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La broma que no da risa: el puente de GTQ19.5 millones que nunca se construyó

.
Glenda Sanchez
28 de diciembre, 2025

Decir que el puente El Túnico, en El Estor, Izabal, “ya está construido” suena a una broma propia del Día de los Santos Inocentes. Pero no lo fue. En 2022, el entonces presidente Alejandro Giammattei lo afirmó públicamente. Tres años después, la frase vuelve a escucharse con ironía amarga: el puente no existe y las comunidades siguen cruzando el río como pueden.

En Guatemala abundan las promesas de campaña incumplidas. Lo que no es tan común es declarar una obra “terminada” cuando apenas está en proceso. Sin embargo, ocurrió. “Ya, ya está construido”, dijo Giammattei durante una visita a Izabal. Hoy, en pleno Día de los Inocentes, esa afirmación pesa más que cualquier broma: el Puente Vehicular sobre el río El Túnico continúa inconcluso.

No hay losa. No hay paso seguro. Hay vigas oxidadas, expedientes acumulados y una población que ya no distingue entre promesa oficial y burla pública. Diputados han fiscalizado reiteradamente la obra y citan con frecuencia a autoridades del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV) para exigir avances. Los resultados siguen siendo los mismos.

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El puente es una infraestructura clave en la ruta que conecta Río Dulce con El Estor y con comunidades del Polochic, en Alta Verapaz. Es un paso fundamental para miles de familias que dependen de esa vía para acceder a hospitales, escuelas, mercados y fuentes de trabajo. Sin él, la región permanece partida en dos.

Edgardo Ramírez, diputado de la UNE por Izabal, presentó una denuncia ante la Contraloría General de Cuentas (CGC). Recordó que la obra fue adjudicada durante el gobierno de Giammattei a la empresa Multiservicios Ramírez, por un monto inicial de GTQ13.6 millones.

Según el contrato, ese monto cubría la totalidad del proyecto. El dinero se pagó. El puente no se terminó. Luego se argumentó que el presupuesto “no alcanzaba” y se aprobó una primera ampliación del 20 %, elevando el costo a aproximadamente GTQ16.4 millones. El avance fue parcial: se colocaron vigas, pero nunca se fundió la losa principal.

Más tarde llegó una segunda ampliación, otro 20 % adicional. El costo total ascendió a GTQ19.5 millones. La empresa volvió a comprometerse a concluir la obra. Tampoco cumplió.

Dos gobiernos después, nada cruza

Han pasado más de cuatro años desde la adjudicación del proyecto. Dos gobiernos después, el concreto sigue sin aparecer. Lo que debía ser una solución temporal —un badén provisional— terminó convertido en la única alternativa para cruzar el río.

Durante el invierno, el río El Túnico crece y el paso se vuelve una amenaza constante. Motocicletas cargadas a pulso, personas esperando durante horas para cruzar, familias que pagan hasta GTQ1 000 por un viaje en lancha para entrar o salir del municipio. No es exageración: es la rutina diaria.

Mientras tanto, las autoridades repiten una lista conocida de argumentos: contratos complejos, empresas que se retractan, trámites pendientes, auditorías necesarias. O bien señalan que el problema se originó en el gobierno anterior y aseguran que existe “buena voluntad”. Cambia el discurso, no el resultado.

En los últimos años han pasado al menos cinco ministros de Comunicaciones. Ninguno dejó el puente terminado. Cada uno heredó el problema y lo volvió a heredar, como si se tratara de un expediente maldito.

La ausencia del puente afecta a todo El Estor, a comunidades del Polochic y a las rutas hacia Panzós, Senahú y zonas rurales de Alta Verapaz. La economía local se estanca, los productos no salen, las emergencias médicas se retrasan y la educación se interrumpe cuando el río impide el paso.

Para la población, el problema ya no es solo una obra inconclusa. Es la sensación de abandono prolongado. “Sus discursos no nos ayudarán a cruzar el río. Llevamos años escuchando que los trabajos concluirán; parece que el Estado no existe”, expresaron los afectados.

La responsabilidad recae en el CIV, a través de la Unidad Ejecutora de Conservación Vial (Covial). La CGC realiza auditorías y ha sido requerida por diputados de distintas bancadas para investigar el uso de los fondos públicos.

El CIV anunció que, tras el vencimiento del contrato el 9 de diciembre de 2025, se ejecutará la fianza y se presentará una denuncia penal contra Multiservicios Ramírez. Luego se iniciaría un nuevo proceso de licitación que podría tardar hasta un año más. Para las comunidades, esa explicación no es nueva: otro plazo, otro proceso, otro invierno sin puente.

El Día de los Santos Inocentes recuerda una tragedia bíblica. En Guatemala, se convirtió en una jornada de bromas. Pero en El Estor no hay risas. Aquí, los inocentes pagan el costo de promesas oficiales y declaraciones que nunca se materializaron.

El puente El Túnico no es solo una obra inconclusa. Es el retrato de una cadena de irresponsabilidades que atraviesa gobiernos, partidos y discursos. Una broma repetida, financiada con fondos públicos y cobrada a comunidades que solo piden algo elemental: cruzar un río sin miedo.

Quizá algún día, cuando el puente esté realmente terminado, alguien vuelva a decir que “ya está construido”. Ojalá, para entonces, deje de sonar como una burla.

La broma que no da risa: el puente de GTQ19.5 millones que nunca se construyó

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Glenda Sanchez
28 de diciembre, 2025

Decir que el puente El Túnico, en El Estor, Izabal, “ya está construido” suena a una broma propia del Día de los Santos Inocentes. Pero no lo fue. En 2022, el entonces presidente Alejandro Giammattei lo afirmó públicamente. Tres años después, la frase vuelve a escucharse con ironía amarga: el puente no existe y las comunidades siguen cruzando el río como pueden.

En Guatemala abundan las promesas de campaña incumplidas. Lo que no es tan común es declarar una obra “terminada” cuando apenas está en proceso. Sin embargo, ocurrió. “Ya, ya está construido”, dijo Giammattei durante una visita a Izabal. Hoy, en pleno Día de los Inocentes, esa afirmación pesa más que cualquier broma: el Puente Vehicular sobre el río El Túnico continúa inconcluso.

No hay losa. No hay paso seguro. Hay vigas oxidadas, expedientes acumulados y una población que ya no distingue entre promesa oficial y burla pública. Diputados han fiscalizado reiteradamente la obra y citan con frecuencia a autoridades del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV) para exigir avances. Los resultados siguen siendo los mismos.

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El puente es una infraestructura clave en la ruta que conecta Río Dulce con El Estor y con comunidades del Polochic, en Alta Verapaz. Es un paso fundamental para miles de familias que dependen de esa vía para acceder a hospitales, escuelas, mercados y fuentes de trabajo. Sin él, la región permanece partida en dos.

Edgardo Ramírez, diputado de la UNE por Izabal, presentó una denuncia ante la Contraloría General de Cuentas (CGC). Recordó que la obra fue adjudicada durante el gobierno de Giammattei a la empresa Multiservicios Ramírez, por un monto inicial de GTQ13.6 millones.

Según el contrato, ese monto cubría la totalidad del proyecto. El dinero se pagó. El puente no se terminó. Luego se argumentó que el presupuesto “no alcanzaba” y se aprobó una primera ampliación del 20 %, elevando el costo a aproximadamente GTQ16.4 millones. El avance fue parcial: se colocaron vigas, pero nunca se fundió la losa principal.

Más tarde llegó una segunda ampliación, otro 20 % adicional. El costo total ascendió a GTQ19.5 millones. La empresa volvió a comprometerse a concluir la obra. Tampoco cumplió.

Dos gobiernos después, nada cruza

Han pasado más de cuatro años desde la adjudicación del proyecto. Dos gobiernos después, el concreto sigue sin aparecer. Lo que debía ser una solución temporal —un badén provisional— terminó convertido en la única alternativa para cruzar el río.

Durante el invierno, el río El Túnico crece y el paso se vuelve una amenaza constante. Motocicletas cargadas a pulso, personas esperando durante horas para cruzar, familias que pagan hasta GTQ1 000 por un viaje en lancha para entrar o salir del municipio. No es exageración: es la rutina diaria.

Mientras tanto, las autoridades repiten una lista conocida de argumentos: contratos complejos, empresas que se retractan, trámites pendientes, auditorías necesarias. O bien señalan que el problema se originó en el gobierno anterior y aseguran que existe “buena voluntad”. Cambia el discurso, no el resultado.

En los últimos años han pasado al menos cinco ministros de Comunicaciones. Ninguno dejó el puente terminado. Cada uno heredó el problema y lo volvió a heredar, como si se tratara de un expediente maldito.

La ausencia del puente afecta a todo El Estor, a comunidades del Polochic y a las rutas hacia Panzós, Senahú y zonas rurales de Alta Verapaz. La economía local se estanca, los productos no salen, las emergencias médicas se retrasan y la educación se interrumpe cuando el río impide el paso.

Para la población, el problema ya no es solo una obra inconclusa. Es la sensación de abandono prolongado. “Sus discursos no nos ayudarán a cruzar el río. Llevamos años escuchando que los trabajos concluirán; parece que el Estado no existe”, expresaron los afectados.

La responsabilidad recae en el CIV, a través de la Unidad Ejecutora de Conservación Vial (Covial). La CGC realiza auditorías y ha sido requerida por diputados de distintas bancadas para investigar el uso de los fondos públicos.

El CIV anunció que, tras el vencimiento del contrato el 9 de diciembre de 2025, se ejecutará la fianza y se presentará una denuncia penal contra Multiservicios Ramírez. Luego se iniciaría un nuevo proceso de licitación que podría tardar hasta un año más. Para las comunidades, esa explicación no es nueva: otro plazo, otro proceso, otro invierno sin puente.

El Día de los Santos Inocentes recuerda una tragedia bíblica. En Guatemala, se convirtió en una jornada de bromas. Pero en El Estor no hay risas. Aquí, los inocentes pagan el costo de promesas oficiales y declaraciones que nunca se materializaron.

El puente El Túnico no es solo una obra inconclusa. Es el retrato de una cadena de irresponsabilidades que atraviesa gobiernos, partidos y discursos. Una broma repetida, financiada con fondos públicos y cobrada a comunidades que solo piden algo elemental: cruzar un río sin miedo.

Quizá algún día, cuando el puente esté realmente terminado, alguien vuelva a decir que “ya está construido”. Ojalá, para entonces, deje de sonar como una burla.

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