La vivienda vertical dejó de ser un fenómeno exclusivo de los centros urbanos. En Centroamérica, este modelo comienza a expandirse fuera de las capitales, impulsado por precios del suelo, nuevas infraestructuras y cambios en las preferencias del comprador. El crecimiento redefine cómo, dónde y por qué se construye ciudad.
Por qué importa. La expansión de residencias verticales fuera de los núcleos tradicionales responde a una presión estructural: suelo limitado, encarecimiento del metro cuadrado y demanda sostenida de vivienda bien ubicada. Este giro marca una nueva fase del desarrollo urbano en Centroamérica.
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La verticalización permite absorber demanda sin extender la mancha urbana, reduce tiempos de traslado y costos asociados a infraestructura dispersa. Un factor clave para ciudades con crecimiento acelerado y recursos públicos limitados.
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Al salir de las capitales, los proyectos encuentran suelo más accesible, lo que viabiliza precios finales competitivos y abre la puerta a segmentos medios que antes quedaban fuera del mercado formal.
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El fenómeno refleja decisiones privadas racionales: desarrolladores buscan eficiencia, compradores priorizan calidad de vida y cercanía a servicios, sin depender exclusivamente del centro histórico o financiero.
En el radar. Guatemala, Costa Rica, Panamá y El Salvador muestran trayectorias similares, con matices locales. La vivienda vertical se consolida en ciudades intermedias y zonas periféricas bien conectadas, donde convergen inversión privada y expansión urbana.
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En Guatemala, desde 2023 se registran más de 500 proyectos inmobiliarios, mayoritariamente apartamentos. Esto confirma un cambio estructural del mercado y una transición hacia modelos de mayor densidad residencial.
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Costa Rica exhibe crecimiento sostenido impulsado por urbanización y modernización de ciudades secundarias, mientras Panamá replica el modelo en áreas de inversión media-alta fuera del casco central.
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En El Salvador, la verticalización gana terreno más allá del área metropolitana, apoyada en nueva infraestructura y en la confianza del capital privado ante polos urbanos emergentes.
Entre líneas. El perfil del comprador cambió: busca eficiencia, seguridad y servicios, más que metros cuadrados. La vivienda vertical se adapta a estilos de vida urbanos, incluso fuera de la gran ciudad.
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Los compradores priorizan precios accesibles sin sacrificar amenidades clave como áreas verdes, coworking, gimnasios y gestión profesional. Un paquete que antes estaba reservado a proyectos prémium.
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La seguridad y administración centralizada se vuelven activos decisivos, especialmente para familias jóvenes y profesionales que valoran previsibilidad y menor carga operativa en su vivienda.
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La conectividad vial y digital redefine la ubicación “ideal”: no es el centro, sino el nodo mejor conectado a empleo, comercio y servicios, incluso en ciudades intermedias.
Balance. La vivienda vertical fuera de la capital consolida una tendencia de largo plazo: densificar mejor, no necesariamente más. El modelo avanza donde el mercado encuentra libertad para adaptarse a nuevas demandas urbanas.
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Los costos de suelo más bajos permiten proyectos accesibles sin sacrificar calidad, favoreciendo una expansión ordenada impulsada por decisiones privadas y no por planificación centralizada rígida.
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La verticalización en zonas emergentes reduce presión sobre cascos urbanos saturados y crea nuevas centralidades, diversificando la oferta residencial y el dinamismo económico local.
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Para una generación que valora conveniencia, conectividad y equilibrio costo–bienestar, la vivienda vertical se posiciona como una solución moderna y sostenible desde la lógica del mercado.
Con información de: El Economista.
La vivienda vertical dejó de ser un fenómeno exclusivo de los centros urbanos. En Centroamérica, este modelo comienza a expandirse fuera de las capitales, impulsado por precios del suelo, nuevas infraestructuras y cambios en las preferencias del comprador. El crecimiento redefine cómo, dónde y por qué se construye ciudad.
Por qué importa. La expansión de residencias verticales fuera de los núcleos tradicionales responde a una presión estructural: suelo limitado, encarecimiento del metro cuadrado y demanda sostenida de vivienda bien ubicada. Este giro marca una nueva fase del desarrollo urbano en Centroamérica.
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La verticalización permite absorber demanda sin extender la mancha urbana, reduce tiempos de traslado y costos asociados a infraestructura dispersa. Un factor clave para ciudades con crecimiento acelerado y recursos públicos limitados.
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Al salir de las capitales, los proyectos encuentran suelo más accesible, lo que viabiliza precios finales competitivos y abre la puerta a segmentos medios que antes quedaban fuera del mercado formal.
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El fenómeno refleja decisiones privadas racionales: desarrolladores buscan eficiencia, compradores priorizan calidad de vida y cercanía a servicios, sin depender exclusivamente del centro histórico o financiero.
En el radar. Guatemala, Costa Rica, Panamá y El Salvador muestran trayectorias similares, con matices locales. La vivienda vertical se consolida en ciudades intermedias y zonas periféricas bien conectadas, donde convergen inversión privada y expansión urbana.
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En Guatemala, desde 2023 se registran más de 500 proyectos inmobiliarios, mayoritariamente apartamentos. Esto confirma un cambio estructural del mercado y una transición hacia modelos de mayor densidad residencial.
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Costa Rica exhibe crecimiento sostenido impulsado por urbanización y modernización de ciudades secundarias, mientras Panamá replica el modelo en áreas de inversión media-alta fuera del casco central.
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En El Salvador, la verticalización gana terreno más allá del área metropolitana, apoyada en nueva infraestructura y en la confianza del capital privado ante polos urbanos emergentes.
Entre líneas. El perfil del comprador cambió: busca eficiencia, seguridad y servicios, más que metros cuadrados. La vivienda vertical se adapta a estilos de vida urbanos, incluso fuera de la gran ciudad.
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Los compradores priorizan precios accesibles sin sacrificar amenidades clave como áreas verdes, coworking, gimnasios y gestión profesional. Un paquete que antes estaba reservado a proyectos prémium.
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La seguridad y administración centralizada se vuelven activos decisivos, especialmente para familias jóvenes y profesionales que valoran previsibilidad y menor carga operativa en su vivienda.
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La conectividad vial y digital redefine la ubicación “ideal”: no es el centro, sino el nodo mejor conectado a empleo, comercio y servicios, incluso en ciudades intermedias.
Balance. La vivienda vertical fuera de la capital consolida una tendencia de largo plazo: densificar mejor, no necesariamente más. El modelo avanza donde el mercado encuentra libertad para adaptarse a nuevas demandas urbanas.
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Los costos de suelo más bajos permiten proyectos accesibles sin sacrificar calidad, favoreciendo una expansión ordenada impulsada por decisiones privadas y no por planificación centralizada rígida.
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La verticalización en zonas emergentes reduce presión sobre cascos urbanos saturados y crea nuevas centralidades, diversificando la oferta residencial y el dinamismo económico local.
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Para una generación que valora conveniencia, conectividad y equilibrio costo–bienestar, la vivienda vertical se posiciona como una solución moderna y sostenible desde la lógica del mercado.
Con información de: El Economista.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: