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Honduras: cronología de una caída

.
Reynaldo Rodríguez
03 de agosto, 2025

La reciente parálisis electoral en Honduras resalta el profundo resquebrajamiento del andamiaje institucional del país. Múltiples instituciones del Estado, bajo la presión de una elección que apunta hacia la expulsión del oficialismo, se han coordinado para determinar las reglas del juego con las que, con suerte, se celebrarán las elecciones este noviembre. Para comprender la crisis de hoy es necesario hacer una revisión al pasado, y a las condiciones que permitieron la llegada de Libre al poder.

Desde hacía unos años, las élites políticas anteriores a Libre empezaron a sembrar las semillas de su propia destrucción. Mientras el Partido Liberal (PLH) engendraba a Libre en las filas de su partido, el Partido Nacional (PNH) creó los tiempos para que pudieran instalarse en el poder.

Todo comenzó cuando Juan Orlando Hernández (JOH), expresidente del país extraditado por corrupción, fraguó la ilegitimidad de las elecciones a través de legalizar la reelección con un fallo de la Corte Suprema que reinterpretó artículos pétreos en el 2015. Posterior a ello, se desveló el caso Pandora en el 2018, la cual se reveló como una confabulación entre diputados del PLH y el PNH con red de fraude sistemática en las estructuras del Estado.

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Aunado a ello, la persecución legal por escándalos de corrupción en la pandemia concluyeron en una profunda desconfianza hacia las élites políticas del país. No obstante, sin duda alguna, la cereza del pastel fue la imputación de cargos relacionados al narcotráfico del hermano del presidente, “Tony” Hernández, cuya posterior condena confirmó la animosidad del votante hondureño. Las élites políticas se vieron sumergidas en una profunda red de todo aquello que prometieron purgar: corrupción y narcotráfico.

Promesas incumplidas

En un intento de castigar a las viejas élites, las elecciones del 2021 redujeron el poder bipartidista en el Congreso, impidiendo una mayoría en el Legislativo, y le otorgaron el puesto a Xiomara Castro en el Ejecutivo. Sin embargo, la gloria de la victoria Libre, el nuevo incumbente, no duró mucho.

Castro inició una política de seguridad con estados de excepción fragmentados a través del país, prometiendo utilizar mecanismos similares a los de Bukele para dominar la criminalidad. Las prórrogas se han extendido hasta el 2025 y el crimen se mantiene como un problema ubicuo y flagrante.

Para colmo, en el 2024, InSight Crime desestabilizó la narrativa de legitimidad y pureza del régimen cuando enlazó a “Carlón Zelaya”, el cuñado de la presidenta, con el narcotráfico. No tan sorpresivamente, poco después de la publicación del video, Castro revirtió el tratado de extradición, anteriormente utilizado férreamente en el expresidente, por sus vínculos con el narcotráfico.

Recientemente, los escándalos de corrupción que involucran los altos mandos de ministerios han terminado de restarle la poca legitimidad que le quedaba a Libre.

Ahora bien, las elecciones en Honduras se acercan y las expectativas de los votantes han sido defraudadas. El ideario del votante para las elecciones del 2021 era claro. Había una profunda desconfianza a las viejas élites, un deseo de castigo a las mismas y una aversión profunda hacia la corrupción y el narcotráfico, en tanto, causas principales de los problemas del país.

Libre, con el apoyo del empresario y presidenciable, Nasralla, llegó al poder con un voto moneda, es decir, de dos caras. El voto les fue entregado como castigo a las élites y, a la vez, como promesa de confianza. Sin embargo, las acciones de Libre durante su administración abatieron la confianza del votante y abrieron la puerta hacia su castigo en las elecciones de noviembre.

En conclusión, Libre quemó los barcos hace mucho y está intentando dominar el espacio electoral lo más posible. Recientemente, el fiscal general allanó el Consejo Nacional Electoral, ente rector de las elecciones, en un intento de presionar la renuncia de los consejeros opositores a través de la amenaza judicial. El peligro es inminente: las instituciones democráticas en Honduras están en peligro y los ecos de la vieja Venezuela nos están hablando.

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Honduras: cronología de una caída

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Reynaldo Rodríguez
03 de agosto, 2025

La reciente parálisis electoral en Honduras resalta el profundo resquebrajamiento del andamiaje institucional del país. Múltiples instituciones del Estado, bajo la presión de una elección que apunta hacia la expulsión del oficialismo, se han coordinado para determinar las reglas del juego con las que, con suerte, se celebrarán las elecciones este noviembre. Para comprender la crisis de hoy es necesario hacer una revisión al pasado, y a las condiciones que permitieron la llegada de Libre al poder.

Desde hacía unos años, las élites políticas anteriores a Libre empezaron a sembrar las semillas de su propia destrucción. Mientras el Partido Liberal (PLH) engendraba a Libre en las filas de su partido, el Partido Nacional (PNH) creó los tiempos para que pudieran instalarse en el poder.

Todo comenzó cuando Juan Orlando Hernández (JOH), expresidente del país extraditado por corrupción, fraguó la ilegitimidad de las elecciones a través de legalizar la reelección con un fallo de la Corte Suprema que reinterpretó artículos pétreos en el 2015. Posterior a ello, se desveló el caso Pandora en el 2018, la cual se reveló como una confabulación entre diputados del PLH y el PNH con red de fraude sistemática en las estructuras del Estado.

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Aunado a ello, la persecución legal por escándalos de corrupción en la pandemia concluyeron en una profunda desconfianza hacia las élites políticas del país. No obstante, sin duda alguna, la cereza del pastel fue la imputación de cargos relacionados al narcotráfico del hermano del presidente, “Tony” Hernández, cuya posterior condena confirmó la animosidad del votante hondureño. Las élites políticas se vieron sumergidas en una profunda red de todo aquello que prometieron purgar: corrupción y narcotráfico.

Promesas incumplidas

En un intento de castigar a las viejas élites, las elecciones del 2021 redujeron el poder bipartidista en el Congreso, impidiendo una mayoría en el Legislativo, y le otorgaron el puesto a Xiomara Castro en el Ejecutivo. Sin embargo, la gloria de la victoria Libre, el nuevo incumbente, no duró mucho.

Castro inició una política de seguridad con estados de excepción fragmentados a través del país, prometiendo utilizar mecanismos similares a los de Bukele para dominar la criminalidad. Las prórrogas se han extendido hasta el 2025 y el crimen se mantiene como un problema ubicuo y flagrante.

Para colmo, en el 2024, InSight Crime desestabilizó la narrativa de legitimidad y pureza del régimen cuando enlazó a “Carlón Zelaya”, el cuñado de la presidenta, con el narcotráfico. No tan sorpresivamente, poco después de la publicación del video, Castro revirtió el tratado de extradición, anteriormente utilizado férreamente en el expresidente, por sus vínculos con el narcotráfico.

Recientemente, los escándalos de corrupción que involucran los altos mandos de ministerios han terminado de restarle la poca legitimidad que le quedaba a Libre.

Ahora bien, las elecciones en Honduras se acercan y las expectativas de los votantes han sido defraudadas. El ideario del votante para las elecciones del 2021 era claro. Había una profunda desconfianza a las viejas élites, un deseo de castigo a las mismas y una aversión profunda hacia la corrupción y el narcotráfico, en tanto, causas principales de los problemas del país.

Libre, con el apoyo del empresario y presidenciable, Nasralla, llegó al poder con un voto moneda, es decir, de dos caras. El voto les fue entregado como castigo a las élites y, a la vez, como promesa de confianza. Sin embargo, las acciones de Libre durante su administración abatieron la confianza del votante y abrieron la puerta hacia su castigo en las elecciones de noviembre.

En conclusión, Libre quemó los barcos hace mucho y está intentando dominar el espacio electoral lo más posible. Recientemente, el fiscal general allanó el Consejo Nacional Electoral, ente rector de las elecciones, en un intento de presionar la renuncia de los consejeros opositores a través de la amenaza judicial. El peligro es inminente: las instituciones democráticas en Honduras están en peligro y los ecos de la vieja Venezuela nos están hablando.

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