“Lo que se busca es acercar el modelo húngaro al espacio iberoamericano”. Entrevista con Jorge González-Gallarza
En el marco del cambio de fuerzas en la Unión Europea, República pudo conversar con Jorge González-Gallarza, coordinador senior en la oficina de Madrid del Centro de Derechos Fundamentales (CDF), un tanque de pensamiento con sede en Hungría.
¿Qué es el CDF?
Somos una de las principales fundaciones del ecosistema de pensamiento y de acción política conservadora que se ha ido erigiendo en Hungría desde 2010, tras aquella primera victoria legislativa del Fidesz, el Partido Gobierno.
El Fidesz, habiendo aprendido la lección de debates anteriores, entra en 2010 con una agenda muy clara de cambio cultural en el país y una de las líneas de acción es la creación de este ecosistema de fundaciones. Nosotros somos una de las principales que se crea desde el 2013. Somos la fundación que hospeda todos los años CPAC Hungary y somos el único CPAC que se celebra en Europa por ahora. Este año también ha traído otro hito estratégico en el desarrollo de nuestra misión, que ha sido la creación de esta oficina en Madrid, la primera oficina del CDF fuera de Hungría y la primera oficina o presencia física en la Iberoesfera de todo el ecosistema que te mencionaba hace un momento.
Va un poco en la línea de un acercamiento al mundo hispanohablante, al mundo de la Iberoesfera en su conjunto. Esperamos que esta oficina de Madrid se vaya postulando como un actor central dentro del tejido de estas relaciones entre los actores políticos del mundo conservador europeo y húngaro, específicamente con los de la Iberoesfera. Esa es un poco la misión.
¿De dónde nace el interés de un think tank Húngaro por Iberoamérica?
Es cierto que quizás en el imaginario húngaro, Latinoamérica, además de ser un área cultural no solo geográficamente, pero culturalmente también bastante remota por razones de lingüísticas, figura más bien como una tierra de emigración. Muchos húngaros huyeron del comunismo en la segunda mitad del siglo XX, pero sobre todo tras la revolución anticomunista de Budapest de 1956, muchos emigraron y se formaron comunidades o crecieron las comunidades que ya existían en sitios como México, Brasil, Argentina e incluso Chile. Más allá de eso, hay bastante falta de comprensión entre el imaginario político hispano sobre un imaginario centro-europeo, continental, tan particular como es el húngaro.
No nos olvidemos que el húngaro es una lengua que no es ni siquiera fino-urálica, sino que tiene una raíz totalmente distinta a la historia del pueblo. El húngaro es muy particular, no solo por sus orígenes étnicos, sino también por haber sido, dentro de su historia occidental y cristiana, un pueblo que ha vivido muchas invasiones, Ha sufrido muchos yugos totalitarios de distintos regímenes, no solo con el comunismo y el nazismo, sino también con el imperio austro-húngaro, que fue una experiencia política muy particular.
Hungría es un país muy particular, pero que además está muy alejado de las realidades hispanoamericanas. Lo que se intenta con iniciativas como la nuestra es generar puentes y lazos en la esfera política conservadora, para que aquellos líderes, fuerzas, partidos, fundaciones, etc., del espectro conservador de vuestra región intercambien y aprendan del ejemplo húngaro, que no deja de ser llamativo, incluso en Europa.
Es un modelo de gobernanza conservadora que, a lo largo de los últimos 14 años, ha conseguido impulsar un conjunto de políticas públicas que han dado frutos y que han demostrado ser exitosas en el ámbito de fomentar la natalidad y la demografía doméstica; en la protección de fronteras; en la protección de la libertad de los padres para la educación de sus hijos; en tratar de ser un contrapeso hacia un cierto modelo de integración europea, y de lo que es hoy en día la Unión Europea en general. Lo que se busca es acercar el modelo húngaro al espacio iberoamericano.
¿Por qué se habla de Iberoamérica y no de Latinoamérica o América Latina, como popularmente se conoce desde este lado del mundo?
Naturalmente, el topónimo “Latinoamérica” tiene menos detractores en Hungría. Yo creo que los tiene sobre todo en España. Es verdad que en España, Latinoamérica suena quizás un término de origen francés o incluso un término más propio de la lengua inglesa. Es un término introducido por Francia para tratar de ampliar su esfera o de hacer que ese espacio cultural tan particular y tan hundido en sus raíces hispanas, españolas y portuguesas —que es la Iberoesfera— sea un espacio latino más amplio.
Aquí sí que se emplea más Iberoamérica y, sobre todo ahora, el neologismo que se está empezando a ampliar es el de la “Iberosfera”, que destina más bien una especie de espacio espiritual, civilizacional y cultural, que incluye por supuesto también al mundo lusófono, o por lo menos a Portugal y Brasil; la península Ibérica e Iberoamérica.
¿Qué se puede esperar del acercamiento que puede haber desde esta nueva Unión Europea hacia Iberoamérica? ¿Crees que puede haber un cambio en el paradigma?
Hungría es un país de poco más de 10 millones de habitantes, con una guerra a sus puertas y que tiene ya unas redes de intercambios comerciales muy establecidas en todo el mundo. El país persigue una estrategia de lo que llamamos conectividad. Es una estrategia geopolítica de tejido de lazos, a través de la cuál Hungría pretende oponerse a la tendencia de fracturar el mundo en bloques. Hungría está en contra de que se genere un bloque supuestamente occidental, orbitando en torno a EE. UU. y un eje oriental orbitando en torno a China.
Hungría quiere tener relaciones abiertas con todos aquellos países que quieran comerciar pacíficamente y reforzarse mutuamente. No cree en la partición binaria o en los hemisferios, en los polos del orden geopolítico ¿Por qué digo esto? A Hungría le va a costar mucho marcar la agenda comercial en el Consejo Europeo, que está muy dictada ya por los intereses proteccionistas de los grandes sectores, ya sea de la agricultura o de la industria. Los países grandes son los voceros de sus industrias y los protegen a través de cuotas. Hungría se opone, además, a la imposición de agendas ideológicas a través del instrumento comercial de la Unión Europea.
Hemos visto cómo esta ideología se impone a través de las líneas de ayuda directa al desarrollo, como ha sido el caso en Paraguay. La Unión Europea trata de imponer una agenda ideológica también en materia de educación sexual a menores. Hungría no solo es contraria a esta agenda regional, sino que lo es también domésticamente. Es decir, que si no cree en ello ni siquiera en Europa, ¿por qué iría Hungría o cualquier país europeo a dictarle a las escuelas paraguayas lo que tienen que enseñar a los niños?
Pero Hungría solo puede influir con un voto en un consejo de 27, en el que en muchas de las cuestiones se requiere unanimidad. Por ello, en su programa de presidencia no ha figurado el comercio. De forma prominente ha figurado la competitividad, pero refiriéndose a políticas más domésticas.
¿Qué puede aportar Iberoamérica a una Europa envejecida y tan afectada por la pospandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania y la inmigración?
No quisiera hablar en nombre ni mucho menos del sentir general de los hispanoamericanos, pero pienso que hay una parte importante de la opinión pública de ambos lados del Atlántico que ve claramente una congruencia cultural profundísima entre nuestras historias.
Compartimos imaginarios; proyecciones de futuro; culturas políticas, y un ADN religioso-espiritual. Yo oigo a mucha gente de vuestro hemisferio decir que un país como España, por ejemplo, debería mirar más a Hispanoamérica y debería profundizar sus lazos desde ambos lados del Atlántico.
Para Hungría, evidentemente es una oportunidad en el sentido cultural y en el que trabajamos nosotros, que es el de formar alianzas políticas. Claramente, yo creo que nadie, incluso con la más mínima noción de lo que es la historia de las Américas, podría dudar de la parentalidad y de los lazos que nos unen a los pueblos de Hispanoamérica.
Yo creo que esto es algo instintivo, incluso para una parte de los europeos que no son españoles. En eventos como CPAC Hungary nos encontramos con líderes de distintos países como Argentina, Chile y México y es clarísimo que ese sentimiento de conexión y de congruencia cultural, espiritual y de valores no existe con otras regiones del mundo.
“Lo que se busca es acercar el modelo húngaro al espacio iberoamericano”. Entrevista con Jorge González-Gallarza
En el marco del cambio de fuerzas en la Unión Europea, República pudo conversar con Jorge González-Gallarza, coordinador senior en la oficina de Madrid del Centro de Derechos Fundamentales (CDF), un tanque de pensamiento con sede en Hungría.
¿Qué es el CDF?
Somos una de las principales fundaciones del ecosistema de pensamiento y de acción política conservadora que se ha ido erigiendo en Hungría desde 2010, tras aquella primera victoria legislativa del Fidesz, el Partido Gobierno.
El Fidesz, habiendo aprendido la lección de debates anteriores, entra en 2010 con una agenda muy clara de cambio cultural en el país y una de las líneas de acción es la creación de este ecosistema de fundaciones. Nosotros somos una de las principales que se crea desde el 2013. Somos la fundación que hospeda todos los años CPAC Hungary y somos el único CPAC que se celebra en Europa por ahora. Este año también ha traído otro hito estratégico en el desarrollo de nuestra misión, que ha sido la creación de esta oficina en Madrid, la primera oficina del CDF fuera de Hungría y la primera oficina o presencia física en la Iberoesfera de todo el ecosistema que te mencionaba hace un momento.
Va un poco en la línea de un acercamiento al mundo hispanohablante, al mundo de la Iberoesfera en su conjunto. Esperamos que esta oficina de Madrid se vaya postulando como un actor central dentro del tejido de estas relaciones entre los actores políticos del mundo conservador europeo y húngaro, específicamente con los de la Iberoesfera. Esa es un poco la misión.
¿De dónde nace el interés de un think tank Húngaro por Iberoamérica?
Es cierto que quizás en el imaginario húngaro, Latinoamérica, además de ser un área cultural no solo geográficamente, pero culturalmente también bastante remota por razones de lingüísticas, figura más bien como una tierra de emigración. Muchos húngaros huyeron del comunismo en la segunda mitad del siglo XX, pero sobre todo tras la revolución anticomunista de Budapest de 1956, muchos emigraron y se formaron comunidades o crecieron las comunidades que ya existían en sitios como México, Brasil, Argentina e incluso Chile. Más allá de eso, hay bastante falta de comprensión entre el imaginario político hispano sobre un imaginario centro-europeo, continental, tan particular como es el húngaro.
No nos olvidemos que el húngaro es una lengua que no es ni siquiera fino-urálica, sino que tiene una raíz totalmente distinta a la historia del pueblo. El húngaro es muy particular, no solo por sus orígenes étnicos, sino también por haber sido, dentro de su historia occidental y cristiana, un pueblo que ha vivido muchas invasiones, Ha sufrido muchos yugos totalitarios de distintos regímenes, no solo con el comunismo y el nazismo, sino también con el imperio austro-húngaro, que fue una experiencia política muy particular.
Hungría es un país muy particular, pero que además está muy alejado de las realidades hispanoamericanas. Lo que se intenta con iniciativas como la nuestra es generar puentes y lazos en la esfera política conservadora, para que aquellos líderes, fuerzas, partidos, fundaciones, etc., del espectro conservador de vuestra región intercambien y aprendan del ejemplo húngaro, que no deja de ser llamativo, incluso en Europa.
Es un modelo de gobernanza conservadora que, a lo largo de los últimos 14 años, ha conseguido impulsar un conjunto de políticas públicas que han dado frutos y que han demostrado ser exitosas en el ámbito de fomentar la natalidad y la demografía doméstica; en la protección de fronteras; en la protección de la libertad de los padres para la educación de sus hijos; en tratar de ser un contrapeso hacia un cierto modelo de integración europea, y de lo que es hoy en día la Unión Europea en general. Lo que se busca es acercar el modelo húngaro al espacio iberoamericano.
¿Por qué se habla de Iberoamérica y no de Latinoamérica o América Latina, como popularmente se conoce desde este lado del mundo?
Naturalmente, el topónimo “Latinoamérica” tiene menos detractores en Hungría. Yo creo que los tiene sobre todo en España. Es verdad que en España, Latinoamérica suena quizás un término de origen francés o incluso un término más propio de la lengua inglesa. Es un término introducido por Francia para tratar de ampliar su esfera o de hacer que ese espacio cultural tan particular y tan hundido en sus raíces hispanas, españolas y portuguesas —que es la Iberoesfera— sea un espacio latino más amplio.
Aquí sí que se emplea más Iberoamérica y, sobre todo ahora, el neologismo que se está empezando a ampliar es el de la “Iberosfera”, que destina más bien una especie de espacio espiritual, civilizacional y cultural, que incluye por supuesto también al mundo lusófono, o por lo menos a Portugal y Brasil; la península Ibérica e Iberoamérica.
¿Qué se puede esperar del acercamiento que puede haber desde esta nueva Unión Europea hacia Iberoamérica? ¿Crees que puede haber un cambio en el paradigma?
Hungría es un país de poco más de 10 millones de habitantes, con una guerra a sus puertas y que tiene ya unas redes de intercambios comerciales muy establecidas en todo el mundo. El país persigue una estrategia de lo que llamamos conectividad. Es una estrategia geopolítica de tejido de lazos, a través de la cuál Hungría pretende oponerse a la tendencia de fracturar el mundo en bloques. Hungría está en contra de que se genere un bloque supuestamente occidental, orbitando en torno a EE. UU. y un eje oriental orbitando en torno a China.
Hungría quiere tener relaciones abiertas con todos aquellos países que quieran comerciar pacíficamente y reforzarse mutuamente. No cree en la partición binaria o en los hemisferios, en los polos del orden geopolítico ¿Por qué digo esto? A Hungría le va a costar mucho marcar la agenda comercial en el Consejo Europeo, que está muy dictada ya por los intereses proteccionistas de los grandes sectores, ya sea de la agricultura o de la industria. Los países grandes son los voceros de sus industrias y los protegen a través de cuotas. Hungría se opone, además, a la imposición de agendas ideológicas a través del instrumento comercial de la Unión Europea.
Hemos visto cómo esta ideología se impone a través de las líneas de ayuda directa al desarrollo, como ha sido el caso en Paraguay. La Unión Europea trata de imponer una agenda ideológica también en materia de educación sexual a menores. Hungría no solo es contraria a esta agenda regional, sino que lo es también domésticamente. Es decir, que si no cree en ello ni siquiera en Europa, ¿por qué iría Hungría o cualquier país europeo a dictarle a las escuelas paraguayas lo que tienen que enseñar a los niños?
Pero Hungría solo puede influir con un voto en un consejo de 27, en el que en muchas de las cuestiones se requiere unanimidad. Por ello, en su programa de presidencia no ha figurado el comercio. De forma prominente ha figurado la competitividad, pero refiriéndose a políticas más domésticas.
¿Qué puede aportar Iberoamérica a una Europa envejecida y tan afectada por la pospandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania y la inmigración?
No quisiera hablar en nombre ni mucho menos del sentir general de los hispanoamericanos, pero pienso que hay una parte importante de la opinión pública de ambos lados del Atlántico que ve claramente una congruencia cultural profundísima entre nuestras historias.
Compartimos imaginarios; proyecciones de futuro; culturas políticas, y un ADN religioso-espiritual. Yo oigo a mucha gente de vuestro hemisferio decir que un país como España, por ejemplo, debería mirar más a Hispanoamérica y debería profundizar sus lazos desde ambos lados del Atlántico.
Para Hungría, evidentemente es una oportunidad en el sentido cultural y en el que trabajamos nosotros, que es el de formar alianzas políticas. Claramente, yo creo que nadie, incluso con la más mínima noción de lo que es la historia de las Américas, podría dudar de la parentalidad y de los lazos que nos unen a los pueblos de Hispanoamérica.
Yo creo que esto es algo instintivo, incluso para una parte de los europeos que no son españoles. En eventos como CPAC Hungary nos encontramos con líderes de distintos países como Argentina, Chile y México y es clarísimo que ese sentimiento de conexión y de congruencia cultural, espiritual y de valores no existe con otras regiones del mundo.