Vargas Llosa, su otra gran pasión, Pedro Cateriano —jurista y experto en derecho constitucional, además de ex primer ministro peruano—, traza un perfil singular de Mario Vargas Llosa. Se centra en una faceta muchas veces eclipsada por su brillante carrera literaria: su intensa y, a menudo controvertida, participación en la vida política latinoamericana.
En esta primera biografía política del premio Nobel recientemente fallecido, Cateriano retrata a Vargas Llosa como un héroe cívico moderno, un paladín de la democracia en tiempos de populismo. Sin embargo, esa mirada se construye desde una fidelidad ideológica que empobrece el análisis. La figura que emerge no es la de un pensador político matizado y autoconsciente, sino la de un intelectual convertido en tótem, cuyas contradicciones, incoherencias y privilegios apenas son rozados.
Amigo cercano y compañero de ruta del novelista desde hace cuatro décadas, pasa revista a las numerosas batallas y polémicas libradas por el escritor contra dictaduras de todo signo. Y, sobre todo, la ardorosa defensa de la cultura de la libertad como ciudadano del mundo librada hasta hoy.
Es cierto que se señalan complejidades y contradicciones que acompañan al Nobel peruano. El libro tiene como mérito principal la aproximación desde esta mirada personal pero documentada. En ello se parece a la biografía que escribió J.J. Armas Marcelo El vicio de escribir hace años. No obstante, esa cercanía lleva consigo una limitación evidente: carece, en varios momentos, de un sentido crítico más agudo. Se pasa por alto, por ejemplo, el carácter a menudo elitista de las posturas de Vargas Llosa y su desconexión ocasional con las bases populares. O su renuencia a reconocer errores estratégicos que marcaron su fracaso electoral frente a Alberto Fujimori en 1990. Asimismo, habría sido interesante una reflexión más profunda sobre el efecto de su activismo en la polarización política regional, donde sus opiniones, aunque influyentes, han contribuido a exacerbar divisiones en lugar de tender puentes.
El libro recorre su trayectoria desde sus primeros pasos en el grupo comunista Cahuide en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su adhesión a la Revolución Cubana y el posterior distanciamiento al no hallar en ella el socialismo en libertad en el que creía, hasta su tránsito ideológico hacia el liberalismo. Evita explorar esa evolución que lo ha llevado de un anticomunismo ilustrado a una militancia liberal conservadora que coquetea con discursos reduccionistas.
Como ponderó la Academia Sueca al concederle el premio Nobel, el laureado fue un cartógrafo del poder. No solo en Perú. Ahí están los casos de Brasil, República Dominicana y Guatemala que llevó a la ficción. Para Vargas Llosa, sin duda una de las mentes más lúcidas del siglo XX en el ámbito literario, la dictadura —tanto de izquierda como de derecha— era inadmisible. Consideraba inseparables las libertades políticas y las económicas. Ahora bien, su incursión en la política ha estado marcada por una rigidez ideológica que muchas veces traiciona la complejidad que exigía en sus novelas.
A veces, el texto de Cateriano parece más una hagiografía que una exploración crítica de una figura ambivalente. Con todo, aporta material valioso para pensar en Vargas Llosa más allá de sus novelas: como un hombre apasionado, valiente, contradictorio y, en muchos sentidos, más complejo que cualquiera de sus personajes.
Desperdicia la oportunidad de ofrecer un análisis en verdad crítico de un personaje fascinante, atrapado en la tensión entre el genio literario y el dogmatismo político. El perfil que ofrece no es complejo ni humano, sino idealizado y casi blindado ante el escrutinio.
La obra es de valor testimonial para sus seguidores, pero de escasa utilidad analítica. En definitiva, resulta una lectura atractiva para quienes buscan comprender el impacto de uno de los más grandes escritores contemporáneos fuera del ámbito literario. Más que como una biografía política, debiera leerse como una invitación a debatir sobre el papel de los intelectuales en la vida pública.
Vargas Llosa, su otra gran pasión, Pedro Cateriano —jurista y experto en derecho constitucional, además de ex primer ministro peruano—, traza un perfil singular de Mario Vargas Llosa. Se centra en una faceta muchas veces eclipsada por su brillante carrera literaria: su intensa y, a menudo controvertida, participación en la vida política latinoamericana.
En esta primera biografía política del premio Nobel recientemente fallecido, Cateriano retrata a Vargas Llosa como un héroe cívico moderno, un paladín de la democracia en tiempos de populismo. Sin embargo, esa mirada se construye desde una fidelidad ideológica que empobrece el análisis. La figura que emerge no es la de un pensador político matizado y autoconsciente, sino la de un intelectual convertido en tótem, cuyas contradicciones, incoherencias y privilegios apenas son rozados.
Amigo cercano y compañero de ruta del novelista desde hace cuatro décadas, pasa revista a las numerosas batallas y polémicas libradas por el escritor contra dictaduras de todo signo. Y, sobre todo, la ardorosa defensa de la cultura de la libertad como ciudadano del mundo librada hasta hoy.
Es cierto que se señalan complejidades y contradicciones que acompañan al Nobel peruano. El libro tiene como mérito principal la aproximación desde esta mirada personal pero documentada. En ello se parece a la biografía que escribió J.J. Armas Marcelo El vicio de escribir hace años. No obstante, esa cercanía lleva consigo una limitación evidente: carece, en varios momentos, de un sentido crítico más agudo. Se pasa por alto, por ejemplo, el carácter a menudo elitista de las posturas de Vargas Llosa y su desconexión ocasional con las bases populares. O su renuencia a reconocer errores estratégicos que marcaron su fracaso electoral frente a Alberto Fujimori en 1990. Asimismo, habría sido interesante una reflexión más profunda sobre el efecto de su activismo en la polarización política regional, donde sus opiniones, aunque influyentes, han contribuido a exacerbar divisiones en lugar de tender puentes.
El libro recorre su trayectoria desde sus primeros pasos en el grupo comunista Cahuide en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su adhesión a la Revolución Cubana y el posterior distanciamiento al no hallar en ella el socialismo en libertad en el que creía, hasta su tránsito ideológico hacia el liberalismo. Evita explorar esa evolución que lo ha llevado de un anticomunismo ilustrado a una militancia liberal conservadora que coquetea con discursos reduccionistas.
Como ponderó la Academia Sueca al concederle el premio Nobel, el laureado fue un cartógrafo del poder. No solo en Perú. Ahí están los casos de Brasil, República Dominicana y Guatemala que llevó a la ficción. Para Vargas Llosa, sin duda una de las mentes más lúcidas del siglo XX en el ámbito literario, la dictadura —tanto de izquierda como de derecha— era inadmisible. Consideraba inseparables las libertades políticas y las económicas. Ahora bien, su incursión en la política ha estado marcada por una rigidez ideológica que muchas veces traiciona la complejidad que exigía en sus novelas.
A veces, el texto de Cateriano parece más una hagiografía que una exploración crítica de una figura ambivalente. Con todo, aporta material valioso para pensar en Vargas Llosa más allá de sus novelas: como un hombre apasionado, valiente, contradictorio y, en muchos sentidos, más complejo que cualquiera de sus personajes.
Desperdicia la oportunidad de ofrecer un análisis en verdad crítico de un personaje fascinante, atrapado en la tensión entre el genio literario y el dogmatismo político. El perfil que ofrece no es complejo ni humano, sino idealizado y casi blindado ante el escrutinio.
La obra es de valor testimonial para sus seguidores, pero de escasa utilidad analítica. En definitiva, resulta una lectura atractiva para quienes buscan comprender el impacto de uno de los más grandes escritores contemporáneos fuera del ámbito literario. Más que como una biografía política, debiera leerse como una invitación a debatir sobre el papel de los intelectuales en la vida pública.