El real estate corporativo ya no gira solo en torno a metros cuadrados y ubicación. Hoy, la experiencia del usuario, sostenibilidad certificada y eficiencia operativa dictan las reglas del juego. Este cambio de paradigma transforma cómo se conciben, administran y valorizan los activos inmobiliarios de uso corporativo.
Cómo funciona. Tomás Cartagena, CEO de Best Place To Live, advierte que “el 70 % de la recomendación de marca viene por los servicios que recibe el usuario”. Así, los desarrolladores migran del enfoque de activo físico al de plataforma vivencial.
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El diseño debe responder a los nuevos hábitos laborales: más colaboración, más flexibilidad y mayor integración entre espacios comunes y privados.
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La arquitectura se alinea con la operación para mejorar el “día laboral” de cada usuario. Enfocándose en confort, luz natural, acústica y circulación eficiente.
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Certificaciones centradas en salud y conectividad se vuelven criterios diferenciadores al momento de valorar un inmueble o atraer empresas inquilinas.
Qué destacar. Un concepto que gana terreno es la relación 3-30-300: 3 dólares por metro cuadrado en energía, 30 en renta y 300 en salarios. Bajo esta lógica, invertir en mejorar la experiencia del usuario es una estrategia financiera.
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“Con solo mejorar 5 % la eficiencia operativa, ya se logra un ahorro significativo”, indica Josep Ortí i Llop, director corporativo y soluciones digitales de JG Ingenieros.
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El uso de tecnologías integradas permite monitorear consumos, gestionar espacios compartidos y facilitar tareas administrativas con mayor precisión.
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El 60-70 % del costo de un inmueble ocurre en su operación y mantenimiento. Con todo, es la etapa menos controlada en comparación con la de diseño y construcción.
Punto de fricción. A pesar de la innovación, la gestión de muchos inmuebles sigue anclada en prácticas desactualizadas. Esto genera pérdidas de eficiencia y malestar entre los usuarios.
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La falta de transparencia en los gastos y la limitada digitalización de procesos afectan la confianza entre administradores e inquilinos.
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Problemas recurrentes como mantenimientos mal ejecutados, comunicación deficiente y demoras en resolver incidentes afectan la experiencia general del espacio.
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Modernizar la gestión no requiere grandes inversiones, sino voluntad de adoptar herramientas tecnológicas enfocadas en datos, agilidad y servicio.
Ahora qué. El futuro del real estate corporativo está en integrar inteligencia y sostenibilidad sin comprometer la experiencia humana. Las tendencias apuntan a espacios flexibles, conectados y medibles en su desempeño real.
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Nuevas tecnologías permiten aplicar inteligencia artificial para reducir el consumo energético sin modificar las instalaciones existentes.
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Certificaciones emergentes evalúan no solo el diseño físico, sino también la capacidad del edificio para adaptarse a cambios tecnológicos y sociales.
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Las amenidades cobran relevancia como parte del valor total. En contextos de menor espacio privado, los usuarios buscan comunidad, accesibilidad y bienestar colectivo.
El real estate corporativo ya no gira solo en torno a metros cuadrados y ubicación. Hoy, la experiencia del usuario, sostenibilidad certificada y eficiencia operativa dictan las reglas del juego. Este cambio de paradigma transforma cómo se conciben, administran y valorizan los activos inmobiliarios de uso corporativo.
Cómo funciona. Tomás Cartagena, CEO de Best Place To Live, advierte que “el 70 % de la recomendación de marca viene por los servicios que recibe el usuario”. Así, los desarrolladores migran del enfoque de activo físico al de plataforma vivencial.
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El diseño debe responder a los nuevos hábitos laborales: más colaboración, más flexibilidad y mayor integración entre espacios comunes y privados.
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La arquitectura se alinea con la operación para mejorar el “día laboral” de cada usuario. Enfocándose en confort, luz natural, acústica y circulación eficiente.
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Certificaciones centradas en salud y conectividad se vuelven criterios diferenciadores al momento de valorar un inmueble o atraer empresas inquilinas.
Qué destacar. Un concepto que gana terreno es la relación 3-30-300: 3 dólares por metro cuadrado en energía, 30 en renta y 300 en salarios. Bajo esta lógica, invertir en mejorar la experiencia del usuario es una estrategia financiera.
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“Con solo mejorar 5 % la eficiencia operativa, ya se logra un ahorro significativo”, indica Josep Ortí i Llop, director corporativo y soluciones digitales de JG Ingenieros.
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El uso de tecnologías integradas permite monitorear consumos, gestionar espacios compartidos y facilitar tareas administrativas con mayor precisión.
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El 60-70 % del costo de un inmueble ocurre en su operación y mantenimiento. Con todo, es la etapa menos controlada en comparación con la de diseño y construcción.
Punto de fricción. A pesar de la innovación, la gestión de muchos inmuebles sigue anclada en prácticas desactualizadas. Esto genera pérdidas de eficiencia y malestar entre los usuarios.
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La falta de transparencia en los gastos y la limitada digitalización de procesos afectan la confianza entre administradores e inquilinos.
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Problemas recurrentes como mantenimientos mal ejecutados, comunicación deficiente y demoras en resolver incidentes afectan la experiencia general del espacio.
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Modernizar la gestión no requiere grandes inversiones, sino voluntad de adoptar herramientas tecnológicas enfocadas en datos, agilidad y servicio.
Ahora qué. El futuro del real estate corporativo está en integrar inteligencia y sostenibilidad sin comprometer la experiencia humana. Las tendencias apuntan a espacios flexibles, conectados y medibles en su desempeño real.
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Nuevas tecnologías permiten aplicar inteligencia artificial para reducir el consumo energético sin modificar las instalaciones existentes.
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Certificaciones emergentes evalúan no solo el diseño físico, sino también la capacidad del edificio para adaptarse a cambios tecnológicos y sociales.
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Las amenidades cobran relevancia como parte del valor total. En contextos de menor espacio privado, los usuarios buscan comunidad, accesibilidad y bienestar colectivo.