La corrupción en nuestros países parece un mal endémico. Un mal con el que nacemos, crecemos y morimos, algo así como un padecimiento crónico en nuestra vida del cual solo nos toca sortearlo lo mejor posible para que no estorbe en demasía a nuestros fines legítimos.
La corrupción no es particular de un sistema de “izquierdas o derechas” o “de gobiernos civiles o militares”. La corrupción es la consecuencia de sistemas estatistas no importa el espectro ideológico. Mientras se busque a través del gobierno -estado, partido, comité, camaradas o como quiera llamarlo- controlar la vida, la economía y la libertad de los ciudadanos habrá corrupción.
Es por eso que la llamo “corrupción ambidiestra”, ya que no importa si gobiernan “los de izquierda o derecha”. También la llamo “corrupción multifacética” ya que aplica a “gobiernos civiles o militares”. O “corrupción multicultural” ya que sucede lo mismo con “gobiernos indígenas o ladinos”.
La corrupción es la consecuencia de un sistema que intenta controlar hasta el más mínimo detalle el actuar de sus ciudadanos. A mayor control, mayor corrupción. Si a esto le sumamos que además de controlador se convierte en repartidor de privilegios y dádivas, podemos concluir que a mayor control y poder del gobierno, mayor corrupción.
La “corrupción ambidiestra” funciona muy bien en sistemas estatistas que controlan cada vez más la vida de los ciudadanos. Para poder justificar este control le dicen que es por el bien común aunque no le expliquen cómo se determina cuál es y quién lo decide. Además justifican que para poder ejercer ese control son necesarias más leyes con mayor poder discrecional para los burócratas. Y éste es básicamente el camino empedrado a la corrupción.
La corrupción está relacionada con el nivel de pobreza de la población en general o, si quiere verlo de otra manera, con el nivel de riqueza de los burócratas o politiqueros en el poder. A mayor corrupción, menor crecimiento y riqueza de la población. A mayor corrupción, mayor crecimiento de la riqueza de “politiqueros” y amigos de los politiqueros.
Para que haya corrupción –mucha o poca- se necesitan de estos elementos: a) un gobierno benefactor-mercantilista, b) un sistema de leyes engorroso e ineficiente y c) un sistema judicial incapaz de impartir justicia rápida y oportuna.
Cuando me refiero a un gobierno benefactor-mercantilista, hablo de aquellos gobiernos que se encargan supuestamente de velar por el “bienestar de la población” y lo traducen en repartir dádivas con el dinero que les quitan a unos para dárselo a otros –por lo general a sus allegados o partidarios-. Estos gobiernos han tergiversado el significado de bienestar a través de la seguridad por el de clientelar por medio de los programas sociales.
También me refiero a aquellos gobiernos que otorgan privilegios a sus financistas, allegados o parientes que buscan obtener riqueza por medio de la fuerza, ya sea a través de concesiones, licitaciones o adjudicaciones fraudulentas o por leyes que impiden una libre competencia por la preferencia del consumidor.
Si además de un gobierno benefactor-mercantilista tenemos un sistema jurídico donde las leyes son casuísticas, hechas a la medida del grupo de presión o apoyo, la corrupción es aún mayor ya que estas leyes facilitan no sólo la corrupción sino la extorsión de parte de quienes las hacen cumplir en contra de quienes deben cumplirlas.
Pero si además los órganos encargados de vigilar la función pública y el sistema de justicia son ineficientes, con procesos lentos y por ende casi nula la certeza de castigo, se convierte en el paraíso de los corruptos.
La corrupción la podemos combatir si empezamos por quitarle funciones al gobierno como el sistema de retiro, la construcción de infraestructura –autopistas, puertos, aeropuertos- entre otros. Además se deben simplificar las reglas y trámites a cargo del gobierno, establecer pasos de respuesta y en caso de no recibirla se debe considerar como aprobada y por último fortalecer el sistema de control y de justicia.
Es un camino largo pero vale la pena intentarlo.
@Md30
Facebook.com/mda30
La corrupción en nuestros países parece un mal endémico. Un mal con el que nacemos, crecemos y morimos, algo así como un padecimiento crónico en nuestra vida del cual solo nos toca sortearlo lo mejor posible para que no estorbe en demasía a nuestros fines legítimos.
La corrupción no es particular de un sistema de “izquierdas o derechas” o “de gobiernos civiles o militares”. La corrupción es la consecuencia de sistemas estatistas no importa el espectro ideológico. Mientras se busque a través del gobierno -estado, partido, comité, camaradas o como quiera llamarlo- controlar la vida, la economía y la libertad de los ciudadanos habrá corrupción.
Es por eso que la llamo “corrupción ambidiestra”, ya que no importa si gobiernan “los de izquierda o derecha”. También la llamo “corrupción multifacética” ya que aplica a “gobiernos civiles o militares”. O “corrupción multicultural” ya que sucede lo mismo con “gobiernos indígenas o ladinos”.
La corrupción es la consecuencia de un sistema que intenta controlar hasta el más mínimo detalle el actuar de sus ciudadanos. A mayor control, mayor corrupción. Si a esto le sumamos que además de controlador se convierte en repartidor de privilegios y dádivas, podemos concluir que a mayor control y poder del gobierno, mayor corrupción.
La “corrupción ambidiestra” funciona muy bien en sistemas estatistas que controlan cada vez más la vida de los ciudadanos. Para poder justificar este control le dicen que es por el bien común aunque no le expliquen cómo se determina cuál es y quién lo decide. Además justifican que para poder ejercer ese control son necesarias más leyes con mayor poder discrecional para los burócratas. Y éste es básicamente el camino empedrado a la corrupción.
La corrupción está relacionada con el nivel de pobreza de la población en general o, si quiere verlo de otra manera, con el nivel de riqueza de los burócratas o politiqueros en el poder. A mayor corrupción, menor crecimiento y riqueza de la población. A mayor corrupción, mayor crecimiento de la riqueza de “politiqueros” y amigos de los politiqueros.
Para que haya corrupción –mucha o poca- se necesitan de estos elementos: a) un gobierno benefactor-mercantilista, b) un sistema de leyes engorroso e ineficiente y c) un sistema judicial incapaz de impartir justicia rápida y oportuna.
Cuando me refiero a un gobierno benefactor-mercantilista, hablo de aquellos gobiernos que se encargan supuestamente de velar por el “bienestar de la población” y lo traducen en repartir dádivas con el dinero que les quitan a unos para dárselo a otros –por lo general a sus allegados o partidarios-. Estos gobiernos han tergiversado el significado de bienestar a través de la seguridad por el de clientelar por medio de los programas sociales.
También me refiero a aquellos gobiernos que otorgan privilegios a sus financistas, allegados o parientes que buscan obtener riqueza por medio de la fuerza, ya sea a través de concesiones, licitaciones o adjudicaciones fraudulentas o por leyes que impiden una libre competencia por la preferencia del consumidor.
Si además de un gobierno benefactor-mercantilista tenemos un sistema jurídico donde las leyes son casuísticas, hechas a la medida del grupo de presión o apoyo, la corrupción es aún mayor ya que estas leyes facilitan no sólo la corrupción sino la extorsión de parte de quienes las hacen cumplir en contra de quienes deben cumplirlas.
Pero si además los órganos encargados de vigilar la función pública y el sistema de justicia son ineficientes, con procesos lentos y por ende casi nula la certeza de castigo, se convierte en el paraíso de los corruptos.
La corrupción la podemos combatir si empezamos por quitarle funciones al gobierno como el sistema de retiro, la construcción de infraestructura –autopistas, puertos, aeropuertos- entre otros. Además se deben simplificar las reglas y trámites a cargo del gobierno, establecer pasos de respuesta y en caso de no recibirla se debe considerar como aprobada y por último fortalecer el sistema de control y de justicia.
Es un camino largo pero vale la pena intentarlo.
@Md30
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