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Entrevista: Steven Stanley, el delegado republicano que vivió en Guatemala

.
Sebastián Gennari
22 de julio, 2024

En vista de los vaivenes de la política estadounidense, que ha registrado unas semanas históricas, República entrevistó a Steven Stanley, coronel retirado del Ejército, delegado a la Convención Nacional Republicana en representación de Texas y otrora agregado militar de EE. UU. en Honduras y Guatemala.  

Para empezar, ¿quién es Stephen Stanley? 

Soy un oficial retirado del Ejército estadounidense. En Guatemala, fui agregado militar durante poco más de tres años. También desempeñé ese cargo en Honduras y fui agregado del Ejército de EE. UU. en Panamá y Guyana; a lo largo de mi carrera, ocupé distintas funciones en toda Latinoamérica. Mi último destino antes de jubilarme fue Guatemala, donde tuve la oportunidad —una oportunidad realmente excelente— de trabajar con el Ejército guatemalteco.  

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Al principio de mi carrera militar, llegué a amar Latinoamérica y tuve la dicha de vivir la mayor parte de mi tiempo fuera de EE. UU. en varios países latinoamericanos. Muchos no pueden viajar y desenvolverse dentro de las corrientes que yo he podido. 

¿Qué me puede decir de la atmósfera de la Convención Nacional Republicana? 

El ambiente era eléctrico. Existe la sensación de que esta elección en particular es absolutamente crucial para la dirección que tomará la nación. Diría que el Partido Republicano hizo todo lo posible, en comparación con las convenciones anteriores, para presentar a Donald J. Trump como nuestro candidato presidencial. 

¿Cree que Trump quedó marcado por el atentado?  

Mi intuición es que sí ha habido un cambio, lo cual es discernible en su conducta, ojos y expresiones faciales: o se ha liberado de un gran peso, o ha añadido un gran peso sobre sus hombros. Este no es el Trump de la semana pasada o incluso de los meses pasados; este es un Trump que, a mi modo de ver, tiene un sentido de humildad, un sentido de propósito, un sentido de impulso. Aguarda su tiempo o su momento. 

No puedo decir qué vio el público, el público global, a través de los ojos de la cámara, pues estuve en la audiencia de la convención, pero es palpable al observarlo desde mi asiento.  

¿Qué le pareció el discurso de Trump? 

Pronunció un discurso de aceptación de hora y media, el más largo jamás pronunciado por un candidato presidencial. Comenzó con su discurso programado, al que se limitó por algún tiempo, y luego improvisó. No había hablado los días anteriores, de manera que este era su momento de hablar.  

Tuvo un buen discurso. Se notaba el talento de quienquiera que fuera el autor de su discurso. Pero en el medio, hubo cierta languidez, cierta monotonía, aunque no desagradable. Habló desde el corazón, exhibiendo una sensación de decepción, como si estuviera diciendo: “Tengo que seguir adelante. Intentaron matarme. Intentaron dejarme en la bancarrota. Intentaron apresarme”. 

¿Y sus comentarios en torno a Nayib Bukele? 

No sé por qué elegiría a Bukele en lugar de algún objetivo más fácil —y, creo, apropiado—, como Venezuela o Cuba. Bukele ha declarado que es una especie de dictador. Ha utilizado el término. Trump es sensible a que lo tilden de dictador, a pesar de que nada me indique una deriva dictatorial de su parte. En efecto, nuestras instituciones todavía funcionan; tenemos un Congreso y un poder judicial que funcionan como se supone que deben hacerlo.  

Obviamente, hay políticas que rodean quién está en esas instituciones, pero en lo que respecta a su declaración, Trump no buscaba decir: “Soy el dictador más grande”. Simplemente creo que pudo haber sido una mala elección; la gente hace analogías que no siempre encajan, y no sé cómo el presidente de El Salvador puede plantear un nivel de popularidad amenazante.  

Después del intento de asesinato en su contra, muchos pensaron que la elección estaba prácticamente en favor de Trump. ¿Considera que esto es cierto? 

El partido no da nada por sentado. Laura Trump, una joven muy elocuente, habló con nosotros después de la mayoría de los demás oradores. Es una persona fortísima y muy influyente en la Organización Trump. Trump siempre ha sido capaz de ver cosas en las personas que la mayoría de la gente no adivinaría que existen; tiene talento para formar equipos. Ahora, dentro de su propia familia, seleccionó a Laura para conducir este motor. Allí también está Michael Whatley, jefe del Comité Nacional Republicano, pero es evidente que Laura ha asumido una gran parte de la dirección de la campaña. Y no han dejado nada al azar. He estado en varias sesiones de capacitación y diré que este tren es un tren bala. No se detendrá hasta después de las elecciones; van a presionar hasta el final. No se quedarán de brazos cruzados a pesar de las encuestas halagüeñas. 

Ante la renuncia de Biden a ser candidato, ¿cambia el panorama? 

Los demócratas juegan con una mano de cartas deficiente, cosa que es en gran medida su culpa, y procuran conseguir el mejor desempeño posible en vista de las circunstancias.  

Kamala, como oradora, no es muy elocuente. Surgió en la política en California, siendo senadora y también fiscal general estatal. Fue controvertida incluso en California, no sólo en EE. UU. Su trabajo en encarcelar a personas por delitos de drogas era muy conocido, como enfatizó Tulsi Gabbard, que, sin ser republicana, es una figura cuando menos interesante.   

En aquel entonces, su actitud hacia delitos menores relacionados con drogas –como el simple consumo de marihuana– realmente la lastimó y terminó hundiendo su candidatura. 

Pero, en resumidas cuentas, los demócratas tendrán que seguir adelante con ella. Habría sido demasiado complicado intentar destituirla además de al presidente Biden. Y, al observar a todos los demás candidatos disponibles, el tiempo apremia a apenas semanas de su convención. Han dicho: “Este es nuestro caballo, del cual disponemos para montar”.  

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Entrevista: Steven Stanley, el delegado republicano que vivió en Guatemala

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Sebastián Gennari
22 de julio, 2024

En vista de los vaivenes de la política estadounidense, que ha registrado unas semanas históricas, República entrevistó a Steven Stanley, coronel retirado del Ejército, delegado a la Convención Nacional Republicana en representación de Texas y otrora agregado militar de EE. UU. en Honduras y Guatemala.  

Para empezar, ¿quién es Stephen Stanley? 

Soy un oficial retirado del Ejército estadounidense. En Guatemala, fui agregado militar durante poco más de tres años. También desempeñé ese cargo en Honduras y fui agregado del Ejército de EE. UU. en Panamá y Guyana; a lo largo de mi carrera, ocupé distintas funciones en toda Latinoamérica. Mi último destino antes de jubilarme fue Guatemala, donde tuve la oportunidad —una oportunidad realmente excelente— de trabajar con el Ejército guatemalteco.  

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Al principio de mi carrera militar, llegué a amar Latinoamérica y tuve la dicha de vivir la mayor parte de mi tiempo fuera de EE. UU. en varios países latinoamericanos. Muchos no pueden viajar y desenvolverse dentro de las corrientes que yo he podido. 

¿Qué me puede decir de la atmósfera de la Convención Nacional Republicana? 

El ambiente era eléctrico. Existe la sensación de que esta elección en particular es absolutamente crucial para la dirección que tomará la nación. Diría que el Partido Republicano hizo todo lo posible, en comparación con las convenciones anteriores, para presentar a Donald J. Trump como nuestro candidato presidencial. 

¿Cree que Trump quedó marcado por el atentado?  

Mi intuición es que sí ha habido un cambio, lo cual es discernible en su conducta, ojos y expresiones faciales: o se ha liberado de un gran peso, o ha añadido un gran peso sobre sus hombros. Este no es el Trump de la semana pasada o incluso de los meses pasados; este es un Trump que, a mi modo de ver, tiene un sentido de humildad, un sentido de propósito, un sentido de impulso. Aguarda su tiempo o su momento. 

No puedo decir qué vio el público, el público global, a través de los ojos de la cámara, pues estuve en la audiencia de la convención, pero es palpable al observarlo desde mi asiento.  

¿Qué le pareció el discurso de Trump? 

Pronunció un discurso de aceptación de hora y media, el más largo jamás pronunciado por un candidato presidencial. Comenzó con su discurso programado, al que se limitó por algún tiempo, y luego improvisó. No había hablado los días anteriores, de manera que este era su momento de hablar.  

Tuvo un buen discurso. Se notaba el talento de quienquiera que fuera el autor de su discurso. Pero en el medio, hubo cierta languidez, cierta monotonía, aunque no desagradable. Habló desde el corazón, exhibiendo una sensación de decepción, como si estuviera diciendo: “Tengo que seguir adelante. Intentaron matarme. Intentaron dejarme en la bancarrota. Intentaron apresarme”. 

¿Y sus comentarios en torno a Nayib Bukele? 

No sé por qué elegiría a Bukele en lugar de algún objetivo más fácil —y, creo, apropiado—, como Venezuela o Cuba. Bukele ha declarado que es una especie de dictador. Ha utilizado el término. Trump es sensible a que lo tilden de dictador, a pesar de que nada me indique una deriva dictatorial de su parte. En efecto, nuestras instituciones todavía funcionan; tenemos un Congreso y un poder judicial que funcionan como se supone que deben hacerlo.  

Obviamente, hay políticas que rodean quién está en esas instituciones, pero en lo que respecta a su declaración, Trump no buscaba decir: “Soy el dictador más grande”. Simplemente creo que pudo haber sido una mala elección; la gente hace analogías que no siempre encajan, y no sé cómo el presidente de El Salvador puede plantear un nivel de popularidad amenazante.  

Después del intento de asesinato en su contra, muchos pensaron que la elección estaba prácticamente en favor de Trump. ¿Considera que esto es cierto? 

El partido no da nada por sentado. Laura Trump, una joven muy elocuente, habló con nosotros después de la mayoría de los demás oradores. Es una persona fortísima y muy influyente en la Organización Trump. Trump siempre ha sido capaz de ver cosas en las personas que la mayoría de la gente no adivinaría que existen; tiene talento para formar equipos. Ahora, dentro de su propia familia, seleccionó a Laura para conducir este motor. Allí también está Michael Whatley, jefe del Comité Nacional Republicano, pero es evidente que Laura ha asumido una gran parte de la dirección de la campaña. Y no han dejado nada al azar. He estado en varias sesiones de capacitación y diré que este tren es un tren bala. No se detendrá hasta después de las elecciones; van a presionar hasta el final. No se quedarán de brazos cruzados a pesar de las encuestas halagüeñas. 

Ante la renuncia de Biden a ser candidato, ¿cambia el panorama? 

Los demócratas juegan con una mano de cartas deficiente, cosa que es en gran medida su culpa, y procuran conseguir el mejor desempeño posible en vista de las circunstancias.  

Kamala, como oradora, no es muy elocuente. Surgió en la política en California, siendo senadora y también fiscal general estatal. Fue controvertida incluso en California, no sólo en EE. UU. Su trabajo en encarcelar a personas por delitos de drogas era muy conocido, como enfatizó Tulsi Gabbard, que, sin ser republicana, es una figura cuando menos interesante.   

En aquel entonces, su actitud hacia delitos menores relacionados con drogas –como el simple consumo de marihuana– realmente la lastimó y terminó hundiendo su candidatura. 

Pero, en resumidas cuentas, los demócratas tendrán que seguir adelante con ella. Habría sido demasiado complicado intentar destituirla además de al presidente Biden. Y, al observar a todos los demás candidatos disponibles, el tiempo apremia a apenas semanas de su convención. Han dicho: “Este es nuestro caballo, del cual disponemos para montar”.  

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