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Objetivismo: la ética objetivista

Redacción
28 de octubre, 2015

Vimos que las necesidades del organismo vivo determinan que necesita valorar aquello que fomenta su vida. El propósito del organismo vivo, entonces, es mantenerse con vida. Para el humano, esto significa vivir una buena vida, una vida placentera, de bienandanza, una vida feliz. Esto es lo que determina que es bueno y que es malo para el organismo. Bueno es lo que favorece la vida del organismo. Malo es lo que desfavorece o perjudica la vida del organismo.

Recordemos que un valor es aquello que uno actúa para tener y/o conservar por considerar que sirve para satisfacer los propios fines. Valuar es una actividad deliberativa racional o irracional (por qué) ínter conexa entre el sujeto (para quien), el objeto y sus atributos (lo que es y lo que puede hacer), y el propósito (para qué). Como depende de estas cuatro variables, la valoración siempre será personal y contextual. El valor que uno otorga a una cosa representa una reflexión sobre cierto estado de cosas y su relación entre los propósitos o deseos de la persona que considera y los atributos del objeto en cuestión. El que el juicio de quien valora pueda ser verdadero o no, depende en que haya identificado bien o no la realidad. Razonar, es la actividad mental que consiste en identificar e integrar el material proveído por los sentidos del hombre, es una actividad que el hombre debe hacer por elección. Pensar bien no es una función automática y el hombre es libre de pensar o no. El método que utiliza para razonar correctamente, para identificar, es la aplicación de los principios de la lógica, siendo esta, la ciencia que estudia los principios generales del pensamiento sobre las cosas, siendo estos principios la Ley de Identidad, la Ley de Contradicción y la Ley del Tercio Excluso.

Valor y bueno no son lo mismo. El valor es la cosa elegida o querida según un criterio de valor, mientras que el bien para cada ser vivo es lo que asegura su existencia. Lo malo es lo que perjudica al ser y/o destruye su existencia. La confusión se da debido a que la existencia del ser vivo está condicionada a valorar y por lo tanto a perseguir aquello que beneficie su vida y en repudiar aquello que la amenace. El descubrir cuáles son aquellos valores que benefician su vida requiere del individuo una valoración racional. Para desearla, tiene que identificar la capacidad circunstancial de la cosa considerada para beneficiar su vida. Un error podría ser fatal. Las sensaciones de placer y tranquilidad son la consecuencia de elegir adecuadamente y conseguir o conservar lo elegido. Las sensaciones de dolor y tribulación son la consecuencia de una elección errónea y de haber conseguido lo elegido. De ahí la importancia de descubrir y practicar aquellas acciones cuyas consecuencias nos brinden una vida placentera.

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La razón es un atributo del individuo. No hay tal cosa como una mente colectiva o un cerebro colectivo. El pensamiento es un proceso que debe ser iniciado y dirigido paso a paso por la elección de un solo hombre, el pensador. Solamente el pensador, como individuo puede percibir, abstraer, definir y conectar. Sólo él puede descubrir y valorar lo que le es de provecho y actuar para conseguirlo. Aquello que valora porque fomenta su vida es un valor objetivo. Los valores objetivos son aquellos que son moralmente buenos, como un aspecto de la realidad en relación al hombre.

Una buena acción es aquella cuyas consecuencias benefician la vida del agente, y una mala acción es aquella cuyas consecuencias la perjudican. La repetición de una misma acción forma el hábito. La conducta habitual le hace más eficiente y por lo tanto le facilita al individuo alcanzar aquellas cosas que son el propósito de sus acciones. La virtud es el hábito de obrar bien, es decir, es la acción habitual que le permite al agente conseguir y/o conservar los valores que benefician su vida. El vicio es el hábito de obrar mal, es decir, es la acción habitual que le permite al agente conseguir y/o conservar aquello que perjudica y destruye su vida.

Si el individuo valora su vida, entonces debe poder identificar aquellas cosas que lo benefician, por lo que le es necesario razonar correcta y eficientemente. Luego su virtud principal y de donde se originan todas sus demás virtudes es la racionalidad.

De ésta se derivan la honestidad, que es el rechazo a lo irreal, no fingir que las cosas son distintas de cómo son; la independencia, que es el hábito de estar orientado hacia la realidad y no hacia lo que dicen otros hombres, de formar uno sus propios juicios y de vivir del trabajo propio; la integridad, que es lealtad a principios racionales y por lo tanto no sacrificar las propias convicciones; la justicia, que es la virtud de juzgar objetivamente el carácter y la conducta de un individuo, y actuar de acuerdo a dicho juicio, dándole aquello que se merece.

Para vivir, el humano necesita de bienes materiales, bienes que no se encuentran en la naturaleza. La riqueza no es natural, sino que artificial. Es obra del hombre, es el resultado de actos deliberados del ser humano. La riqueza hay que crearla, producirla. Las casas, los vestidos, las hamburguesas, los libros, los televisores de plasma, las computadoras, los teléfonos celulares, etc., no crecen en los árboles. Uno no puede simplemente ir al árbol de computadoras y arrancar la personal que uno desea. Por lo tanto el hábito de aplicar la racionalidad a la adaptación de la naturaleza para uso humano, de crear bienes demandados, valores materiales, ya sean bienes o servicios, es decir, de crear riqueza, es la virtud cardinal de la productividad.

De ésta se derivan la creatividad, que es es el hábito de buscar soluciones nuevas, de explorar nuevas posibilidades, de visualizar nuevos modelos, y así producir nuevas ideas, formas de hacer o cosas con el propósito de mejorar las condiciones iniciales, de inventar; la laboriosidad, que es el hábito de ocuparse siempre en algo útil y no perder el tiempo; la ambición, que es aplicar la virtud de la racionalidad al proceso de conseguir lo mejor para uno, empleando lo mejor de uno, para mejorar uno su calidad de vida creando valores materiales; la determinación, que es el hábito de resolver lo que se debe hacer y hacerlo; y la benevolencia, que es la buena voluntad hacia los otros por mérito, es la aplicación de la virtud de la racionalidad a conseguir los valores que se derivan de la vida con otras personas en sociedad, al tratarlas como socios de negocios potenciales, reconociendo su humanidad, independencia, e individualidad, y la armonía entre sus intereses y los propios.

Pero para vivir, el humano debe primero querer vivir. Debe estar convencido de que merece vivir y de que es apto para vivir. Pero como uno no nace con las habilidades que necesita para tener éxito en sus proyectos de vida, debe trabajar para convertirse en el humano que considera debe ser. El hábito de adquirir y crear los valores de carácter que lo hacen a uno merecedor de florecer, por sentirse digno de vivir y tenerse uno gran estima, de no permitirse ser menos que excelente, exigirse ser lleno de virtudes, perfeccionarse y no cometer actos vergonzosos; nunca aceptar una culpa inmerecida y si se merece alguna, nunca dejar sin corregir los agravios y errores cometidos, de desear ser lo que uno mismo aprueba en otros hombres, y sobre todo de no permitir ser tratado como menos que persona, no aceptar el papel de animal de sacrificio, ni el de esclavo u objeto, es la virtud cardinal del orgullo.

De éste se derivan la perseverancia, que es el hábito de la persistencia y dedicación en el proceso de buscar conseguir un fin; la responsabilidad, que es el hábito de honrar la obligación elegida; la confiabilidad, que es el hábito de proyectar hacia los demás la seguridad de que uno honrará la obligación asumida, lo que les permite a los demás contar con uno; la honradez, que es el hábito de no defraudar, de aplicar la racionalidad, la honestidad y la justicia a evitar perjuicios a terceros de modo deliberado; la sinceridad, que es el hábito de no fingir con lo que se dice algo que no se piensa, en no contradecir lo que se dice con los actos; la limpieza, que es el hábito de mejorar la salud, conservarla y prevenir enfermedades e infecciones, y favorecer la convivencia en sociedad; y el fortalecimiento, que es el hábito de ejercitar el cuerpo para hacerlo fuerte, vigoroso y saludable.

Las tres virtudes cardinales, la racionalidad, la productividad y el orgullo, son los hábitos que consiguen y conservan tres meta- valores fundamentales del hombre: la razón, el propósito y la autoestima. La razón es un valor objetivo porque es el instrumento para identificar lo que es ventajoso y lo que es desventajoso para uno. El propósito es un valor objetivo porque es el fin primordial que sirve de referencia para establecer la importancia que una persona le asigna a otras cosas, permitiéndole priorizar distintas metas. Y la autoestima es un valor objetivo porque es la suma integrada de auto confianza y auto respeto, la convicción de que uno es competente para vivir y que merece vivir.

El valor último que alcanza y conserva la vida virtuosa es el florecimiento o vida feliz. Florecer es prosperar, es vivir en buena condición, es funcionar en forma que uno mejora su perspectiva de supervivencia. Por “felicidad”, Rand se refiere al componente emotivo del florecimiento. El florecimiento es la actividad que una persona hace, y el sentimiento que da esa actividad promotora de vida es la felicidad.

Objetivismo: la ética objetivista

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28 de octubre, 2015

Vimos que las necesidades del organismo vivo determinan que necesita valorar aquello que fomenta su vida. El propósito del organismo vivo, entonces, es mantenerse con vida. Para el humano, esto significa vivir una buena vida, una vida placentera, de bienandanza, una vida feliz. Esto es lo que determina que es bueno y que es malo para el organismo. Bueno es lo que favorece la vida del organismo. Malo es lo que desfavorece o perjudica la vida del organismo.

Recordemos que un valor es aquello que uno actúa para tener y/o conservar por considerar que sirve para satisfacer los propios fines. Valuar es una actividad deliberativa racional o irracional (por qué) ínter conexa entre el sujeto (para quien), el objeto y sus atributos (lo que es y lo que puede hacer), y el propósito (para qué). Como depende de estas cuatro variables, la valoración siempre será personal y contextual. El valor que uno otorga a una cosa representa una reflexión sobre cierto estado de cosas y su relación entre los propósitos o deseos de la persona que considera y los atributos del objeto en cuestión. El que el juicio de quien valora pueda ser verdadero o no, depende en que haya identificado bien o no la realidad. Razonar, es la actividad mental que consiste en identificar e integrar el material proveído por los sentidos del hombre, es una actividad que el hombre debe hacer por elección. Pensar bien no es una función automática y el hombre es libre de pensar o no. El método que utiliza para razonar correctamente, para identificar, es la aplicación de los principios de la lógica, siendo esta, la ciencia que estudia los principios generales del pensamiento sobre las cosas, siendo estos principios la Ley de Identidad, la Ley de Contradicción y la Ley del Tercio Excluso.

Valor y bueno no son lo mismo. El valor es la cosa elegida o querida según un criterio de valor, mientras que el bien para cada ser vivo es lo que asegura su existencia. Lo malo es lo que perjudica al ser y/o destruye su existencia. La confusión se da debido a que la existencia del ser vivo está condicionada a valorar y por lo tanto a perseguir aquello que beneficie su vida y en repudiar aquello que la amenace. El descubrir cuáles son aquellos valores que benefician su vida requiere del individuo una valoración racional. Para desearla, tiene que identificar la capacidad circunstancial de la cosa considerada para beneficiar su vida. Un error podría ser fatal. Las sensaciones de placer y tranquilidad son la consecuencia de elegir adecuadamente y conseguir o conservar lo elegido. Las sensaciones de dolor y tribulación son la consecuencia de una elección errónea y de haber conseguido lo elegido. De ahí la importancia de descubrir y practicar aquellas acciones cuyas consecuencias nos brinden una vida placentera.

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La razón es un atributo del individuo. No hay tal cosa como una mente colectiva o un cerebro colectivo. El pensamiento es un proceso que debe ser iniciado y dirigido paso a paso por la elección de un solo hombre, el pensador. Solamente el pensador, como individuo puede percibir, abstraer, definir y conectar. Sólo él puede descubrir y valorar lo que le es de provecho y actuar para conseguirlo. Aquello que valora porque fomenta su vida es un valor objetivo. Los valores objetivos son aquellos que son moralmente buenos, como un aspecto de la realidad en relación al hombre.

Una buena acción es aquella cuyas consecuencias benefician la vida del agente, y una mala acción es aquella cuyas consecuencias la perjudican. La repetición de una misma acción forma el hábito. La conducta habitual le hace más eficiente y por lo tanto le facilita al individuo alcanzar aquellas cosas que son el propósito de sus acciones. La virtud es el hábito de obrar bien, es decir, es la acción habitual que le permite al agente conseguir y/o conservar los valores que benefician su vida. El vicio es el hábito de obrar mal, es decir, es la acción habitual que le permite al agente conseguir y/o conservar aquello que perjudica y destruye su vida.

Si el individuo valora su vida, entonces debe poder identificar aquellas cosas que lo benefician, por lo que le es necesario razonar correcta y eficientemente. Luego su virtud principal y de donde se originan todas sus demás virtudes es la racionalidad.

De ésta se derivan la honestidad, que es el rechazo a lo irreal, no fingir que las cosas son distintas de cómo son; la independencia, que es el hábito de estar orientado hacia la realidad y no hacia lo que dicen otros hombres, de formar uno sus propios juicios y de vivir del trabajo propio; la integridad, que es lealtad a principios racionales y por lo tanto no sacrificar las propias convicciones; la justicia, que es la virtud de juzgar objetivamente el carácter y la conducta de un individuo, y actuar de acuerdo a dicho juicio, dándole aquello que se merece.

Para vivir, el humano necesita de bienes materiales, bienes que no se encuentran en la naturaleza. La riqueza no es natural, sino que artificial. Es obra del hombre, es el resultado de actos deliberados del ser humano. La riqueza hay que crearla, producirla. Las casas, los vestidos, las hamburguesas, los libros, los televisores de plasma, las computadoras, los teléfonos celulares, etc., no crecen en los árboles. Uno no puede simplemente ir al árbol de computadoras y arrancar la personal que uno desea. Por lo tanto el hábito de aplicar la racionalidad a la adaptación de la naturaleza para uso humano, de crear bienes demandados, valores materiales, ya sean bienes o servicios, es decir, de crear riqueza, es la virtud cardinal de la productividad.

De ésta se derivan la creatividad, que es es el hábito de buscar soluciones nuevas, de explorar nuevas posibilidades, de visualizar nuevos modelos, y así producir nuevas ideas, formas de hacer o cosas con el propósito de mejorar las condiciones iniciales, de inventar; la laboriosidad, que es el hábito de ocuparse siempre en algo útil y no perder el tiempo; la ambición, que es aplicar la virtud de la racionalidad al proceso de conseguir lo mejor para uno, empleando lo mejor de uno, para mejorar uno su calidad de vida creando valores materiales; la determinación, que es el hábito de resolver lo que se debe hacer y hacerlo; y la benevolencia, que es la buena voluntad hacia los otros por mérito, es la aplicación de la virtud de la racionalidad a conseguir los valores que se derivan de la vida con otras personas en sociedad, al tratarlas como socios de negocios potenciales, reconociendo su humanidad, independencia, e individualidad, y la armonía entre sus intereses y los propios.

Pero para vivir, el humano debe primero querer vivir. Debe estar convencido de que merece vivir y de que es apto para vivir. Pero como uno no nace con las habilidades que necesita para tener éxito en sus proyectos de vida, debe trabajar para convertirse en el humano que considera debe ser. El hábito de adquirir y crear los valores de carácter que lo hacen a uno merecedor de florecer, por sentirse digno de vivir y tenerse uno gran estima, de no permitirse ser menos que excelente, exigirse ser lleno de virtudes, perfeccionarse y no cometer actos vergonzosos; nunca aceptar una culpa inmerecida y si se merece alguna, nunca dejar sin corregir los agravios y errores cometidos, de desear ser lo que uno mismo aprueba en otros hombres, y sobre todo de no permitir ser tratado como menos que persona, no aceptar el papel de animal de sacrificio, ni el de esclavo u objeto, es la virtud cardinal del orgullo.

De éste se derivan la perseverancia, que es el hábito de la persistencia y dedicación en el proceso de buscar conseguir un fin; la responsabilidad, que es el hábito de honrar la obligación elegida; la confiabilidad, que es el hábito de proyectar hacia los demás la seguridad de que uno honrará la obligación asumida, lo que les permite a los demás contar con uno; la honradez, que es el hábito de no defraudar, de aplicar la racionalidad, la honestidad y la justicia a evitar perjuicios a terceros de modo deliberado; la sinceridad, que es el hábito de no fingir con lo que se dice algo que no se piensa, en no contradecir lo que se dice con los actos; la limpieza, que es el hábito de mejorar la salud, conservarla y prevenir enfermedades e infecciones, y favorecer la convivencia en sociedad; y el fortalecimiento, que es el hábito de ejercitar el cuerpo para hacerlo fuerte, vigoroso y saludable.

Las tres virtudes cardinales, la racionalidad, la productividad y el orgullo, son los hábitos que consiguen y conservan tres meta- valores fundamentales del hombre: la razón, el propósito y la autoestima. La razón es un valor objetivo porque es el instrumento para identificar lo que es ventajoso y lo que es desventajoso para uno. El propósito es un valor objetivo porque es el fin primordial que sirve de referencia para establecer la importancia que una persona le asigna a otras cosas, permitiéndole priorizar distintas metas. Y la autoestima es un valor objetivo porque es la suma integrada de auto confianza y auto respeto, la convicción de que uno es competente para vivir y que merece vivir.

El valor último que alcanza y conserva la vida virtuosa es el florecimiento o vida feliz. Florecer es prosperar, es vivir en buena condición, es funcionar en forma que uno mejora su perspectiva de supervivencia. Por “felicidad”, Rand se refiere al componente emotivo del florecimiento. El florecimiento es la actividad que una persona hace, y el sentimiento que da esa actividad promotora de vida es la felicidad.

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