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Más humanos, más ideas: la paradoja de la abundancia

Marian Tupy, coautor del libro "Superabundance"; investigador senior en el Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Instituto Cato
Alicia Utrera
29 de octubre, 2025

Marian Tupy, investigador senior en el Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Instituto Cato en el marco del República Summit 2025: Libertad que transforma: mujer, empresa y familia, defendió una idea contraintuitiva: que el crecimiento de la población no empobrece al mundo, sino que lo enriquece. Su tesis —respaldada en el Superabundance, del cual es coautor— afirma que cada nuevo ser humano es una fuente potencial de innovación, libertad y prosperidad.

Por qué importa. El debate sobre si el planeta soportará a más personas ha sido recurrente desde Malthus. Tupy argumenta que los temores al agotamiento de recursos no solo fueron falsos, sino que la humanidad vive hoy su era más abundante.

  • Desde el siglo XIX, los pronósticos de escasez fracasaron. “Nunca nos hemos comido unos a otros”, señala Tupy al mostrar un cartel apocalíptico de los años 70.

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  • Las hambrunas naturales prácticamente han desaparecido: la producción global de alimentos creció más rápido que la población.

  • Lo que antes era símbolo de carencia —como el pan o el aceite— hoy es ejemplo de elección: múltiples calidades, precios y orígenes.

.

Datos clave. El concepto central de Superabundance es el “precio del tiempo”: cuánto trabajo requiere comprar algo. Al medir así la abundancia, la evidencia muestra un progreso constante, incluso durante la globalización.

  • Entre 1980 y 2018, los precios de tiempo de 50 bienes globales cayeron 82 %. El trabajo rinde más y compra más.

  • Un trabajador estadounidense necesitaba 4.6 minutos para pagar un pan en 1980; hoy, solo 3.8 minutos.

  • “Mientras los precios bajan y los salarios suben, la vida mejora”, explica Tupy, destacando que el bienestar crece cuando la libertad económica se expande.

Entre líneas. El verdadero motor de la abundancia, según el investigador, no es la materia prima sino la mente humana. Cada persona adicional amplía la posibilidad de que surja una idea que multiplique los recursos disponibles.

  • La innovación convierte lo inútil en útil: del gas natural desperdiciado al fertilizante que alimenta a millones.

  • La eficiencia y la desmaterialización —como los teléfonos que sustituyen decenas de objetos físicos— reducen el uso de recursos sin frenar el crecimiento.

  • “El número de átomos importa poco. Lo que importa es cómo los reorganizamos con inteligencia”, señala.

.

Lo que sigue.  El desafío ya no es la sobrepoblación, sino el riesgo de que el mundo se quede sin gente. Para Tupy, menos nacimientos implican menos ideas y menor prosperidad.

  • La tasa global de fertilidad bajó de casi 5 hijos por mujer en 1968 a 2.2 hoy, y podría caer por debajo del nivel de reemplazo en 2050.

  • Sin libertad y sin nuevas generaciones, el progreso se detiene. “Más personas y más libertad son la fórmula de la superabundancia”, concluye.

  • La prosperidad futura, advierte, dependerá de un cambio cultural: volver a ver a los hijos como una bendición y no como una carga para el planeta.

Más humanos, más ideas: la paradoja de la abundancia

Marian Tupy, coautor del libro "Superabundance"; investigador senior en el Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Instituto Cato
Alicia Utrera
29 de octubre, 2025

Marian Tupy, investigador senior en el Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Instituto Cato en el marco del República Summit 2025: Libertad que transforma: mujer, empresa y familia, defendió una idea contraintuitiva: que el crecimiento de la población no empobrece al mundo, sino que lo enriquece. Su tesis —respaldada en el Superabundance, del cual es coautor— afirma que cada nuevo ser humano es una fuente potencial de innovación, libertad y prosperidad.

Por qué importa. El debate sobre si el planeta soportará a más personas ha sido recurrente desde Malthus. Tupy argumenta que los temores al agotamiento de recursos no solo fueron falsos, sino que la humanidad vive hoy su era más abundante.

  • Desde el siglo XIX, los pronósticos de escasez fracasaron. “Nunca nos hemos comido unos a otros”, señala Tupy al mostrar un cartel apocalíptico de los años 70.

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  • Las hambrunas naturales prácticamente han desaparecido: la producción global de alimentos creció más rápido que la población.

  • Lo que antes era símbolo de carencia —como el pan o el aceite— hoy es ejemplo de elección: múltiples calidades, precios y orígenes.

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Datos clave. El concepto central de Superabundance es el “precio del tiempo”: cuánto trabajo requiere comprar algo. Al medir así la abundancia, la evidencia muestra un progreso constante, incluso durante la globalización.

  • Entre 1980 y 2018, los precios de tiempo de 50 bienes globales cayeron 82 %. El trabajo rinde más y compra más.

  • Un trabajador estadounidense necesitaba 4.6 minutos para pagar un pan en 1980; hoy, solo 3.8 minutos.

  • “Mientras los precios bajan y los salarios suben, la vida mejora”, explica Tupy, destacando que el bienestar crece cuando la libertad económica se expande.

Entre líneas. El verdadero motor de la abundancia, según el investigador, no es la materia prima sino la mente humana. Cada persona adicional amplía la posibilidad de que surja una idea que multiplique los recursos disponibles.

  • La innovación convierte lo inútil en útil: del gas natural desperdiciado al fertilizante que alimenta a millones.

  • La eficiencia y la desmaterialización —como los teléfonos que sustituyen decenas de objetos físicos— reducen el uso de recursos sin frenar el crecimiento.

  • “El número de átomos importa poco. Lo que importa es cómo los reorganizamos con inteligencia”, señala.

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Lo que sigue.  El desafío ya no es la sobrepoblación, sino el riesgo de que el mundo se quede sin gente. Para Tupy, menos nacimientos implican menos ideas y menor prosperidad.

  • La tasa global de fertilidad bajó de casi 5 hijos por mujer en 1968 a 2.2 hoy, y podría caer por debajo del nivel de reemplazo en 2050.

  • Sin libertad y sin nuevas generaciones, el progreso se detiene. “Más personas y más libertad son la fórmula de la superabundancia”, concluye.

  • La prosperidad futura, advierte, dependerá de un cambio cultural: volver a ver a los hijos como una bendición y no como una carga para el planeta.

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