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Dios los cría y el poder los junta 

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Redacción República
18 de septiembre, 2025

En un giro que debiese avergonzar a la democracia guatemalteca, el oficialismo —Movimiento Semilla— ha decidido tender puentes con Luis Aguirre, el diputado de oposición convertido en símbolo de todo lo que está mal en la política. Aguirre, tachado de ser “narco adyacente”, no es un aliado casual: se ha caracterizado por propuestas legislativas que benefician a sectores turbios.

Sin embargo, el oficialismo, que llegó al poder prometiendo erradicar la corrupción, ahora lo abraza en reuniones que huelen a oportunismo puro. Esta actitud no solo traiciona los ideales que dijeron tener, sino que legitima a un personaje que ha tensionado relaciones institucionales con gestos violentos, como aquel vergonzoso episodio de la llanta, en una citación ministerial.

El caso paradigmático es el del diputado Samuel Pérez, factótum oficialista y autoproclamado paladín anticorrupción. Pérez ha mantenido un furioso discurso contra la entelequia denominada “pacto de corruptos”, denunciando sobornos y mafias en el Congreso. Pero ¿qué hace ahora? Se alía con Aguirre y con Adim Maldonado, expulsado de la UNE.  Maldonado, junto a otros como León Felipe Barrera, fue notificado de su expulsión por el Tribunal de Honor de la UNE, tras impugnaciones que revelan su deslealtad y manipulación interna. Pérez, en una fractura abierta de Semilla, se reúne con estos elementos para “consolidar alianzas” que suman votos para presupuestos y directivas, como la del 2026.

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Es el pragmatismo más cínico posible: aliarse con quien sea, por cuotas de poder. El fin justifica los medios, evidentemente. Pérez intenta “recuperar operación política”, pero a costa de su credibilidad, si es que alguna. Esta falta absoluta de principios es aún más indignante cuando el oficialismo alardea de estas relaciones en redes sociales, como si fueran trofeos. Fotos de reuniones con Aguirre y Maldonado —entre otros— circulan en perfiles afines, presentadas como “avances democráticos”, ignorando los fuertes señalamientos contra sus compañeros de foto. ¿Orgullo de codearse con lo que se supone combatir? Es una bofetada a la ciudadanía, en general, pero sobre todo para quienes les votaron. ¿Dónde queda el presidente Bernardo Arévalo en este circo? Él, que denunció durante años las alianzas tóxicas del viejo régimen, permite que su bancada se fracture y se ensucie con estos pactos. Arévalo prometió un gobierno de valores, no de transacciones. Si no interviene, su silencio será complicidad. Guatemala merece coherencia, no hipocresía. Es hora de que el oficialismo elija: ¿principios o poder? Todo apunta a que nunca tuvieron los primeros y solo buscaban el segundo.  

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18 de septiembre, 2025

En un giro que debiese avergonzar a la democracia guatemalteca, el oficialismo —Movimiento Semilla— ha decidido tender puentes con Luis Aguirre, el diputado de oposición convertido en símbolo de todo lo que está mal en la política. Aguirre, tachado de ser “narco adyacente”, no es un aliado casual: se ha caracterizado por propuestas legislativas que benefician a sectores turbios.

Sin embargo, el oficialismo, que llegó al poder prometiendo erradicar la corrupción, ahora lo abraza en reuniones que huelen a oportunismo puro. Esta actitud no solo traiciona los ideales que dijeron tener, sino que legitima a un personaje que ha tensionado relaciones institucionales con gestos violentos, como aquel vergonzoso episodio de la llanta, en una citación ministerial.

El caso paradigmático es el del diputado Samuel Pérez, factótum oficialista y autoproclamado paladín anticorrupción. Pérez ha mantenido un furioso discurso contra la entelequia denominada “pacto de corruptos”, denunciando sobornos y mafias en el Congreso. Pero ¿qué hace ahora? Se alía con Aguirre y con Adim Maldonado, expulsado de la UNE.  Maldonado, junto a otros como León Felipe Barrera, fue notificado de su expulsión por el Tribunal de Honor de la UNE, tras impugnaciones que revelan su deslealtad y manipulación interna. Pérez, en una fractura abierta de Semilla, se reúne con estos elementos para “consolidar alianzas” que suman votos para presupuestos y directivas, como la del 2026.

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Es el pragmatismo más cínico posible: aliarse con quien sea, por cuotas de poder. El fin justifica los medios, evidentemente. Pérez intenta “recuperar operación política”, pero a costa de su credibilidad, si es que alguna. Esta falta absoluta de principios es aún más indignante cuando el oficialismo alardea de estas relaciones en redes sociales, como si fueran trofeos. Fotos de reuniones con Aguirre y Maldonado —entre otros— circulan en perfiles afines, presentadas como “avances democráticos”, ignorando los fuertes señalamientos contra sus compañeros de foto. ¿Orgullo de codearse con lo que se supone combatir? Es una bofetada a la ciudadanía, en general, pero sobre todo para quienes les votaron. ¿Dónde queda el presidente Bernardo Arévalo en este circo? Él, que denunció durante años las alianzas tóxicas del viejo régimen, permite que su bancada se fracture y se ensucie con estos pactos. Arévalo prometió un gobierno de valores, no de transacciones. Si no interviene, su silencio será complicidad. Guatemala merece coherencia, no hipocresía. Es hora de que el oficialismo elija: ¿principios o poder? Todo apunta a que nunca tuvieron los primeros y solo buscaban el segundo.  

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