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Migración y secuestro, estremecedor relato en viaje a EE.UU.

Redacción República
20 de mayo, 2016

Florencio Hernández Chuy, oriundo de San José Calderas, un lugar ubicado al pie del volcán de Acatenango en San Andrés Iztapa, Chimaltenango, salió de Guatemala en 2004 para no perder un viaje pagado a un hijo mayor de edad que no pudo hacerlo. Su esposa había fallecido y sus demás hijos estaban pequeños. Al final, se marchó para no perder los Q27 mil invertidos.

“Salí de aquí el 20 de octubre de 2004 y nos quedamos durmiendo en Huehuetenango, tenía poco más de 40 años. El viaje en todo México estuvo bien, aunque no con todas las mejoras porque a veces uno come y otras que no, a veces uno duerme en hoteles, ranchos, corre en el monte… al fin  llegamos a Laredo, Tamaulipas”, narró.

Hernández recordó que el guía que los acompañaba les dijo que irían a buscar un pollero (coyote) para que los ayudara a cruzar el Río Bravo porque él no se animaba. “Había tenido muchos agarres (problemas) en Estados Unidos (EEUU) y al final sí se fue con nosotros. Nos tocó dormir en el monte y llegar a un lugar conocido como ´El Cargadero´, pero nos agarró Migración y nos regresó”, agregó.

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En el relato que el migrante hizo a Repúblicagt, recuerda que él llevaba una historia preparada, le dijo a Migración que era mexicano, del rancho Santa María, en Hidalgo, Guanajuato, pero no sirvió de nada y junto al grupo que lo acompañaba, lo soltaron en la frontera mexicana. “Nos fuimos al Hotel Texas en Laredo, pero recuerdo que a quienes iban conmigo sí los dejaron pasar con permiso cuando insistieron y a mi no, entonces me quedé otros tres días”, indicó.

Del otro lado del río

Él le decía al caminador que “lo cruzara” y este le respondía que no tuviera pena, que buscaría un muchacho y que lo iban a meter en un cabezal para pasar. “Me la hizo porque al día siguiente me cruzó, llegaron dos muchachos por mi, pasamos el río, estaba crecido y me subieron a unas cámaras, estas son unos tubos de llantas inflables, ellos nadaban y yo iba encima”, prosiguió.

Sin embargo, a Hernández lo dejaron “botado” en una gasolinera de Laredo, Texas, y ya no hubo quién por él. Trató de llamar al coyote que estaba en Guatemala y no le contestó. Estando ahí, llegó una suburban y una mujer (él la cita como señora) le dijo que llegaba por él, y, confiando, se subió al vehículo.

Cuando llegó a la casa de la señora, ella le preguntó por el contacto de su familiar en EE.UU., con el ofrecimiento de que iban a llamaro por él. Hernández confió y dio los datos sin saber que mientras estaba encerrado en un cuarto sin hacer bulla, durante varios días (junto con un hondureño y un salvadoreño), le estaban pidiendo dinero a un hijo que tenía en ese país.

Un día, la mujer les dijo que los trasladaría a otra casa. Así fue, pero en el lugar estaban unas personas que a todas luces, el entrevistado describe como narcotraficantes y que tenían un laboratorio y almacenamiento de cocaína.

Sigue la pesadilla

“Ellos adoraban a la Santa Muerte y estaban bien armados. A uno le daba pena y bueno, en ese tiempo quizá o eran tan malos como ahora, pero sí nos sacaron dinero. De repente llegó una señora de Laredo, era bailarina exótica y no sé por qué razón se dirigió hacia mi y me preguntó que hacía ahí y le dije que yo necesitaba llegar con mi hijo”, expuso.

Al final, ella le dijo que estaba en un “mal lugar”, que nunca llegaría con su hijo si seguía ahí y que haría lo posible por sacarlo. “Me dijo que me escapara y ‘yo voy a venir por ti dentro de 15 minutos’. Realmente le obedecí a ella y busqué la forma de salir y de estar donde me dijo. Ella llegó en otro carro y subí y me llevó para su casa donde me tuvo por ocho días ya libre de problemas, pude hablar con mi hijo”.

Resulta que debido a las llamadas de los malhechores, su hijo que estaba en Iowa, había gastado unos US$7 mil. Hernández se enfrentó a otro dilema, la joven que le había apoyado le ofreció quedarse con ella para ayudarle a cuidar a sus dos hijos, mientras ella se dedicaba a su trabajo, pero él no quiso. Al final, su salvadora le apoyó para conseguir un caminador y así emprendió el viaje hacia su destino final.

Cambia el sistema

Los secuestros de migrantes dejaron de ser hechos aislados cometidos por narcotraficantes para convertirse en todo un sistema de redes transnacionales y con temporalidad para operar según la raza o países de procedencia de las víctimas.

Si bien la frontera sur de México representa un peligro para quienes emprenden el viaje por la vía no legal hacia EE.UU., el área de Sonora (que colinda con Arizona) se convirtió en el lugar más peligroso para este tipo de ilícitos, describen las autoridades del Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala (Conamigua).

En el sur, las bandas parecen ingresar cada vez más en el territorio guatemalteco y uno de los casos que prueban lo anterior fue el secuestro de 14 personas, entre ellas un guatemalteco que permanecían en una vivienda de la aldea El Cambote, Huehuetenango, el pasado 2 de enero.

Los secuestradores pedían sumas entre los US$12 mil y US$24 mil para que prosiguieran su ruta hacia el norte y la denuncia que alertó del ilícito provino de Nueva York. Las nacionalidades de los liberados eran diez ecuatorianos, tres bangladesíes y el guatemalteco, quienes eran custodiados por tres connacionales al momento del allanamiento.

Migrantes secuestrados en Tamaulipas.

Alejandra Gordillo, secretaria de Conamigua, dijo que ahora operan bandas del crimen organizado que incurren en tráfico intercontinental y que incluso está segmentado, porque en enero se localizaron en ruta personas originarias de Suramérica, después se dio la llegada de asiáticos y después los originarios del área específica del sur de ese continente.

Otro caso fue el 10 de mayo en Tamaulipas (colindante con Texas), cuando el Grupo de Coordinación Tamaulipas rescató 49 migrantes secuestrados en Reynosa (municipio fronterizo con EEUU). Entre los migrantes localizados, estaba un guatemalteco, un ecuatoriano, seis salvadoreños y 41 hondureños, entre estos, un menor de edad.

Un poco más de un mes antes, el 8 de abril, elementos de la Secretaría de Marina mexicana rescataron a 35 personas de nacionalidad hondureña, guatemalteca y salvadoreña, entre ellas, un menor de cuatro años, que también permanecían secuestrados.

Piden apoyo

El 31 de marzo de este año, fueron enviadas misivas al Ministerio de Gobernación (ver CARTA MINISTERIO DE GOBERNACIÓN) y Dirección General de Migración (DGM) (Ver CARTA DIRECCIÓN DE MIGRACIÓN) dirigidas a las máximas autoridades de cada dependencia para pedir refuerzos policiales a nivel nacional, principalmente en la frontera con México para evitar que Guatemala pase de ser un lugar de tránsito a una  “sala de espera”, donde los migrantes puedan ser captados por el crimen organizado; sin embargo, no recibieron respuesta alguna, confirmó Gordillo.

La funcionaria remarcó que las bandas que operan el tráfico de personas no solo lo hacen con un delito, pueden sumar hasta 26. “No sabemos qué estrategia hay por parte del Estado, esto implica la seguridad ciudadana incluso”, remarcó.  El ingreso de migrantes cooptados por las bandas delictivas se da por tierra y mar. Las fronteras que deben ser reforzadas son las de México y Belice, indicaron las autoridades de Conamigua.

La situación en México

Las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Migración (MEX) solo proporcionan datos de 2013 y 2014 y se tiene conocimiento que en el primer año de los mencionados se reportaron 62 denuncias por secuestro de indocumentados: 37 hondureños, 19 salvadoreños, 5 guatemaltecos y 1 nicaragüense.

En 2014 hubo 682 casos de secuestros, la mayoría contra hondureños: 365 casos, salvadoreños 200, 100 guatemaltecos y 17 nicaragüenses.

Frontera entre Tijuana y San Diego, desde el lado mexicano.

La existencia de estas bandas dedicadas al trasiego de migrantes y de otros elementos dejó de concentrase en Tijuana, estado que ahora está más “fortificado”, es decir, con controles más drásticos para el ingreso hacia territorio estadounidense, aunque en el lugar hay permanencia de redes delictivas enfocadas en el paso de droga.

Inicialmente, existían los polleros, algunos miembros de familias que se dedicaban a esta actividad. El nombre viene de la cerca que existía antes de la construcción del muro que divide la frontera que más parecía un gallinero. Eso cambió a principios de los años 90, cuando el crimen organizado se entrometió y procedió al cobro de piso (comisión) para quienes se dedicaban al tráfico de personas.

“Eso ha hecho que por aquí la inmigración haya disminuido y quienes intentan hacerlo es porque fueron deportados y ya tenían su vida del otro lado de la frontera”, explicó Vicente Calderón, editor de Tijuanapress.com, uno de los medios de comunicación que más seguimiento le da a los temas de migración y narcotráfico en el área.

Agregó que quienes intentan cruzar la frontera por el lado de “El Cerro”, un área ubicada al este de Tijuana, deben cancelar entre US$12 mil o US$13 mil para su traslado, ya sea por lancha o escondido en el motor de un carro. En el lugar, a los coyotes les dicen polleros (debido a que la cerca construida antes del muro parecía gallinero) pero ahora los delincuentes se hacen pasar por estos últimos y engañan a los migrantes.

“A los migrantes los ven más vulnerables, el crimen organizado lo ve más fácil porque van con la esperanza de que los crucen y se ponen en las manos creyendo que son polleros, pero son delincuentes o secuestradores”, finalizó Calderón.

¿Qué pasó con Hernández?

El migrante entrevistado con el que inicia este relato fue víctima de una redada el 12 de mayo de 2008 y fue enviado de nuevo a Guatemala. Logró salir adelante con su familia, estudió una carrera relacionada con la albañilería y Conamigua lo apoyó con una capacitación como Guía de Turismo Comunitario.

“Somos guías para recorrer el volcán de Fuego, el Acatenango, y nuestros servicios los proporcionamos a nacionales y no nacionales”, refirió y para finalizar con broche de oro, pertenece a la Asociación Promejoramiento de Deportados Guatemaltecos (APRODE).

Migración y secuestro, estremecedor relato en viaje a EE.UU.

Redacción República
20 de mayo, 2016

Florencio Hernández Chuy, oriundo de San José Calderas, un lugar ubicado al pie del volcán de Acatenango en San Andrés Iztapa, Chimaltenango, salió de Guatemala en 2004 para no perder un viaje pagado a un hijo mayor de edad que no pudo hacerlo. Su esposa había fallecido y sus demás hijos estaban pequeños. Al final, se marchó para no perder los Q27 mil invertidos.

“Salí de aquí el 20 de octubre de 2004 y nos quedamos durmiendo en Huehuetenango, tenía poco más de 40 años. El viaje en todo México estuvo bien, aunque no con todas las mejoras porque a veces uno come y otras que no, a veces uno duerme en hoteles, ranchos, corre en el monte… al fin  llegamos a Laredo, Tamaulipas”, narró.

Hernández recordó que el guía que los acompañaba les dijo que irían a buscar un pollero (coyote) para que los ayudara a cruzar el Río Bravo porque él no se animaba. “Había tenido muchos agarres (problemas) en Estados Unidos (EEUU) y al final sí se fue con nosotros. Nos tocó dormir en el monte y llegar a un lugar conocido como ´El Cargadero´, pero nos agarró Migración y nos regresó”, agregó.

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En el relato que el migrante hizo a Repúblicagt, recuerda que él llevaba una historia preparada, le dijo a Migración que era mexicano, del rancho Santa María, en Hidalgo, Guanajuato, pero no sirvió de nada y junto al grupo que lo acompañaba, lo soltaron en la frontera mexicana. “Nos fuimos al Hotel Texas en Laredo, pero recuerdo que a quienes iban conmigo sí los dejaron pasar con permiso cuando insistieron y a mi no, entonces me quedé otros tres días”, indicó.

Del otro lado del río

Él le decía al caminador que “lo cruzara” y este le respondía que no tuviera pena, que buscaría un muchacho y que lo iban a meter en un cabezal para pasar. “Me la hizo porque al día siguiente me cruzó, llegaron dos muchachos por mi, pasamos el río, estaba crecido y me subieron a unas cámaras, estas son unos tubos de llantas inflables, ellos nadaban y yo iba encima”, prosiguió.

Sin embargo, a Hernández lo dejaron “botado” en una gasolinera de Laredo, Texas, y ya no hubo quién por él. Trató de llamar al coyote que estaba en Guatemala y no le contestó. Estando ahí, llegó una suburban y una mujer (él la cita como señora) le dijo que llegaba por él, y, confiando, se subió al vehículo.

Cuando llegó a la casa de la señora, ella le preguntó por el contacto de su familiar en EE.UU., con el ofrecimiento de que iban a llamaro por él. Hernández confió y dio los datos sin saber que mientras estaba encerrado en un cuarto sin hacer bulla, durante varios días (junto con un hondureño y un salvadoreño), le estaban pidiendo dinero a un hijo que tenía en ese país.

Un día, la mujer les dijo que los trasladaría a otra casa. Así fue, pero en el lugar estaban unas personas que a todas luces, el entrevistado describe como narcotraficantes y que tenían un laboratorio y almacenamiento de cocaína.

Sigue la pesadilla

“Ellos adoraban a la Santa Muerte y estaban bien armados. A uno le daba pena y bueno, en ese tiempo quizá o eran tan malos como ahora, pero sí nos sacaron dinero. De repente llegó una señora de Laredo, era bailarina exótica y no sé por qué razón se dirigió hacia mi y me preguntó que hacía ahí y le dije que yo necesitaba llegar con mi hijo”, expuso.

Al final, ella le dijo que estaba en un “mal lugar”, que nunca llegaría con su hijo si seguía ahí y que haría lo posible por sacarlo. “Me dijo que me escapara y ‘yo voy a venir por ti dentro de 15 minutos’. Realmente le obedecí a ella y busqué la forma de salir y de estar donde me dijo. Ella llegó en otro carro y subí y me llevó para su casa donde me tuvo por ocho días ya libre de problemas, pude hablar con mi hijo”.

Resulta que debido a las llamadas de los malhechores, su hijo que estaba en Iowa, había gastado unos US$7 mil. Hernández se enfrentó a otro dilema, la joven que le había apoyado le ofreció quedarse con ella para ayudarle a cuidar a sus dos hijos, mientras ella se dedicaba a su trabajo, pero él no quiso. Al final, su salvadora le apoyó para conseguir un caminador y así emprendió el viaje hacia su destino final.

Cambia el sistema

Los secuestros de migrantes dejaron de ser hechos aislados cometidos por narcotraficantes para convertirse en todo un sistema de redes transnacionales y con temporalidad para operar según la raza o países de procedencia de las víctimas.

Si bien la frontera sur de México representa un peligro para quienes emprenden el viaje por la vía no legal hacia EE.UU., el área de Sonora (que colinda con Arizona) se convirtió en el lugar más peligroso para este tipo de ilícitos, describen las autoridades del Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala (Conamigua).

En el sur, las bandas parecen ingresar cada vez más en el territorio guatemalteco y uno de los casos que prueban lo anterior fue el secuestro de 14 personas, entre ellas un guatemalteco que permanecían en una vivienda de la aldea El Cambote, Huehuetenango, el pasado 2 de enero.

Los secuestradores pedían sumas entre los US$12 mil y US$24 mil para que prosiguieran su ruta hacia el norte y la denuncia que alertó del ilícito provino de Nueva York. Las nacionalidades de los liberados eran diez ecuatorianos, tres bangladesíes y el guatemalteco, quienes eran custodiados por tres connacionales al momento del allanamiento.

Migrantes secuestrados en Tamaulipas.

Alejandra Gordillo, secretaria de Conamigua, dijo que ahora operan bandas del crimen organizado que incurren en tráfico intercontinental y que incluso está segmentado, porque en enero se localizaron en ruta personas originarias de Suramérica, después se dio la llegada de asiáticos y después los originarios del área específica del sur de ese continente.

Otro caso fue el 10 de mayo en Tamaulipas (colindante con Texas), cuando el Grupo de Coordinación Tamaulipas rescató 49 migrantes secuestrados en Reynosa (municipio fronterizo con EEUU). Entre los migrantes localizados, estaba un guatemalteco, un ecuatoriano, seis salvadoreños y 41 hondureños, entre estos, un menor de edad.

Un poco más de un mes antes, el 8 de abril, elementos de la Secretaría de Marina mexicana rescataron a 35 personas de nacionalidad hondureña, guatemalteca y salvadoreña, entre ellas, un menor de cuatro años, que también permanecían secuestrados.

Piden apoyo

El 31 de marzo de este año, fueron enviadas misivas al Ministerio de Gobernación (ver CARTA MINISTERIO DE GOBERNACIÓN) y Dirección General de Migración (DGM) (Ver CARTA DIRECCIÓN DE MIGRACIÓN) dirigidas a las máximas autoridades de cada dependencia para pedir refuerzos policiales a nivel nacional, principalmente en la frontera con México para evitar que Guatemala pase de ser un lugar de tránsito a una  “sala de espera”, donde los migrantes puedan ser captados por el crimen organizado; sin embargo, no recibieron respuesta alguna, confirmó Gordillo.

La funcionaria remarcó que las bandas que operan el tráfico de personas no solo lo hacen con un delito, pueden sumar hasta 26. “No sabemos qué estrategia hay por parte del Estado, esto implica la seguridad ciudadana incluso”, remarcó.  El ingreso de migrantes cooptados por las bandas delictivas se da por tierra y mar. Las fronteras que deben ser reforzadas son las de México y Belice, indicaron las autoridades de Conamigua.

La situación en México

Las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Migración (MEX) solo proporcionan datos de 2013 y 2014 y se tiene conocimiento que en el primer año de los mencionados se reportaron 62 denuncias por secuestro de indocumentados: 37 hondureños, 19 salvadoreños, 5 guatemaltecos y 1 nicaragüense.

En 2014 hubo 682 casos de secuestros, la mayoría contra hondureños: 365 casos, salvadoreños 200, 100 guatemaltecos y 17 nicaragüenses.

Frontera entre Tijuana y San Diego, desde el lado mexicano.

La existencia de estas bandas dedicadas al trasiego de migrantes y de otros elementos dejó de concentrase en Tijuana, estado que ahora está más “fortificado”, es decir, con controles más drásticos para el ingreso hacia territorio estadounidense, aunque en el lugar hay permanencia de redes delictivas enfocadas en el paso de droga.

Inicialmente, existían los polleros, algunos miembros de familias que se dedicaban a esta actividad. El nombre viene de la cerca que existía antes de la construcción del muro que divide la frontera que más parecía un gallinero. Eso cambió a principios de los años 90, cuando el crimen organizado se entrometió y procedió al cobro de piso (comisión) para quienes se dedicaban al tráfico de personas.

“Eso ha hecho que por aquí la inmigración haya disminuido y quienes intentan hacerlo es porque fueron deportados y ya tenían su vida del otro lado de la frontera”, explicó Vicente Calderón, editor de Tijuanapress.com, uno de los medios de comunicación que más seguimiento le da a los temas de migración y narcotráfico en el área.

Agregó que quienes intentan cruzar la frontera por el lado de “El Cerro”, un área ubicada al este de Tijuana, deben cancelar entre US$12 mil o US$13 mil para su traslado, ya sea por lancha o escondido en el motor de un carro. En el lugar, a los coyotes les dicen polleros (debido a que la cerca construida antes del muro parecía gallinero) pero ahora los delincuentes se hacen pasar por estos últimos y engañan a los migrantes.

“A los migrantes los ven más vulnerables, el crimen organizado lo ve más fácil porque van con la esperanza de que los crucen y se ponen en las manos creyendo que son polleros, pero son delincuentes o secuestradores”, finalizó Calderón.

¿Qué pasó con Hernández?

El migrante entrevistado con el que inicia este relato fue víctima de una redada el 12 de mayo de 2008 y fue enviado de nuevo a Guatemala. Logró salir adelante con su familia, estudió una carrera relacionada con la albañilería y Conamigua lo apoyó con una capacitación como Guía de Turismo Comunitario.

“Somos guías para recorrer el volcán de Fuego, el Acatenango, y nuestros servicios los proporcionamos a nacionales y no nacionales”, refirió y para finalizar con broche de oro, pertenece a la Asociación Promejoramiento de Deportados Guatemaltecos (APRODE).

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