La guerra comercial entre EE. UU. y China, marcada por el incremento de aranceles y el auge del nacionalismo económico, ha generado repercusiones a nivel global, con Latinoamérica como una de las regiones atrapadas en el fuego cruzado.
Panorama. Países como México y Argentina, dos de las economías más grandes de la región, se han visto obligados a enfrentar un complejo conjunto de desafíos mientras intentan equilibrar los intereses enfrentados de sus dos principales socios comerciales.
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México, como miembro del T-MEC, se beneficia de un acceso privilegiado al mercado estadounidense. Sin embargo, el acuerdo ha creado inadvertidamente una laguna que permite a los productos chinos eludir los aranceles de EE. UU. al utilizar a México como su destino final de ensamblaje.
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Esto ha generado tensiones entre el gobierno mexicano y Washington, que ha instado a México a tomar medidas contra las exportaciones chinas, afectando así, sus propios intereses económicos.
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A su vez, Argentina ha enfrentado dificultades por los aranceles sobre las exportaciones tecnológicas chinas, como semiconductores y equipos de telecomunicaciones, lo que ha limitado el acceso a tecnología asequible. Las restricciones de EE. UU. sobre Huawei, un actor clave en la infraestructura 5G, han retrasado los esfuerzos de modernización digital del país.
Por qué importa. El aumento del costo de vida y las complejidades comerciales motivadas por factores políticos resultan especialmente perjudiciales para las economías menos desarrolladas y sofisticadas de Latinoamérica, en particular para las de Centroamérica.
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En Guatemala, donde la maquinaria china es crucial para la producción, los aranceles –estadounidenses– han incrementado los costos, reduciendo la competitividad global de los productos agroindustriales guatemaltecos, los cuales representan casi el 45% del total de las exportaciones del país.
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De igual manera, el sector hidroeléctrico de Costa Rica –altamente dependiente de capital y componentes chinos– ha sido gravemente afectado por la guerra comercial. En mayo de 2024, las sequías provocadas por el fenómeno El Niño desataron una crisis energética que resultó en racionamientos de electricidad, con apagones de hasta tres horas diarias.
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Estos acontecimientos son particularmente preocupantes para los intereses de seguridad nacional de EE. UU., ya que países como Honduras y El Salvador –sin mencionar a Nicaragua, que es hostil hacia a Washington– se están alineando cada vez más con Pekín.
Entre líneas. Aunque Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de la región, Latinoamérica enfrenta una situación compleja, al depender, tanto de las inversiones y productos de EE. UU., como de China, mientras intenta mantener relaciones sólidas con Washington y Pekín. Este delicado acto de equilibrio ha incrementado la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas, que dependen en gran medida del comercio exterior.
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En la primera mitad de 2023, las exportaciones de la región hacia EE. UU. ascendieron a USD 258 000M, mientras que las importaciones alcanzaron los USD 308 000M, ambas cifras reflejan una ligera disminución, en comparación con el año anterior.
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Durante el mismo período, el comercio entre Latinoamérica y China alcanzó niveles significativos, totalizando USD 208 000M en exportaciones de Latinoamérica a China, y USD 242 000M en importaciones de China a la región.
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La inversión extranjera directa de EE. UU. en Latinoamérica y el Caribe representó el 33 % del total de los flujos de IED hacia la región, mientras que la IED china alcanzó aproximadamente USD 8750M, representando alrededor del 10 % del total de la región.
El balance. El aumento de aranceles y restricciones han dificultado que los países de Latinoamérica modernicen sectores clave, como la tecnología y la infraestructura. A medida que EE. UU. y China continúan ampliando sus esferas de influencia, los países latinoamericanos podrían verse cada vez más presionados por ambas potencias.
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Si bien esto representa un desafío para ambas potencias, la evidencia indica que, a pesar de los aranceles, Latinoamérica está comerciando cada vez más con China que con Estados Unidos. Para 2035, se prevé que el comercio entre China y la región supere los USD 700 000 millones, lo que podría superar el volumen de intercambio con EE. UU. en varios países latinoamericanos.
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A medida que los países latinoamericanos perciben las restricciones comerciales impuestas por EE. UU. a China como una carga, podrían comenzar a ver a Pekín como un socio más confiable y solidario.
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Para 2023, 21 países de la región se habían unido a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, fortaleciendo los lazos económicos y diplomáticos con Pekín a expensas de la influencia de EE. UU. Incluso aliados de larga data de Washington, como Ecuador, han firmado acuerdos de libre comercio con China después de no lograr acuerdos similares con Estados Unidos.
La guerra comercial entre EE. UU. y China, marcada por el incremento de aranceles y el auge del nacionalismo económico, ha generado repercusiones a nivel global, con Latinoamérica como una de las regiones atrapadas en el fuego cruzado.
Panorama. Países como México y Argentina, dos de las economías más grandes de la región, se han visto obligados a enfrentar un complejo conjunto de desafíos mientras intentan equilibrar los intereses enfrentados de sus dos principales socios comerciales.
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México, como miembro del T-MEC, se beneficia de un acceso privilegiado al mercado estadounidense. Sin embargo, el acuerdo ha creado inadvertidamente una laguna que permite a los productos chinos eludir los aranceles de EE. UU. al utilizar a México como su destino final de ensamblaje.
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Esto ha generado tensiones entre el gobierno mexicano y Washington, que ha instado a México a tomar medidas contra las exportaciones chinas, afectando así, sus propios intereses económicos.
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A su vez, Argentina ha enfrentado dificultades por los aranceles sobre las exportaciones tecnológicas chinas, como semiconductores y equipos de telecomunicaciones, lo que ha limitado el acceso a tecnología asequible. Las restricciones de EE. UU. sobre Huawei, un actor clave en la infraestructura 5G, han retrasado los esfuerzos de modernización digital del país.
Por qué importa. El aumento del costo de vida y las complejidades comerciales motivadas por factores políticos resultan especialmente perjudiciales para las economías menos desarrolladas y sofisticadas de Latinoamérica, en particular para las de Centroamérica.
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En Guatemala, donde la maquinaria china es crucial para la producción, los aranceles –estadounidenses– han incrementado los costos, reduciendo la competitividad global de los productos agroindustriales guatemaltecos, los cuales representan casi el 45% del total de las exportaciones del país.
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De igual manera, el sector hidroeléctrico de Costa Rica –altamente dependiente de capital y componentes chinos– ha sido gravemente afectado por la guerra comercial. En mayo de 2024, las sequías provocadas por el fenómeno El Niño desataron una crisis energética que resultó en racionamientos de electricidad, con apagones de hasta tres horas diarias.
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Estos acontecimientos son particularmente preocupantes para los intereses de seguridad nacional de EE. UU., ya que países como Honduras y El Salvador –sin mencionar a Nicaragua, que es hostil hacia a Washington– se están alineando cada vez más con Pekín.
Entre líneas. Aunque Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de la región, Latinoamérica enfrenta una situación compleja, al depender, tanto de las inversiones y productos de EE. UU., como de China, mientras intenta mantener relaciones sólidas con Washington y Pekín. Este delicado acto de equilibrio ha incrementado la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas, que dependen en gran medida del comercio exterior.
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En la primera mitad de 2023, las exportaciones de la región hacia EE. UU. ascendieron a USD 258 000M, mientras que las importaciones alcanzaron los USD 308 000M, ambas cifras reflejan una ligera disminución, en comparación con el año anterior.
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Durante el mismo período, el comercio entre Latinoamérica y China alcanzó niveles significativos, totalizando USD 208 000M en exportaciones de Latinoamérica a China, y USD 242 000M en importaciones de China a la región.
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La inversión extranjera directa de EE. UU. en Latinoamérica y el Caribe representó el 33 % del total de los flujos de IED hacia la región, mientras que la IED china alcanzó aproximadamente USD 8750M, representando alrededor del 10 % del total de la región.
El balance. El aumento de aranceles y restricciones han dificultado que los países de Latinoamérica modernicen sectores clave, como la tecnología y la infraestructura. A medida que EE. UU. y China continúan ampliando sus esferas de influencia, los países latinoamericanos podrían verse cada vez más presionados por ambas potencias.
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Si bien esto representa un desafío para ambas potencias, la evidencia indica que, a pesar de los aranceles, Latinoamérica está comerciando cada vez más con China que con Estados Unidos. Para 2035, se prevé que el comercio entre China y la región supere los USD 700 000 millones, lo que podría superar el volumen de intercambio con EE. UU. en varios países latinoamericanos.
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A medida que los países latinoamericanos perciben las restricciones comerciales impuestas por EE. UU. a China como una carga, podrían comenzar a ver a Pekín como un socio más confiable y solidario.
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Para 2023, 21 países de la región se habían unido a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, fortaleciendo los lazos económicos y diplomáticos con Pekín a expensas de la influencia de EE. UU. Incluso aliados de larga data de Washington, como Ecuador, han firmado acuerdos de libre comercio con China después de no lograr acuerdos similares con Estados Unidos.