Las elecciones generales de Honduras, programadas para el 30 de noviembre de 2025, se desarrollan en un contexto de creciente incertidumbre política. El proceso se ve marcado por la desconfianza ciudadana hacia el sistema electoral y sus garantías de una competencia justa.
Además, el panorama político está dominado por una competencia reñida entre el Partido Liberal (PLH), de centro-derecha moderado; el oficialista Libertad y Refundación (Libre), de izquierda más radical, y el Partido Nacional (PNH), que representa el centro-derecha conservador.
Históricamente, en Honduras el bipartidismo ha sido la regla. El PNH y el PLH se han turnado para tomar el poder constantemente. No obstante, después del golpe del 2009, el PLH se fracturó en dos, formando el partido Libre.
En el 2013, Libre irrumpió en el escenario político como un fuerte contendiente, obteniendo un tercio de los votos. Mientras que el PLH se debilitaba paulatinamente, Libre adoptó la posición más importante hasta que Xiomara Castro llevó al partido a ganar las elecciones en el 2021.
Libre ganó las elecciones después del caso de corrupción y narcotráfico en el que se vio envuelto el PNH. El partido tomó el poder como castigo hacia la política convencional dentro de una oportunidad histórica. Sin embargo, a pesar de la victoria, ha enfrentado una creciente pérdida de apoyo ciudadano debido a una mala administración, el incumplimiento de sus compromisos, enlaces con el narcotráfico y la enemistad con el sector empresarial.
Actor decisivo
Ahora bien, la figura clave determinante de las últimas elecciones ha sido Salvador Nasralla, presentador convertido en político. A través de las últimas elecciones, ha demostrado ser un actor decisivo, ya que su decisión de aliarse o competir por separado ha definido el resultado final.
Con los votos del sector industrial, habiéndose sumado a coaliciones opositoras, contribuyó a consolidar un bloque capaz de vencer al oficialismo, como ocurrió en 2021 con la victoria de Xiomara Castro. En contraste, su participación independiente ha dispersado el voto opositor, debilitando sus posibilidades frente a otros candidatos.
En esta coyuntura particular, el escenario electoral se configura con tres fuerzas en tensión y con estructuras debilitadas de distinta manera.
El PNH se presenta más consolidado organizativamente tras su salida del poder, pero aún arrastra el desgaste de sus escándalos de corrupción y vínculos con el narcotráfico.
Por su parte, Libre mantiene una base electoral fiel, especialmente en zonas rurales y sectores populares, pero su gestión ha generado decepción en amplios sectores urbanos que esperaban una transformación profunda. Los alegatos de enlaces con actividades ilícitas también han desencantado a una gran parte de su electorado.
En este contexto, Nasralla vuelve a jugar un rol estratégico al utilizar como plataforma al debilitado PLH, que desde el 2013 ha perdido buena parte de su estructura territorial y capacidad de movilización.
Sin segunda vuelta
Así, las elecciones de 2025 se definen no solo por las propuestas, sino por el modo en que estas tres fuerzas logren articular o fracturar sus alianzas y narrativas frente a un electorado cada vez más escéptico. Dado que el sistema electoral no contempla una segunda vuelta y el voto se encuentra dividido entre tres grandes bloques, no será necesario obtener un porcentaje abrumador para que cualquiera de los tres partidos triunfe. Bastará con articular una mayoría relativa bien distribuida territorialmente para imponerse en las urnas.
Las elecciones generales de Honduras, programadas para el 30 de noviembre de 2025, se desarrollan en un contexto de creciente incertidumbre política. El proceso se ve marcado por la desconfianza ciudadana hacia el sistema electoral y sus garantías de una competencia justa.
Además, el panorama político está dominado por una competencia reñida entre el Partido Liberal (PLH), de centro-derecha moderado; el oficialista Libertad y Refundación (Libre), de izquierda más radical, y el Partido Nacional (PNH), que representa el centro-derecha conservador.
Históricamente, en Honduras el bipartidismo ha sido la regla. El PNH y el PLH se han turnado para tomar el poder constantemente. No obstante, después del golpe del 2009, el PLH se fracturó en dos, formando el partido Libre.
En el 2013, Libre irrumpió en el escenario político como un fuerte contendiente, obteniendo un tercio de los votos. Mientras que el PLH se debilitaba paulatinamente, Libre adoptó la posición más importante hasta que Xiomara Castro llevó al partido a ganar las elecciones en el 2021.
Libre ganó las elecciones después del caso de corrupción y narcotráfico en el que se vio envuelto el PNH. El partido tomó el poder como castigo hacia la política convencional dentro de una oportunidad histórica. Sin embargo, a pesar de la victoria, ha enfrentado una creciente pérdida de apoyo ciudadano debido a una mala administración, el incumplimiento de sus compromisos, enlaces con el narcotráfico y la enemistad con el sector empresarial.
Actor decisivo
Ahora bien, la figura clave determinante de las últimas elecciones ha sido Salvador Nasralla, presentador convertido en político. A través de las últimas elecciones, ha demostrado ser un actor decisivo, ya que su decisión de aliarse o competir por separado ha definido el resultado final.
Con los votos del sector industrial, habiéndose sumado a coaliciones opositoras, contribuyó a consolidar un bloque capaz de vencer al oficialismo, como ocurrió en 2021 con la victoria de Xiomara Castro. En contraste, su participación independiente ha dispersado el voto opositor, debilitando sus posibilidades frente a otros candidatos.
En esta coyuntura particular, el escenario electoral se configura con tres fuerzas en tensión y con estructuras debilitadas de distinta manera.
El PNH se presenta más consolidado organizativamente tras su salida del poder, pero aún arrastra el desgaste de sus escándalos de corrupción y vínculos con el narcotráfico.
Por su parte, Libre mantiene una base electoral fiel, especialmente en zonas rurales y sectores populares, pero su gestión ha generado decepción en amplios sectores urbanos que esperaban una transformación profunda. Los alegatos de enlaces con actividades ilícitas también han desencantado a una gran parte de su electorado.
En este contexto, Nasralla vuelve a jugar un rol estratégico al utilizar como plataforma al debilitado PLH, que desde el 2013 ha perdido buena parte de su estructura territorial y capacidad de movilización.
Sin segunda vuelta
Así, las elecciones de 2025 se definen no solo por las propuestas, sino por el modo en que estas tres fuerzas logren articular o fracturar sus alianzas y narrativas frente a un electorado cada vez más escéptico. Dado que el sistema electoral no contempla una segunda vuelta y el voto se encuentra dividido entre tres grandes bloques, no será necesario obtener un porcentaje abrumador para que cualquiera de los tres partidos triunfe. Bastará con articular una mayoría relativa bien distribuida territorialmente para imponerse en las urnas.