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Moraleja: El sapo y el alacrán

Redacción
27 de octubre, 2015

Si recuerdo bien la historia, la cual se le atribuye a Esopo, pero no estoy seguro que él sea el autor, cuenta de un alacrán que quería pasar de un lado del río hacia el otro. Para lograr su objetivo, el cual no podía cumplir por él solo decidió convencer al sapo para que sobre el lomo de éste lo llevase de un lado del río al otro.

El sapo, en su primera reacción, dijo que no porque el alacrán iba a aguijonearlo a medio río. El alacrán replicó que no, que cómo se le ocurría eso al sapo, que el alacrán era decente, honrado, impecable, impoluto, que no era “ni corrupto, ni ladrón.”

“Aguijonear” está en tu naturaleza como en la naturaleza de cada alacrán, respondió el sapo.

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El alacrán, más listo que bonito, cuestionó la lógica del sapo diciéndole que eso no era posible, que cómo se le ocurría semejante tontería, que si él aguijoneaba a su “transporte” que los dos se ahogarían, y que él “honrado” alacrán era el más interesado en que al sapo no le pasara nada.

El Jimmy, digo el sapo, en su todavía más suprema ingenuidad pensó que el argumento del alacrán era lógico, y decidió llevarse a la rosca, digo al alacrán sobre su lomo de un lado del río al otro.

A medio río iban cuando la rosca, digo el alacrán decidió aguijonear al Jimmy, digo al sapo, quien con el potente veneno del alacrán sólo alcanzó aliento para decirle “y no que no pues vos alacrán,” y el alacrán sonriente le respondió, “vos Jimmy, digo vos sapo lo dijiste, está en mi naturaleza aguijonear.”

Y flotando sobre el agua el sapo murió con el alacrán sobre su lomo.

Los sapos cuando se mueren se inflan y flotan en el agua y esto fue aprovechado para el alacrán para alcanzar el otro lado del rio, dejando tirado el cuerpo del sapo para que las hormigas y zompopos se lo comieran.

Las roscas hacen precisamente lo que hizo el alacrán: buscan un sapo útil para lograr sus objetivos y cuando éste ya no sirve a sus intereses lo aguijonean y lo dejan muerto, mientras ellos lograron pasar de un lado hacia otro del metafórico río.

Así son las roscas.

No hay feria sin ellas. No hay presidente sin ellas. Son las ya famosas pero malditas roscas que encierran al presidente, sobre todo recién electo como en el caso de Jimmy, y le pintan realidades de arco iris, mundos de Disney, escenarios apocalípticos y edénicos según le convenga a la rosca, y, en breve, falsean la realidad al neneco.

El tal Jimmy las tiene desde hacer ratos. Son visibles algunas, otras invisibles, y dan la cara conforme sus intereses se vean afectados. Las roscas aparte de inevitables son dañinas. De hecho, parecen ser una enfermedad congénita que invade todo el organismo del “presidente electo” el día que gana las elecciones, lo usan lo más rápido posible, y luego lo desechan.

Son venenosas. Son caníbales. Son antropófagas. Son ponzoñosas. Son, al final, roscas.

Y de esas, ha sido mi advertencia, debe cuidarse el tal Jimmy ahora electo presidente. Las roscas vienen son sus propios puñalitos, cuchillitos, pistolitas y todos los instrumentos necesarios para hacer daño al “sapo.”

Escribiré de ahora en adelante en “moralejas” para ver si así el “sapo-Jimmy” entiende las enseñanzas.

Sólo veo alacranes alrededor del tal Jimmy. No veo gente pensante, no veo mérito, no veo inteligencia, no veo racionalidad, no veo capacidad. Todo eso lo tendrá que salir a buscar a otros lugares, y de una vez que se compre un insecticida poderoso para echarle “fleet” a todos los alacranes que tiene alrededor.

Es cierto, “el diablo antes de ser diablo fue un ángel de luz, y Judas antes de ser traidor fue discípulo.” Si el muñeco no entiende los signos de los tiempos escritos sobre la pared, entonces nada entenderá. Ni las moralejas.

Estuardo Zapeta

[email protected]

Moraleja: El sapo y el alacrán

Redacción
27 de octubre, 2015

Si recuerdo bien la historia, la cual se le atribuye a Esopo, pero no estoy seguro que él sea el autor, cuenta de un alacrán que quería pasar de un lado del río hacia el otro. Para lograr su objetivo, el cual no podía cumplir por él solo decidió convencer al sapo para que sobre el lomo de éste lo llevase de un lado del río al otro.

El sapo, en su primera reacción, dijo que no porque el alacrán iba a aguijonearlo a medio río. El alacrán replicó que no, que cómo se le ocurría eso al sapo, que el alacrán era decente, honrado, impecable, impoluto, que no era “ni corrupto, ni ladrón.”

“Aguijonear” está en tu naturaleza como en la naturaleza de cada alacrán, respondió el sapo.

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El alacrán, más listo que bonito, cuestionó la lógica del sapo diciéndole que eso no era posible, que cómo se le ocurría semejante tontería, que si él aguijoneaba a su “transporte” que los dos se ahogarían, y que él “honrado” alacrán era el más interesado en que al sapo no le pasara nada.

El Jimmy, digo el sapo, en su todavía más suprema ingenuidad pensó que el argumento del alacrán era lógico, y decidió llevarse a la rosca, digo al alacrán sobre su lomo de un lado del río al otro.

A medio río iban cuando la rosca, digo el alacrán decidió aguijonear al Jimmy, digo al sapo, quien con el potente veneno del alacrán sólo alcanzó aliento para decirle “y no que no pues vos alacrán,” y el alacrán sonriente le respondió, “vos Jimmy, digo vos sapo lo dijiste, está en mi naturaleza aguijonear.”

Y flotando sobre el agua el sapo murió con el alacrán sobre su lomo.

Los sapos cuando se mueren se inflan y flotan en el agua y esto fue aprovechado para el alacrán para alcanzar el otro lado del rio, dejando tirado el cuerpo del sapo para que las hormigas y zompopos se lo comieran.

Las roscas hacen precisamente lo que hizo el alacrán: buscan un sapo útil para lograr sus objetivos y cuando éste ya no sirve a sus intereses lo aguijonean y lo dejan muerto, mientras ellos lograron pasar de un lado hacia otro del metafórico río.

Así son las roscas.

No hay feria sin ellas. No hay presidente sin ellas. Son las ya famosas pero malditas roscas que encierran al presidente, sobre todo recién electo como en el caso de Jimmy, y le pintan realidades de arco iris, mundos de Disney, escenarios apocalípticos y edénicos según le convenga a la rosca, y, en breve, falsean la realidad al neneco.

El tal Jimmy las tiene desde hacer ratos. Son visibles algunas, otras invisibles, y dan la cara conforme sus intereses se vean afectados. Las roscas aparte de inevitables son dañinas. De hecho, parecen ser una enfermedad congénita que invade todo el organismo del “presidente electo” el día que gana las elecciones, lo usan lo más rápido posible, y luego lo desechan.

Son venenosas. Son caníbales. Son antropófagas. Son ponzoñosas. Son, al final, roscas.

Y de esas, ha sido mi advertencia, debe cuidarse el tal Jimmy ahora electo presidente. Las roscas vienen son sus propios puñalitos, cuchillitos, pistolitas y todos los instrumentos necesarios para hacer daño al “sapo.”

Escribiré de ahora en adelante en “moralejas” para ver si así el “sapo-Jimmy” entiende las enseñanzas.

Sólo veo alacranes alrededor del tal Jimmy. No veo gente pensante, no veo mérito, no veo inteligencia, no veo racionalidad, no veo capacidad. Todo eso lo tendrá que salir a buscar a otros lugares, y de una vez que se compre un insecticida poderoso para echarle “fleet” a todos los alacranes que tiene alrededor.

Es cierto, “el diablo antes de ser diablo fue un ángel de luz, y Judas antes de ser traidor fue discípulo.” Si el muñeco no entiende los signos de los tiempos escritos sobre la pared, entonces nada entenderá. Ni las moralejas.

Estuardo Zapeta

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