Un mes fue suficiente para que quien supuestamente cuidaba de una niña abusara de su confianza y privacidad. La nodriza guarda una sentencia de diez años de prisión, pero para lograr esa condena la familia de la víctima se enfrenta a un sistema de justicia engorroso e inclemente.
La abuela abre su corazón y comparte su testimonio, ella sabe que hay muchas madres que dejan con desconocidos la atención de sus hijos para irse a trabajar y quiere evitar que su historia se repita. “Nosotros tuvimos suerte que se hiciera justicia y fuera sentenciada esta mujer a quien se le confió por apenas un mes el cuidado de una menor”, describe.
El relato empieza con la vida de una infante de 4 años y medio, quien apenas se había aprendido de memoria los números telefónicos de emergencia y fue una llamada la que reveló todo. “Mamá, Ingrid me mordió la lengua”, eso fue suficiente para que la madre entendiera lo que ocurrió.
“La mamá no se separaba de sus hijas, hacía lo posible por trabajar desde su casa y aún con eso, siendo madre soltera, hubo momentos en que debía salir por cuestiones laborales. Le habían recomendado a la victimaria y la había entrevistado dos veces”, describe la abuela.
Entre los signos que observaron es que la niña se ponía nerviosa cuando se quedaba con ella, se ponía a querer llamar la atención con algo o se comía las uñas. La madre confía plenamente en su hija y sabía que no mentiría y procedieron a interponer la denuncia respectiva en el Ministerio Público (MP). Eso fue en 2008 y la captura de Ingrid Catú fue hasta un año después.
Cada trámite, cada requerimiento de las autoridades, todo fue resuelto por la familia, especialmente la madre, en aras de agilizar el caso. Debían apoyar al MP debido a la lentitud de los procesos. “Pusimos la denuncia, cuatro veces hubo cambio de fiscal, todo por deficiencias en general de la institución. Nada progresaba”, prosigue.
Cuando capturaron a la victimaria, desde el momento de la primera declaración la madre hizo la observación de que la mujer era un peligro para otros niños, razón por la que guardó prisión preventiva. “Ella siempre negó todo ante las autoridades, pero cuando nosotros la enfrentamos nos dijo que la niña la había provocado y que todo era su culpa”, expone.
La declaración de la menor fue en una Cámara de Gesell (habitación acondicionada para permitir la declaración de los niños sin que se sientan observados o presionados) y ahí describió en presencia de una psicóloga todo lo ocurrido. Tanto la madre como la abuela tocaron las puertas de organizaciones de mujeres que velan por sus derechos pero encontraron silencio y evasivas, excepto la Fundación Sobrevivientes quien les apoyó durante todo el caso.
“Nos vimos ante la indiferencia de muchas mujeres con las que habíamos compartido y en lugar de apoyarnos porque éramos las agredidas, nos ofendieron”, expresa. La pesadilla se retomó cuando dejaron libre a la victimaria, pero fue recapturada tras la presión hecha en los tribunales.
En 2013 se logró una condena por diez años inconmutables. La niña debió ser apoyada con tratamiento psiquiátrico, psicológico y medicina alternativa, además se le informó a la maestra y directora de su institución escolar sobre la situación(aunque esto se debe sopesar y analizar si es necesario según la abuela) para que estuvieran al tanto de la menor. Ahora ella tiene ocho años y sabe que hay alguien que le hizo daño pero guarda prisión y gracias a su denuncia muchos niños están a salvo.
Este relato pone en evidencia el cuidado que se debe tener con los infantes, en esta historia la agresora fue una mujer aunque son casos en menor escala, ya que la mayoría de denuncias son en contra de hombres como agresores sexuales tanto de niñas como de niños.
Violaciones sexual en aumento
De acuerdo al Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) al finalizar el año 2013 se percibió un incremento del 50% en los estudios del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) por agresiones sexuales, y nuevamente el año 2014 volvió a reportar incremento del 26%.
Las víctimas principales en estos casos son las mujeres, este delito es tan grave como el de darle muerte a la persona, pues el trauma psicológico que provoca por el daño causado hace que sea imposible volver a ser la misma persona que se era antes.
A nivel mundial, el 91% de violaciones son a mujeres y solo un 9% a hombres, y en muchas de las ocasiones el abusador puede ser un miembro de la propia familia, lo cual nos guía a que dentro de este hogar existe violencia intrafamiliar de tipo sexual.
Según el GAM los datos de agresiones sexuales superaronn a los homicidios cometidos en el 2014 en un 42%. Durante el 2014 murieron 756 mujeres mientras que se registraron 7,521 agresión sexual contra mujeres y niñas.
En siete años la mayor parte de víctimas son las mujeres que sumaron 30,931 víctimas, y los hombres 3,523 para hacer un total de 34,454 agresiones sexuales a nivel nacional. El departamento que reporta el mayor número de agresiones sexuales es Guatemala con 11,081, en segundo lugar esta Quetzaltenango con 2,743 y en un tercer lugar el departamento de Escuintla con 2,315.
Una medición a nivel nacional de agresiones arroja el dato de 52 casos por cada 100 mil habitantes, incrementando en 4 puntos porcentuales en relación con el 2013 el cual reportaba una tasa de 48 casos por cada 100 mil habitantes. El departamento de Guatemala sigue teniendo la tasa anual más alta de 85 casos por cada 100 mil habitantes, en segundo lugar se encuentra el departamento de Escuintla con 83 casos y en tercer lugar Jalapa con 82 casos.
La tasa más baja la reportan el departamento de Sololá con 23 casos y el departamento de Huehuetenango con 21, tasa que sobrepasa la más baja de homicidios por cada 100 mil habitantes que la reporta el departamento de Sololá con cinco víctimas por cada 100 mil habitantes.
El promedio mensual de agresiones sexuales en estos siete años es de 2,871 víctimas y diarias fueron 96. El promedio mensual en el año 2014 es de 691 víctimas, 142 más de las reportadas el año anterior y diariamente se produjeron 23, 5 más de las reportadas en el año 2013.
Por su parte la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) en el informe “Reporte sobre violencia sexual contra la mujer” revela que de cada 100 mujeres que sufren violencia sexual, 44 son adolescente entre edades de 13 a 17 años, mientras que 13 casos son niñas de entre siete y 12 años y siete en niñas de primera infancia entre las edades de 0 a 6 años.
Domingo, cuando se registran más agresiones
Según la PDH el 58 por ciento de estos hechos de violencia ocurren en el área rural mientras que en área urbana se concentra el 41 por ciento de violencia contra la mujer. De acuerdo con las estadísticas proporcionadas por el Magistrado de Conciencia, entre los días con más incidencia en la violencia contra la mujer se encuentra el día domingo.
La PDH reporta que de 664 casos reportados de enero a octubre durante una semana 136 hechos ocurrieron el domingo, mientras que 100 fueron el sábado, 93 el miércoles, 89 lunes y el resto entre los días restantes. Durante esos mismos días las más violentadas fueron las adolescentes seguido de las jóvenes adolescentes entre las edades de 18 a 24 años.
Por su parte Norma Cruz de la Fundación Sobrevivientes, indica que la violencia sexual es un tema sumamente preocupante para todas las asociaciones que están trabajando tema de niñez y adolescencia. Esto porque no se ha logrado pegar en el blanco en realizar acciones contundentes para que estos hechos no sigan ocurriendo, “lo más preocupante es que las niñas son agredidas dentro de su propio hogar”, señala.
Acabar con la cultura del silencio
“Existe una preocupación latente porque hay muchas niñas embarazadas y realmente es una situación muy difícil porque son dos criaturas que deberían ser asistidas por el Estado guatemalteco para garantizar sus derechos, sin embargo la ausencia de programas genera que estas niñas pasen por situaciones duras”, dice Cruz.
Además refiere que no es que las estadísticas están subiendo, sino lo que se ha dado en el 2013 y 2014 es que ya existido una institucionalidad que está atendiendo con una especialización a las víctimas de violencia sexual, han empezado a haber capturas, juicios con sentencias condenatorias y eso afortunadamente ha hecho que las mujeres estén denunciado y que las mamás denuncien los casos de menores.
“En el tema de violencia sexual se había tenido un subregistro, porque no se creía en el sistema o porque era un tema que desde niño no se podía hablar, había temor por lo mismo que el agresor estaba dentro de la casa o vive dentro de la comunidad. En estos diez años hemos avanzando en institucionalidad especializada en el tema de la violencia sexual”, dice la activista.
Por último indica que la condición de ser mujer las vuelve más vulnerables ante los hechos de violencia sexual, ya que más de 6 mil violaciones son contra mujeres mientras que sólo 1 mil son contra hombres. Lo más preocupante es que Guatemala por su posición geográfica se ha vuelto apetecible para los pederastas, y por eso es que antes no existían denuncias de violencias sexual contra hombres, hoy existen como consecuencia de perder esa cultura de silencio.
Con información de Jessica Osorio.
Un mes fue suficiente para que quien supuestamente cuidaba de una niña abusara de su confianza y privacidad. La nodriza guarda una sentencia de diez años de prisión, pero para lograr esa condena la familia de la víctima se enfrenta a un sistema de justicia engorroso e inclemente.
La abuela abre su corazón y comparte su testimonio, ella sabe que hay muchas madres que dejan con desconocidos la atención de sus hijos para irse a trabajar y quiere evitar que su historia se repita. “Nosotros tuvimos suerte que se hiciera justicia y fuera sentenciada esta mujer a quien se le confió por apenas un mes el cuidado de una menor”, describe.
El relato empieza con la vida de una infante de 4 años y medio, quien apenas se había aprendido de memoria los números telefónicos de emergencia y fue una llamada la que reveló todo. “Mamá, Ingrid me mordió la lengua”, eso fue suficiente para que la madre entendiera lo que ocurrió.
“La mamá no se separaba de sus hijas, hacía lo posible por trabajar desde su casa y aún con eso, siendo madre soltera, hubo momentos en que debía salir por cuestiones laborales. Le habían recomendado a la victimaria y la había entrevistado dos veces”, describe la abuela.
Entre los signos que observaron es que la niña se ponía nerviosa cuando se quedaba con ella, se ponía a querer llamar la atención con algo o se comía las uñas. La madre confía plenamente en su hija y sabía que no mentiría y procedieron a interponer la denuncia respectiva en el Ministerio Público (MP). Eso fue en 2008 y la captura de Ingrid Catú fue hasta un año después.
Cada trámite, cada requerimiento de las autoridades, todo fue resuelto por la familia, especialmente la madre, en aras de agilizar el caso. Debían apoyar al MP debido a la lentitud de los procesos. “Pusimos la denuncia, cuatro veces hubo cambio de fiscal, todo por deficiencias en general de la institución. Nada progresaba”, prosigue.
Cuando capturaron a la victimaria, desde el momento de la primera declaración la madre hizo la observación de que la mujer era un peligro para otros niños, razón por la que guardó prisión preventiva. “Ella siempre negó todo ante las autoridades, pero cuando nosotros la enfrentamos nos dijo que la niña la había provocado y que todo era su culpa”, expone.
La declaración de la menor fue en una Cámara de Gesell (habitación acondicionada para permitir la declaración de los niños sin que se sientan observados o presionados) y ahí describió en presencia de una psicóloga todo lo ocurrido. Tanto la madre como la abuela tocaron las puertas de organizaciones de mujeres que velan por sus derechos pero encontraron silencio y evasivas, excepto la Fundación Sobrevivientes quien les apoyó durante todo el caso.
“Nos vimos ante la indiferencia de muchas mujeres con las que habíamos compartido y en lugar de apoyarnos porque éramos las agredidas, nos ofendieron”, expresa. La pesadilla se retomó cuando dejaron libre a la victimaria, pero fue recapturada tras la presión hecha en los tribunales.
En 2013 se logró una condena por diez años inconmutables. La niña debió ser apoyada con tratamiento psiquiátrico, psicológico y medicina alternativa, además se le informó a la maestra y directora de su institución escolar sobre la situación(aunque esto se debe sopesar y analizar si es necesario según la abuela) para que estuvieran al tanto de la menor. Ahora ella tiene ocho años y sabe que hay alguien que le hizo daño pero guarda prisión y gracias a su denuncia muchos niños están a salvo.
Este relato pone en evidencia el cuidado que se debe tener con los infantes, en esta historia la agresora fue una mujer aunque son casos en menor escala, ya que la mayoría de denuncias son en contra de hombres como agresores sexuales tanto de niñas como de niños.
Violaciones sexual en aumento
De acuerdo al Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) al finalizar el año 2013 se percibió un incremento del 50% en los estudios del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) por agresiones sexuales, y nuevamente el año 2014 volvió a reportar incremento del 26%.
Las víctimas principales en estos casos son las mujeres, este delito es tan grave como el de darle muerte a la persona, pues el trauma psicológico que provoca por el daño causado hace que sea imposible volver a ser la misma persona que se era antes.
A nivel mundial, el 91% de violaciones son a mujeres y solo un 9% a hombres, y en muchas de las ocasiones el abusador puede ser un miembro de la propia familia, lo cual nos guía a que dentro de este hogar existe violencia intrafamiliar de tipo sexual.
Según el GAM los datos de agresiones sexuales superaronn a los homicidios cometidos en el 2014 en un 42%. Durante el 2014 murieron 756 mujeres mientras que se registraron 7,521 agresión sexual contra mujeres y niñas.
En siete años la mayor parte de víctimas son las mujeres que sumaron 30,931 víctimas, y los hombres 3,523 para hacer un total de 34,454 agresiones sexuales a nivel nacional. El departamento que reporta el mayor número de agresiones sexuales es Guatemala con 11,081, en segundo lugar esta Quetzaltenango con 2,743 y en un tercer lugar el departamento de Escuintla con 2,315.
Una medición a nivel nacional de agresiones arroja el dato de 52 casos por cada 100 mil habitantes, incrementando en 4 puntos porcentuales en relación con el 2013 el cual reportaba una tasa de 48 casos por cada 100 mil habitantes. El departamento de Guatemala sigue teniendo la tasa anual más alta de 85 casos por cada 100 mil habitantes, en segundo lugar se encuentra el departamento de Escuintla con 83 casos y en tercer lugar Jalapa con 82 casos.
La tasa más baja la reportan el departamento de Sololá con 23 casos y el departamento de Huehuetenango con 21, tasa que sobrepasa la más baja de homicidios por cada 100 mil habitantes que la reporta el departamento de Sololá con cinco víctimas por cada 100 mil habitantes.
El promedio mensual de agresiones sexuales en estos siete años es de 2,871 víctimas y diarias fueron 96. El promedio mensual en el año 2014 es de 691 víctimas, 142 más de las reportadas el año anterior y diariamente se produjeron 23, 5 más de las reportadas en el año 2013.
Por su parte la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) en el informe “Reporte sobre violencia sexual contra la mujer” revela que de cada 100 mujeres que sufren violencia sexual, 44 son adolescente entre edades de 13 a 17 años, mientras que 13 casos son niñas de entre siete y 12 años y siete en niñas de primera infancia entre las edades de 0 a 6 años.
Domingo, cuando se registran más agresiones
Según la PDH el 58 por ciento de estos hechos de violencia ocurren en el área rural mientras que en área urbana se concentra el 41 por ciento de violencia contra la mujer. De acuerdo con las estadísticas proporcionadas por el Magistrado de Conciencia, entre los días con más incidencia en la violencia contra la mujer se encuentra el día domingo.
La PDH reporta que de 664 casos reportados de enero a octubre durante una semana 136 hechos ocurrieron el domingo, mientras que 100 fueron el sábado, 93 el miércoles, 89 lunes y el resto entre los días restantes. Durante esos mismos días las más violentadas fueron las adolescentes seguido de las jóvenes adolescentes entre las edades de 18 a 24 años.
Por su parte Norma Cruz de la Fundación Sobrevivientes, indica que la violencia sexual es un tema sumamente preocupante para todas las asociaciones que están trabajando tema de niñez y adolescencia. Esto porque no se ha logrado pegar en el blanco en realizar acciones contundentes para que estos hechos no sigan ocurriendo, “lo más preocupante es que las niñas son agredidas dentro de su propio hogar”, señala.
Acabar con la cultura del silencio
“Existe una preocupación latente porque hay muchas niñas embarazadas y realmente es una situación muy difícil porque son dos criaturas que deberían ser asistidas por el Estado guatemalteco para garantizar sus derechos, sin embargo la ausencia de programas genera que estas niñas pasen por situaciones duras”, dice Cruz.
Además refiere que no es que las estadísticas están subiendo, sino lo que se ha dado en el 2013 y 2014 es que ya existido una institucionalidad que está atendiendo con una especialización a las víctimas de violencia sexual, han empezado a haber capturas, juicios con sentencias condenatorias y eso afortunadamente ha hecho que las mujeres estén denunciado y que las mamás denuncien los casos de menores.
“En el tema de violencia sexual se había tenido un subregistro, porque no se creía en el sistema o porque era un tema que desde niño no se podía hablar, había temor por lo mismo que el agresor estaba dentro de la casa o vive dentro de la comunidad. En estos diez años hemos avanzando en institucionalidad especializada en el tema de la violencia sexual”, dice la activista.
Por último indica que la condición de ser mujer las vuelve más vulnerables ante los hechos de violencia sexual, ya que más de 6 mil violaciones son contra mujeres mientras que sólo 1 mil son contra hombres. Lo más preocupante es que Guatemala por su posición geográfica se ha vuelto apetecible para los pederastas, y por eso es que antes no existían denuncias de violencias sexual contra hombres, hoy existen como consecuencia de perder esa cultura de silencio.
Con información de Jessica Osorio.