¿Qué legado quieren dejar a sus hijos (yo no tengo, así que pienso en quienes tienen)? ¿Qué tipo de país deseamos dejar a las futuras generaciones? Toda acción o falta de acción genera consecuencias. Con los tiempos que corren, es imprescindible que finalmente dejemos de lado nuestras propias pasiones, que nos limitan, y pongamos mayor atención a nuestros procedimientos y acciones, o a nuestra libre decisión de no hacer nada.
¿En qué está el sector académico? Las universidades han sido foco de extremos en Guatemala. Tenemos en una esquina a la Universidad de San Carlos, famosa por su excelsa facultad de medicina, su muy buena facultad de ingeniería, y su totalmente politizada facultad de humanidades. De ella emergieron los patojos incautos que cayeron en el enamoramiento con la doctrina marxista, en esa utopía del comunismo y frustrados y resentidos por lo que percibían como opresión y falta de libertad se lanzaron a la montaña empuñando un fusil, formaron las células, las columnas y los batallones que dieron origen a la asquerosa guerra de guerrillas que vivió Guatemala por 36 años. Todo mundo critica al Ejército, pero la guerra inició con la guerrilla. Esos profesionales, porque muchos de los guerrilleros se graduaron, vieron en la violencia de las bombas y las armas, en el impuesto de guerra y en las torturas su mejor aliado para lograr la anhelada meta de volver a Guatemala otra Cuba. Buscaban libertad imponiendo totalitarismo. Ya sabemos que el tiro les salió por la culta, gracias a Dios, y Guatemala es hoy día un país imperfecto, pero libre. Si, libre porque si no lo fuera quienes deseamos expresarnos no podríamos hacerlo, y sea para contribuir o para insultar tenemos la libertad de manifestarnos. Hoy día tengo la impresión que se han unido a esa causa estéril algunos egresados de la facultad de humanidades de la Universidad Rafael Landivar, enfermos del mismo resentimiento sancarlista, pero que usan el mundo de las redes sociales y las organizaciones no gubernamentales para manifestarse y buscar la meta que no lograron sus antecesores con las armas. Que conste que para ser justos, es importante subrayar que la gran mayoría de egresados de dichas facultades NO son comunistas. Muchos son gente de bien que trabaja día con día para hacer algo por su familia, por si mismos y por Guatemala.
En la otra esquina se encuentra la Universidad Francisco Marroquín, que promueve la filosofía libertaria, dónde el Estado debe ser pequeño y reducido, e impere la Ley en un Estado de Derecho que garantice la libertad individual del ciudadano. Guatemala, como los Estados Unidos, no es capitalista. Somos un país mercantilista con fuerte injerencia estatal en los asuntos privados del individuo, dónde existen los subsidios, donde el Estado actúa como empresario en áreas donde no hay modo que la gente entienda que debieran ser manejadas por la Ley de oferta y demanda y por ende, donde el consumidor elije que quiere, de quien lo quiere, como lo quiere y cuanto desea pagar. Como el paternalismo sigue de moda, lo que escribo sonará a blasfemia para algunos, pero como se ha visto en las mismas elecciones, el pueblo desea libertad, no tiranía. Tristemente, algunos parecen no entender que la mejor forma de ayudar a los guatemaltecos necesitados es devolviéndoles su dignidad con un trabajo en regla y libertad de acción en lugar de bolsas solidarias. La modernidad que existe en la Guatemala de hoy, dónde la gente no debe hacer cola en un teléfono público para hacer una llamada, sino saca su celular, lo recarga y llama, o donde existen opciones para adquirir infinidad de productos hasta en los rincones más remotos del país, en lugar de tener que viajar a la capital para hacer sus compras, todo esto, se debe a gente con mentalidad de mundo libre, mentalidad libertaria, egresados y no de la UFM. Esos que atacan esta filosofía de vida, este modelo económico y productivo, no entienden que tan empresario es el dueño de la abarrotería que abastece su comunidad en cualquier confín del altiplano, como el dueño de las grandes corporaciones nacionales, o quien le provee el servicio de Internet por medio del cual vocifera. Empresario es el que EMPRENDE, sea en grande o en chiquito. El que paga sus impuestos y contribuye, arriesgándose, día a día a una actividad productiva y legal.
Esto me lleva al sector privado organizado. Su falta de visión ha tenido consecuencias tremendas para el sector productivo, contraproducentes por decir poco, pero son quienes se dedicaron a construir país. Como en todos, se sabe que se han existido manzanas podridas que han contribuido a crear un mal nombre para el sector entero, alimentando la aversión y odio hacia todo el gremio productivo. Esos empresarios que no han actuado bien, están ahora a merced de la Ley que determinará si son o no culpables. Lo malo en Guatemala es que rapidito generalizamos y metemos a todos en la misma canasta. Ah “si uno es culpable, todos lo son”. Veamos, si unos cuantos abogados son unos grandes granujas faltas de ética, ¿todos los abogados son iguales? Si unos médicos se comportan como si el juramento hipocrático fuese un poema cualquiera, y se aprovechan de la buena fe y necesidad de sus pacientes, ¿todos los médicos son iguales? Y así con todas las profesiones y oficios existentes. Quienes critican al sector productivo en pleno, para mí por pura envidia ya que quisieran tener lo que ellos tienen, parecen olvidar que son esos odiados empresarios quienes han invertido en construir infraestructura, en suplir las faltas de escuelas y hospitales, contribuyendo a crear la Guatemala de hoy, que es mil veces mejor que la de hace 20 años. Son los mayores contribuyentes al fisco y quienes proveen la mayor cantidad de fuentes de trabajo en regla. Que les falta, sin duda. Pero al menos lo intentan, y ponen sus acciones y sus recursos donde ponen sus palabras.
Las dos grandes iglesias: católica y cristiana merecen una mención especial. El escándalo de la bandera de Casa de Dios ha vuelto a refrescar el role que las iglesias tienen en la sociedad guatemalteca. En un país donde la gente no tiene educación y por ende, la capacidad de razonar y proceder con lógica y respeto por el simple hecho de que es así como se comporta un individuo civil, es la religión que sirve de disuasivo para que la gente no proceda tan mal. Mucho del respeto que existe, se da por temor a Dios. La falta de conocimiento es suplantada por el temor a Dios. Triste, pero cierto. Es entonces una responsabilidad enorme la que tienen las dos grandes corrientes religiosas en Guatemala, responsabilidad que muchas veces afrontan con aparente descuido, azuzando animosidades, apoyando acciones con evidente sesgo y creando más antagonismo en lugar de unir y promover el perdón y la concordia. Recordemos que gente que terminó en la guerrilla lo hizo apoyados por curas y monjas, e inclusive, religiosos mismos empuñaron las armas. Es dando mal ejemplo con cosas como lo de la bandera, que al quitarla francamente demostraron una gran hipocresía, o con otros excesos y mensajes obtusos de la curia, que en lugar de dejar un legado de paz, crean mayor división.
Lo que me lleva al sector burocrático y político. Ser servidor público debiera ser un honor y un orgullo. El tener el honor de servir a Guatemala, debiera ser una meta altruista y admirable, digna de todo respeto. Sea vistiendo el uniforme militar o policial, trabajando como recepcionista en una oficina del Estado, o siendo la autoridad máxima sobre cuyos hombros recaen las acciones que emanen de la oficina bajo su digno cargo. A toda esa gente, y yo he sido una de ellos, los insto a que cada día traten de dar lo mejor de sí. Guatemala ya tuvo suficiente mediocridad, suficiente de la tradicional apatía, del “dejo para mañana lo que puedo hacer hoy, aunque sepa que era para ayer” y trabajen con evidente orgullo y deseo de servir a los guatemaltecos. Su sueldo lo paga el Estado de los impuestos que pagamos quienes si contribuimos con el fisco. Somos por ende sus empleadores, y así como los debemos tratar a ustedes con respeto, ustedes deben tratarnos a nosotros de igual forma. ¿Cuándo dejarán los gobiernos de turno, y por ende, los burócratas de turno, de cambiar simples procedimientos para complicar la existencia a los guatemaltecos? Si un trámite es rápido y funciona, así venga de un gobierno anterior, ¿porqué tienen que volverlo algo contorto, enervante, ilógico y obtuso? Es sólo una muestra de la mentalidad que impera y que debe cambiar.
Nosotros, los ciudadanos comunes, que en alguno de estos nos enmarcamos, tratemos de dar día con día lo mejor de nosotros mismos. Estamos en este mundo de paso. No somos eternos y no nos llevamos nada de lo material acumulado al otro mundo. Al irnos de aquí, sólo dejaremos detrás el recuerdo de nuestras acciones. Por eso los insto a que traten de dejar el mejor recuerdo, a no dejar mal sabor de boca a nadie, a dar lo mejor de sí. Sus seres queridos, su familia, sus amistades, su comunidad y su país lo merecen.
¿Qué legado quieren dejar a sus hijos (yo no tengo, así que pienso en quienes tienen)? ¿Qué tipo de país deseamos dejar a las futuras generaciones? Toda acción o falta de acción genera consecuencias. Con los tiempos que corren, es imprescindible que finalmente dejemos de lado nuestras propias pasiones, que nos limitan, y pongamos mayor atención a nuestros procedimientos y acciones, o a nuestra libre decisión de no hacer nada.
¿En qué está el sector académico? Las universidades han sido foco de extremos en Guatemala. Tenemos en una esquina a la Universidad de San Carlos, famosa por su excelsa facultad de medicina, su muy buena facultad de ingeniería, y su totalmente politizada facultad de humanidades. De ella emergieron los patojos incautos que cayeron en el enamoramiento con la doctrina marxista, en esa utopía del comunismo y frustrados y resentidos por lo que percibían como opresión y falta de libertad se lanzaron a la montaña empuñando un fusil, formaron las células, las columnas y los batallones que dieron origen a la asquerosa guerra de guerrillas que vivió Guatemala por 36 años. Todo mundo critica al Ejército, pero la guerra inició con la guerrilla. Esos profesionales, porque muchos de los guerrilleros se graduaron, vieron en la violencia de las bombas y las armas, en el impuesto de guerra y en las torturas su mejor aliado para lograr la anhelada meta de volver a Guatemala otra Cuba. Buscaban libertad imponiendo totalitarismo. Ya sabemos que el tiro les salió por la culta, gracias a Dios, y Guatemala es hoy día un país imperfecto, pero libre. Si, libre porque si no lo fuera quienes deseamos expresarnos no podríamos hacerlo, y sea para contribuir o para insultar tenemos la libertad de manifestarnos. Hoy día tengo la impresión que se han unido a esa causa estéril algunos egresados de la facultad de humanidades de la Universidad Rafael Landivar, enfermos del mismo resentimiento sancarlista, pero que usan el mundo de las redes sociales y las organizaciones no gubernamentales para manifestarse y buscar la meta que no lograron sus antecesores con las armas. Que conste que para ser justos, es importante subrayar que la gran mayoría de egresados de dichas facultades NO son comunistas. Muchos son gente de bien que trabaja día con día para hacer algo por su familia, por si mismos y por Guatemala.
En la otra esquina se encuentra la Universidad Francisco Marroquín, que promueve la filosofía libertaria, dónde el Estado debe ser pequeño y reducido, e impere la Ley en un Estado de Derecho que garantice la libertad individual del ciudadano. Guatemala, como los Estados Unidos, no es capitalista. Somos un país mercantilista con fuerte injerencia estatal en los asuntos privados del individuo, dónde existen los subsidios, donde el Estado actúa como empresario en áreas donde no hay modo que la gente entienda que debieran ser manejadas por la Ley de oferta y demanda y por ende, donde el consumidor elije que quiere, de quien lo quiere, como lo quiere y cuanto desea pagar. Como el paternalismo sigue de moda, lo que escribo sonará a blasfemia para algunos, pero como se ha visto en las mismas elecciones, el pueblo desea libertad, no tiranía. Tristemente, algunos parecen no entender que la mejor forma de ayudar a los guatemaltecos necesitados es devolviéndoles su dignidad con un trabajo en regla y libertad de acción en lugar de bolsas solidarias. La modernidad que existe en la Guatemala de hoy, dónde la gente no debe hacer cola en un teléfono público para hacer una llamada, sino saca su celular, lo recarga y llama, o donde existen opciones para adquirir infinidad de productos hasta en los rincones más remotos del país, en lugar de tener que viajar a la capital para hacer sus compras, todo esto, se debe a gente con mentalidad de mundo libre, mentalidad libertaria, egresados y no de la UFM. Esos que atacan esta filosofía de vida, este modelo económico y productivo, no entienden que tan empresario es el dueño de la abarrotería que abastece su comunidad en cualquier confín del altiplano, como el dueño de las grandes corporaciones nacionales, o quien le provee el servicio de Internet por medio del cual vocifera. Empresario es el que EMPRENDE, sea en grande o en chiquito. El que paga sus impuestos y contribuye, arriesgándose, día a día a una actividad productiva y legal.
Esto me lleva al sector privado organizado. Su falta de visión ha tenido consecuencias tremendas para el sector productivo, contraproducentes por decir poco, pero son quienes se dedicaron a construir país. Como en todos, se sabe que se han existido manzanas podridas que han contribuido a crear un mal nombre para el sector entero, alimentando la aversión y odio hacia todo el gremio productivo. Esos empresarios que no han actuado bien, están ahora a merced de la Ley que determinará si son o no culpables. Lo malo en Guatemala es que rapidito generalizamos y metemos a todos en la misma canasta. Ah “si uno es culpable, todos lo son”. Veamos, si unos cuantos abogados son unos grandes granujas faltas de ética, ¿todos los abogados son iguales? Si unos médicos se comportan como si el juramento hipocrático fuese un poema cualquiera, y se aprovechan de la buena fe y necesidad de sus pacientes, ¿todos los médicos son iguales? Y así con todas las profesiones y oficios existentes. Quienes critican al sector productivo en pleno, para mí por pura envidia ya que quisieran tener lo que ellos tienen, parecen olvidar que son esos odiados empresarios quienes han invertido en construir infraestructura, en suplir las faltas de escuelas y hospitales, contribuyendo a crear la Guatemala de hoy, que es mil veces mejor que la de hace 20 años. Son los mayores contribuyentes al fisco y quienes proveen la mayor cantidad de fuentes de trabajo en regla. Que les falta, sin duda. Pero al menos lo intentan, y ponen sus acciones y sus recursos donde ponen sus palabras.
Las dos grandes iglesias: católica y cristiana merecen una mención especial. El escándalo de la bandera de Casa de Dios ha vuelto a refrescar el role que las iglesias tienen en la sociedad guatemalteca. En un país donde la gente no tiene educación y por ende, la capacidad de razonar y proceder con lógica y respeto por el simple hecho de que es así como se comporta un individuo civil, es la religión que sirve de disuasivo para que la gente no proceda tan mal. Mucho del respeto que existe, se da por temor a Dios. La falta de conocimiento es suplantada por el temor a Dios. Triste, pero cierto. Es entonces una responsabilidad enorme la que tienen las dos grandes corrientes religiosas en Guatemala, responsabilidad que muchas veces afrontan con aparente descuido, azuzando animosidades, apoyando acciones con evidente sesgo y creando más antagonismo en lugar de unir y promover el perdón y la concordia. Recordemos que gente que terminó en la guerrilla lo hizo apoyados por curas y monjas, e inclusive, religiosos mismos empuñaron las armas. Es dando mal ejemplo con cosas como lo de la bandera, que al quitarla francamente demostraron una gran hipocresía, o con otros excesos y mensajes obtusos de la curia, que en lugar de dejar un legado de paz, crean mayor división.
Lo que me lleva al sector burocrático y político. Ser servidor público debiera ser un honor y un orgullo. El tener el honor de servir a Guatemala, debiera ser una meta altruista y admirable, digna de todo respeto. Sea vistiendo el uniforme militar o policial, trabajando como recepcionista en una oficina del Estado, o siendo la autoridad máxima sobre cuyos hombros recaen las acciones que emanen de la oficina bajo su digno cargo. A toda esa gente, y yo he sido una de ellos, los insto a que cada día traten de dar lo mejor de sí. Guatemala ya tuvo suficiente mediocridad, suficiente de la tradicional apatía, del “dejo para mañana lo que puedo hacer hoy, aunque sepa que era para ayer” y trabajen con evidente orgullo y deseo de servir a los guatemaltecos. Su sueldo lo paga el Estado de los impuestos que pagamos quienes si contribuimos con el fisco. Somos por ende sus empleadores, y así como los debemos tratar a ustedes con respeto, ustedes deben tratarnos a nosotros de igual forma. ¿Cuándo dejarán los gobiernos de turno, y por ende, los burócratas de turno, de cambiar simples procedimientos para complicar la existencia a los guatemaltecos? Si un trámite es rápido y funciona, así venga de un gobierno anterior, ¿porqué tienen que volverlo algo contorto, enervante, ilógico y obtuso? Es sólo una muestra de la mentalidad que impera y que debe cambiar.
Nosotros, los ciudadanos comunes, que en alguno de estos nos enmarcamos, tratemos de dar día con día lo mejor de nosotros mismos. Estamos en este mundo de paso. No somos eternos y no nos llevamos nada de lo material acumulado al otro mundo. Al irnos de aquí, sólo dejaremos detrás el recuerdo de nuestras acciones. Por eso los insto a que traten de dejar el mejor recuerdo, a no dejar mal sabor de boca a nadie, a dar lo mejor de sí. Sus seres queridos, su familia, sus amistades, su comunidad y su país lo merecen.