Por José Miguel Argueta
Querer construir la democracia en Guatemala, un pueblo con raíces folclóricas no-occidentales, rebota en manifestaciones de corte popular que confunden la política con las penas y vicisitudes de los guatemaltecos. La corrupción es un concepto dinámico, incluso carece de connotaciones peyorativas en el contexto filosófico o en la biología natural, no es un concepto estático. Por el contrario la vulnerabilidad de la democracia en Guatemala no tiene modo de sustentarse, sino a través de la fuerza, usando el concepto corrupción, como forma de intervención y al hacerlo se abre más enorme brecha que separa a los guatemaltecos en ese sencillo concepto de igualdad ante la ley.
La agonizante política exterior de América, no tanto en el concepto de continente, sino ese país septentrional integrado por inmigrantes europeos, africanos, asiáticos y americanos, ha convertido las instituciones públicas en un muladar. En su muladar. Aquí no hay sentimientos que favorezcan al pueblo de Guatemala, no hay manifestaciones altruistas, morales o legales de construir un Estado de Derecho.
No hay ninguna intención de cambiar el sufrimiento y las penalidades de los guatemaltecos. Eso lo ha hecho con éxito la vocación de cada guatemalteco y esa intuición de cada vecino, en cada barrio, aldea, para hacer oídos sordos a la crisis y empeñar sus esfuerzos para vivir sin ser el muladar ni el fin de la cloaca de Occidente. La comisión internacional, sea de la naturaleza que sea, no viene de “países amigos” termino ambiguo, vacío y carente de sentido, sino del marcado interés de que las emociones humanas en sus pueblos de origen permanezcan en la modorra, al dar publicidad al escenarios dantescos de los países emergentes por parte de los agentes de poder de la llamada política exterior.
Los vecinos de Guatemala no debemos ser descuidados en sobredimensionar la escandalosa manifestación de poder de la diplomacia que se expande como hiedra venenosa a través de la coerción interna y externa de los mecanismos de poder. No se puede elaborar un modelo teórico de reforma social sin caer en los presupuestos ideológicos de la guerra fría o de la ingeniería social. Basta con revisar las gacetas constitucionales para ver que la Corte de Constitucionalidad instrumentaliza el lenguaje de la constitución a favor de la crisis del momento y en muchas ocasiones resuelve a contrario sin el menor asomo del concepto occidentalizado y anglosajón de jurisprudencia.
La constitución de 1985 es un instrumento que sustituyó al estatuto fundamental de gobierno y este a su vez al manual para Guatemala dentro del contexto de la guerra fría. Sus reformas debido a la participación del presidente del año 1993 logro la instrumentalización del pueblo para que los diputados de ese año recobraran su capacidad de maniobra frente a los intereses de siempre.
La democracia en Guatemala es de orden representativo y cada diputado representa 80,000 ciudadanos en el lenguaje occidental. La renuncia de la vicepresidente en funciones aceptada por 149 diputados representa a once millones novecientos veinte mil guatemaltecos representados. Esa es democracia para Guatemala.
Por José Miguel Argueta
Querer construir la democracia en Guatemala, un pueblo con raíces folclóricas no-occidentales, rebota en manifestaciones de corte popular que confunden la política con las penas y vicisitudes de los guatemaltecos. La corrupción es un concepto dinámico, incluso carece de connotaciones peyorativas en el contexto filosófico o en la biología natural, no es un concepto estático. Por el contrario la vulnerabilidad de la democracia en Guatemala no tiene modo de sustentarse, sino a través de la fuerza, usando el concepto corrupción, como forma de intervención y al hacerlo se abre más enorme brecha que separa a los guatemaltecos en ese sencillo concepto de igualdad ante la ley.
La agonizante política exterior de América, no tanto en el concepto de continente, sino ese país septentrional integrado por inmigrantes europeos, africanos, asiáticos y americanos, ha convertido las instituciones públicas en un muladar. En su muladar. Aquí no hay sentimientos que favorezcan al pueblo de Guatemala, no hay manifestaciones altruistas, morales o legales de construir un Estado de Derecho.
No hay ninguna intención de cambiar el sufrimiento y las penalidades de los guatemaltecos. Eso lo ha hecho con éxito la vocación de cada guatemalteco y esa intuición de cada vecino, en cada barrio, aldea, para hacer oídos sordos a la crisis y empeñar sus esfuerzos para vivir sin ser el muladar ni el fin de la cloaca de Occidente. La comisión internacional, sea de la naturaleza que sea, no viene de “países amigos” termino ambiguo, vacío y carente de sentido, sino del marcado interés de que las emociones humanas en sus pueblos de origen permanezcan en la modorra, al dar publicidad al escenarios dantescos de los países emergentes por parte de los agentes de poder de la llamada política exterior.
Los vecinos de Guatemala no debemos ser descuidados en sobredimensionar la escandalosa manifestación de poder de la diplomacia que se expande como hiedra venenosa a través de la coerción interna y externa de los mecanismos de poder. No se puede elaborar un modelo teórico de reforma social sin caer en los presupuestos ideológicos de la guerra fría o de la ingeniería social. Basta con revisar las gacetas constitucionales para ver que la Corte de Constitucionalidad instrumentaliza el lenguaje de la constitución a favor de la crisis del momento y en muchas ocasiones resuelve a contrario sin el menor asomo del concepto occidentalizado y anglosajón de jurisprudencia.
La constitución de 1985 es un instrumento que sustituyó al estatuto fundamental de gobierno y este a su vez al manual para Guatemala dentro del contexto de la guerra fría. Sus reformas debido a la participación del presidente del año 1993 logro la instrumentalización del pueblo para que los diputados de ese año recobraran su capacidad de maniobra frente a los intereses de siempre.
La democracia en Guatemala es de orden representativo y cada diputado representa 80,000 ciudadanos en el lenguaje occidental. La renuncia de la vicepresidente en funciones aceptada por 149 diputados representa a once millones novecientos veinte mil guatemaltecos representados. Esa es democracia para Guatemala.