Tras criticar la dinastía de la “copresidenta” —como el presidente llama a su esposa—, el régimen de Daniel Ortega cercó la residencia de su hermano, el general en retiro Humberto Ortega.
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La policía sandinista decomisó teléfonos y computadoras del general tras afirmar que ni Murillo ni su hijo Laureano podrán suceder a Daniel en el poder.
Por qué importa. Otrora jefe del Ejército nicaragüense, Humberto Ortega fue una pieza clave para la consolidación de su hermano en el poder. Sin embargo, se han distanciado, principalmente por diferencias en su perspectiva sobre cómo manejar el país. Su mayor diferencia no solo tiene que ver con el modelo autocrático del presidente, sino con su esposa Rosario, con quien Humberto ha tenido varias disputas en el pasado.
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El cerco alrededor de su residencia se ha interpretado como una muestra de músculo de Murillo. Si bien Humberto intenta deslegitimar su figura, la esposa del presidente busca afirmar que ella manda.
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Daniel Ortega tiene 78 años, por lo que el futuro de Nicaragua en su ausencia es ya un tema de discusión dentro del régimen.
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Murillo tiene en sus planes continuar con la dinastía, ya sea a manos suyas o de su hijo Laureano Ortega Murillo. Para la “copresidenta”, no hay espacio para cuestionamientos a su línea de sucesión.
Voces. El pasado 19 de mayo, Humberto Ortega habló con el periodista nicaragüense en el exilio, Fabián Medina, dónde afirmó que el modelo autoritario actual de Nicaragua depende crucialmente del líder que ejerce la Presidencia y que “ante la ausencia de este es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”. Medina insistió, preguntando por la posibilidad de que Murillo reemplazara a su hermano, a lo que Humberto respondió: “Nadie. Nadie”.
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“No quiero mencionar a nadie en particular. Sin Daniel no hay nadie, porque con todo y todo, Daniel es el único líder histórico que aún conserva los créditos de esa lucha”.
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“El partido actualmente no tiene repuesto. Están ahí, no por una mística, muchos queriendo hacer bien, pero más que todo, teniendo beneficios de esa participación gubernamental y política”, añadió.
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Afirmó que “si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso”.
Entre líneas. Humberto es un año menor que Daniel y no tiene aspiraciones de ocupar el espacio que eventualmente dejará su hermano. No obstante, ha sido crítico del sistema clientelar que se ha afianzado en Nicaragua; su interés va más allá de recuperar el poder del que le han apartado. Rosario Murillo no cuenta con la legitimidad —por poca que sea— de su esposo. La influencia de su cuñado en el Ejército y su legitimidad como revolucionario es un problema para la primera dama.
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Humberto quiere explotar las fracciones internas del régimen y la falta de legitimidad de su cuñada y su sobrino; Murillo, acorralada, sabe que no cuenta con el capital político necesario para sostener este sistema en ausencia de su esposo.
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Con cada día que pasa, Murillo debe controlar todo tipo de disidencia que pueda hacer colapsar el régimen una vez falte su esposo.
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La longeva presidencia de Ortega le ha dejado a él como el último vestigio legítimo de la revolución sandinista. Si bien, Daniel y su esposa vaticinan una sucesión dinástica, en palabras de Humberto Ortega: “ni Somoza pudo establecer a su hijo”.
Tras criticar la dinastía de la “copresidenta” —como el presidente llama a su esposa—, el régimen de Daniel Ortega cercó la residencia de su hermano, el general en retiro Humberto Ortega.
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La policía sandinista decomisó teléfonos y computadoras del general tras afirmar que ni Murillo ni su hijo Laureano podrán suceder a Daniel en el poder.
Por qué importa. Otrora jefe del Ejército nicaragüense, Humberto Ortega fue una pieza clave para la consolidación de su hermano en el poder. Sin embargo, se han distanciado, principalmente por diferencias en su perspectiva sobre cómo manejar el país. Su mayor diferencia no solo tiene que ver con el modelo autocrático del presidente, sino con su esposa Rosario, con quien Humberto ha tenido varias disputas en el pasado.
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El cerco alrededor de su residencia se ha interpretado como una muestra de músculo de Murillo. Si bien Humberto intenta deslegitimar su figura, la esposa del presidente busca afirmar que ella manda.
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Daniel Ortega tiene 78 años, por lo que el futuro de Nicaragua en su ausencia es ya un tema de discusión dentro del régimen.
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Murillo tiene en sus planes continuar con la dinastía, ya sea a manos suyas o de su hijo Laureano Ortega Murillo. Para la “copresidenta”, no hay espacio para cuestionamientos a su línea de sucesión.
Voces. El pasado 19 de mayo, Humberto Ortega habló con el periodista nicaragüense en el exilio, Fabián Medina, dónde afirmó que el modelo autoritario actual de Nicaragua depende crucialmente del líder que ejerce la Presidencia y que “ante la ausencia de este es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”. Medina insistió, preguntando por la posibilidad de que Murillo reemplazara a su hermano, a lo que Humberto respondió: “Nadie. Nadie”.
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“No quiero mencionar a nadie en particular. Sin Daniel no hay nadie, porque con todo y todo, Daniel es el único líder histórico que aún conserva los créditos de esa lucha”.
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“El partido actualmente no tiene repuesto. Están ahí, no por una mística, muchos queriendo hacer bien, pero más que todo, teniendo beneficios de esa participación gubernamental y política”, añadió.
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Afirmó que “si falta Daniel Ortega, para mí, Humberto Ortega, no hay posibilidad de que nadie de ese grupo de poder pueda ejercer la influencia frente a un proceso”.
Entre líneas. Humberto es un año menor que Daniel y no tiene aspiraciones de ocupar el espacio que eventualmente dejará su hermano. No obstante, ha sido crítico del sistema clientelar que se ha afianzado en Nicaragua; su interés va más allá de recuperar el poder del que le han apartado. Rosario Murillo no cuenta con la legitimidad —por poca que sea— de su esposo. La influencia de su cuñado en el Ejército y su legitimidad como revolucionario es un problema para la primera dama.
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Humberto quiere explotar las fracciones internas del régimen y la falta de legitimidad de su cuñada y su sobrino; Murillo, acorralada, sabe que no cuenta con el capital político necesario para sostener este sistema en ausencia de su esposo.
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Con cada día que pasa, Murillo debe controlar todo tipo de disidencia que pueda hacer colapsar el régimen una vez falte su esposo.
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La longeva presidencia de Ortega le ha dejado a él como el último vestigio legítimo de la revolución sandinista. Si bien, Daniel y su esposa vaticinan una sucesión dinástica, en palabras de Humberto Ortega: “ni Somoza pudo establecer a su hijo”.