¿“Subdesarrollada”? ¿“en vías de desarrollo”? No. El problema es que Latinoamérica se encuentra en una vía alterna, “estancada”. El diagnóstico se realiza con ayuda de un lenguaje asequible y cargado de referencias populares para tener siempre presente el lado humano de la historia. Caetano Veloso, Bob Dylan o Rubén Blades; escenas de películas como Roma o La historia oficial; versos de Vallejo, fragmentos de Rulfo, Caparrós, Guerriero; anécdotas familiares…
El autor de Repúblicas defraudadas, libro incisivo y provocador, a la vez que ameno e ilustrativo, es el intelectual peruano Alberto Vergara. Es PhD en Ciencia Política por la Universidad de Montreal y bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
A grandes rasgos, esboza un perfil marchito de la calidad de los sistemas políticos vigentes en el continente. Considera –y esto merece destacarse– que a todos les va mal con independencia de su tendencia ideológica. Algunas de las razones: las tensiones sociales y políticas; el incremento en las protestas, y el desencanto creciente con la democracia liberal.
Vergara concibe el ideal republicano como una mezcla entre autogobierno y gobernanza comunitaria. Sin embargo, considera que este ha sido constantemente desvirtuado por estructuras que perpetúan la desigualdad y obstaculizan las reformas para una mayor armonía y justicia.
Su aspiración es la sociedad desarrollada en el marco de un Estado de derecho, con libertades aseguradas, incluidas –muy importante– las económicas, y con una ciudadanía alerta y autónoma, capaz de conformar sus estructuras periódicamente. Complementa este modelo republicano y liberal con una receta socialdemócrata. Una apuesta por el gradual progreso social, con el objetivo de construir una sociedad más inclusiva y orientada al bien común. Reconoce los fracasos de modelos económicos como el pregonado por el Consenso de Washington, por no mencionar los fiascos de las dictaduras de izquierda del continente. Su recomendación: no abandonar el “ideal republicano” y afianzar la arquitectura institucional.
Otras vertientes vienen explicadas en los capítulos “La República-en-tanto-sociedad” y “La República-en-tanto-gobierno”.
Se retoman ideas de Tocqueville y Maquiavelo para recalcar que la igualdad es un principio irrenunciable para el éxito de una República. Su ausencia resulta en concentración de poder y exclusión.
Se nos ofrece una incursión histórica en las raíces del republicanismo latinoamericano. Desde las independencias, todos los países de la región adoptaron la república como sistema. Sus principios: libertad e igualdad. Conviene siempre poner las cosas en su contexto. La república como forma de gobierno era la excepción entonces (no la norma). Otro apunte: en Honduras, Uruguay, Colombia o Chile había partidos políticos y elecciones libres incluso antes de que existieran Alemania o Italia como naciones.
El problema es que se mantuvo a amplios sectores de la población alienada del poder, segregándola. Los gobiernos latinoamericanos no han sabido garantizar los valores republicanos. Se excluye a la mayoría. Y este dejar de lado a los menos favorecidos provoca un descontento generalizado. Los ciudadanos, frustrados por su falta de influencia en el sistema, recurren a líderes anti-establishment como manifestación de rechazo hacia las clases políticas tradicionales.
Vergara nos recuerda la preocupante disminución del apoyo popular a la democracia. La ciudadanía vota sin ilusión. Se añade el dominio del poder ejecutivo sobre las instituciones legislativas, lo que da lugar a peligrosos desequilibrios.
Recurre a ejemplos concretos para ilustrar conceptos teóricos. Se muestra así cómo desigualdad social, corrupción, caudillismo y desconexión entre gobernantes y gobernados han erosionado la legitimidad de las instituciones democráticas.
La movilidad social es muy limitada. La imparcialidad de la ley es relativa en una sociedad extremadamente desigual. El clientelismo ensancha las brechas… Todo ello viene explicado mediante una serie de gráficos e índices de fortaleza democrática y datos sobre discriminación, inseguridad y acceso a salud y educación. Las cifras también hablan de desconfianza, guetos y racismo. Además, a través de un ejercicio de geografía política de algunas ciudades latinoamericanas, concluye que no es solo el status económico lo que define quién es “verdaderamente ciudadano”. Interviene, asimismo, el color de piel (“la pigmentocracia”) y la relación de las personas con los espacios y servicios públicos.
La obra contiene una pluralidad de información relevante y material de reflexión. Dos de los puntos centrales son:
La república no puede comenzar sin pensar en el sujeto que participa activamente en ella: el ciudadano. Este debe ser un agente pleno que tenga injerencia en el espacio público, tanto de manera individual como inserto en redes colectivas.
El contraste entre la fachada democrática y su práctica efectiva. Puede que la democracia avance en términos formales, pero se estanca o incluso retrocede en su capacidad para garantizar derechos y oportunidades reales a todos los ciudadanos.
Todo aquel interesado en el devenir democrático de Latinoamérica debería leer este ensayo.
¿“Subdesarrollada”? ¿“en vías de desarrollo”? No. El problema es que Latinoamérica se encuentra en una vía alterna, “estancada”. El diagnóstico se realiza con ayuda de un lenguaje asequible y cargado de referencias populares para tener siempre presente el lado humano de la historia. Caetano Veloso, Bob Dylan o Rubén Blades; escenas de películas como Roma o La historia oficial; versos de Vallejo, fragmentos de Rulfo, Caparrós, Guerriero; anécdotas familiares…
El autor de Repúblicas defraudadas, libro incisivo y provocador, a la vez que ameno e ilustrativo, es el intelectual peruano Alberto Vergara. Es PhD en Ciencia Política por la Universidad de Montreal y bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
A grandes rasgos, esboza un perfil marchito de la calidad de los sistemas políticos vigentes en el continente. Considera –y esto merece destacarse– que a todos les va mal con independencia de su tendencia ideológica. Algunas de las razones: las tensiones sociales y políticas; el incremento en las protestas, y el desencanto creciente con la democracia liberal.
Vergara concibe el ideal republicano como una mezcla entre autogobierno y gobernanza comunitaria. Sin embargo, considera que este ha sido constantemente desvirtuado por estructuras que perpetúan la desigualdad y obstaculizan las reformas para una mayor armonía y justicia.
Su aspiración es la sociedad desarrollada en el marco de un Estado de derecho, con libertades aseguradas, incluidas –muy importante– las económicas, y con una ciudadanía alerta y autónoma, capaz de conformar sus estructuras periódicamente. Complementa este modelo republicano y liberal con una receta socialdemócrata. Una apuesta por el gradual progreso social, con el objetivo de construir una sociedad más inclusiva y orientada al bien común. Reconoce los fracasos de modelos económicos como el pregonado por el Consenso de Washington, por no mencionar los fiascos de las dictaduras de izquierda del continente. Su recomendación: no abandonar el “ideal republicano” y afianzar la arquitectura institucional.
Otras vertientes vienen explicadas en los capítulos “La República-en-tanto-sociedad” y “La República-en-tanto-gobierno”.
Se retoman ideas de Tocqueville y Maquiavelo para recalcar que la igualdad es un principio irrenunciable para el éxito de una República. Su ausencia resulta en concentración de poder y exclusión.
Se nos ofrece una incursión histórica en las raíces del republicanismo latinoamericano. Desde las independencias, todos los países de la región adoptaron la república como sistema. Sus principios: libertad e igualdad. Conviene siempre poner las cosas en su contexto. La república como forma de gobierno era la excepción entonces (no la norma). Otro apunte: en Honduras, Uruguay, Colombia o Chile había partidos políticos y elecciones libres incluso antes de que existieran Alemania o Italia como naciones.
El problema es que se mantuvo a amplios sectores de la población alienada del poder, segregándola. Los gobiernos latinoamericanos no han sabido garantizar los valores republicanos. Se excluye a la mayoría. Y este dejar de lado a los menos favorecidos provoca un descontento generalizado. Los ciudadanos, frustrados por su falta de influencia en el sistema, recurren a líderes anti-establishment como manifestación de rechazo hacia las clases políticas tradicionales.
Vergara nos recuerda la preocupante disminución del apoyo popular a la democracia. La ciudadanía vota sin ilusión. Se añade el dominio del poder ejecutivo sobre las instituciones legislativas, lo que da lugar a peligrosos desequilibrios.
Recurre a ejemplos concretos para ilustrar conceptos teóricos. Se muestra así cómo desigualdad social, corrupción, caudillismo y desconexión entre gobernantes y gobernados han erosionado la legitimidad de las instituciones democráticas.
La movilidad social es muy limitada. La imparcialidad de la ley es relativa en una sociedad extremadamente desigual. El clientelismo ensancha las brechas… Todo ello viene explicado mediante una serie de gráficos e índices de fortaleza democrática y datos sobre discriminación, inseguridad y acceso a salud y educación. Las cifras también hablan de desconfianza, guetos y racismo. Además, a través de un ejercicio de geografía política de algunas ciudades latinoamericanas, concluye que no es solo el status económico lo que define quién es “verdaderamente ciudadano”. Interviene, asimismo, el color de piel (“la pigmentocracia”) y la relación de las personas con los espacios y servicios públicos.
La obra contiene una pluralidad de información relevante y material de reflexión. Dos de los puntos centrales son:
La república no puede comenzar sin pensar en el sujeto que participa activamente en ella: el ciudadano. Este debe ser un agente pleno que tenga injerencia en el espacio público, tanto de manera individual como inserto en redes colectivas.
El contraste entre la fachada democrática y su práctica efectiva. Puede que la democracia avance en términos formales, pero se estanca o incluso retrocede en su capacidad para garantizar derechos y oportunidades reales a todos los ciudadanos.
Todo aquel interesado en el devenir democrático de Latinoamérica debería leer este ensayo.