En el fragor de la contienda electoral de EE. UU., la decisión de Jeff Bezos, dueño del Washington Post, de no respaldar a Kamala Harris —tampoco a Trump— para la elección presidencial de 2024 ha sido vista como un intento de restaurar la confianza en los medios de comunicación, evitando la percepción de parcialidad. Sin embargo, ha provocado reacciones mixtas; algunos ven esto como una medida positiva hacia la neutralidad periodística, mientras que otros —incluyendo al personal del Washington Post— lo consideran una interferencia inapropiada en la tradición editorial del periódico, dando como resultado renuncias y la cancelación de suscripciones. Esta decisión refleja la complejidad de mantener la independencia y credibilidad de los medios en un entorno político polarizado.
La pérdida de credibilidad es un fenómeno global que ha transformado radicalmente el panorama informativo. En un mundo donde la información es accesible al instante, la era digital ha empoderado a los ciudadanos con una multiplicidad de fuentes, permitiéndoles cuestionar la veracidad —y sesgo— de los medios. Las redes sociales, con su capacidad para difundir noticias alternativas y opiniones diversas, han socavado la autoridad de los medios convencionales, que a menudo son percibidos como parte de una narrativa establecida o incluso como actores políticos.
Este cambio de paradigma refleja un mundo que ya no acepta pasivamente los hechos presentados por la prensa tradicional. Los escándalos de noticias falsas, la cobertura sesgada, y la influencia de intereses políticos, han fomentado la desconfianza generalizada. Además, la inmediatez y la personalización de la información en plataformas digitales han creado expectativas de transparencia y autenticidad que muchos medios tradicionales no han logrado cumplir.
Durante el proceso electoral en Estados Unidos, que está a punto de culminar, el mundo ha sido testigo del alto nivel de polarización de las campañas —tanto republicana como demócrata—, que en buena medida han tenido éxito debido a que eso es lo que el público espera; los votantes quieren contienda.
Con la excepción del debate vicepresidencial entre JD Vance y Tim Walz —que mostró que en la política moderna todavía es posible el debate civilizado—, lo que hemos visto de ambos campos políticos son ataques y retórica tipo dog whistle, amén de las enormes deficiencias de ambos candidatos.
Pero esa polarización no hubiera sido posible sin el rol de los medios de comunicación tradicionales, en particular, de aquel país. Otrora instituciones revestidas de intachable credibilidad, hoy, la confianza en esos medios de comunicación está por los suelos.
Para recuperar su credibilidad, los medios deben adaptarse, mostrando no solo integridad y precisión en su reportaje, sino también una mayor conexión con sus audiencias, y la importancia del periodismo en todo momento ético.
Por años, ya, la mayoría de los medios en EE. UU. han apoyado, con desparpajo, a candidatos, en una supuesta muestra de transparencia; sin embargo, lo que el público ha visto no es eso, sino claro sesgo y por ello han perdido la confianza en aquellos.
La polarización —e intereses partidarios— han hecho que los medios endosen candidatos y no principios. Esa veleidad es la que ha hecho que el público rechace, tanto a medios como a los candidatos a los que respaldan.
Como República ha demostrado una y otra vez, —patentemente, durante el proceso electoral guatemalteco—, defender principios tiene un costo, que es tener que vivir con ellos.
En el fragor de la contienda electoral de EE. UU., la decisión de Jeff Bezos, dueño del Washington Post, de no respaldar a Kamala Harris —tampoco a Trump— para la elección presidencial de 2024 ha sido vista como un intento de restaurar la confianza en los medios de comunicación, evitando la percepción de parcialidad. Sin embargo, ha provocado reacciones mixtas; algunos ven esto como una medida positiva hacia la neutralidad periodística, mientras que otros —incluyendo al personal del Washington Post— lo consideran una interferencia inapropiada en la tradición editorial del periódico, dando como resultado renuncias y la cancelación de suscripciones. Esta decisión refleja la complejidad de mantener la independencia y credibilidad de los medios en un entorno político polarizado.
La pérdida de credibilidad es un fenómeno global que ha transformado radicalmente el panorama informativo. En un mundo donde la información es accesible al instante, la era digital ha empoderado a los ciudadanos con una multiplicidad de fuentes, permitiéndoles cuestionar la veracidad —y sesgo— de los medios. Las redes sociales, con su capacidad para difundir noticias alternativas y opiniones diversas, han socavado la autoridad de los medios convencionales, que a menudo son percibidos como parte de una narrativa establecida o incluso como actores políticos.
Este cambio de paradigma refleja un mundo que ya no acepta pasivamente los hechos presentados por la prensa tradicional. Los escándalos de noticias falsas, la cobertura sesgada, y la influencia de intereses políticos, han fomentado la desconfianza generalizada. Además, la inmediatez y la personalización de la información en plataformas digitales han creado expectativas de transparencia y autenticidad que muchos medios tradicionales no han logrado cumplir.
Durante el proceso electoral en Estados Unidos, que está a punto de culminar, el mundo ha sido testigo del alto nivel de polarización de las campañas —tanto republicana como demócrata—, que en buena medida han tenido éxito debido a que eso es lo que el público espera; los votantes quieren contienda.
Con la excepción del debate vicepresidencial entre JD Vance y Tim Walz —que mostró que en la política moderna todavía es posible el debate civilizado—, lo que hemos visto de ambos campos políticos son ataques y retórica tipo dog whistle, amén de las enormes deficiencias de ambos candidatos.
Pero esa polarización no hubiera sido posible sin el rol de los medios de comunicación tradicionales, en particular, de aquel país. Otrora instituciones revestidas de intachable credibilidad, hoy, la confianza en esos medios de comunicación está por los suelos.
Para recuperar su credibilidad, los medios deben adaptarse, mostrando no solo integridad y precisión en su reportaje, sino también una mayor conexión con sus audiencias, y la importancia del periodismo en todo momento ético.
Por años, ya, la mayoría de los medios en EE. UU. han apoyado, con desparpajo, a candidatos, en una supuesta muestra de transparencia; sin embargo, lo que el público ha visto no es eso, sino claro sesgo y por ello han perdido la confianza en aquellos.
La polarización —e intereses partidarios— han hecho que los medios endosen candidatos y no principios. Esa veleidad es la que ha hecho que el público rechace, tanto a medios como a los candidatos a los que respaldan.
Como República ha demostrado una y otra vez, —patentemente, durante el proceso electoral guatemalteco—, defender principios tiene un costo, que es tener que vivir con ellos.