El leasing habitacional podría ser el puente entre un sistema financiero concentrado en pocos y un país donde el 67 % no está bancarizado. Guatemala tiene la ley, el marco jurídico y demanda. Es una figura probada, madura y lista para escalar.
Por qué importa. El déficit habitacional supera los 2.2M de viviendas y crece cada año. Mientras los bancos buscan nuevos nichos y los desarrolladores necesitan certidumbre, el leasing surge como alternativa para dinamizar un mercado estancado.
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“No es algo nuevo ni misterioso”, recordó Fernando Basterrechea, presidente de GCF Leasing, durante un reciente evento de ACENVI. La Ley de Leasing aprobada en febrero de 2021 define reglas claras y diferencia esta figura del arrendamiento común.
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La normativa incluye procesos abreviados y mecanismos de recuperación, lo que reduce riesgos y da confianza a inversionistas y bancos que antes dudaban en utilizarla.
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Miles de familias pagan alquiler sin generar historial crediticio. Esto permite transformar esa renta en patrimonio y formalizar flujos hoy invisibles para el sistema financiero.
Cómo funciona. El modelo combina elementos de crédito y arrendamiento: el usuario ocupa una vivienda pagando cuotas mensuales. Al final, puede adquirirla.
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“El leasing puede atender a quienes no califican para crédito hipotecario, pero sí pueden pagar”, explicó Karla Guerra, vicepresidenta del Banco CHN, al destacar su potencial para ampliar la inclusión financiera.
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Las cuotas mensuales funcionan como prueba de pago; tras dos o tres años, el cliente puede migrar a un crédito tradicional y consolidar su historial.
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Como la propiedad pertenece a la entidad financiera hasta el cierre del contrato, se reduce la mora y las tasas resultan más competitivas. Se fortalece la confianza en el sistema.
Ecos regionales. La experiencia latinoamericana demuestra que este contrato habitacional no sustituye al crédito: lo complementa.
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“Ambos crecen juntos”, afirmó Camilo Albán, expresidente de la Banca Hipotecaria de DAVIVIENDA. En Colombia, el leasing representa entre 4 y 6 % de la cartera total, mientras las hipotecas rondan el 12 %.
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Su éxito se sostiene en la complementariedad: los bancos amplían base de clientes, diversifican riesgo y mantienen equilibrio entre liquidez y expansión crediticia.
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Con ley vigente y demanda no atendida, Guatemala posee condiciones para adoptar un instrumento que funciona como política de inclusión financiera en la región.
Lo que sigue. El leasing puede integrarse al ecosistema de vivienda como producto de entrada y complemento del crédito hipotecario.
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Basterrechea subrayó que la vivienda “es el principal reactivador de la economía”; vincularla con este modelo generaría empleo, capital productivo y formalización del ahorro.
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Requiere visión de Estado para escalarlo: educación financiera, incentivos y un sistema de titularización que dé tracción al mercado secundario.
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El país no necesita nuevas leyes, sino liderazgo para activar una herramienta que ya existe y puede transformar el acceso a la vivienda.
El leasing habitacional podría ser el puente entre un sistema financiero concentrado en pocos y un país donde el 67 % no está bancarizado. Guatemala tiene la ley, el marco jurídico y demanda. Es una figura probada, madura y lista para escalar.
Por qué importa. El déficit habitacional supera los 2.2M de viviendas y crece cada año. Mientras los bancos buscan nuevos nichos y los desarrolladores necesitan certidumbre, el leasing surge como alternativa para dinamizar un mercado estancado.
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“No es algo nuevo ni misterioso”, recordó Fernando Basterrechea, presidente de GCF Leasing, durante un reciente evento de ACENVI. La Ley de Leasing aprobada en febrero de 2021 define reglas claras y diferencia esta figura del arrendamiento común.
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La normativa incluye procesos abreviados y mecanismos de recuperación, lo que reduce riesgos y da confianza a inversionistas y bancos que antes dudaban en utilizarla.
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Miles de familias pagan alquiler sin generar historial crediticio. Esto permite transformar esa renta en patrimonio y formalizar flujos hoy invisibles para el sistema financiero.
Cómo funciona. El modelo combina elementos de crédito y arrendamiento: el usuario ocupa una vivienda pagando cuotas mensuales. Al final, puede adquirirla.
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“El leasing puede atender a quienes no califican para crédito hipotecario, pero sí pueden pagar”, explicó Karla Guerra, vicepresidenta del Banco CHN, al destacar su potencial para ampliar la inclusión financiera.
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Las cuotas mensuales funcionan como prueba de pago; tras dos o tres años, el cliente puede migrar a un crédito tradicional y consolidar su historial.
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Como la propiedad pertenece a la entidad financiera hasta el cierre del contrato, se reduce la mora y las tasas resultan más competitivas. Se fortalece la confianza en el sistema.
Ecos regionales. La experiencia latinoamericana demuestra que este contrato habitacional no sustituye al crédito: lo complementa.
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“Ambos crecen juntos”, afirmó Camilo Albán, expresidente de la Banca Hipotecaria de DAVIVIENDA. En Colombia, el leasing representa entre 4 y 6 % de la cartera total, mientras las hipotecas rondan el 12 %.
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Su éxito se sostiene en la complementariedad: los bancos amplían base de clientes, diversifican riesgo y mantienen equilibrio entre liquidez y expansión crediticia.
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Con ley vigente y demanda no atendida, Guatemala posee condiciones para adoptar un instrumento que funciona como política de inclusión financiera en la región.
Lo que sigue. El leasing puede integrarse al ecosistema de vivienda como producto de entrada y complemento del crédito hipotecario.
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Basterrechea subrayó que la vivienda “es el principal reactivador de la economía”; vincularla con este modelo generaría empleo, capital productivo y formalización del ahorro.
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Requiere visión de Estado para escalarlo: educación financiera, incentivos y un sistema de titularización que dé tracción al mercado secundario.
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El país no necesita nuevas leyes, sino liderazgo para activar una herramienta que ya existe y puede transformar el acceso a la vivienda.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: