El exjefe de la Policía Nacional Civil (PNC), Erwin Sperisen, fue abordado por el periodista Katja Baud-Lavigne de la revista suiza L'Illustré donde ahondaron sobre la situación actual del caso penal que enfrenta Sperisen en el país europeo, a pocos días del juicio. Asimismo, en pocas semanas se estrenará el documental “El Caso Sperisen, una vergüenza judicial” en el canal Suizo Leman Bleu y en cines guatemaltecos. Esta producción, realizada por Naranja Media, narra el caso y expone las constantes irregularidades cometidas durante este juicio en el país “más neutral del mundo”, que iniciaron luego que la extinta Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) iniciara una persecución en su contra, según el entrevistado.
A continuación, les compartimos la entrevista traducida y revisada por nuestro equipo editorial.
***
Tiene la mirada azul y suave. Un poco perdida a veces. Los últimos doce años han sido agotadores, y han dejado huellas. Sin embargo, Erwin Sperisen, de 54 años, no se queja. Rodeado de su familia, su apoyo incondicional, habla de sus años de encarcelamiento y las dificultades de su condición de condenado con mucho pragmatismo. Aunque ya no se hace muchas ilusiones, conserva un sólido sentido del humor y adorna sus comentarios con algunas risas contagiosas. Detrás del caso que lleva su nombre, se encuentra un hombre orgulloso y honesto. Expone su verdad sin rodeos.
¿Qué espera de este cuarto juicio?
Nada. Vamos a volver al mismo lugar, con las mismas personas, para escuchar los mismos elementos. No puedo imaginar que las cosas puedan desarrollarse de otra manera. Y aunque gane, el Ministerio Público apelará.
¿Siente una cierta paranoia con la cercanía de la fecha de inicio?
Sí. Los años pasan, los juicios se suceden y nada cambia. Fiscales y abogados se protegen entre ellos. La corrupción no solo está a nivel del dinero, también se da en el nepotismo y el conflicto de intereses. Vivo en un sistema de persecución estatal. Es legal, pero no es justo.
¿Está resentido con la justicia suiza?
No existe un solo país en el que no haya problemas con la justicia. Está hecha por humanos, y los humanos no son perfectos. Lo que me molesta en Suiza es la hipocresía. Pretender que aquí todo está bien y que solo pasa en otros lugares. No soy la única víctima del sistema. He conocido a otras personas que han sido condenadas como yo, según el principio de "íntima convicción". Es una ley de la Edad Media que permitía perseguir a la gente por brujería. No se necesitaban pruebas, solo un juez convencido. Es esta misma ley la que se utiliza contra mí cada vez, y que permite que personas inocentes mueran en prisión.
Si hubiera tenido un jurado popular, ¿las cosas habrían sido diferentes?
Por supuesto. Al principio del caso, la mayoría de los periodistas estaban en mi contra. Estaba condenado. Condenado de antemano. Y luego, durante el juicio, empezaron a cambiar de opinión. Porque vieron y escucharon lo que estaba pasando. Así fue como su colega, Arnaud Bédat, fue a investigar a Guatemala y encontró a María Vásquez, el "testigo fantasma". Un jurado popular habría seguido el mismo camino. Hay que decir que durante algunas audiencias, hubo jueces que dormían cuando mi abogado intervenía.
¿Puede resumir la toma de la prisión de Pavón?
Se trataba de una operación estatal. Todos los ministros firmaron una autorización para que pudiera llevarse a cabo. Es importante saber que durante veinte años, cada vez que hubo un intento de recuperar esta prisión de las manos de los narcotraficantes, los prisioneros dispararon contra las fuerzas del orden. Y era de ese lado donde se contaban los muertos. Para este nuevo intento, procedimos de manera diferente y entramos por los lados de la prisión con los blindados, además de la puerta principal.
¿Participó en el asalto?
Dada la situación histórica, no podía quedarme atrás mientras enviaba a mis hombres al frente. Así que entré con ellos y con el coronel del ejército por la puerta principal, en la parte administrativa de la prisión.
¿Usó su arma?
No, no fue necesario. Estaba escoltado y el enfrentamiento que causó las siete muertes ocurrió en el lado opuesto de donde estábamos. También hubo un herido. Es algo de lo que nadie habla, pero fue llevado al hospital y aún vive hoy. Si realmente hubiéramos querido ejecutarlos, nunca habríamos procedido de esa manera.
¿Considera que esta operación fue exitosa?
Cuando se compara con la cantidad de personas que murieron en enfrentamientos anteriores, fue un éxito. Había 1800 prisioneros en Pavón. Estadísticamente, en función de lo que había sucedido antes, estimábamos la posibilidad de 120 muertos en caso de enfrentamiento.
Durante todo su mandato como jefe de la policía de Guatemala, fue víctima de intentos de asesinato por parte de los narcotraficantes. ¿Nunca tuvo ganas de rendirse?
Intentaron asesinarme varias veces. Cuando vieron que no funcionaba, comenzaron a atacar a mi esposa y a su entorno. Supimos de misiones que tenían como objetivo secuestrarla y enviarme pequeños pedazos de ella. Luego hubo un intento de secuestro en la escuela de Johann, nuestro hijo mayor. Fue entonces cuando decidí sacarlos del país. Pasamos por Estados Unidos, por la casa de mi hermano en Miami, antes de instalarlos en la casa de mis padres en Ginebra.
¿Regresó a Guatemala para ocupar su puesto?
Elizabeth quería que renunciara. Pero los narcotraficantes no perdonan. Pueden esperar años antes de encontrarte y asesinarte. Hay muchos ejemplos. Tienen el tiempo, la logística y el dinero para hacer ese tipo de cosas. Nosotros no. Mientras estuve en el puesto, contaba con un sistema de seguridad muy efectivo y tenía los medios para luchar contra quienes querían matarnos.
¿Por qué perdió su puesto a principios de 2007?
Una combinación de razones políticas. Era año electoral, el partido de la oposición comenzó a lanzar acusaciones contra el gobierno en funciones y contra la policía, en particular por problemas de corrupción relacionados con el asesinato de tres diputados salvadoreños y su chofer en Guatemala. Investigamos y arrestamos a los culpables, pero las cosas no se calmaron, así que renunciamos para que la investigación pudiera llevarse a cabo tranquilamente. En ese momento, contaba con una protección reducida, y recibimos información de que se planeaba un nuevo intento de asesinato. Me dieron doce horas para abandonar el país y me fui a reunirme con mi familia.
¿Cree que este caso pudo haber influido en su contra en Suiza?
Todo probablemente comenzó allí. El problema con el fiscal Bertossa es que no realizó ninguna investigación en Guatemala. Se limitó a recibir los elementos proporcionados por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y a presentar lo que le convenía. Tenía su verdad y la impuso.
¿Está orgulloso de lo que logró en sus funciones en Guatemala?
Sí. Se llevaron a cabo muchos cambios dentro de la policía, en particular a nivel humano. Eso es lo que más me enorgullece. Claro, hay problemas de corrupción. Hay que entender que no se trata simplemente de un narcotraficante que te da cada mes el salario de todo un año si desvías la mirada. La elección radica en tomar el dinero o ver cómo asesinan a toda tu familia, y a ti también, si te niegas. Yo tenía la oportunidad de estar protegido y de salir del país en caso de necesidad. Ese no es el caso de un policía común. Trabajamos mucho en ese aspecto, pero también en un aspecto social. Elizabeth me ayudó mucho en esta parte. No había ningún apoyo para las familias de los policías discapacitados o asesinados. No había ayuda social, no había seguro, no había guardería, nada. Trabajamos por la salud física, pero también por la salud mental y espiritual. Estos cambios perduraron después de nuestra partida.
Pasó cinco años y nueve meses en aislamiento completo. ¿Cómo se hace para no volverse loco?
Leí mucho: ¡486 libros! Y luego escribí mis memorias, vi un poco de televisión e intenté quemar toda la energía que tenía. Establecí un programa muy estricto para todo el día, de modo que no hubiera ningún vacío. Me aferré mucho a esa rutina.
¿Ha intentado publicar estas memorias?
No. Estoy esperando el final de la historia. Y además no quiero volver a sumergirme en el texto, es muy pesado emocionalmente. Escribí principalmente para mis hijos, pero creo que están demasiado cerca de todo esto. Tal vez a mis nietos les interese más.
¿Cómo vivió su segundo encarcelamiento?
Darme cuenta de que el Tribunal Federal y los consejeros de Estado aceptaron todo lo que la justicia ginebrina había dicho, fue lo más difícil. Mi lucha ya no era contra un fiscal de Ginebra, sino contra el Estado suizo. Además, saber que tendría que dejar a mi familia una vez más.
El fiscal Bertossa le ofreció un acuerdo: cinco años de prisión si se declaraba culpable. ¿Lamentó haber rechazado esa oferta cuando regresó a prisión?
No voy a decir que soy culpable cuando no lo soy y pasar el resto de mi vida con una mancha en mi currículum. No soy perfecto. Sin duda, en alguna ocasión he dado una mala orden. Pero nunca algo como lo que se me acusa. Y, sobre todo, aceptar habría sido un mal ejemplo para mis hijos. La única cosa que puedo dejarles hoy es una conducta digna y un nombre limpio de toda sospecha.
¿Recibe apoyo psicológico?
Sí, en la prisión. No sentía la necesidad, pero era la excusa para ver a alguien y poder hablar durante una hora. Ella me encontró bien de cabeza, así que hablábamos de unas cosas y de otras, no necesariamente psicológicas.
¿Cuál fue el peor momento de todo este caso?
Escuchar el grito de Elizabeth detrás de mí cuando dijeron que estaba condenado a cadena perpetua por primera vez. Y también la revisión al desnudo cada vez que salía de mi celda. Fue muy humillante.
¿Cómo se puede seguir creyendo en Dios ante una prueba así?
Si no creyera en Él, me habría suicidado. Mi fe me da la fuerza de creer que hay una razón para todo esto.
¿Tiene proyectos para el futuro?
No, hay demasiadas incertidumbres. Para el trabajo, el dinero, la libertad, todo.
Desde su liberación, ¿tiene derecho a viajar, a irse de vacaciones?
Sí, hemos recibido muchas invitaciones, pero no me lo permito. En el momento en que ponga un pie fuera de Suiza, me acusarán de huir.
¿Nunca ha tenido ganas de huir?
Un policía encargado de mi traslado durante mi segundo arresto me hizo la misma pregunta. Si huyo, es un reconocimiento de culpabilidad y me niego a darles la razón. Prefiero enfrentarme a ellos.
¿Cuál es su mayor miedo?
Creo que ya no tengo miedo. ¿Qué podría pasarnos que sea peor? Todo lo que teníamos en Guatemala fue vendido. Y todo lo que ves aquí son cosas que nos han prestado amigos. No tenemos nada. Si aún tuviera expectativas, podría tener miedo. No es el caso.
¿Cree que todavía está amenazado por los narcotraficantes después de tantos años?
Según la información que tengo, muchos ya han fallecido. Llevan una vida que no permite envejecer. Sin duda, quedan algunas personas que me guardan rencor. Es por esta razón que, si decido regresar a Guatemala, debo encontrar un puesto que me permita beneficiarme de un buen sistema de seguridad.
Una vez que todo termine, ¿va a pedir una compensación? ¿Luchará para cambiar el sistema judicial suizo?
En un mundo ideal, debería hacerlo. Siendo realistas, lo pida o no, eso nunca sucederá. ¿Y qué compensación? La infancia de mis hijos, el tiempo perdido con mi esposa, son cosas que no se pueden reparar.
¿Y si pudiera volver atrás?
Haría lo mismo, sin dudarlo.
Recuento de los hechos: un procedimiento absurdo
Erwin Sperisen estuvo encarcelado más de once años en Suiza, de los cuales pasó cinco años y nueve meses en aislamiento total. Siendo jefe de la Policía Nacional Civil de Guatemala, fue acusado de haber participado en el asesinato de siete prisioneros en 2006 durante una operación policial ordenada por el gobierno que buscaba recuperar el control de la gigantesca penitenciaría de Pavón, convertida en una fortaleza del crimen por los narcotraficantes.
Contrario a lo que la justicia ha intentado imponer a la opinión pública durante años, el hombre no es ese gigante latino poco refinado, corrupto y sediento de sangre. Nacido en Guatemala el 27 de junio de 1970, de padre suizo y madre estadounidense, Erwin Sperisen estudió ciencias políticas antes de convertirse en concejal (centro-derecha) de la Ciudad de Guatemala, a cargo de la seguridad. Fue en este contexto que se le ofreció en julio de 2004 el puesto de alto riesgo de jefe de la Policía Nacional Civil, cargo que ocupó durante tres años, antes de renunciar por razones políticas y reunirse con su familia en Suiza.
Cuando la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) comenzó a tenerlo en la mira, se presentó voluntariamente ante el Ministerio Público de Ginebra para explicar su situación y dejar sus datos de contacto.
El 31 de agosto de 2012, fue arrestado de manera espectacular por una docena de policías armados y de civil mientras salía de un supermercado con su esposa, ya que el fiscal Yves Bertossa había especificado en la orden de arresto que estaba armado y era peligroso. Bertossa, al igual que el exfiscal general de Ginebra, Bernard Bertossa, miembro fundador de la asociación Trial, una ONG dedicada a la lucha contra la impunidad de los crímenes internacionales, proporcionó varios testimonios en contra de Erwin Sperisen a la CICIG. Son padre e hijo.
El primer veredicto se dictó en junio de 2014. Se basó en un testimonio en contra aportado por la asociación Trial. Philippe Biret, un prisionero francés encarcelado en la prisión de Pavón por un doble asesinato, pretendió haber visto a Erwin Sperisen disparar una bala en la cabeza de una de las víctimas alrededor de las 16:00 horas. El problema es que la operación había terminado al mediodía bajo la mirada de las cámaras y la autopsia de la víctima mencionaba un fallecimiento al amanecer, así como tres balas en el tórax y abdomen.
La acusación también está viciada por un error de procedimiento notorio, revelado por el periodista Arnaud Bédat en L'illustré en mayo de 2014: la demandante, madre de uno de los prisioneros asesinados, cuya firma fue utilizada por la CICIG para acusar a Erwin Sperisen, ignoraba que había presentado una denuncia contra él, ya que los documentos firmados le fueron presentados como una solicitud de indemnización. Ante este desastre, los jueces de apelación se vieron obligados a abandonar el falso testimonio de Biret. Retuvieron una versión basada en Javier Figueroa, el brazo derecho de Erwin Sperisen, acusado de los mismos hechos por la CICIG. Sin embargo, el hombre fue absuelto en Austria, donde obtuvo asilo político en octubre de 2013. Lo que no parece haber conmovido a los jueces de Ginebra. Decretaron que no estaban obligados por esa absolución y decidieron que Figueroa era culpable. Por lo tanto, Erwin Sperisen, su superior en la época de los hechos, lo sería por extensión.
"Los jueces de Ginebra consideraron que el video que sirvió para absolver a Javier Figueroa no tenía que ser examinado, ya que las ejecuciones extrajudiciales estaban, según ellos, establecidas por otras fotografías producidas por la CICIG", explica Giorgio Campa, abogado de Erwin Sperisen. Sin embargo, se negaron a ordenar peritajes judiciales de esas mismas fotografías que habíamos solicitado basándonos en peritajes privados que demostraban su falsificación". La sentencia en primera instancia se confirmó y Erwin Sperisen recibió una nueva condena a cadena perpetua, ya no como autor directo, sino solo como coautor.
Una decisión que fue anulada por el Tribunal Federal en junio de 2017, al considerar que el derecho de Erwin Sperisen a ser escuchado y confrontado con testigos clave había sido violado, y que las pruebas habían sido apreciadas de manera arbitraria. Fue liberado bajo vigilancia el 25 de septiembre de 2017.
El 27 de abril de 2018, durante su tercer juicio, la justicia ginebrina reconoció que ya no era autor o coautor de los hechos que se le imputaban, pero concluyó en una complicidad con Figueroa y lo condenó a 15 años de prisión.
Se presentó una nueva apelación ante el Tribunal Federal, que, para sorpresa general, confirmó la sentencia. Erwin Sperisen volvió a la cárcel y se presentó un recurso ante la Corte Europea de Derechos Humanos, que concluyó que se había violado su derecho a un juicio justo y ordenó su anulación en el verano de 2023.
Liberado desde el 20 de octubre pasado, comparecerá del 2 al 13 de septiembre próximo ante el mismo tribunal de Ginebra que ya lo ha condenado en tres ocasiones. Dieciocho años después de los hechos, muchos testigos han fallecido o no se han localizado. En cuanto a las pruebas, la presidenta Gaëlle Van Hove ya ha mencionado problemas de archivo que habrían hecho reaparecer tres carpetas, así como fotos, y probablemente desaparecer un DVD.
Una peripecia más que no debería sacudir la defensa de Erwin Sperisen, acostumbrada a la creatividad desenfrenada de la justicia ginebrina.
El exjefe de la Policía Nacional Civil (PNC), Erwin Sperisen, fue abordado por el periodista Katja Baud-Lavigne de la revista suiza L'Illustré donde ahondaron sobre la situación actual del caso penal que enfrenta Sperisen en el país europeo, a pocos días del juicio. Asimismo, en pocas semanas se estrenará el documental “El Caso Sperisen, una vergüenza judicial” en el canal Suizo Leman Bleu y en cines guatemaltecos. Esta producción, realizada por Naranja Media, narra el caso y expone las constantes irregularidades cometidas durante este juicio en el país “más neutral del mundo”, que iniciaron luego que la extinta Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) iniciara una persecución en su contra, según el entrevistado.
A continuación, les compartimos la entrevista traducida y revisada por nuestro equipo editorial.
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Tiene la mirada azul y suave. Un poco perdida a veces. Los últimos doce años han sido agotadores, y han dejado huellas. Sin embargo, Erwin Sperisen, de 54 años, no se queja. Rodeado de su familia, su apoyo incondicional, habla de sus años de encarcelamiento y las dificultades de su condición de condenado con mucho pragmatismo. Aunque ya no se hace muchas ilusiones, conserva un sólido sentido del humor y adorna sus comentarios con algunas risas contagiosas. Detrás del caso que lleva su nombre, se encuentra un hombre orgulloso y honesto. Expone su verdad sin rodeos.
¿Qué espera de este cuarto juicio?
Nada. Vamos a volver al mismo lugar, con las mismas personas, para escuchar los mismos elementos. No puedo imaginar que las cosas puedan desarrollarse de otra manera. Y aunque gane, el Ministerio Público apelará.
¿Siente una cierta paranoia con la cercanía de la fecha de inicio?
Sí. Los años pasan, los juicios se suceden y nada cambia. Fiscales y abogados se protegen entre ellos. La corrupción no solo está a nivel del dinero, también se da en el nepotismo y el conflicto de intereses. Vivo en un sistema de persecución estatal. Es legal, pero no es justo.
¿Está resentido con la justicia suiza?
No existe un solo país en el que no haya problemas con la justicia. Está hecha por humanos, y los humanos no son perfectos. Lo que me molesta en Suiza es la hipocresía. Pretender que aquí todo está bien y que solo pasa en otros lugares. No soy la única víctima del sistema. He conocido a otras personas que han sido condenadas como yo, según el principio de "íntima convicción". Es una ley de la Edad Media que permitía perseguir a la gente por brujería. No se necesitaban pruebas, solo un juez convencido. Es esta misma ley la que se utiliza contra mí cada vez, y que permite que personas inocentes mueran en prisión.
Si hubiera tenido un jurado popular, ¿las cosas habrían sido diferentes?
Por supuesto. Al principio del caso, la mayoría de los periodistas estaban en mi contra. Estaba condenado. Condenado de antemano. Y luego, durante el juicio, empezaron a cambiar de opinión. Porque vieron y escucharon lo que estaba pasando. Así fue como su colega, Arnaud Bédat, fue a investigar a Guatemala y encontró a María Vásquez, el "testigo fantasma". Un jurado popular habría seguido el mismo camino. Hay que decir que durante algunas audiencias, hubo jueces que dormían cuando mi abogado intervenía.
¿Puede resumir la toma de la prisión de Pavón?
Se trataba de una operación estatal. Todos los ministros firmaron una autorización para que pudiera llevarse a cabo. Es importante saber que durante veinte años, cada vez que hubo un intento de recuperar esta prisión de las manos de los narcotraficantes, los prisioneros dispararon contra las fuerzas del orden. Y era de ese lado donde se contaban los muertos. Para este nuevo intento, procedimos de manera diferente y entramos por los lados de la prisión con los blindados, además de la puerta principal.
¿Participó en el asalto?
Dada la situación histórica, no podía quedarme atrás mientras enviaba a mis hombres al frente. Así que entré con ellos y con el coronel del ejército por la puerta principal, en la parte administrativa de la prisión.
¿Usó su arma?
No, no fue necesario. Estaba escoltado y el enfrentamiento que causó las siete muertes ocurrió en el lado opuesto de donde estábamos. También hubo un herido. Es algo de lo que nadie habla, pero fue llevado al hospital y aún vive hoy. Si realmente hubiéramos querido ejecutarlos, nunca habríamos procedido de esa manera.
¿Considera que esta operación fue exitosa?
Cuando se compara con la cantidad de personas que murieron en enfrentamientos anteriores, fue un éxito. Había 1800 prisioneros en Pavón. Estadísticamente, en función de lo que había sucedido antes, estimábamos la posibilidad de 120 muertos en caso de enfrentamiento.
Durante todo su mandato como jefe de la policía de Guatemala, fue víctima de intentos de asesinato por parte de los narcotraficantes. ¿Nunca tuvo ganas de rendirse?
Intentaron asesinarme varias veces. Cuando vieron que no funcionaba, comenzaron a atacar a mi esposa y a su entorno. Supimos de misiones que tenían como objetivo secuestrarla y enviarme pequeños pedazos de ella. Luego hubo un intento de secuestro en la escuela de Johann, nuestro hijo mayor. Fue entonces cuando decidí sacarlos del país. Pasamos por Estados Unidos, por la casa de mi hermano en Miami, antes de instalarlos en la casa de mis padres en Ginebra.
¿Regresó a Guatemala para ocupar su puesto?
Elizabeth quería que renunciara. Pero los narcotraficantes no perdonan. Pueden esperar años antes de encontrarte y asesinarte. Hay muchos ejemplos. Tienen el tiempo, la logística y el dinero para hacer ese tipo de cosas. Nosotros no. Mientras estuve en el puesto, contaba con un sistema de seguridad muy efectivo y tenía los medios para luchar contra quienes querían matarnos.
¿Por qué perdió su puesto a principios de 2007?
Una combinación de razones políticas. Era año electoral, el partido de la oposición comenzó a lanzar acusaciones contra el gobierno en funciones y contra la policía, en particular por problemas de corrupción relacionados con el asesinato de tres diputados salvadoreños y su chofer en Guatemala. Investigamos y arrestamos a los culpables, pero las cosas no se calmaron, así que renunciamos para que la investigación pudiera llevarse a cabo tranquilamente. En ese momento, contaba con una protección reducida, y recibimos información de que se planeaba un nuevo intento de asesinato. Me dieron doce horas para abandonar el país y me fui a reunirme con mi familia.
¿Cree que este caso pudo haber influido en su contra en Suiza?
Todo probablemente comenzó allí. El problema con el fiscal Bertossa es que no realizó ninguna investigación en Guatemala. Se limitó a recibir los elementos proporcionados por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y a presentar lo que le convenía. Tenía su verdad y la impuso.
¿Está orgulloso de lo que logró en sus funciones en Guatemala?
Sí. Se llevaron a cabo muchos cambios dentro de la policía, en particular a nivel humano. Eso es lo que más me enorgullece. Claro, hay problemas de corrupción. Hay que entender que no se trata simplemente de un narcotraficante que te da cada mes el salario de todo un año si desvías la mirada. La elección radica en tomar el dinero o ver cómo asesinan a toda tu familia, y a ti también, si te niegas. Yo tenía la oportunidad de estar protegido y de salir del país en caso de necesidad. Ese no es el caso de un policía común. Trabajamos mucho en ese aspecto, pero también en un aspecto social. Elizabeth me ayudó mucho en esta parte. No había ningún apoyo para las familias de los policías discapacitados o asesinados. No había ayuda social, no había seguro, no había guardería, nada. Trabajamos por la salud física, pero también por la salud mental y espiritual. Estos cambios perduraron después de nuestra partida.
Pasó cinco años y nueve meses en aislamiento completo. ¿Cómo se hace para no volverse loco?
Leí mucho: ¡486 libros! Y luego escribí mis memorias, vi un poco de televisión e intenté quemar toda la energía que tenía. Establecí un programa muy estricto para todo el día, de modo que no hubiera ningún vacío. Me aferré mucho a esa rutina.
¿Ha intentado publicar estas memorias?
No. Estoy esperando el final de la historia. Y además no quiero volver a sumergirme en el texto, es muy pesado emocionalmente. Escribí principalmente para mis hijos, pero creo que están demasiado cerca de todo esto. Tal vez a mis nietos les interese más.
¿Cómo vivió su segundo encarcelamiento?
Darme cuenta de que el Tribunal Federal y los consejeros de Estado aceptaron todo lo que la justicia ginebrina había dicho, fue lo más difícil. Mi lucha ya no era contra un fiscal de Ginebra, sino contra el Estado suizo. Además, saber que tendría que dejar a mi familia una vez más.
El fiscal Bertossa le ofreció un acuerdo: cinco años de prisión si se declaraba culpable. ¿Lamentó haber rechazado esa oferta cuando regresó a prisión?
No voy a decir que soy culpable cuando no lo soy y pasar el resto de mi vida con una mancha en mi currículum. No soy perfecto. Sin duda, en alguna ocasión he dado una mala orden. Pero nunca algo como lo que se me acusa. Y, sobre todo, aceptar habría sido un mal ejemplo para mis hijos. La única cosa que puedo dejarles hoy es una conducta digna y un nombre limpio de toda sospecha.
¿Recibe apoyo psicológico?
Sí, en la prisión. No sentía la necesidad, pero era la excusa para ver a alguien y poder hablar durante una hora. Ella me encontró bien de cabeza, así que hablábamos de unas cosas y de otras, no necesariamente psicológicas.
¿Cuál fue el peor momento de todo este caso?
Escuchar el grito de Elizabeth detrás de mí cuando dijeron que estaba condenado a cadena perpetua por primera vez. Y también la revisión al desnudo cada vez que salía de mi celda. Fue muy humillante.
¿Cómo se puede seguir creyendo en Dios ante una prueba así?
Si no creyera en Él, me habría suicidado. Mi fe me da la fuerza de creer que hay una razón para todo esto.
¿Tiene proyectos para el futuro?
No, hay demasiadas incertidumbres. Para el trabajo, el dinero, la libertad, todo.
Desde su liberación, ¿tiene derecho a viajar, a irse de vacaciones?
Sí, hemos recibido muchas invitaciones, pero no me lo permito. En el momento en que ponga un pie fuera de Suiza, me acusarán de huir.
¿Nunca ha tenido ganas de huir?
Un policía encargado de mi traslado durante mi segundo arresto me hizo la misma pregunta. Si huyo, es un reconocimiento de culpabilidad y me niego a darles la razón. Prefiero enfrentarme a ellos.
¿Cuál es su mayor miedo?
Creo que ya no tengo miedo. ¿Qué podría pasarnos que sea peor? Todo lo que teníamos en Guatemala fue vendido. Y todo lo que ves aquí son cosas que nos han prestado amigos. No tenemos nada. Si aún tuviera expectativas, podría tener miedo. No es el caso.
¿Cree que todavía está amenazado por los narcotraficantes después de tantos años?
Según la información que tengo, muchos ya han fallecido. Llevan una vida que no permite envejecer. Sin duda, quedan algunas personas que me guardan rencor. Es por esta razón que, si decido regresar a Guatemala, debo encontrar un puesto que me permita beneficiarme de un buen sistema de seguridad.
Una vez que todo termine, ¿va a pedir una compensación? ¿Luchará para cambiar el sistema judicial suizo?
En un mundo ideal, debería hacerlo. Siendo realistas, lo pida o no, eso nunca sucederá. ¿Y qué compensación? La infancia de mis hijos, el tiempo perdido con mi esposa, son cosas que no se pueden reparar.
¿Y si pudiera volver atrás?
Haría lo mismo, sin dudarlo.
Recuento de los hechos: un procedimiento absurdo
Erwin Sperisen estuvo encarcelado más de once años en Suiza, de los cuales pasó cinco años y nueve meses en aislamiento total. Siendo jefe de la Policía Nacional Civil de Guatemala, fue acusado de haber participado en el asesinato de siete prisioneros en 2006 durante una operación policial ordenada por el gobierno que buscaba recuperar el control de la gigantesca penitenciaría de Pavón, convertida en una fortaleza del crimen por los narcotraficantes.
Contrario a lo que la justicia ha intentado imponer a la opinión pública durante años, el hombre no es ese gigante latino poco refinado, corrupto y sediento de sangre. Nacido en Guatemala el 27 de junio de 1970, de padre suizo y madre estadounidense, Erwin Sperisen estudió ciencias políticas antes de convertirse en concejal (centro-derecha) de la Ciudad de Guatemala, a cargo de la seguridad. Fue en este contexto que se le ofreció en julio de 2004 el puesto de alto riesgo de jefe de la Policía Nacional Civil, cargo que ocupó durante tres años, antes de renunciar por razones políticas y reunirse con su familia en Suiza.
Cuando la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) comenzó a tenerlo en la mira, se presentó voluntariamente ante el Ministerio Público de Ginebra para explicar su situación y dejar sus datos de contacto.
El 31 de agosto de 2012, fue arrestado de manera espectacular por una docena de policías armados y de civil mientras salía de un supermercado con su esposa, ya que el fiscal Yves Bertossa había especificado en la orden de arresto que estaba armado y era peligroso. Bertossa, al igual que el exfiscal general de Ginebra, Bernard Bertossa, miembro fundador de la asociación Trial, una ONG dedicada a la lucha contra la impunidad de los crímenes internacionales, proporcionó varios testimonios en contra de Erwin Sperisen a la CICIG. Son padre e hijo.
El primer veredicto se dictó en junio de 2014. Se basó en un testimonio en contra aportado por la asociación Trial. Philippe Biret, un prisionero francés encarcelado en la prisión de Pavón por un doble asesinato, pretendió haber visto a Erwin Sperisen disparar una bala en la cabeza de una de las víctimas alrededor de las 16:00 horas. El problema es que la operación había terminado al mediodía bajo la mirada de las cámaras y la autopsia de la víctima mencionaba un fallecimiento al amanecer, así como tres balas en el tórax y abdomen.
La acusación también está viciada por un error de procedimiento notorio, revelado por el periodista Arnaud Bédat en L'illustré en mayo de 2014: la demandante, madre de uno de los prisioneros asesinados, cuya firma fue utilizada por la CICIG para acusar a Erwin Sperisen, ignoraba que había presentado una denuncia contra él, ya que los documentos firmados le fueron presentados como una solicitud de indemnización. Ante este desastre, los jueces de apelación se vieron obligados a abandonar el falso testimonio de Biret. Retuvieron una versión basada en Javier Figueroa, el brazo derecho de Erwin Sperisen, acusado de los mismos hechos por la CICIG. Sin embargo, el hombre fue absuelto en Austria, donde obtuvo asilo político en octubre de 2013. Lo que no parece haber conmovido a los jueces de Ginebra. Decretaron que no estaban obligados por esa absolución y decidieron que Figueroa era culpable. Por lo tanto, Erwin Sperisen, su superior en la época de los hechos, lo sería por extensión.
"Los jueces de Ginebra consideraron que el video que sirvió para absolver a Javier Figueroa no tenía que ser examinado, ya que las ejecuciones extrajudiciales estaban, según ellos, establecidas por otras fotografías producidas por la CICIG", explica Giorgio Campa, abogado de Erwin Sperisen. Sin embargo, se negaron a ordenar peritajes judiciales de esas mismas fotografías que habíamos solicitado basándonos en peritajes privados que demostraban su falsificación". La sentencia en primera instancia se confirmó y Erwin Sperisen recibió una nueva condena a cadena perpetua, ya no como autor directo, sino solo como coautor.
Una decisión que fue anulada por el Tribunal Federal en junio de 2017, al considerar que el derecho de Erwin Sperisen a ser escuchado y confrontado con testigos clave había sido violado, y que las pruebas habían sido apreciadas de manera arbitraria. Fue liberado bajo vigilancia el 25 de septiembre de 2017.
El 27 de abril de 2018, durante su tercer juicio, la justicia ginebrina reconoció que ya no era autor o coautor de los hechos que se le imputaban, pero concluyó en una complicidad con Figueroa y lo condenó a 15 años de prisión.
Se presentó una nueva apelación ante el Tribunal Federal, que, para sorpresa general, confirmó la sentencia. Erwin Sperisen volvió a la cárcel y se presentó un recurso ante la Corte Europea de Derechos Humanos, que concluyó que se había violado su derecho a un juicio justo y ordenó su anulación en el verano de 2023.
Liberado desde el 20 de octubre pasado, comparecerá del 2 al 13 de septiembre próximo ante el mismo tribunal de Ginebra que ya lo ha condenado en tres ocasiones. Dieciocho años después de los hechos, muchos testigos han fallecido o no se han localizado. En cuanto a las pruebas, la presidenta Gaëlle Van Hove ya ha mencionado problemas de archivo que habrían hecho reaparecer tres carpetas, así como fotos, y probablemente desaparecer un DVD.
Una peripecia más que no debería sacudir la defensa de Erwin Sperisen, acostumbrada a la creatividad desenfrenada de la justicia ginebrina.