Panorama general. Desde el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi), se advierte que el triunfo de Donald Trump pone a México en una situación delicada. Presionará para adoptar medidas proteccionistas contra Pekín. En sectores estratégicos como automotriz y semiconductores. Y en trenes y energía limpia, también prioritarios. Industrias donde las empresas chinas son muy competitivas.
Que destacar. Así, en torno a la revisión del Acuerdo Comercial entre EE. UU., México y Canadá (T-MEC), el gobierno mexicano comienza a prepararse. Firmado en 2018, convirtió a México en el cuarto mayor exportador mundial de vehículos ligeros. Casi 2.6M enviados a EE. UU. en 2023.
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El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, anuncia que es necesario reducir la dependencia de las importaciones asiáticas. Incluso rechazar inversión china.
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A México no le conviene tener problemas con EE. UU de cara a la ratificación del T-MEC. Es probable que la revisión sea más bien una renegociación.
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Previsiblemente, Trump la utilizará como instrumento político para que México disminuya la migración documentada y sea más agresivo contra el narcotráfico.
Entre líneas. Los incompletos datos de IED alimentan las preocupaciones de EE. UU. Acusa a México de ser utilizado por China como una puerta trasera comercial hacia Norteamérica. Pekín evita así los aranceles.
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Ejemplo: un fabricante de neumáticos chino comenzó a construir una planta de USD 400M. El financiamiento de la compañía se realiza a través de una subsidiaria de Singapur. El hecho dista de ser inusual. La inquietud de Washington crece.
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Las cifras del gobierno sugieren que en 2023 menos de 2 % de la IED de México provino de China y Hong Kong, alrededor de USD 450M. Ese año, la consultora estadounidense Rhodium Group encontró USD 1 700M en transacciones de IED completadas, casi cuatro veces más.
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El urgente reto de México es elaborar un mapa más completo de la inversión china. Solo así podrá proteger su relación comercial dominante con EE. UU. a donde envía más de tres cuartas partes de sus exportaciones.
En el radar. Otra señal de incertidumbre es la desaceleración de la instalación de empresas chinas. Al cierre del tercer trimestre, el arrendamiento de inmuebles industriales por estas compañías se redujo 6.4 % en su comparación anual.
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Su llegada a parques industriales mexicanos se ha frenado. Están a la expectativa del inicio de la administración y la cuestión arancelaria. En cambio, la demanda de empresas norteamericanas y europeas ha crecido.
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Junto a la relación comercial con EE. UU. con la revisión del T-MEC hay tres temas importantísimos para México. La entrada que dará a los chinos en la manufactura de autos eléctricos, el control del fentanilo y el manejo del problema migratorio.
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Pese a los retos geopolíticos mexicanos, los expertos apuntan que el sector inmobiliario industrial tiene un alto potencial de crecimiento debido a la demanda del sector automotriz, logístico y, próximamente, de semiconductores.
Visto y no visto. La intención del fabricante chino de vehículos eléctricos BYD de invertir en una fábrica en México parece quedar en stand-by para no enojar a Trump y Elon Musk. El consejero de Trump controla Tesla, competidora de BYD.
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El proyecto hubiera puesto a prueba la estrategia de la presidente Claudia Sheinbaum ante las presiones de la Casa Blanca.
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Los planes ponen a México en un dilema: ya es un importante centro de fabricación de automóviles y, en general, acoge con agrado la inversión extranjera. Y BYD, que rivaliza con Tesla, habría sido un buen candidato.
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Pero los funcionarios mexicanos temen que justo ahora una planta de BYD envíe un mensaje equivocado a Trump y sus halcones comerciales.
¿Ahora qué? En palabras de Ryan Berg del Center for Strategic and International Studies: “Si sentimos que los mexicanos nos ocultan algo… eso dará como resultado una pérdida de confianza que atenta contra el proyecto norteamericano”.
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El presidente electo, ya advirtió que “se va a divertir mucho” renegociando el T-MEC, con el objetivo de poner límites a los productos fabricados por empresas chinas que ingresan a su país.
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El gobierno mexicano analiza asimismo un paquete de medidas que incluye: control de inversiones en materia de seguridad nacional, prevención del trabajo forzoso en las cadenas de suministro y sustitución de importaciones por productos locales.
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Parece claro que la presión de EE. UU. será intensa y bipartidista. Los demócratas también están dando señales de una línea más dura.
Balance. El subsecretario de Economía, Luis Rosendo, afirma que México quiere trabajar “de la mano” con sus socios estratégicos EE. UU. y Canadá. Con independencia de los ocasionales desencuentros, imperan los beneficios. Estar abierto al mundo, sí. Sin embargo, el objetivo fundamental es presentarse como socio confiable en Norteamérica.
Panorama general. Desde el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi), se advierte que el triunfo de Donald Trump pone a México en una situación delicada. Presionará para adoptar medidas proteccionistas contra Pekín. En sectores estratégicos como automotriz y semiconductores. Y en trenes y energía limpia, también prioritarios. Industrias donde las empresas chinas son muy competitivas.
Que destacar. Así, en torno a la revisión del Acuerdo Comercial entre EE. UU., México y Canadá (T-MEC), el gobierno mexicano comienza a prepararse. Firmado en 2018, convirtió a México en el cuarto mayor exportador mundial de vehículos ligeros. Casi 2.6M enviados a EE. UU. en 2023.
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El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, anuncia que es necesario reducir la dependencia de las importaciones asiáticas. Incluso rechazar inversión china.
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A México no le conviene tener problemas con EE. UU de cara a la ratificación del T-MEC. Es probable que la revisión sea más bien una renegociación.
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Previsiblemente, Trump la utilizará como instrumento político para que México disminuya la migración documentada y sea más agresivo contra el narcotráfico.
Entre líneas. Los incompletos datos de IED alimentan las preocupaciones de EE. UU. Acusa a México de ser utilizado por China como una puerta trasera comercial hacia Norteamérica. Pekín evita así los aranceles.
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Ejemplo: un fabricante de neumáticos chino comenzó a construir una planta de USD 400M. El financiamiento de la compañía se realiza a través de una subsidiaria de Singapur. El hecho dista de ser inusual. La inquietud de Washington crece.
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Las cifras del gobierno sugieren que en 2023 menos de 2 % de la IED de México provino de China y Hong Kong, alrededor de USD 450M. Ese año, la consultora estadounidense Rhodium Group encontró USD 1 700M en transacciones de IED completadas, casi cuatro veces más.
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El urgente reto de México es elaborar un mapa más completo de la inversión china. Solo así podrá proteger su relación comercial dominante con EE. UU. a donde envía más de tres cuartas partes de sus exportaciones.
En el radar. Otra señal de incertidumbre es la desaceleración de la instalación de empresas chinas. Al cierre del tercer trimestre, el arrendamiento de inmuebles industriales por estas compañías se redujo 6.4 % en su comparación anual.
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Su llegada a parques industriales mexicanos se ha frenado. Están a la expectativa del inicio de la administración y la cuestión arancelaria. En cambio, la demanda de empresas norteamericanas y europeas ha crecido.
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Junto a la relación comercial con EE. UU. con la revisión del T-MEC hay tres temas importantísimos para México. La entrada que dará a los chinos en la manufactura de autos eléctricos, el control del fentanilo y el manejo del problema migratorio.
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Pese a los retos geopolíticos mexicanos, los expertos apuntan que el sector inmobiliario industrial tiene un alto potencial de crecimiento debido a la demanda del sector automotriz, logístico y, próximamente, de semiconductores.
Visto y no visto. La intención del fabricante chino de vehículos eléctricos BYD de invertir en una fábrica en México parece quedar en stand-by para no enojar a Trump y Elon Musk. El consejero de Trump controla Tesla, competidora de BYD.
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El proyecto hubiera puesto a prueba la estrategia de la presidente Claudia Sheinbaum ante las presiones de la Casa Blanca.
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Los planes ponen a México en un dilema: ya es un importante centro de fabricación de automóviles y, en general, acoge con agrado la inversión extranjera. Y BYD, que rivaliza con Tesla, habría sido un buen candidato.
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Pero los funcionarios mexicanos temen que justo ahora una planta de BYD envíe un mensaje equivocado a Trump y sus halcones comerciales.
¿Ahora qué? En palabras de Ryan Berg del Center for Strategic and International Studies: “Si sentimos que los mexicanos nos ocultan algo… eso dará como resultado una pérdida de confianza que atenta contra el proyecto norteamericano”.
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El presidente electo, ya advirtió que “se va a divertir mucho” renegociando el T-MEC, con el objetivo de poner límites a los productos fabricados por empresas chinas que ingresan a su país.
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El gobierno mexicano analiza asimismo un paquete de medidas que incluye: control de inversiones en materia de seguridad nacional, prevención del trabajo forzoso en las cadenas de suministro y sustitución de importaciones por productos locales.
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Parece claro que la presión de EE. UU. será intensa y bipartidista. Los demócratas también están dando señales de una línea más dura.
Balance. El subsecretario de Economía, Luis Rosendo, afirma que México quiere trabajar “de la mano” con sus socios estratégicos EE. UU. y Canadá. Con independencia de los ocasionales desencuentros, imperan los beneficios. Estar abierto al mundo, sí. Sin embargo, el objetivo fundamental es presentarse como socio confiable en Norteamérica.