programa de radio el otro día: “la ley dice lo que el juez dice que dice”. ¡Otro relajo!
Viendo el lado positivo, este proceso electoral nos está dejando muchas lecciones que debemos aprender y no olvidar. Si elegimos bien, tendremos un Congreso que cumpla con su trabajo y cambie la ley electoral para que sea abierta, que dé libertad en vez de restringirla y que establezca reglas y procedimientos claros para evitar tanto relajo. De pronto así podremos empezar a ver hacia el futuro con esperanza.
No es nuevo que en cada proceso electoral haya algún “circo”. Con esto no quiero implicar que es gracioso. Simplemente, no ha habido uno solo que no tenga su dosis de “entretenimiento”. Estamos ya en plena campaña electoral y esto es, nuevamente, un relajo.
El problema es que distrae la atención sobre los verdaderos problemas de nuestro país. Ahora más que nunca debemos poner atención a ellos pues los candidatos hablarán sobre sus propuestas para resolver algunos. Si alguien dice que resolverá todo, sepamos de antemano que está mintiendo. Es imposible resolver tanto en solamente cuatro años. Y como no hay continuidad de un gobierno al siguiente, el plazo para iniciar el cambio de cualquier tema, es solamente de cuatro años.
En medio de las batallas legales que tienen varios candidatos a la presidencia para ser inscritos, no hemos escuchado propuestas. El enfoque de los medios de comunicación ha estado en esto, así como del resto de candidatos, pues la participación de quienes están en la batalla será incidente en los resultados electorales.
Otro relajo se produjo gracias a la poca visión de los diputados y el insaciable deseo de control por parte del gobierno. Las acusaciones de financiamiento electoral ilícito, las drásticas diferencias entre el monto utilizado para las campañas electorales de los diferentes candidatos y un ego ilimitado por parte de las autoridades electorales de creer que son capaces de controlar todo y que, es más, tienen el derecho y la obligación de hacerlo, han convertido la fiesta cívica en una cárcel.
Un año electoral nunca es atractivo para hacer inversiones pues la incertidumbre respecto a quién va a ganar y qué planes tiene, es demasiado grande. En este relajo que estamos viviendo, la situación es mucho peor. Mientras continúan las batallas legales, hay cientos de miles de guatemaltecos sin empleo, muchos más con desnutrición y quien sabe cuántos proyectos estancados.
De lo que no queda ninguna duda es de la maraña de argucias legales que se han utilizado en este proceso. Por un lado, se han tenido herramientas para defenderse de los tropiezos pero, por otro lado, nuestra legislación es interpretativa al extremo. Queda en manos de los jueces el decidir qué es lo que dice la ley. Como dijo alguien en un programa de radio el otro día: “la ley dice lo que el juez dice que dice”. ¡Otro relajo!
Viendo el lado positivo, este proceso electoral nos está dejando muchas lecciones que debemos aprender y no olvidar. Si elegimos bien, tendremos un Congreso que cumpla con su trabajo y cambie la ley electoral para que sea abierta, que dé libertad en vez de restringirla y que establezca reglas y procedimientos claros para evitar tanto relajo. De pronto así podremos empezar a ver hacia el futuro con esperanza.