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Guatemala lo merece

Betty Marroquin
11 de abril, 2016

Como amante de la libertad, del Estado de Derecho y de la Democracia, inicialmente quería escribir respondiendo a los insultos y falta total de respeto del Embajador Todd Robinson hacia quienes nos quejamos de su absoluto irrespeto a la soberanía de Guatemala, expresada en su respuesta a los pronunciamientos del Nuncio Apostólico, Embajador del Vaticano en Guatemala, y del Señor Presidente, sobre el tema de la soberanía y el respeto a Guatemala. Pero aplicaré la regla de palabras necias oídos sordos, y no le diré al flamante representante de los Estados Unidos lo que pienso de él, de su gestión, de su falta absoluta de diplomacia y de su más que obvia falta de objetividad. Si él quiere creer que nos importa un comino nuestro país y los retos que enfrenta, pues que lo crea. Le quedan aproximadamente dos años de gestión, esperemos Guatemala sobreviva con la libertad que hoy día aún tenemos, y que él no logre su aparente objetivo de romper el orden Constitucional de nuestro país.

Así que más bien me enfocaré en el punto medular que afecta directamente todos esos temas actuales de relevancia, de esos temas que nos afligen a todos los guatemaltecos que amamos a Guatemala.

Guatemala es un país que enfrenta retos enormes, que tiene problemas dantescos enraizados hasta lo más profundo, y que necesita curas drásticas. Muchos se limitan a quejarse y criticar la gestión del Presidente, de los Ministros y de quien quiera que ocupe un cargo público, pero no se involucran ni proponen soluciones. Si son tan eficientes y tan pilas, ¿por qué no se ofrecen para servir a Guatemala? Será porque criticar desde su poltrona en su casa es muy cómodo, mientras que afrontar las responsabilidades es sumamente difícil. 

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Por ejemplo, yo no quisiera ser Ministro, porque el Ministro es responsable no sólo de sus actos, sino de todos los abusos y faltas que cometan los cientos de empleados diletantes que tiene bajo su mando. Como no se puede entrar a ocupar un cargo semejante despidiendo a diestra y siniestra (primero porque no tienen fondos para indemnizar a la gente y segundo porque los sindicatos y demás protestarían hasta por los codos, como vemos que están haciendo donde han osado despedir personal), la cabeza de la institución debe cargar con la ineficiencia de quienes están bajo su mando. Total que además de velar por los temas substantivos, temas de fondo, debe ver cómo logra sacarle la pata del lodo a la institución cuando sus subalternos cometen las sendas faltas que cometen. Por ejemplo, la falta de atención en los hospitales, es responsabilidad del Ministro, pero de qué sirve que la cabeza gire ordenes si las manos y los dedos no obedecen. Pienso que la responsabilidad es cosa de todos, desde el funcionario de más bajo rango, hasta el más alto. Y la comprensión y conciencia de quienes atienden al público es tan importante como el abastecimiento de suministros. Por eso no me “como vivo” al jefe de cartera cuando ocurren ciertas cosas, porque entiendo que quienes tienen la culpa realmente son quienes tienen contacto con el público.

Y como en salud, en todos las carteras del Estado. Quienes buscan sólo protagonismo, enriquecerse fácilmente, abusar de su poder y de los fondos del Estado, debieran estar atentos porque hoy más que nunca sabemos que entre cielo y tierra nada queda oculto. Se que existen funcionarios que han decidido aceptar un cargo por amor al país, que no se aprovechan de sus prerrogativas y cargo para cometer abusos y faltas, y que son gente honorable que desea una Guatemala mejor para sus hijos y nietos. No todas las manzanas están podridas, afortunadamente.

Tomemos responsabilidad de nuestros actos, desde no pasarnos el semáforo en rojo, hasta pagar nuestros impuestos en regla, para poder exigir de las autoridades el mismo grado de responsabilidad y compromiso con Guatemala. Existe demasiada mala sangre, demasiado resentimiento, demasiada negatividad, y eso sólo nos traerá más hundimiento y caos. Si realmente queremos que Guatemala cambie substantivamente, que sus hijos hereden un mejor país, iniciemos el cambio por nosotros mismos. Recuerde que Guatemala se construye desde el seno del hogar, núcleo fundamental de la sociedad. Si actuamos bien, los jóvenes y los niños seguirán el ejemplo.

Guatemala lo merece

Betty Marroquin
11 de abril, 2016

Como amante de la libertad, del Estado de Derecho y de la Democracia, inicialmente quería escribir respondiendo a los insultos y falta total de respeto del Embajador Todd Robinson hacia quienes nos quejamos de su absoluto irrespeto a la soberanía de Guatemala, expresada en su respuesta a los pronunciamientos del Nuncio Apostólico, Embajador del Vaticano en Guatemala, y del Señor Presidente, sobre el tema de la soberanía y el respeto a Guatemala. Pero aplicaré la regla de palabras necias oídos sordos, y no le diré al flamante representante de los Estados Unidos lo que pienso de él, de su gestión, de su falta absoluta de diplomacia y de su más que obvia falta de objetividad. Si él quiere creer que nos importa un comino nuestro país y los retos que enfrenta, pues que lo crea. Le quedan aproximadamente dos años de gestión, esperemos Guatemala sobreviva con la libertad que hoy día aún tenemos, y que él no logre su aparente objetivo de romper el orden Constitucional de nuestro país.

Así que más bien me enfocaré en el punto medular que afecta directamente todos esos temas actuales de relevancia, de esos temas que nos afligen a todos los guatemaltecos que amamos a Guatemala.

Guatemala es un país que enfrenta retos enormes, que tiene problemas dantescos enraizados hasta lo más profundo, y que necesita curas drásticas. Muchos se limitan a quejarse y criticar la gestión del Presidente, de los Ministros y de quien quiera que ocupe un cargo público, pero no se involucran ni proponen soluciones. Si son tan eficientes y tan pilas, ¿por qué no se ofrecen para servir a Guatemala? Será porque criticar desde su poltrona en su casa es muy cómodo, mientras que afrontar las responsabilidades es sumamente difícil. 

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Por ejemplo, yo no quisiera ser Ministro, porque el Ministro es responsable no sólo de sus actos, sino de todos los abusos y faltas que cometan los cientos de empleados diletantes que tiene bajo su mando. Como no se puede entrar a ocupar un cargo semejante despidiendo a diestra y siniestra (primero porque no tienen fondos para indemnizar a la gente y segundo porque los sindicatos y demás protestarían hasta por los codos, como vemos que están haciendo donde han osado despedir personal), la cabeza de la institución debe cargar con la ineficiencia de quienes están bajo su mando. Total que además de velar por los temas substantivos, temas de fondo, debe ver cómo logra sacarle la pata del lodo a la institución cuando sus subalternos cometen las sendas faltas que cometen. Por ejemplo, la falta de atención en los hospitales, es responsabilidad del Ministro, pero de qué sirve que la cabeza gire ordenes si las manos y los dedos no obedecen. Pienso que la responsabilidad es cosa de todos, desde el funcionario de más bajo rango, hasta el más alto. Y la comprensión y conciencia de quienes atienden al público es tan importante como el abastecimiento de suministros. Por eso no me “como vivo” al jefe de cartera cuando ocurren ciertas cosas, porque entiendo que quienes tienen la culpa realmente son quienes tienen contacto con el público.

Y como en salud, en todos las carteras del Estado. Quienes buscan sólo protagonismo, enriquecerse fácilmente, abusar de su poder y de los fondos del Estado, debieran estar atentos porque hoy más que nunca sabemos que entre cielo y tierra nada queda oculto. Se que existen funcionarios que han decidido aceptar un cargo por amor al país, que no se aprovechan de sus prerrogativas y cargo para cometer abusos y faltas, y que son gente honorable que desea una Guatemala mejor para sus hijos y nietos. No todas las manzanas están podridas, afortunadamente.

Tomemos responsabilidad de nuestros actos, desde no pasarnos el semáforo en rojo, hasta pagar nuestros impuestos en regla, para poder exigir de las autoridades el mismo grado de responsabilidad y compromiso con Guatemala. Existe demasiada mala sangre, demasiado resentimiento, demasiada negatividad, y eso sólo nos traerá más hundimiento y caos. Si realmente queremos que Guatemala cambie substantivamente, que sus hijos hereden un mejor país, iniciemos el cambio por nosotros mismos. Recuerde que Guatemala se construye desde el seno del hogar, núcleo fundamental de la sociedad. Si actuamos bien, los jóvenes y los niños seguirán el ejemplo.

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