El mercado de vivienda en EE. UU. muestra un contraste creciente: ciudades muy caras conviven con regiones asequibles. En ese contexto, las casas prefabricadas, además de abaratar costos, surgen como opción eficiente que anticipa un reacomodo geográfico y de inversión.
Por qué importa. El auge de las viviendas prefabricadas no es un fenómeno pasajero. Redefine la estrategia de los desarrolladores en un país con déficit habitacional.
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El precio medio de la vivienda llegó a USD 412 500 en julio 2025. Para muchos, la prefabricación es la vía más competitiva para mantener márgenes y tener alternativas productivas.
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Este mercado creció a USD 36 000M en 2024 y apunta a USD 60 000M en 2033. Una tendencia que anticipa oportunidades de inversión sostenidas en la próxima década.
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“La prefabricación reduce tiempos y permite rentabilidades más predecibles”, afirma Julian Brown, consultor inmobiliario.
Cómo funciona. El modelo industrializado de construcción es la clave de su expansión. La estandarización de procesos convierte a la vivienda modular en un producto escalable. Esto permite replicar proyectos en múltiples ciudades sin perder control de costos ni calidad.
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Una vivienda modular puede completarse en 6 a 8 semanas; esta rapidez implica rotación de capital más ágil. Reduce la exposición de los desarrolladores a inflación en materiales y mano de obra.
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Hasta 90 % de la obra se realiza en fábrica, lo que disminuye el desperdicio de un 30 %. La eficiencia fortalece la competitividad en el mercado.
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“El reto es armonizar normativas estatales que siguen dispersas”, explica Martha Williams, directora de Desarrollo Inmobiliario.
El otro lado. La prefabricación enfrenta obstáculos que limitan su escalabilidad. El reto es convertirlos en ventajas competitivas mediante innovación en diseño, financiamiento y comunicación para reforzarse como símbolo de modernidad y eficiencia.
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Algunos estados limitan su instalación en zonas residenciales consolidadas. Esto significa retrasos y mayores costos legales, lo que exige diseñar proyectos en ciudades con normativas más flexibles.
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Persiste el estigma cultural que asocia lo prefabricado con menor calidad. Superar esta percepción es un reto de marketing.
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Los altos costos iniciales de plantas industriales requieren capital intensivo. Este punto abre la puerta a fondos de inversión especializados en infraestructura inmobiliaria que quieran liderar el segmento.
Datos clave. El mapa habitacional de EE. UU. es desigual, y esa brecha guía decisiones de inversión. El objetivo es diversificar hacia zonas industriales, donde el riesgo es menor y la prefabricación puede crecer con mayor rapidez.
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San José, San Francisco y Los Ángeles superan los USD 950 000 de precio medio. Estos valores expulsan demanda hacia áreas periféricas, donde las viviendas modulares se convierten en opción una viable.
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Ciudades como Detroit, Flint y Pittsburgh ofrecen viviendas por debajo de USD 150 000. Con espacio para proyectos modulares de alta rentabilidad futura, dado que los costos bajos actuales facilitan capturar plusvalía.
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Desde 2019, los precios han aumentado 60 % en promedio, concentrados en polos tecnológicos.
Lo que sigue. El futuro dependerá de capitalizar esta transición. La clave no es esperar, sino anticiparse: quienes apuesten por prefabricación en regiones de bajo costo marcarán la pauta del negocio inmobiliario en la próxima década.
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El déficit habitacional de 4M de unidades obliga a soluciones rápidas. La prefabricación puede cubrir buena parte si se escala la producción de manera sostenida.
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Williams detalla que la vivienda accesible será un negocio privado, “no un gasto público”.
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Ciudades accesibles como Detroit o Pittsburgh ofrecen la combinación ideal: suelo barato y demanda creciente. Aquí los prefabricados no son complemento, sino la oportunidad de liderar un nuevo ciclo.
El mercado de vivienda en EE. UU. muestra un contraste creciente: ciudades muy caras conviven con regiones asequibles. En ese contexto, las casas prefabricadas, además de abaratar costos, surgen como opción eficiente que anticipa un reacomodo geográfico y de inversión.
Por qué importa. El auge de las viviendas prefabricadas no es un fenómeno pasajero. Redefine la estrategia de los desarrolladores en un país con déficit habitacional.
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El precio medio de la vivienda llegó a USD 412 500 en julio 2025. Para muchos, la prefabricación es la vía más competitiva para mantener márgenes y tener alternativas productivas.
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Este mercado creció a USD 36 000M en 2024 y apunta a USD 60 000M en 2033. Una tendencia que anticipa oportunidades de inversión sostenidas en la próxima década.
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“La prefabricación reduce tiempos y permite rentabilidades más predecibles”, afirma Julian Brown, consultor inmobiliario.
Cómo funciona. El modelo industrializado de construcción es la clave de su expansión. La estandarización de procesos convierte a la vivienda modular en un producto escalable. Esto permite replicar proyectos en múltiples ciudades sin perder control de costos ni calidad.
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Una vivienda modular puede completarse en 6 a 8 semanas; esta rapidez implica rotación de capital más ágil. Reduce la exposición de los desarrolladores a inflación en materiales y mano de obra.
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Hasta 90 % de la obra se realiza en fábrica, lo que disminuye el desperdicio de un 30 %. La eficiencia fortalece la competitividad en el mercado.
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“El reto es armonizar normativas estatales que siguen dispersas”, explica Martha Williams, directora de Desarrollo Inmobiliario.
El otro lado. La prefabricación enfrenta obstáculos que limitan su escalabilidad. El reto es convertirlos en ventajas competitivas mediante innovación en diseño, financiamiento y comunicación para reforzarse como símbolo de modernidad y eficiencia.
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Algunos estados limitan su instalación en zonas residenciales consolidadas. Esto significa retrasos y mayores costos legales, lo que exige diseñar proyectos en ciudades con normativas más flexibles.
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Persiste el estigma cultural que asocia lo prefabricado con menor calidad. Superar esta percepción es un reto de marketing.
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Los altos costos iniciales de plantas industriales requieren capital intensivo. Este punto abre la puerta a fondos de inversión especializados en infraestructura inmobiliaria que quieran liderar el segmento.
Datos clave. El mapa habitacional de EE. UU. es desigual, y esa brecha guía decisiones de inversión. El objetivo es diversificar hacia zonas industriales, donde el riesgo es menor y la prefabricación puede crecer con mayor rapidez.
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San José, San Francisco y Los Ángeles superan los USD 950 000 de precio medio. Estos valores expulsan demanda hacia áreas periféricas, donde las viviendas modulares se convierten en opción una viable.
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Ciudades como Detroit, Flint y Pittsburgh ofrecen viviendas por debajo de USD 150 000. Con espacio para proyectos modulares de alta rentabilidad futura, dado que los costos bajos actuales facilitan capturar plusvalía.
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Desde 2019, los precios han aumentado 60 % en promedio, concentrados en polos tecnológicos.
Lo que sigue. El futuro dependerá de capitalizar esta transición. La clave no es esperar, sino anticiparse: quienes apuesten por prefabricación en regiones de bajo costo marcarán la pauta del negocio inmobiliario en la próxima década.
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El déficit habitacional de 4M de unidades obliga a soluciones rápidas. La prefabricación puede cubrir buena parte si se escala la producción de manera sostenida.
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Williams detalla que la vivienda accesible será un negocio privado, “no un gasto público”.
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Ciudades accesibles como Detroit o Pittsburgh ofrecen la combinación ideal: suelo barato y demanda creciente. Aquí los prefabricados no son complemento, sino la oportunidad de liderar un nuevo ciclo.