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Los talleres semestrales alcanzan un 98% de participación con más de 800 formadores, asegurando aprendizaje constante y práctico. Este modelo permite que los colaboradores incorporen la ética en sus tareas cotidianas. La “agenda ética” se materializa en reuniones, mensajes internos y espacios visibles en oficinas, garantizando que la integridad se repita y refuerce como parte del ambiente laboral diario.
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Los canales de denuncia abiertos permiten identificar brechas y mejorar procesos. Son un recurso clave para ajustar políticas, responder a inconductas y asegurar que las fallas se atiendan con transparencia y oportunidad.
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Arnulfo Pino, director ejecutivo de AENOR, recuerda que “más allá del cumplimiento, lo fundamental es el cambio estructural en prácticas y cultura interna”, señalando que la certificación internacional es un marco, pero no un fin.
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La formación debe alcanzar a todos los niveles, desde la alta dirección hasta los colaboradores. Solo así los valores se convierten en principios compartidos y no en simples discursos corporativos.
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CMI ha creado comités locales en cada país y un comité central que analiza casos con nombres ficticios. Esto asegura imparcialidad y protege identidades hasta que se adopten medidas firmes.
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Este enfoque permite que las sanciones se apliquen con objetividad, sin importar jerarquías. Se refuerza así la idea de que la ética es un valor no negociable en la cultura corporativa. La interconexión entre empresas también contribuye a compartir experiencias y fortalecer una cultura de prevención. En este sentido, la ética se proyecta como un activo colectivo para la región.
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AENOR promueve la adopción de normas como ISO 37001, ISO 37301 y UNE 19601, que ofrecen marcos verificables para implementar programas sólidos de compliance y gestión de riesgos éticos.
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La práctica diaria fortalece reputación y competitividad, generando confianza en clientes y socios. Este enfoque convierte la ética en una estrategia empresarial y no en un simple requisito formal.
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La colaboración entre CMI, WCA y AENOR asegura que los valores se traduzcan en acciones concretas. La constancia en talleres, sanciones firmes y liderazgo coherente sostienen esta transformación. Según De la Torre, “la práctica constante, la corrección firme y la coherencia son esenciales para que el compliance funcione más allá de la teoría”.
- La combinación de liderazgo coherente, formación continua y sistemas claros de seguimiento asegura que los valores se vivan y refuercen en toda la organización. En un contexto donde la confianza es un bien escaso, la ética empresarial se consolida como un verdadero motor silencioso del desarrollo.
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Los talleres semestrales alcanzan un 98% de participación con más de 800 formadores, asegurando aprendizaje constante y práctico. Este modelo permite que los colaboradores incorporen la ética en sus tareas cotidianas. La “agenda ética” se materializa en reuniones, mensajes internos y espacios visibles en oficinas, garantizando que la integridad se repita y refuerce como parte del ambiente laboral diario.
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Los canales de denuncia abiertos permiten identificar brechas y mejorar procesos. Son un recurso clave para ajustar políticas, responder a inconductas y asegurar que las fallas se atiendan con transparencia y oportunidad.
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Arnulfo Pino, director ejecutivo de AENOR, recuerda que “más allá del cumplimiento, lo fundamental es el cambio estructural en prácticas y cultura interna”, señalando que la certificación internacional es un marco, pero no un fin.
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La formación debe alcanzar a todos los niveles, desde la alta dirección hasta los colaboradores. Solo así los valores se convierten en principios compartidos y no en simples discursos corporativos.
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CMI ha creado comités locales en cada país y un comité central que analiza casos con nombres ficticios. Esto asegura imparcialidad y protege identidades hasta que se adopten medidas firmes.
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Este enfoque permite que las sanciones se apliquen con objetividad, sin importar jerarquías. Se refuerza así la idea de que la ética es un valor no negociable en la cultura corporativa. La interconexión entre empresas también contribuye a compartir experiencias y fortalecer una cultura de prevención. En este sentido, la ética se proyecta como un activo colectivo para la región.
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AENOR promueve la adopción de normas como ISO 37001, ISO 37301 y UNE 19601, que ofrecen marcos verificables para implementar programas sólidos de compliance y gestión de riesgos éticos.
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La práctica diaria fortalece reputación y competitividad, generando confianza en clientes y socios. Este enfoque convierte la ética en una estrategia empresarial y no en un simple requisito formal.
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La colaboración entre CMI, WCA y AENOR asegura que los valores se traduzcan en acciones concretas. La constancia en talleres, sanciones firmes y liderazgo coherente sostienen esta transformación. Según De la Torre, “la práctica constante, la corrección firme y la coherencia son esenciales para que el compliance funcione más allá de la teoría”.
- La combinación de liderazgo coherente, formación continua y sistemas claros de seguimiento asegura que los valores se vivan y refuercen en toda la organización. En un contexto donde la confianza es un bien escaso, la ética empresarial se consolida como un verdadero motor silencioso del desarrollo.