Juan David Morgan es una figura clave en la literatura panameña contemporánea. Reconocido por su sólida formación en Derecho y su trayectoria como abogado y académico, ha desarrollado una fecunda obra literaria.
Junto a ensayos, cuentos, teatro y poesía, sobresale la novela histórica. En esta última da voz a los episodios decisivos que marcaron su país y la región. Cabe destacar novelas como Cicatrices inútiles (1993) que narra la invasión estadounidense de 1989. Con ardientes fulgores de gloria (1999) trata la separación de Colombia en el contexto de las negociaciones para el canal. El caballo de oro (2005) versa sobre la construcción del ferrocarril durante la fiebre del oro y La cabeza de Balboa (2023) se centra en la figura del descubridor. De momento, el último es La rebelión infinita (2024) que trata de la resistencia del pueblo guna frente a los procesos de asimilación cultural. Cabe decir que su obra no solo entretiene, también invita a la reflexión sobre la identidad istmeña y el papel de Panamá en la historia continental.
¿Qué lo motivó a escribir novela histórica?
—Empecé a escribir casi a los 50 años, inicialmente con ensayos, artículos y poesía íntima. La muerte de mi padre me impulsó a escribir un relato para que mis hijos y nietos conocieran su legado.
Al investigar su vida, la historia se convirtió en una novela sobre mi familia en Chiriquí, Panamá. Mi primera novela la publiqué con un pseudónimo en Colombia, sin intención de ser escritor profesional.
Luego, la invasión estadounidense me llevó a escribir más, y tras investigar la separación de Panamá de Colombia en 1903, decidí escribir historias precisas, casi noveladas, para contar el verdadero devenir del país.
¿Cómo equilibra el rigor histórico con la ficción?
—La ficción en mis novelas está solo en los diálogos y personajes secundarios ficticios. Los hechos y personajes principales son reales y documentados.
Estudio profundamente las biografías, documentos y cartas de los personajes para construir diálogos basados en la realidad, limitando la imaginación para ajustarme a la historia.
Esto diferencia mis relatos de la novela histórica clásica, pues aquí la trama y personajes principales no son ficticios. Esa precisión ha hecho que lectores panameños se acerquen más a su historia a través de mis libros.
¿Qué criterios utiliza para seleccionar los episodios históricos sobre los que escribe?
—Escojo episodios de gran importancia para Panamá, pero poco conocidos por el público. Por ejemplo, mi novela La rebelión infinita trata sobre la rebelión de los gunas en 1925, un tema que pocos panameños conocen.
Busco cuestiones que tengan relevancia actual y que permitan explorar aspectos poco tratados de la historia, como la deuda con los pueblos originarios.
A veces, también hallo inspiración en temas inesperados, como el ferrocarril de Panamá, lo que originó otra novela, mostrando cómo la historia puede surgir de la curiosidad personal.
¿Aborda solo Panamá y Colombia o emplea otros escenarios?
—La novela más antigua es La cabeza de Balboa y, aunque trata de la llegada de los conquistadores al Darién, incluye personajes históricos internacionales como el cronista Pedro Márquez de Anglería y el papa León X.
A través de cartas reales y diálogos ficticios, exploro el contraste entre el Renacimiento europeo y la realidad de los pueblos originarios americanos.
El relato se desarrolla en varios países, reflejando la complejidad histórica y las influencias cruzadas entre Europa y el Nuevo Mundo.
¿Cuál considera que es su obra más representativa y por qué?
— Con Ardientes Fulgores de Gloria sobre la separación de Panamá de Colombia, es la más difícil, completa y necesaria. Creo que es la que me motivó porque tiene mucho que ver con nuestros orígenes.
Panamá ha sido un país cuya identidad ha sido difícil de concretar, de consolidar, por el tiempo que estuvimos unidos a Colombia, por no mencionar lo de España. Y también por la etapa que formamos parte de Colombia, la presencia de los EE. UU. y la intervención del país del norte en el momento de nuestra separación definitiva.
A Panamá le ha costado trabajo, es decir, nosotros no somos un país inventado por EE. UU. para hacer un canal. Es más, quizá seamos la nación más antigua de América porque aquí, en el Darién, empezaron la conquista, la colonia, etc. Somos el territorio que primero tuvo rasgo de identidad propia.
Eso es lo que quiero transmitir en esta obra. Al igual que las que tratan del siglo XIX cuando estábamos unidos a Colombia, pero más en este caso de Con Ardientes Fulgores de Gloria.
¿A qué escritores o libros atribuye influencia en su labor como escritor?
—Antes leía principalmente historia y biografías, pensando que la novela no aportaría mucho. Sin embargo, descubrí autores como James Michener, y luego Leonardo Padura y Mario Vargas Llosa. Con ellos aprendí sobre novela histórica.
Al estudiar a mi tatarabuelo, escribí una novela mezcla de humor y seriedad, sin guía ni mentores. Esto marcó mi estilo.
Actualmente, evito leer mientras escribo para no imitar estilos, prefiriendo enfocarme en mi propia voz y estructura narrativa.
¿Qué le parece el autor austríaco Stefan Zweig? ¿Le influye en su obra?
—Recomiendo mucho a Stefan Zweig, especialmente su biografía Fouché, el genio tenebroso que considero una de las mejores. Su estilo biográfico es excepcional, comparable a André Maurois.
Crecí con abundancia de libros; mi familia me rodeó de literatura desde niño.
Zweig menciona a Balboa en Momentos estelares de la humanidad, y este dato fue incluido en mi novela gracias a la recomendación de mi editora.
¿Cómo evalúa el panorama literario actual en Panamá?
—Panamá tiene excelentes escritores, poetas y cuentistas, pero afronta la falta de editoriales propias para difundir su literatura más allá de sus fronteras.
He publicado en España y México, aprovechando redes fuera del país, una situación común para muchos escritores panameños.
Aunque el talento existe, la proyección internacional es limitada por estas circunstancias. Con todo, editoriales como Penguin comienzan a cambiarlo.
¿Cuál cree que es la función principal del escritor en la sociedad?
—La función esencial es comunicarse. Escribir no es un acto solitario; el diálogo con los lectores es vital y se enriquece en clubes de lectura y encuentros.
Los lectores suelen descubrir mensajes en las obras que el propio escritor no esperaba, generando una comunicación viva y constante.
Para mí, si las primeras páginas no captan la atención, es preferible dejar la lectura. La conexión es fundamental.
¿Cómo describiría su actividad literaria: vocación, evasión o responsabilidad?
—Es una mezcla de las tres. Me siento responsable de continuar escribiendo y estoy preparando otra novela histórica importante.
Alterno novelas históricas con ficción, especialmente thrillers, para equilibrar creatividad y rigor histórico.
Recientemente, he decidido enfocarme en cerrar un ciclo histórico con mi obra sobre Panamá, aunque seguiré escribiendo, posiblemente ficción, por vocación y disfrute.
Mi próximo libro será una novela histórica y, por supuesto, tratará sobre Panamá.
¿Cómo visualiza la proyección internacional de su obra?
—He participado en eventos en España y otros países para promover la identidad panameña, desmintiendo ideas erróneas sobre mi país.
Aunque el mercado panameño es pequeño, un buen agente y la traducción son clave para la expansión internacional.
Mi novela El silencio de Gaudí llegó a traducirse a varios idiomas, demostrando el potencial de proyección.
¿Es El silencio de Gaudí una biografía del arquitecto español?
—No es una biografía completa, sino que aborda la historia de La Sagrada Familia, centrando la vida de Gaudí en sus últimos 30 años dedicados a esa obra.
Explora además la controversia por la construcción del metro cerca del templo, un tema que motivó mi interés.
Aunque Gaudí es fascinante, varias biografías existen; esta obra se enfoca en un aspecto particular de su legado.
¿Qué importancia tiene la traducción para que su obra se proyecte internacionalmente?
—Es fundamental para que una obra alcance lectores globales. Yo publiqué en inglés a través de una empresa especializada.
Promover un libro requiere mucho tiempo y dedicación, algo difícil de mantener cuando se tiene otra profesión.
Por ello, aunque no soy un experto en promoción, me enfoco en hacer visible la historia de Panamá, destacando que no es una creación del canal. Panamá tiene una identidad propia y no es una invención moderna.
Juan David Morgan es una figura clave en la literatura panameña contemporánea. Reconocido por su sólida formación en Derecho y su trayectoria como abogado y académico, ha desarrollado una fecunda obra literaria.
Junto a ensayos, cuentos, teatro y poesía, sobresale la novela histórica. En esta última da voz a los episodios decisivos que marcaron su país y la región. Cabe destacar novelas como Cicatrices inútiles (1993) que narra la invasión estadounidense de 1989. Con ardientes fulgores de gloria (1999) trata la separación de Colombia en el contexto de las negociaciones para el canal. El caballo de oro (2005) versa sobre la construcción del ferrocarril durante la fiebre del oro y La cabeza de Balboa (2023) se centra en la figura del descubridor. De momento, el último es La rebelión infinita (2024) que trata de la resistencia del pueblo guna frente a los procesos de asimilación cultural. Cabe decir que su obra no solo entretiene, también invita a la reflexión sobre la identidad istmeña y el papel de Panamá en la historia continental.
¿Qué lo motivó a escribir novela histórica?
—Empecé a escribir casi a los 50 años, inicialmente con ensayos, artículos y poesía íntima. La muerte de mi padre me impulsó a escribir un relato para que mis hijos y nietos conocieran su legado.
Al investigar su vida, la historia se convirtió en una novela sobre mi familia en Chiriquí, Panamá. Mi primera novela la publiqué con un pseudónimo en Colombia, sin intención de ser escritor profesional.
Luego, la invasión estadounidense me llevó a escribir más, y tras investigar la separación de Panamá de Colombia en 1903, decidí escribir historias precisas, casi noveladas, para contar el verdadero devenir del país.
¿Cómo equilibra el rigor histórico con la ficción?
—La ficción en mis novelas está solo en los diálogos y personajes secundarios ficticios. Los hechos y personajes principales son reales y documentados.
Estudio profundamente las biografías, documentos y cartas de los personajes para construir diálogos basados en la realidad, limitando la imaginación para ajustarme a la historia.
Esto diferencia mis relatos de la novela histórica clásica, pues aquí la trama y personajes principales no son ficticios. Esa precisión ha hecho que lectores panameños se acerquen más a su historia a través de mis libros.
¿Qué criterios utiliza para seleccionar los episodios históricos sobre los que escribe?
—Escojo episodios de gran importancia para Panamá, pero poco conocidos por el público. Por ejemplo, mi novela La rebelión infinita trata sobre la rebelión de los gunas en 1925, un tema que pocos panameños conocen.
Busco cuestiones que tengan relevancia actual y que permitan explorar aspectos poco tratados de la historia, como la deuda con los pueblos originarios.
A veces, también hallo inspiración en temas inesperados, como el ferrocarril de Panamá, lo que originó otra novela, mostrando cómo la historia puede surgir de la curiosidad personal.
¿Aborda solo Panamá y Colombia o emplea otros escenarios?
—La novela más antigua es La cabeza de Balboa y, aunque trata de la llegada de los conquistadores al Darién, incluye personajes históricos internacionales como el cronista Pedro Márquez de Anglería y el papa León X.
A través de cartas reales y diálogos ficticios, exploro el contraste entre el Renacimiento europeo y la realidad de los pueblos originarios americanos.
El relato se desarrolla en varios países, reflejando la complejidad histórica y las influencias cruzadas entre Europa y el Nuevo Mundo.
¿Cuál considera que es su obra más representativa y por qué?
— Con Ardientes Fulgores de Gloria sobre la separación de Panamá de Colombia, es la más difícil, completa y necesaria. Creo que es la que me motivó porque tiene mucho que ver con nuestros orígenes.
Panamá ha sido un país cuya identidad ha sido difícil de concretar, de consolidar, por el tiempo que estuvimos unidos a Colombia, por no mencionar lo de España. Y también por la etapa que formamos parte de Colombia, la presencia de los EE. UU. y la intervención del país del norte en el momento de nuestra separación definitiva.
A Panamá le ha costado trabajo, es decir, nosotros no somos un país inventado por EE. UU. para hacer un canal. Es más, quizá seamos la nación más antigua de América porque aquí, en el Darién, empezaron la conquista, la colonia, etc. Somos el territorio que primero tuvo rasgo de identidad propia.
Eso es lo que quiero transmitir en esta obra. Al igual que las que tratan del siglo XIX cuando estábamos unidos a Colombia, pero más en este caso de Con Ardientes Fulgores de Gloria.
¿A qué escritores o libros atribuye influencia en su labor como escritor?
—Antes leía principalmente historia y biografías, pensando que la novela no aportaría mucho. Sin embargo, descubrí autores como James Michener, y luego Leonardo Padura y Mario Vargas Llosa. Con ellos aprendí sobre novela histórica.
Al estudiar a mi tatarabuelo, escribí una novela mezcla de humor y seriedad, sin guía ni mentores. Esto marcó mi estilo.
Actualmente, evito leer mientras escribo para no imitar estilos, prefiriendo enfocarme en mi propia voz y estructura narrativa.
¿Qué le parece el autor austríaco Stefan Zweig? ¿Le influye en su obra?
—Recomiendo mucho a Stefan Zweig, especialmente su biografía Fouché, el genio tenebroso que considero una de las mejores. Su estilo biográfico es excepcional, comparable a André Maurois.
Crecí con abundancia de libros; mi familia me rodeó de literatura desde niño.
Zweig menciona a Balboa en Momentos estelares de la humanidad, y este dato fue incluido en mi novela gracias a la recomendación de mi editora.
¿Cómo evalúa el panorama literario actual en Panamá?
—Panamá tiene excelentes escritores, poetas y cuentistas, pero afronta la falta de editoriales propias para difundir su literatura más allá de sus fronteras.
He publicado en España y México, aprovechando redes fuera del país, una situación común para muchos escritores panameños.
Aunque el talento existe, la proyección internacional es limitada por estas circunstancias. Con todo, editoriales como Penguin comienzan a cambiarlo.
¿Cuál cree que es la función principal del escritor en la sociedad?
—La función esencial es comunicarse. Escribir no es un acto solitario; el diálogo con los lectores es vital y se enriquece en clubes de lectura y encuentros.
Los lectores suelen descubrir mensajes en las obras que el propio escritor no esperaba, generando una comunicación viva y constante.
Para mí, si las primeras páginas no captan la atención, es preferible dejar la lectura. La conexión es fundamental.
¿Cómo describiría su actividad literaria: vocación, evasión o responsabilidad?
—Es una mezcla de las tres. Me siento responsable de continuar escribiendo y estoy preparando otra novela histórica importante.
Alterno novelas históricas con ficción, especialmente thrillers, para equilibrar creatividad y rigor histórico.
Recientemente, he decidido enfocarme en cerrar un ciclo histórico con mi obra sobre Panamá, aunque seguiré escribiendo, posiblemente ficción, por vocación y disfrute.
Mi próximo libro será una novela histórica y, por supuesto, tratará sobre Panamá.
¿Cómo visualiza la proyección internacional de su obra?
—He participado en eventos en España y otros países para promover la identidad panameña, desmintiendo ideas erróneas sobre mi país.
Aunque el mercado panameño es pequeño, un buen agente y la traducción son clave para la expansión internacional.
Mi novela El silencio de Gaudí llegó a traducirse a varios idiomas, demostrando el potencial de proyección.
¿Es El silencio de Gaudí una biografía del arquitecto español?
—No es una biografía completa, sino que aborda la historia de La Sagrada Familia, centrando la vida de Gaudí en sus últimos 30 años dedicados a esa obra.
Explora además la controversia por la construcción del metro cerca del templo, un tema que motivó mi interés.
Aunque Gaudí es fascinante, varias biografías existen; esta obra se enfoca en un aspecto particular de su legado.
¿Qué importancia tiene la traducción para que su obra se proyecte internacionalmente?
—Es fundamental para que una obra alcance lectores globales. Yo publiqué en inglés a través de una empresa especializada.
Promover un libro requiere mucho tiempo y dedicación, algo difícil de mantener cuando se tiene otra profesión.
Por ello, aunque no soy un experto en promoción, me enfoco en hacer visible la historia de Panamá, destacando que no es una creación del canal. Panamá tiene una identidad propia y no es una invención moderna.