En los últimos años, la pugna político-ideológica ha predominado en la narrativa y en la discusión sobre qué debe hacerse –qué medidas deben tomarse– para encarrilar al país en la senda del desarrollo. Las diferencias ideológicas son válidas y hasta deseables; el contraste de ideas es valioso, si se sabe manejar.
Eso sí, los avances que ha habido en las últimas décadas siempre han sido torpedeados por extremistas que no buscan el bien común, sino el beneficio personal. Las razones ni los fines importan, pues el daño está hecho.
Durante algunas décadas, la administración pública –con excepciones– ha estado en manos de personas que han utilizado el puesto para beneficio económico propio a costa del desarrollo. La corrupción es y ha sido, un lastre.
La administración actual tiene el reto de demostrar que hará las cosas de manera distinta y ello pasa por reconocer el rol esencial del sector privado en la consecución del bien común. La historia y la exitosa experiencia en todas las latitudes ha demostrado que el sector público, por sí, no consigue el “despegue” que necesitan los países y sus ciudadanos. Es en temas tan importantes como la infraestructura estratégica –puertos, aeropuertos, carreteras, entre otros– donde debe existir una verdadera alianza público-privada.
Pero no solo en ello, en “obra gris” es en donde esa sinergia es valiosa; Guatemala, al igual que la región, está en la encrucijada de la conservación, sin abandonar su producción. El siglo XXI es el de los desafíos ambientales. ¿Cómo puede un país como el nuestro desarrollarse si se le aplican los estándares de países ya desarrollados? La respuesta de los expertos –los que no están radicalizados o tienen agenda personal– es que la clave está en la adaptación y no en la mitigación. Lo segundo le corresponde a quienes han obtenido bonanza a costa del resto.
Hoy República celebra su Summit de Sostenibilidad, enfocado en agua limpia para todos. Las ponencias y paneles buscan acercar a actores clave de los ámbitos público y privado para evidenciar, más que demostrar, que el interés y la ruta por el desarrollo, son comunes.
En los últimos años, la pugna político-ideológica ha predominado en la narrativa y en la discusión sobre qué debe hacerse –qué medidas deben tomarse– para encarrilar al país en la senda del desarrollo. Las diferencias ideológicas son válidas y hasta deseables; el contraste de ideas es valioso, si se sabe manejar.
Eso sí, los avances que ha habido en las últimas décadas siempre han sido torpedeados por extremistas que no buscan el bien común, sino el beneficio personal. Las razones ni los fines importan, pues el daño está hecho.
Durante algunas décadas, la administración pública –con excepciones– ha estado en manos de personas que han utilizado el puesto para beneficio económico propio a costa del desarrollo. La corrupción es y ha sido, un lastre.
La administración actual tiene el reto de demostrar que hará las cosas de manera distinta y ello pasa por reconocer el rol esencial del sector privado en la consecución del bien común. La historia y la exitosa experiencia en todas las latitudes ha demostrado que el sector público, por sí, no consigue el “despegue” que necesitan los países y sus ciudadanos. Es en temas tan importantes como la infraestructura estratégica –puertos, aeropuertos, carreteras, entre otros– donde debe existir una verdadera alianza público-privada.
Pero no solo en ello, en “obra gris” es en donde esa sinergia es valiosa; Guatemala, al igual que la región, está en la encrucijada de la conservación, sin abandonar su producción. El siglo XXI es el de los desafíos ambientales. ¿Cómo puede un país como el nuestro desarrollarse si se le aplican los estándares de países ya desarrollados? La respuesta de los expertos –los que no están radicalizados o tienen agenda personal– es que la clave está en la adaptación y no en la mitigación. Lo segundo le corresponde a quienes han obtenido bonanza a costa del resto.
Hoy República celebra su Summit de Sostenibilidad, enfocado en agua limpia para todos. Las ponencias y paneles buscan acercar a actores clave de los ámbitos público y privado para evidenciar, más que demostrar, que el interés y la ruta por el desarrollo, son comunes.