Esta semana, el presidente Bernardo Arévalo anunció la decisión de someter la operación y funcionamiento del Aeropuerto Internacional La Aurora (AILA) a una licitación bajo los términos de la Ley de Alianzas para el Desarrollo de Infraestructura Económica, coloquialmente conocidas como alianzas público-privadas o APPs.
El anuncio se dio en el marco del 1er. Congreso de Infraestructura “Aeropuertos, eje del desarrollo inclusivo”, cuya agenda incluyó una discusión de distintos modelos operativos para aeropuertos, ajustada al contexto de la aviación en el país en general, y al alarmante estado del AILA en particular. Entre los modelos estuvieron, por supuesto, el de APP, pero también se habló de empresas de capital mixto –por ejemplo– que, si bien logra la unión de esfuerzos entre lo público y lo privado, distribuye de forma distinta los riesgos y los costos.
La decantación del presidente por ese modelo en particular es algo secundario, lo verdaderamente importante –y encomiable– es la decisión en sí misma; desde el inicio de su mandato, Arévalo había sido visto como distante del ejercicio del poder, más bien preocupado por las formas y por las relaciones internacionales.
Como toda decisión gubernamental, causó reacciones diversas, unas a favor y otras en contra. Lo peculiar fue que buena parte de las expresiones contrarias vinieron de quienes se identifican como votantes o simpatizantes suyos. Ninguno de ellos recuerda ahora que, en campaña, Arévalo ofreció justamente eso: una APP para el aeropuerto. No podrán alegar cambio de criterio de su parte.
Quitando las expresiones más virulentas –de cuentas falsas o anónimas– sus prosélitos criticaron al presidente no solo por la decisión, sino porque fue anunciada en un foro organizado por República junto a las cámaras empresariales más importantes del país.
Quienes lo reprocharon –al mandatario–, lo hicieron desde el absoluto desconocimiento del contexto, alcance e importancia de la decisión. Azuzados por interacciones en redes sociales, creyeron que en el evento se concretó una negociación que jamás ha ocurrido o que se adjudicó ayer mismo el proyecto. Nada más alejado de la verdad.
Lo cierto es que para que se concrete esa APP, falta mucho; se confía en la buena voluntad y determinación del presidente, pero el AILA sufre no solo de deterioro en su infraestructura, sino que la institucionalidad se ve capturada por intereses espurios y contratos lesivos que deberán ser saneados. Posteriormente, deberá sortear todos los pasos de ley. Solo entonces podrá hablarse de la suscripción del contrato que permita que el aeropuerto pueda ser gestionado de manera eficiente.
República ha dicho desde antes del 14 de enero, fecha del inicio de la actual administración, que señalaría y criticaría las falencias y decisiones que no fueran en pos del bien común, pero que aplaudiríamos las decisiones que sí lo hiciesen y que respetasen plenamente los derechos individuales. La decisión de Bernardo Arévalo anunciada el martes recién pasado es, a nuestro criterio, una de las más importantes y correctas que ha tomado y, por ello, merece ser aplaudida.
Esta semana, el presidente Bernardo Arévalo anunció la decisión de someter la operación y funcionamiento del Aeropuerto Internacional La Aurora (AILA) a una licitación bajo los términos de la Ley de Alianzas para el Desarrollo de Infraestructura Económica, coloquialmente conocidas como alianzas público-privadas o APPs.
El anuncio se dio en el marco del 1er. Congreso de Infraestructura “Aeropuertos, eje del desarrollo inclusivo”, cuya agenda incluyó una discusión de distintos modelos operativos para aeropuertos, ajustada al contexto de la aviación en el país en general, y al alarmante estado del AILA en particular. Entre los modelos estuvieron, por supuesto, el de APP, pero también se habló de empresas de capital mixto –por ejemplo– que, si bien logra la unión de esfuerzos entre lo público y lo privado, distribuye de forma distinta los riesgos y los costos.
La decantación del presidente por ese modelo en particular es algo secundario, lo verdaderamente importante –y encomiable– es la decisión en sí misma; desde el inicio de su mandato, Arévalo había sido visto como distante del ejercicio del poder, más bien preocupado por las formas y por las relaciones internacionales.
Como toda decisión gubernamental, causó reacciones diversas, unas a favor y otras en contra. Lo peculiar fue que buena parte de las expresiones contrarias vinieron de quienes se identifican como votantes o simpatizantes suyos. Ninguno de ellos recuerda ahora que, en campaña, Arévalo ofreció justamente eso: una APP para el aeropuerto. No podrán alegar cambio de criterio de su parte.
Quitando las expresiones más virulentas –de cuentas falsas o anónimas– sus prosélitos criticaron al presidente no solo por la decisión, sino porque fue anunciada en un foro organizado por República junto a las cámaras empresariales más importantes del país.
Quienes lo reprocharon –al mandatario–, lo hicieron desde el absoluto desconocimiento del contexto, alcance e importancia de la decisión. Azuzados por interacciones en redes sociales, creyeron que en el evento se concretó una negociación que jamás ha ocurrido o que se adjudicó ayer mismo el proyecto. Nada más alejado de la verdad.
Lo cierto es que para que se concrete esa APP, falta mucho; se confía en la buena voluntad y determinación del presidente, pero el AILA sufre no solo de deterioro en su infraestructura, sino que la institucionalidad se ve capturada por intereses espurios y contratos lesivos que deberán ser saneados. Posteriormente, deberá sortear todos los pasos de ley. Solo entonces podrá hablarse de la suscripción del contrato que permita que el aeropuerto pueda ser gestionado de manera eficiente.
República ha dicho desde antes del 14 de enero, fecha del inicio de la actual administración, que señalaría y criticaría las falencias y decisiones que no fueran en pos del bien común, pero que aplaudiríamos las decisiones que sí lo hiciesen y que respetasen plenamente los derechos individuales. La decisión de Bernardo Arévalo anunciada el martes recién pasado es, a nuestro criterio, una de las más importantes y correctas que ha tomado y, por ello, merece ser aplaudida.