Las ciudades enfrentan un desafío creciente: el efecto isla de calor. Esto ha impulsado a arquitectos y urbanistas a integrar naturaleza en los entornos. No es solo una tendencia estética, sino una necesidad para mitigar impactos del calor y mejorar la calidad de vida.
Por qué importa. Este fenómeno intensifica las temperaturas debido a la concentración de superficies impermeables y escasa vegetación. Esto impacta en el confort térmico e incrementa el consumo energético y riesgos para la salud.
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Investigaciones indican que las zonas urbanas pueden ser hasta 12°C más cálidas que sus alrededores rurales, aumentando la demanda de energía para refrigeración.
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La OMS destaca que las olas de calor urbanas están vinculadas a un aumento significativo en la mortalidad, especialmente entre poblaciones vulnerables.
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Christian Wolff, director general regional de Gensler para Latinoamérica, enfatiza que la incorporación de espacios verdes en las ciudades ya no es opcional, sino esencial.
Cómo funciona. La infraestructura verde incluye parques, techos verdes y corredores ecológicos. Esta actúa como un sistema natural de refrigeración y sus elementos reducen la temperatura ambiente mediante la sombra y la evapotranspiración.
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Se ha demostrado que los parques urbanos pueden ser entre 1 °C y 4 °C más frescos que las áreas circundantes y extender su efecto a cientos de metros.
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Los techos verdes disminuyen la temperatura superficial de los edificios, mejoran la eficiencia energética y calidad del aire.
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“Integrar la naturaleza en el diseño urbano transforma las ciudades en espacios más habitables y resilientes”, explica Emily Harper, arquitecta especializada en planificación urbana sostenible.
Ecos regionales. En Latinoamérica, diversas ciudades están adoptando enfoques innovadores para integrar la naturaleza en el entorno urbano, adaptándose a sus contextos específicos.
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Colombia ha implementado 30 corredores verdes distribuidos por toda la ciudad; 18 ubicados en ejes viales y 12 junto a fuentes hídricas. Estos mejoran la calidad del aire, reducen la temperatura ambiente y promueven la movilidad sostenible.
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Por su parte, Costa Rica estableció corredores ecológicos que interconectan espacios verdes y facilitan la preservación de flora y fauna local.
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Según Harper, estas iniciativas no solo mitigan el calor. “También fortalecen estructuras sociales y promueven la biodiversidad urbana”, detalla.
Lo que sigue. La tendencia hacia ciudades más verdes y resilientes continúa ganando impulso, con un enfoque en la planificación sostenible y la colaboración multisectorial.
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Se espera que más urbes adopten políticas que incentiven la infraestructura verde.
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La educación e iniciativas público-privadas serán fundamentales para el éxito de estas iniciativas, fomentando una cultura de sostenibilidad urbana.
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“El futuro de nuestras ciudades depende de cómo integremos la naturaleza en su desarrollo. Es una inversión en salud, bienestar y sostenibilidad”, concluye Harper.
Las ciudades enfrentan un desafío creciente: el efecto isla de calor. Esto ha impulsado a arquitectos y urbanistas a integrar naturaleza en los entornos. No es solo una tendencia estética, sino una necesidad para mitigar impactos del calor y mejorar la calidad de vida.
Por qué importa. Este fenómeno intensifica las temperaturas debido a la concentración de superficies impermeables y escasa vegetación. Esto impacta en el confort térmico e incrementa el consumo energético y riesgos para la salud.
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Investigaciones indican que las zonas urbanas pueden ser hasta 12°C más cálidas que sus alrededores rurales, aumentando la demanda de energía para refrigeración.
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La OMS destaca que las olas de calor urbanas están vinculadas a un aumento significativo en la mortalidad, especialmente entre poblaciones vulnerables.
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Christian Wolff, director general regional de Gensler para Latinoamérica, enfatiza que la incorporación de espacios verdes en las ciudades ya no es opcional, sino esencial.
Cómo funciona. La infraestructura verde incluye parques, techos verdes y corredores ecológicos. Esta actúa como un sistema natural de refrigeración y sus elementos reducen la temperatura ambiente mediante la sombra y la evapotranspiración.
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Se ha demostrado que los parques urbanos pueden ser entre 1 °C y 4 °C más frescos que las áreas circundantes y extender su efecto a cientos de metros.
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Los techos verdes disminuyen la temperatura superficial de los edificios, mejoran la eficiencia energética y calidad del aire.
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“Integrar la naturaleza en el diseño urbano transforma las ciudades en espacios más habitables y resilientes”, explica Emily Harper, arquitecta especializada en planificación urbana sostenible.
Ecos regionales. En Latinoamérica, diversas ciudades están adoptando enfoques innovadores para integrar la naturaleza en el entorno urbano, adaptándose a sus contextos específicos.
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Colombia ha implementado 30 corredores verdes distribuidos por toda la ciudad; 18 ubicados en ejes viales y 12 junto a fuentes hídricas. Estos mejoran la calidad del aire, reducen la temperatura ambiente y promueven la movilidad sostenible.
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Por su parte, Costa Rica estableció corredores ecológicos que interconectan espacios verdes y facilitan la preservación de flora y fauna local.
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Según Harper, estas iniciativas no solo mitigan el calor. “También fortalecen estructuras sociales y promueven la biodiversidad urbana”, detalla.
Lo que sigue. La tendencia hacia ciudades más verdes y resilientes continúa ganando impulso, con un enfoque en la planificación sostenible y la colaboración multisectorial.
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Se espera que más urbes adopten políticas que incentiven la infraestructura verde.
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La educación e iniciativas público-privadas serán fundamentales para el éxito de estas iniciativas, fomentando una cultura de sostenibilidad urbana.
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“El futuro de nuestras ciudades depende de cómo integremos la naturaleza en su desarrollo. Es una inversión en salud, bienestar y sostenibilidad”, concluye Harper.