PropTech Latam Summit 2025: del metro cuadrado al propósito habitado
En el nuevo paradigma del real estate, el valor ya no se limita a metros cuadrados o rentabilidad. La industria inmobiliaria transita hacia un enfoque más complejo, donde la sostenibilidad, la experiencia del usuario y la tecnología redefinen lo que significa invertir, diseñar y habitar espacios. Este cambio exige repensar la lógica tradicional de uso, propiedad y retorno.
Por qué importa. La concepción del valor inmobiliario se transforma: de un activo estático a una experiencia dinámica. Las decisiones ya no giran solo en torno a ubicación y precio, sino a propósito, sostenibilidad y diseño estratégico.
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“El valor hoy se mide en impacto, no en metros cuadrados”, explicó Jody Parra, director de estrategia e innovación de 3G Office en la región, ponente en el PropTech Latam Summit 2025.
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Este giro obliga a marcas, desarrolladores y usuarios a cuestionar el valor funcional y simbólico de sus inversiones: ¿para qué sirve?, ¿qué aporta a la comunidad?, ¿qué tan flexible es?
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El real estate ya no puede depender solo de la escasez como motor de valor; necesita construir abundancia, anticiparse al impacto y operar con visión de red.
En el radar. El modelo tradicional de propiedad como refugio de valor está perdiendo tracción. En su lugar, se consolida la lógica del flow: acceso, uso y servicio reemplazan la transacción como principio rector.
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El stock (propiedad física) cede espacio al flow (flujo de servicios), donde lo que se valora es el uso constante, la adaptabilidad y la operación continua.
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Plataformas, aplicaciones y operadores ahora concentran el valor: no se trata de tener un bien, sino de ser parte de una red que habilita experiencias compartidas.
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Invertir ya no significa solo comprar un inmueble; es apostar por la empresa que lo opera, por la tecnología que lo conecta y por el propósito que lo sustenta.
Entre líneas. Los productos inmobiliarios deben dejar de pensarse como soluciones cerradas. Las nuevas generaciones buscan propuestas híbridas, integradas y adaptables, que respondan a necesidades cambiantes y contextos diversos.
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Los espacios evolucionan de estáticos a dinámicos, de únicos a replicables, de individuales a comunitarios. La experiencia es tan valiosa como el ladrillo.
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Las etiquetas tradicionales —vivienda, oficina, comercio— se diluyen frente a nuevas tipologías que integran funciones múltiples en territorios interconectados.
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Las soluciones compartidas, como gimnasios, coworkings y zonas híbridas, exigen una nueva mirada del diseño: pensar desde la red, no desde la unidad.
En conclusión. El desafío ya no es construir más, sino construir con sentido. Las decisiones deben considerar impacto, pertenencia y propósito. Las reglas del juego han cambiado.
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“Tenemos que desacoplar el valor de la herramienta”, resumió Parra, al referirse al papel del PropTech como catalizador del cambio.
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Los modelos de inversión, operación y diseño que aún rigen responden a un paradigma obsoleto: urge crear nuevos marcos que conecten valor económico con beneficio común.
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En tiempos de incertidumbre, la clave está en anticipar: no dónde se construye, sino para quién, con qué propósito y qué impacto tendrá esa construcción.
* Con información de: María José Aresti
PropTech Latam Summit 2025: del metro cuadrado al propósito habitado
En el nuevo paradigma del real estate, el valor ya no se limita a metros cuadrados o rentabilidad. La industria inmobiliaria transita hacia un enfoque más complejo, donde la sostenibilidad, la experiencia del usuario y la tecnología redefinen lo que significa invertir, diseñar y habitar espacios. Este cambio exige repensar la lógica tradicional de uso, propiedad y retorno.
Por qué importa. La concepción del valor inmobiliario se transforma: de un activo estático a una experiencia dinámica. Las decisiones ya no giran solo en torno a ubicación y precio, sino a propósito, sostenibilidad y diseño estratégico.
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“El valor hoy se mide en impacto, no en metros cuadrados”, explicó Jody Parra, director de estrategia e innovación de 3G Office en la región, ponente en el PropTech Latam Summit 2025.
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El real estate ya no puede depender solo de la escasez como motor de valor; necesita construir abundancia, anticiparse al impacto y operar con visión de red.
En el radar. El modelo tradicional de propiedad como refugio de valor está perdiendo tracción. En su lugar, se consolida la lógica del flow: acceso, uso y servicio reemplazan la transacción como principio rector.
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El stock (propiedad física) cede espacio al flow (flujo de servicios), donde lo que se valora es el uso constante, la adaptabilidad y la operación continua.
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Plataformas, aplicaciones y operadores ahora concentran el valor: no se trata de tener un bien, sino de ser parte de una red que habilita experiencias compartidas.
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Invertir ya no significa solo comprar un inmueble; es apostar por la empresa que lo opera, por la tecnología que lo conecta y por el propósito que lo sustenta.
Entre líneas. Los productos inmobiliarios deben dejar de pensarse como soluciones cerradas. Las nuevas generaciones buscan propuestas híbridas, integradas y adaptables, que respondan a necesidades cambiantes y contextos diversos.
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Los espacios evolucionan de estáticos a dinámicos, de únicos a replicables, de individuales a comunitarios. La experiencia es tan valiosa como el ladrillo.
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Las etiquetas tradicionales —vivienda, oficina, comercio— se diluyen frente a nuevas tipologías que integran funciones múltiples en territorios interconectados.
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Las soluciones compartidas, como gimnasios, coworkings y zonas híbridas, exigen una nueva mirada del diseño: pensar desde la red, no desde la unidad.
En conclusión. El desafío ya no es construir más, sino construir con sentido. Las decisiones deben considerar impacto, pertenencia y propósito. Las reglas del juego han cambiado.
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“Tenemos que desacoplar el valor de la herramienta”, resumió Parra, al referirse al papel del PropTech como catalizador del cambio.
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Los modelos de inversión, operación y diseño que aún rigen responden a un paradigma obsoleto: urge crear nuevos marcos que conecten valor económico con beneficio común.
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En tiempos de incertidumbre, la clave está en anticipar: no dónde se construye, sino para quién, con qué propósito y qué impacto tendrá esa construcción.
* Con información de: María José Aresti