La construcción en Guatemala avanza como un pilar de desarrollo. El auge de proyectos verticales redefine la vida urbana al acercar a las familias a polos de empleo, mientras que la modernización de carreteras, puertos y corredores logísticos proyecta al país hacia la inversión extranjera. Este doble impulso convierte al sector en motor de competitividad.
Por qué importa. El sector construcción representa un efecto multiplicador que impacta en más de 30 industrias. Su rol va más allá de generar empleo: estructura las bases de competitividad, reduce brechas y condiciona la inversión extranjera.
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José Ardón, director ejecutivo de la Cámara Guatemalteca de la Construcción, enfatiza que la vivienda es esencial, pero “la infraestructura estratégica es la que proyecta al país hacia afuera”.
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El déficit habitacional, estimado en 2.2M de unidades, refleja la urgencia de proyectos que combinen acceso a vivienda y productividad urbana.
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Sin puertos modernos y carreteras eficientes, el comercio internacional afronta sobrecostos que restan atractivo a Guatemala frente a competidores regionales.
En el radar. La vivienda vertical no solo atiende el déficit habitacional, también redefine la competitividad al acercar población activa a polos de empleo. Esta tendencia se perfila como respuesta estratégica a la presión urbana.
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Ardón explica que la vivienda, más que un factor de competitividad, es una necesidad social que debe garantizar hogares dignos y cercanos a las áreas de empleo.
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Por su parte, José María Echeverría, director ejecutivo del Instituto para la Competitividad Económica (ICE), sostiene que atender la demanda habitacional “no solo dinamiza el PIB, también eleva la salud y productividad de millones de personas”.
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Ambos coinciden en que desarrollar vivienda vertical en ciudades intermedias crea corredores de inversión, reduce costos logísticos y mejora la movilidad social.
Sí, pero. Los grandes desarrollos en vivienda, comercio y logística muestran que el interior del país vive un boom sin precedentes. No obstante, persiste el rezago en la infraestructura pública prioritaria.
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Ardón destaca proyectos como Xochi, Corredor de las Flores, donde una carretera privada “genera toda una industria comercial e industrial a lo largo de su ruta”.
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La construcción pública, que en 2024 estuvo deprimida, se reactivó este año. Contribuye a un crecimiento del 4.2 % registrado en el primer semestre.
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EE. UU., ha mostrado interés estratégico en invertir en puertos y ferrocarriles. Expertos consideran una oportunidad para consolidar alianzas público-privadas.
Lo que sigue. El futuro de la construcción es positivo, siempre que se combine innovación, sostenibilidad y planificación. La presión de la demanda e inversión externa ofrecen una oportunidad histórica.
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Echeverría afirma que el sector “seguirá siendo uno de los motores de la economía”. Sus proyecciones de crecimiento son de 5 % hacia 2030.
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Incorporar estándares de sostenibilidad es visto como una tendencia irreversible para competir en mercados internacionales.
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La competitividad nacional dependerá de reducir trámites, transparentar procesos y alinear al sector público y privado en una visión compartida de infraestructura estratégica.
La construcción en Guatemala avanza como un pilar de desarrollo. El auge de proyectos verticales redefine la vida urbana al acercar a las familias a polos de empleo, mientras que la modernización de carreteras, puertos y corredores logísticos proyecta al país hacia la inversión extranjera. Este doble impulso convierte al sector en motor de competitividad.
Por qué importa. El sector construcción representa un efecto multiplicador que impacta en más de 30 industrias. Su rol va más allá de generar empleo: estructura las bases de competitividad, reduce brechas y condiciona la inversión extranjera.
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José Ardón, director ejecutivo de la Cámara Guatemalteca de la Construcción, enfatiza que la vivienda es esencial, pero “la infraestructura estratégica es la que proyecta al país hacia afuera”.
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El déficit habitacional, estimado en 2.2M de unidades, refleja la urgencia de proyectos que combinen acceso a vivienda y productividad urbana.
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Sin puertos modernos y carreteras eficientes, el comercio internacional afronta sobrecostos que restan atractivo a Guatemala frente a competidores regionales.
En el radar. La vivienda vertical no solo atiende el déficit habitacional, también redefine la competitividad al acercar población activa a polos de empleo. Esta tendencia se perfila como respuesta estratégica a la presión urbana.
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Ardón explica que la vivienda, más que un factor de competitividad, es una necesidad social que debe garantizar hogares dignos y cercanos a las áreas de empleo.
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Por su parte, José María Echeverría, director ejecutivo del Instituto para la Competitividad Económica (ICE), sostiene que atender la demanda habitacional “no solo dinamiza el PIB, también eleva la salud y productividad de millones de personas”.
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Ambos coinciden en que desarrollar vivienda vertical en ciudades intermedias crea corredores de inversión, reduce costos logísticos y mejora la movilidad social.
Sí, pero. Los grandes desarrollos en vivienda, comercio y logística muestran que el interior del país vive un boom sin precedentes. No obstante, persiste el rezago en la infraestructura pública prioritaria.
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Ardón destaca proyectos como Xochi, Corredor de las Flores, donde una carretera privada “genera toda una industria comercial e industrial a lo largo de su ruta”.
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La construcción pública, que en 2024 estuvo deprimida, se reactivó este año. Contribuye a un crecimiento del 4.2 % registrado en el primer semestre.
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EE. UU., ha mostrado interés estratégico en invertir en puertos y ferrocarriles. Expertos consideran una oportunidad para consolidar alianzas público-privadas.
Lo que sigue. El futuro de la construcción es positivo, siempre que se combine innovación, sostenibilidad y planificación. La presión de la demanda e inversión externa ofrecen una oportunidad histórica.
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Echeverría afirma que el sector “seguirá siendo uno de los motores de la economía”. Sus proyecciones de crecimiento son de 5 % hacia 2030.
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Incorporar estándares de sostenibilidad es visto como una tendencia irreversible para competir en mercados internacionales.
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La competitividad nacional dependerá de reducir trámites, transparentar procesos y alinear al sector público y privado en una visión compartida de infraestructura estratégica.