Se acercan las elecciones mexicanas, programadas para el 2 de junio. Claudia Sheinbaum (MORENA, izquierda), hasta el año pasado jefa de Gobierno de la Ciudad de México, lleva todas las de ganar. El País –para bien o para mal, el periódico de referencia del mundo hispanohablante– le da un 86% de posibilidades de éxito en la contienda.
- Las encuestas varían poco entre sí. La de El País prevé que Sheinbaum se lleve el 56% de los votos, superando incluso el aplastante 54.71% de AMLO; otras, sin duda más generosas, predicen una victoria con más del 60%.
- Xóchitl Gálvez (Fuerza y Corazón por México, atrapalotodo), la principal candidata de oposición se queda sin opciones. Sin definirse ideológicamente, no ha logrado hacer mella.
- Sheinbaum desfila hacia el Palacio Nacional sustentándose en AMLO. Su apoyo ya no es “prestado” —AMLO prometió que, cual Cincinato, abandonará la vida pública—, pero indudablemente obedece a la confianza que el todavía presidente ha depositado en ella.
Entre líneas. Siendo entrevistada por el Financial Times, Sheinbaum se comprometió a avanzar la agenda de “transformación” nacional de AMLO. Al electorado ofrece justicia social, servicios públicos y la muerte definitiva del “neoliberalismo”, artífice de la desigualdad y la “pobreza atroz”, dice con abierta retórica populista.
- Se declaró a favor de que los ministros de la Suprema Corte mexicana sean designados por voto popular. La reforma carece de posibilidades en el actual Congreso, que aún cuenta con una oposición de peso, pero Sheinbaum espera conseguir una mayoría calificada en las elecciones de junio.
- La reforma de la judicatura se ha convertido en un objetivo sine qua non para AMLO, que lamenta el poder de los jueces y de las agencias burocráticas de limitar sus poderes. Sheinbaum concuerda; a su juicio, la Corte se ha inmiscuido en política.
- En resumen, Sheinbaum defendió todo el paquete de 20 reformas, la mayoría de ellas constitucionales, que se han interpretado como el testamento político de AMLO. Cuando se le preguntó si cree en los controles y contrapesos, afirmó creer en el derecho del pueblo a decidir.
La sucesora. Es bien sabido que los presidentes mexicanos gobiernan durante un sexenio. No será el caso de AMLO: una reforma constitucional de 2014 establece que el traspaso de mandos se debe realizar el 1 de octubre, privando a AMLO de dos meses de mandato. Esto no molesta al presidente, quien cree dejar el Estado en buenas manos.
- Sheinbaum fue escogida a dedo. Con ella, AMLO se arriesgó a vivir una escisión dentro de MORENA, pues el excanciller Marcelo Ebrard no ocultó su disgusto cuando se vieron frustradas sus aspiraciones presidenciales.
- La heredera no es idéntica a AMLO, quien pertenece a la izquierda más rancia. AMLO es populista, si se nos permite ese término ya carente de significado; promete dádivas e inversiones al mexicano de a pie. Su perfil corresponde al viejo y desaparecido PRI estatalista del siglo XX.
- Sheinbaum, en cambio, representa a la izquierda del siglo XXI. Es más woke, se preocupa por las energías renovables y, aunque probablemente le disguste la descripción, más estadounidense en su cosmovisión. Habla, al igual que AMLO, de “justicia social”, pero con el mismo término enmarca un concepto distinto.
El porvenir. Hasta ahora, Sheinbaum ha hecho de AMLO un santo viviente. Su campaña promete completa continuidad, buscando con esto ganarse a los simpatizantes del presidente, que tiene una tasa de aprobación en torno al 54%. Esto complace incluso a los inversores, que no tienen a AMLO en mucha estima, pero siempre prefieren la estabilidad y previsibilidad.
- Esto es lógico. Sheinbaum —moderna, burguesa y metropolitana, es decir, chilanga— difícilmente podría ganar unas elecciones sin la bendición de AMLO, quien previsiblemente se convertirá en el elder statesman de México. Por algo la oposición ha intentado restarle apoyos poniendo en duda su mexicanidad.
- Tampoco es obligatorio que las dos tendencias entren en conflicto. En ocasiones, la derecha –lamentando la desaparición de la vieja izquierda– anticipa una guerra intestina que nunca ocurre. Las políticas de AMLO podrían llegar a ser perfectamente compatibles con la línea de Sheinbaum.
- En México, por tanto, puede esperarse más de lo mismo. La oposición ha querido mantener la esperanza hablando de un complot entre las encuestadoras. Lo cierto es que AMLO, sin importar su desempeño, mantiene su popularidad. Sheinbaum la hereda, al menos de momento.
Se acercan las elecciones mexicanas, programadas para el 2 de junio. Claudia Sheinbaum (MORENA, izquierda), hasta el año pasado jefa de Gobierno de la Ciudad de México, lleva todas las de ganar. El País –para bien o para mal, el periódico de referencia del mundo hispanohablante– le da un 86% de posibilidades de éxito en la contienda.
- Las encuestas varían poco entre sí. La de El País prevé que Sheinbaum se lleve el 56% de los votos, superando incluso el aplastante 54.71% de AMLO; otras, sin duda más generosas, predicen una victoria con más del 60%.
- Xóchitl Gálvez (Fuerza y Corazón por México, atrapalotodo), la principal candidata de oposición se queda sin opciones. Sin definirse ideológicamente, no ha logrado hacer mella.
- Sheinbaum desfila hacia el Palacio Nacional sustentándose en AMLO. Su apoyo ya no es “prestado” —AMLO prometió que, cual Cincinato, abandonará la vida pública—, pero indudablemente obedece a la confianza que el todavía presidente ha depositado en ella.
Entre líneas. Siendo entrevistada por el Financial Times, Sheinbaum se comprometió a avanzar la agenda de “transformación” nacional de AMLO. Al electorado ofrece justicia social, servicios públicos y la muerte definitiva del “neoliberalismo”, artífice de la desigualdad y la “pobreza atroz”, dice con abierta retórica populista.
- Se declaró a favor de que los ministros de la Suprema Corte mexicana sean designados por voto popular. La reforma carece de posibilidades en el actual Congreso, que aún cuenta con una oposición de peso, pero Sheinbaum espera conseguir una mayoría calificada en las elecciones de junio.
- La reforma de la judicatura se ha convertido en un objetivo sine qua non para AMLO, que lamenta el poder de los jueces y de las agencias burocráticas de limitar sus poderes. Sheinbaum concuerda; a su juicio, la Corte se ha inmiscuido en política.
- En resumen, Sheinbaum defendió todo el paquete de 20 reformas, la mayoría de ellas constitucionales, que se han interpretado como el testamento político de AMLO. Cuando se le preguntó si cree en los controles y contrapesos, afirmó creer en el derecho del pueblo a decidir.
La sucesora. Es bien sabido que los presidentes mexicanos gobiernan durante un sexenio. No será el caso de AMLO: una reforma constitucional de 2014 establece que el traspaso de mandos se debe realizar el 1 de octubre, privando a AMLO de dos meses de mandato. Esto no molesta al presidente, quien cree dejar el Estado en buenas manos.
- Sheinbaum fue escogida a dedo. Con ella, AMLO se arriesgó a vivir una escisión dentro de MORENA, pues el excanciller Marcelo Ebrard no ocultó su disgusto cuando se vieron frustradas sus aspiraciones presidenciales.
- La heredera no es idéntica a AMLO, quien pertenece a la izquierda más rancia. AMLO es populista, si se nos permite ese término ya carente de significado; promete dádivas e inversiones al mexicano de a pie. Su perfil corresponde al viejo y desaparecido PRI estatalista del siglo XX.
- Sheinbaum, en cambio, representa a la izquierda del siglo XXI. Es más woke, se preocupa por las energías renovables y, aunque probablemente le disguste la descripción, más estadounidense en su cosmovisión. Habla, al igual que AMLO, de “justicia social”, pero con el mismo término enmarca un concepto distinto.
El porvenir. Hasta ahora, Sheinbaum ha hecho de AMLO un santo viviente. Su campaña promete completa continuidad, buscando con esto ganarse a los simpatizantes del presidente, que tiene una tasa de aprobación en torno al 54%. Esto complace incluso a los inversores, que no tienen a AMLO en mucha estima, pero siempre prefieren la estabilidad y previsibilidad.
- Esto es lógico. Sheinbaum —moderna, burguesa y metropolitana, es decir, chilanga— difícilmente podría ganar unas elecciones sin la bendición de AMLO, quien previsiblemente se convertirá en el elder statesman de México. Por algo la oposición ha intentado restarle apoyos poniendo en duda su mexicanidad.
- Tampoco es obligatorio que las dos tendencias entren en conflicto. En ocasiones, la derecha –lamentando la desaparición de la vieja izquierda– anticipa una guerra intestina que nunca ocurre. Las políticas de AMLO podrían llegar a ser perfectamente compatibles con la línea de Sheinbaum.
- En México, por tanto, puede esperarse más de lo mismo. La oposición ha querido mantener la esperanza hablando de un complot entre las encuestadoras. Lo cierto es que AMLO, sin importar su desempeño, mantiene su popularidad. Sheinbaum la hereda, al menos de momento.