El presidente Bernardo Arévalo dio muestras de sensato pragmatismo político la semana pasada al anunciar su decisión de una “alianza” público-privada para gestionar eficientemente el aeropuerto La Aurora. Su declaración inicial causó desazón entre algunos de sus apoyos partidarios, que inmediatamente se rasgaron las vestiduras en redes sociales. Dos días después, el presidente matizó y los tranquilizó en cuanto al fondo, pero siguieron rechazando la forma (en dónde y con quién lo anunció).
Después de la buruca en redes, vinieron las opiniones y editoriales en medios de comunicación –afines al gobierno– que, aún lastimados, se lanzaron a criticar a Arévalo por casi cualquier cosa; desde el avituallamiento usual de la Presidencia, hasta lo que los más radicales de los suyos interpretan como tibieza ante distintas situaciones que aquejan al país, y al Gobierno en particular.
Hace dos días se cumplió un año de la sorpresa electoral que culminó con el triunfo de Arévalo y del partido que lo llevó a la presidencia, Movimiento Semilla. La gran mayoría de quienes le votaron lo hicieron buscando un cambio de “estilo” de gobierno y no necesariamente por identificación ideológica.
Sin embargo, quienes más ruido hacen hoy son los votantes más ideologizados; lo más grave es que, muchos de ellos, ni siquiera quieren un cambio de rumbo o de estilo de gobierno, lo que quieren es venganza contra quienes creen que les hicieron daño e, incluso, contra cualquiera que no sea “de los suyos”. Una república no se construye a base de venganzas.
Guatemala tiene muchos rezagos históricos; para avanzar se requiere el esfuerzo de todos, no solo de unos y mucho menos en contra de otros. Si bien la coherencia ideológica es importante, pues traza la ruta por la cual un gobierno pretende llevar al país, lo que importa –realmente– son los resultados. Creemos que la decisión del presidente de una forma de alianza público-privada con respecto al aeropuerto es correcta. Quienes aún creen que solo desde lo público puede gestionarse los servicios a la población no buscan resultados, buscan trincheras ideológicas.
Todo ello toma especial relevancia a la luz de las condenables acciones de una facción militar en Bolivia que intentó deponer al presidente Luis Arce. La república no puede coexistir con medidas de hecho como esas. Un país no avanza si no es con el concurso de las fuerzas políticas, empresariales y gobierno.
Este viernes y sábado se reunirán en Honduras –por primera vez de manera conjunta el Grupo de Puebla y el Foro de São Paulo; recién electo, el hoy presidente Arévalo se reunió en México en el ámbito del primero de los grupos, del cual dos de sus ministros son miembros fundadores. Queda por verse si el presidente seguirá en ruta hacia el desarrollo o si, por el contrario, se decantará por replegarse en la trinchera ideológica de los más radicales de sus partidarios.
Hacemos votos porque se decante por la concordia y el desarrollo.
El presidente Bernardo Arévalo dio muestras de sensato pragmatismo político la semana pasada al anunciar su decisión de una “alianza” público-privada para gestionar eficientemente el aeropuerto La Aurora. Su declaración inicial causó desazón entre algunos de sus apoyos partidarios, que inmediatamente se rasgaron las vestiduras en redes sociales. Dos días después, el presidente matizó y los tranquilizó en cuanto al fondo, pero siguieron rechazando la forma (en dónde y con quién lo anunció).
Después de la buruca en redes, vinieron las opiniones y editoriales en medios de comunicación –afines al gobierno– que, aún lastimados, se lanzaron a criticar a Arévalo por casi cualquier cosa; desde el avituallamiento usual de la Presidencia, hasta lo que los más radicales de los suyos interpretan como tibieza ante distintas situaciones que aquejan al país, y al Gobierno en particular.
Hace dos días se cumplió un año de la sorpresa electoral que culminó con el triunfo de Arévalo y del partido que lo llevó a la presidencia, Movimiento Semilla. La gran mayoría de quienes le votaron lo hicieron buscando un cambio de “estilo” de gobierno y no necesariamente por identificación ideológica.
Sin embargo, quienes más ruido hacen hoy son los votantes más ideologizados; lo más grave es que, muchos de ellos, ni siquiera quieren un cambio de rumbo o de estilo de gobierno, lo que quieren es venganza contra quienes creen que les hicieron daño e, incluso, contra cualquiera que no sea “de los suyos”. Una república no se construye a base de venganzas.
Guatemala tiene muchos rezagos históricos; para avanzar se requiere el esfuerzo de todos, no solo de unos y mucho menos en contra de otros. Si bien la coherencia ideológica es importante, pues traza la ruta por la cual un gobierno pretende llevar al país, lo que importa –realmente– son los resultados. Creemos que la decisión del presidente de una forma de alianza público-privada con respecto al aeropuerto es correcta. Quienes aún creen que solo desde lo público puede gestionarse los servicios a la población no buscan resultados, buscan trincheras ideológicas.
Todo ello toma especial relevancia a la luz de las condenables acciones de una facción militar en Bolivia que intentó deponer al presidente Luis Arce. La república no puede coexistir con medidas de hecho como esas. Un país no avanza si no es con el concurso de las fuerzas políticas, empresariales y gobierno.
Este viernes y sábado se reunirán en Honduras –por primera vez de manera conjunta el Grupo de Puebla y el Foro de São Paulo; recién electo, el hoy presidente Arévalo se reunió en México en el ámbito del primero de los grupos, del cual dos de sus ministros son miembros fundadores. Queda por verse si el presidente seguirá en ruta hacia el desarrollo o si, por el contrario, se decantará por replegarse en la trinchera ideológica de los más radicales de sus partidarios.
Hacemos votos porque se decante por la concordia y el desarrollo.