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La realidad demográfica que empujó a Donald Trump

.
Sebastián Gennari
06 de noviembre, 2024

Los datos en EE. UU. sugieren una holgada victoria de Donald Trump. Los republicanos se han asegurado el Senado. Cabe la posibilidad, cada vez más probable, de que Trump se imponga también en el voto popular, incluso llevando a su partido al control de la Cámara de Representantes. 

En vista de esto, es preciso entrar a discutir qué factores han sido clave en el repunte de Trump, que presenta un desempeño notablemente mejor al de 2020. Vale recalcar, además, que luego de su derrota ante Joe Biden, a Trump se le vio como una figura caduca; su reconquista del Partido Republicano, hoy tenida por nimia obviedad, no podía anticiparse.  

Mucha tinta se ha vertido sobre los temas que favorecían a Trump: el descontento ante la situación económica y la crisis migratoria, a lo que la campaña de Kamala Harris respondió diciendo que la economía va viento en popa y que la crisis migratoria se está solucionando. Mucha tinta también se ha vertido sobre el punto más débil de Trump: el aborto, una prioridad política para muchas mujeres estadounidenses, sobre todo las mujeres jóvenes y solteras.

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En estos renglones poco se puede agregar. Resulta más ameno hablar de la demografía, es decir, de la composición de los votantes y de las variaciones en su conducta.

En efecto, la encuesta de boca de urna de NBC sugiere que, en esta ocasión, el 45 % de los votantes hispanos, un 54 % en el caso de los hombres, se decantaron por Trump, frente al 53 % que lo hizo por Harris; en Nevada, un estado pendular, la misma encuesta dejó a Trump y Harris en un 46 % y 48 %, respectivamente. En 2020, el annus horribilis de los republicanos, Trump apenas logró convencer a un 39 % de los hispanos.

Evidentemente, las encuestas de boca de urna se pueden equivocar, pero se ha registrado una palpable mejora en el desempeño de Trump con los hispanos. Esta tendencia es confirmada por el análisis local: anoche Trump ganó por un 11 % en el condado de Miami-Dade, cuya población es 68.8 % hispana. Los republicanos no habían ganado en este condado desde la elección de George Bush padre en 1988. 

Se puede hablar de dinámicas parecidas en el voto negro. Según Jake Tapper, de CNN, un 25 % de los hombres negros votaron por Trump; en 2016, solo un 10 % actuó de tal forma. Las mujeres negras, por otra parte, continúan siendo el grupo más demográfico más demócrata de EE. UU., pero su participación electoral parece haberse deprimido levemente.  

No puede hablarse de un Trump que ha unificado a todos los ciudadanos estadounidenses, pero sí de un Trump que ha logrado seducir a algunos votantes pertenecientes a minorías étnicas. En una elección que se tenía por sumamente reñida —la realidad parece ser un tanto distinta—, estos votos resultan cruciales. Sirven de apoyo, además, al principal sostén de todas las campañas de Trump: los votantes blancos.  

Trump siempre ha comandado holgadas mayorías entre los blancos sin estudios universitarios, pero en 2020 Biden logró convencer a una mayoría de los blancos con estudios universitarios: las cifras son inexactas, pero se estima que un 54-56 % de estos votaron por él. Este año, las cifras que circulan aún no son fehacientes; una vez más, el análisis local resulta útil: en el condado de Suffolk, en Nueva York, Trump ganó con un 55 % del voto. Suffolk tiene una población 85.2 % blanca (2020) y un ingreso familiar medio de USD 122 498 anuales (2022); es una muestra casi perfecta de la inclinación de los votantes blancos con estudios universitarios. En 2020, Trump se llevó el condado por 0.03 %, obteniendo 49.30 % frente al 49.27 % de Biden. Sobra añadir que su mejora este año es sustancial. 

Estas son las dinámicas que parecen estar al borde de permitir el regreso de Trump a la Casa Blanca. Debe destacarse que el expresidente no ha hecho una campaña moderada; al contrario, ha prometido la “mayor operación de deportación en la historia estadounidense”, algo que debe interpretarse en sentido literal, a pesar de los desafíos logísticos que representa.  

De ser así, Latinoamérica —y, en particular, Centroamérica— debe estar consciente de que peligra un eslabón de su modelo de desarrollo, fundamentado en el perenne e ininterrumpido crecimiento de las remesas. Si Trump implementara tan solo la mitad de lo que ha prometido, se registraría un gran descenso en el número de migrantes, además de una ola de repatriaciones. Por simple y mecánica aritmética, las remesas se reducirían o al menos dejarían de crecer.  

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Los datos en EE. UU. sugieren una holgada victoria de Donald Trump. Los republicanos se han asegurado el Senado. Cabe la posibilidad, cada vez más probable, de que Trump se imponga también en el voto popular, incluso llevando a su partido al control de la Cámara de Representantes. 

En vista de esto, es preciso entrar a discutir qué factores han sido clave en el repunte de Trump, que presenta un desempeño notablemente mejor al de 2020. Vale recalcar, además, que luego de su derrota ante Joe Biden, a Trump se le vio como una figura caduca; su reconquista del Partido Republicano, hoy tenida por nimia obviedad, no podía anticiparse.  

Mucha tinta se ha vertido sobre los temas que favorecían a Trump: el descontento ante la situación económica y la crisis migratoria, a lo que la campaña de Kamala Harris respondió diciendo que la economía va viento en popa y que la crisis migratoria se está solucionando. Mucha tinta también se ha vertido sobre el punto más débil de Trump: el aborto, una prioridad política para muchas mujeres estadounidenses, sobre todo las mujeres jóvenes y solteras.

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En efecto, la encuesta de boca de urna de NBC sugiere que, en esta ocasión, el 45 % de los votantes hispanos, un 54 % en el caso de los hombres, se decantaron por Trump, frente al 53 % que lo hizo por Harris; en Nevada, un estado pendular, la misma encuesta dejó a Trump y Harris en un 46 % y 48 %, respectivamente. En 2020, el annus horribilis de los republicanos, Trump apenas logró convencer a un 39 % de los hispanos.

Evidentemente, las encuestas de boca de urna se pueden equivocar, pero se ha registrado una palpable mejora en el desempeño de Trump con los hispanos. Esta tendencia es confirmada por el análisis local: anoche Trump ganó por un 11 % en el condado de Miami-Dade, cuya población es 68.8 % hispana. Los republicanos no habían ganado en este condado desde la elección de George Bush padre en 1988. 

Se puede hablar de dinámicas parecidas en el voto negro. Según Jake Tapper, de CNN, un 25 % de los hombres negros votaron por Trump; en 2016, solo un 10 % actuó de tal forma. Las mujeres negras, por otra parte, continúan siendo el grupo más demográfico más demócrata de EE. UU., pero su participación electoral parece haberse deprimido levemente.  

No puede hablarse de un Trump que ha unificado a todos los ciudadanos estadounidenses, pero sí de un Trump que ha logrado seducir a algunos votantes pertenecientes a minorías étnicas. En una elección que se tenía por sumamente reñida —la realidad parece ser un tanto distinta—, estos votos resultan cruciales. Sirven de apoyo, además, al principal sostén de todas las campañas de Trump: los votantes blancos.  

Trump siempre ha comandado holgadas mayorías entre los blancos sin estudios universitarios, pero en 2020 Biden logró convencer a una mayoría de los blancos con estudios universitarios: las cifras son inexactas, pero se estima que un 54-56 % de estos votaron por él. Este año, las cifras que circulan aún no son fehacientes; una vez más, el análisis local resulta útil: en el condado de Suffolk, en Nueva York, Trump ganó con un 55 % del voto. Suffolk tiene una población 85.2 % blanca (2020) y un ingreso familiar medio de USD 122 498 anuales (2022); es una muestra casi perfecta de la inclinación de los votantes blancos con estudios universitarios. En 2020, Trump se llevó el condado por 0.03 %, obteniendo 49.30 % frente al 49.27 % de Biden. Sobra añadir que su mejora este año es sustancial. 

Estas son las dinámicas que parecen estar al borde de permitir el regreso de Trump a la Casa Blanca. Debe destacarse que el expresidente no ha hecho una campaña moderada; al contrario, ha prometido la “mayor operación de deportación en la historia estadounidense”, algo que debe interpretarse en sentido literal, a pesar de los desafíos logísticos que representa.  

De ser así, Latinoamérica —y, en particular, Centroamérica— debe estar consciente de que peligra un eslabón de su modelo de desarrollo, fundamentado en el perenne e ininterrumpido crecimiento de las remesas. Si Trump implementara tan solo la mitad de lo que ha prometido, se registraría un gran descenso en el número de migrantes, además de una ola de repatriaciones. Por simple y mecánica aritmética, las remesas se reducirían o al menos dejarían de crecer.  

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