Guatemala es un país lleno de dicotomías, un microcosmos lleno de contradicciones e ironías, entre otras millones de cosas. Hemos crecido con una visión colectivista de la sociedad, identificándonos y asociándonos de manera automática en grupos que comparten ciertas características, de espacio, de condición, físicas, innatas, natas…El pensamiento lógico imperante indica “Sí, somos personas individuales, pero adscritas a un grupo que de cierta manera nos define y que por lo tanto condiciona nuestro actuar y nuestro pensar…”
Esta forma de pensar está tan enraizada que incluso, por ejemplo, la misma frase tan inofensiva “soy guatemalteco” (o de donde guste ponerlo) conlleva una aceptación tácita de este pensamiento al implicar que el “ser” se define por un colectivo: el cúmulo de habitantes dentro del espacio geográfico determinado por designios humanos llamado Guatemala. ¿Qué está mejor dicho?: ¿“Soy” guatemalteco? o ¿“Nací” en Guatemala?
Gasto estas palabras de los primeros párrafos para dar cuenta de que la visión colectivista está presente, a veces sin darnos cuenta, en el lenguaje cotidiano, en el pensar y en el accionar. Puede que esta concepción de mundo sea una herencia del Marxismo (lucha de clases, etc.) y otras ideologías colectivistas.
Otros dirán que es por la inclinación natural del ser humano a vivir en sociedad (un concepto por demás abstracto) y su relación con sus pares hace que el mismo busque asociarse e identificarse con colectivos.
Otros, utilizando el individualismo metodológico como base, dirán que si bien el ser humano interactúa de manera natural y casi por instinto de supervivencia, coopera y se relaciona con otros, todo fenómeno social es explicable por elementos individuales.
El debate, pues, está abierto.
Independientemente de la explicación (pero no menos importante) es el resultado en las relaciones y concepciones que tenemos, ya que esta concepción colectivista nos lleva a pensar en grupos que por sus mismas características y naturaleza son antagónicos, lo que nos lleva a estas dicotomías a las que me refiero.
Rural versus urbano, indígenas versus ladinos (lo que sea que “ladino” signifique), militares versus guerrilleros, pobres versus ricos…nos han enseñado a pensar y operar en términos de grupos. Dicotomías dañinas que han colaborado para exacerbar el divisionismo, la polarización, el racismo y el resentimiento en todas las direcciones.
¿Y si mejor nuestro racionar y actuar lo enfocamos al individuo, a sus acciones, ideas y valores? ¿No cree usted que estaríamos mejor sin las cadenas de las preconcepciones y estereotipos de grupo? ¿No se sentiría más liberado? Lo invito a intentarlo o, por lo menos, a darse cuenta cuántas veces utilizamos la lógica colectivista. Puede ser revelador.
Jorge V. Ávila Prera
@jorgeavilaprera
Guatemala es un país lleno de dicotomías, un microcosmos lleno de contradicciones e ironías, entre otras millones de cosas. Hemos crecido con una visión colectivista de la sociedad, identificándonos y asociándonos de manera automática en grupos que comparten ciertas características, de espacio, de condición, físicas, innatas, natas…El pensamiento lógico imperante indica “Sí, somos personas individuales, pero adscritas a un grupo que de cierta manera nos define y que por lo tanto condiciona nuestro actuar y nuestro pensar…”
Esta forma de pensar está tan enraizada que incluso, por ejemplo, la misma frase tan inofensiva “soy guatemalteco” (o de donde guste ponerlo) conlleva una aceptación tácita de este pensamiento al implicar que el “ser” se define por un colectivo: el cúmulo de habitantes dentro del espacio geográfico determinado por designios humanos llamado Guatemala. ¿Qué está mejor dicho?: ¿“Soy” guatemalteco? o ¿“Nací” en Guatemala?
Gasto estas palabras de los primeros párrafos para dar cuenta de que la visión colectivista está presente, a veces sin darnos cuenta, en el lenguaje cotidiano, en el pensar y en el accionar. Puede que esta concepción de mundo sea una herencia del Marxismo (lucha de clases, etc.) y otras ideologías colectivistas.
Otros dirán que es por la inclinación natural del ser humano a vivir en sociedad (un concepto por demás abstracto) y su relación con sus pares hace que el mismo busque asociarse e identificarse con colectivos.
Otros, utilizando el individualismo metodológico como base, dirán que si bien el ser humano interactúa de manera natural y casi por instinto de supervivencia, coopera y se relaciona con otros, todo fenómeno social es explicable por elementos individuales.
El debate, pues, está abierto.
Independientemente de la explicación (pero no menos importante) es el resultado en las relaciones y concepciones que tenemos, ya que esta concepción colectivista nos lleva a pensar en grupos que por sus mismas características y naturaleza son antagónicos, lo que nos lleva a estas dicotomías a las que me refiero.
Rural versus urbano, indígenas versus ladinos (lo que sea que “ladino” signifique), militares versus guerrilleros, pobres versus ricos…nos han enseñado a pensar y operar en términos de grupos. Dicotomías dañinas que han colaborado para exacerbar el divisionismo, la polarización, el racismo y el resentimiento en todas las direcciones.
¿Y si mejor nuestro racionar y actuar lo enfocamos al individuo, a sus acciones, ideas y valores? ¿No cree usted que estaríamos mejor sin las cadenas de las preconcepciones y estereotipos de grupo? ¿No se sentiría más liberado? Lo invito a intentarlo o, por lo menos, a darse cuenta cuántas veces utilizamos la lógica colectivista. Puede ser revelador.
Jorge V. Ávila Prera
@jorgeavilaprera