Por años, el desarrollo inmobiliario vertical ha sido señalado como responsable del tráfico en la ciudad. Sin embargo, la raíz del problema está en otro lado: el urban sprawl, un fenómeno urbano característico de EE. UU. que Guatemala replicó sin planificación.
El urban sprawl es la expansión horizontal y desordenada de la ciudad. Barrios y colonias alejados del centro, viviendas a grandes distancias de los lugares de trabajo y servicios, y la dependencia casi total del automóvil son sus principales características. Este modelo no solo multiplica los tiempos de traslado y el consumo de combustible, también encarece llevar servicios básicos como agua, drenajes, electricidad, transporte y seguridad a zonas periféricas. En muchos casos, grandes extensiones de tierra quedan subutilizadas o con un uso poco productivo, mientras la ciudad crece hacia afuera.
Por su parte, países europeos han optado por un modelo distinto: ciudades más compactas, con mayor densidad, mejor conectadas y con transporte público eficiente. Allí, vivir y trabajar cerca no es un lujo, sino la norma.
En este contexto, el desarrollo vertical en Guatemala debería entenderse como parte de la solución y no como el problema. Proyectos que concentran vivienda, oficinas y comercio en zonas estratégicas reducen la necesidad de largos traslados y permiten aprovechar mejor la infraestructura existente.
Para lograr un cambio real, se requiere un esfuerzo conjunto: desarrolladores que apuesten por proyectos sostenibles, autoridades que garanticen una inversión continua en transporte público y ciudadanía que adopte nuevas formas de movilidad.
El problema no es crecer hacia arriba, sino hacia afuera sin planificación. Guatemala tiene la oportunidad de replantear su modelo de ciudad y avanzar hacia un futuro más compacto, conectado y humano.
Por años, el desarrollo inmobiliario vertical ha sido señalado como responsable del tráfico en la ciudad. Sin embargo, la raíz del problema está en otro lado: el urban sprawl, un fenómeno urbano característico de EE. UU. que Guatemala replicó sin planificación.
El urban sprawl es la expansión horizontal y desordenada de la ciudad. Barrios y colonias alejados del centro, viviendas a grandes distancias de los lugares de trabajo y servicios, y la dependencia casi total del automóvil son sus principales características. Este modelo no solo multiplica los tiempos de traslado y el consumo de combustible, también encarece llevar servicios básicos como agua, drenajes, electricidad, transporte y seguridad a zonas periféricas. En muchos casos, grandes extensiones de tierra quedan subutilizadas o con un uso poco productivo, mientras la ciudad crece hacia afuera.
Por su parte, países europeos han optado por un modelo distinto: ciudades más compactas, con mayor densidad, mejor conectadas y con transporte público eficiente. Allí, vivir y trabajar cerca no es un lujo, sino la norma.
En este contexto, el desarrollo vertical en Guatemala debería entenderse como parte de la solución y no como el problema. Proyectos que concentran vivienda, oficinas y comercio en zonas estratégicas reducen la necesidad de largos traslados y permiten aprovechar mejor la infraestructura existente.
Para lograr un cambio real, se requiere un esfuerzo conjunto: desarrolladores que apuesten por proyectos sostenibles, autoridades que garanticen una inversión continua en transporte público y ciudadanía que adopte nuevas formas de movilidad.
El problema no es crecer hacia arriba, sino hacia afuera sin planificación. Guatemala tiene la oportunidad de replantear su modelo de ciudad y avanzar hacia un futuro más compacto, conectado y humano.